Aumentar impuestos no es reducir el gasto público

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El New York Times del domingo trae un artículo titulado “Lo borroso entre el gasto y los impuestos”.  El autor es el profesor de Harvard N. Grgeory Mankiw. El tema esencial del artículo es que el gobierno está gastando cuando decide renunciar a ingresos fiscales que de otra forma habría recaudado. De hecho, los ingresos fiscales perdidos en la aplicación de deducciones fiscales, como para el pago de intereses de hipotecas o contribuciones de caridad y las deducciones fiscales, como las que se otorgan a compradores de primeras viviendas o adoptantes, ahora se describen habitualmente como “gastos fiscales”. La idea es que el gobierno está gastando dinero al decidir no tomárselo en impuestos y permitiendo a los contribuyentes quedarse con él.

La suposición subyacente de quienes sostienen esta postura es que el gobierno ya posee los fondos en cuestión haya recaudado impuestos o no. El gobierno es el supuesto propietario de fondos que pertenecen al contribuyente y que se abstiene de cobrar. Supuestamente gasta estos fondos al permitir que los contribuyentes se los queden.

La pregunta fundamental es: ¿quién es el dueño de los fondos pagados en impuestos? ¿Son los ciudadanos, que han ganado el dinero y lo entregan al gobierno bajo la amenaza de multa o prisión, o incluso muertos si se resisten físicamente al gobierno, o es el gobierno?

Para los defensores del principio de derechos individuales y gobierno limitado (el principio sobre el que se fundaron los Estados Unidos), la respuesta obvia es que la gente es dueña de los ingresos fiscales y al pagarlos soportan financieramente al gobierno. Para los defensores de un gobierno omnipotente gobernando sobre una ciudadanía de siervos sin derechos, el gobierno es el propietario tanto de las posesiones de la gente, que supuestamente son suyas sólo nominalmente, como, en realidad, del propio pueblo. Es basándose en esta creencia como se deduce que el gobierno soporta financieramente al pueblo no recaudando su riqueza.

Los defensores de los derechos individuales necesitan recordar que el gobierno no paga o enriquece a nadie permitiéndole quedarse con lo que ya es suyo.

Esta verdad tiene consecuencias importantes para el sujeto de la reforma fiscal, de la que escribía el artículo del Times. La reforma fiscal necesita consistir exclusivamente en reducciones del gasto público y de los impuestos. No debería basarse en aumentos masivos de impuestos generados por la eliminación de las deducciones y desgravaciones fiscales existentes. Es el gasto público real el que debe reducirse, no lo que la gente hasta ahora ha podido evitar tener que pagar para apoyar ese gasto.

La noción de deducciones fiscales ofrece el pretexto para aumentos masivos de impuestos en nombre de reducir el gasto público. Esta noción debe desecharse, por lo que el objetivo de la reforma fiscal será la reducción del gasto público real, que después debe continuar con reducciones en los impuestos. Es eso lo que debe hacerse a una escala verdaderamente masiva. En la medida en que se logre, el impuesto de la renta puede reducirse progresivamente hasta que se elimine completamente. En este punto, todas las cuestiones de deducciones y desgravaciones en el impuesto sobre la renta habrán desaparecido.

Tal y como están las cosas, la idea de que la ausencia de imposición constituye gasto público es establecer la base para la perversión total de la genuina reforma fiscal. Se está usando en un esfuerzo por imponer hasta un billón de dólares anuales en nuevos impuestos disfrazados como billones de dólares anuales de reducción de gasto público. En palabras del artículo del Times:

Erskine B. Bowles y Alan K. Simpson, presidentes de la comisión de reducción del déficit de Obama, han analizado detenidamente estos gastos fiscales… y no les gusta lo que ven. En su borrador de propuesta, emitido este mismo mes, proponían eliminar deducciones fiscales, que juntos cuestan al Tesoro más de 1 billón de dólares al año.

Esto es el resumen y lo sustancial del concepto de reforma fiscal sostenido no sólo por la administración Obama sino asimismo por republicanos y conservadores cobardes. Simpson fue senador republicano por Wyoming durante dieciocho años. Mankew, el autor del artículo del Times, fue presidente del Consejo de Asesores Económicos del Presidente Bush de 2003 a 2005.

En resumen, existe el peligro de que derecha e izquierda se unan para realizar un fraude político colosal en forma de enormes aumentos fiscales vendidos como reducciones del gasto público a una opinión pública que nada sospecha. El pueblo estadounidense necesita levantarse y rechazar cualquier forma del absurdo de que al no gravarles el gobierno está gastando su dinero y de que el camino para rebajara gasto e impuestos es aumentar sus impuestos. La base de la reforma fiscal debe ser reducir el gasto público, no impuestos más altos.

Traducido del inglés por Mariano Bas Uribe. El artículo original se encuentra aquí.

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