Cuando en 1783 Immanuel Kant publicó sus Prolegómenos para disipar la confusión causa en el mundo filosófico por su revolucionaria Crítica de la razón pura, encabezó los capítulos con una serie de preguntas que podrían condensarse como sigue: “¿Cómo es posible la metafísica?” Si, en nuestro caso, tuviéramos que condensar la postura metodológica de Ludwig von Mises, tendrían que hacer así la pregunta: “¿Cómo es posible la economía?”
Como apunta Manuel Reventós en su prólogo a la traducción catalana de ka Economía de Chapman, la ciencia de la economía, hacia el final del siglo XIX, se encontraba en la etapa en la que había estado la metafísica al final del siglo XVIII: flotando entre el dogmatismo y el empirismo. El dogmatismo había nacido con los fisiócratas, se había desarrollado por los clásicos y había dejado su impronta en los economistas matemáticos. Postulaba leyes económicas inevitables a las que el hombre debía ajustarse so pena de fracasar. El empirismo había nacido con el mercantilismo y, a través de List y la escuela histórica, llegó al “socialismo de estado”, el neomercantilismo y otras formas de estatismo. Consideraba a los acontecimientos económicos solo como datos sociales, cuyo estudio podían emplear con provecho los políticos para ordenar la vida económica, librándola así de la anarquía.
Ambas tendencias declinaron gradualmente y su fracaso animó a reflexionar a las mentes inquietas. El descrédito en el que habían caído las leyes económicas parecía justificar el empirismo. Pero tampoco el control de la vida económica por medios políticos resulto ser práctico. Pues siempre que el estado aplicaba una medida económica para alcanzar ciertos resultados, los resultados finales probaban ser bastante diferentes. Siempre pasaba algo. Si no eran las desacreditadas leyes económicas, ¿qué podía ser? Si las actividades económicas del hombre no estaban gobernadas por “leyes naturales”, ni podían regularse a voluntad, entonces tenían que tener sentido por sí mismas. Y este sentido debía investigarse no mediante observación ni mediante experimentación, sino mediante reflexión. Los datos de la vida económica estaban disponibles: solo faltaba su sentido. Y éste solo podía investigarse por reflexión metodológica, La vida económica sí existía. Desobedecía las leyes naturales y también resistía las leyes sociales. ¿Cómo era posible?
El problema económico se expone de forma crítica. En nuestra opinión, aquí reside la gran contribución de Ludwig von Mises a la ciencia de la economía.
La vida económica, al contrario que la vida natural, no está sujeta a la ley de la causalidad. En la vida natura, las mismas causas producen siempre los mismos efectos. En la vida económica las mismas causas pueden producir efectos distintos. ¿Por qué? Porque la volición humana interfiere entre causas y efectos: Y la volición del hombre no está gobernada por causas (pasado), sino por objetivos (futuro). Los acontecimientos en la vida humana no están gobernados por la ley de la causalidad, sino por la de la finalidad. Podemos juzgar los acontecimientos naturales a partir de las dos categorías fundamentales de Kant: tiempo y lugar. En los acontecimientos humanos interviene una tercera categoría: la acción. García Morente, quien creemos que es el más lúcido intérprete de Kant, dijo que el siglo XIX desarrolló aún más el kantismo al descubrir una tercera categoría fundamental que explica la evolución y el progreso humanos. La acción es el producto de la facultad electiva del hombre. Ante los hechos, que en la naturaleza serían causas, el hombre elige y consecuentemente actúa. Actúa si afronta un problema económico o de cualquier otra naturaleza humana.
Al estudio de la acción humana se le llama praxeología. La economía es parte de la praxeología. ¿Pero qué parte? ¿Cómo la caracterizamos dentro del grupo praxeológico?
En economía, la categoría de intercambio, que no desempeña ningún papel en otros fenómenos praxeológicos se añade a la categoría de la acción electiva. En la vida económica, el hombre actúa para obtener lo que quiere. Esto solo es posible de forma bilateral: do ut des. Me das algo a cambio de lo que te doy o te doy algo a cambio de lo que me das. Así que la economía es praxeología cataláctica. Pero el acto de intercambio debe tener lugar en algún sitio. Este sitio (material o ideal) es el mercado. Todos están siempre presentes y actuando en el mercado, aunque solo sea de forma negativa, es decir, no intercambiando. No intercambiar es también actuar en el mercado, igual que el jugador en una mesa de juego puede momentáneamente abstenerse de hacer una apuesta.
Categorizamos una ciencia basándonos en sus características esenciales, generales y permanentes. La economía es acción humana empleando la facultad electiva en el intercambio del mercado. Así que sus categorías fundamentales son la facultad electiva, el intercambio de bienes y el mercado. Solo en el reconocimiento de estas categorías es posible el pensamiento económico. La economía es oikos nemo, es decir, la gestión de la casa o preocuparse por el bienestar de uno. De la interacción de elegir entre bienes y servicios para el bienestar de uno y de su familia y elegir el ocio, la indiferencia o el sacrificio, nace la vida económica. Su fuerza motriz es la acción autónoma de los individuos. Su medio es la elección, su escenario, el mercado.
Por tanto, la economía no es ni la búsqueda de riqueza no la producción o distribución de productos y servicios, ni su consumo. Estos son resultados, manifestaciones puramente externas que aparecen asimismo fuera del ámbito de la economía. Como ha dicho repetidamente Mises, producción, distribución, consumo y satisfacción de la urgencia de amasar riqueza son asimismo viables por medios no libremente electivos, como la política o, más concretamente, el totalitarismo en todas sus formas. Pero esto no es economía. Estas acciones solo afectan a la economía cuando se originan en la acción autónoma del hombre ejerciendo su facultad electiva en el mercado. Solo bajo esta condición podrían producirse los siguientes fenómenos característicos, que siempre se ha considerado que comprende la economía: oferta y demanda, mecanismo de precios, dinero y crédito, etc.
Lo que acabamos de indicar constituye la base fundamental de la teoría económica. Como ha afirmado muy apropiadamente Rudolf Stammler, una teoría es una doctrina de validez general. Es la exposición de la forma pura de cierta materia científicaa por medio de un enfoque o método especial. En nuestro caso, es el enfoque praxeológico-cataláctico de la acción humana. A las materias concretas y cambiantes de la actividad humana les falta unidad, orden e individualidad. Reciben estas características solo del método. Así que la acción humana resultante de la reflexión sobre los bienes a desear y a ofrecer en el intercambio puede ser un caso económico o de una naturaleza diferente, dependiendo del método aplicado. Si averiguamos por qué un hombre actúa de cierta manera hoy, en lugar de ayer o mañana, por qué selecciona un producto o servicio en lugar de otros y por qué ofrece en intercambio un bien o medio de intercambio en lugar de otros, entonces aplicamos la psicología y no la economía. Estamos ocupándonos de la economía cuando consideramos el acto individual como un acto electivo en el mercado. No nos interesan los motivos o “causas” que pueden haber motivado una acción concreta en un tiempo y lugar concretos. Esto es asunto del psicólogo. Para el economista, la acción electiva y cataláctica del hombre viene dada. Es el punto de partida de nuestra ciencia y proporciona unidad para una teoría orgánica, es decir, una explicación de los fenómenos y problemas que resultan del uso del hombre de su facultad electiva en el mercado. Si empezamos desde este punto de vista podemos explicar y relacionar lógicamente todos los fenómenos económicos.
En resumen, ningún acontecimiento es económico en sí mismo. Solo el enfoque metodológico lo hace así. Así que no podemos estudiar un acontecimiento económico hasta que sepamos el significado de un “acontecimiento económico”. La economía, como cualquier otra ciencia, empieza necesariamente en una afirmación sintética a priori. Para la economía, es la siguiente: la actividad económica es acción electivo-cataláctica. Esta afirmación sintética a priori tiene su razón de ser, ya que nos permite entender y explicar los fenómenos económicos. Hace posible la economía. Mediante su formulación da individualidad y unidad orgánica a los acontecimientos materiales que solemos considerar intuitivamente como acontecimientos económicos. También nos permite descartar aquellos conceptos que, a pesar de su apariencia económica (por ejemplo, los monopolios) no son acontecimientos económicos aunque puedan influir en la vida económica.
A partir de la afirmación sintética que define la economía, la ciencia de la economía procede de forma analítica, buscando elementos fundamentales, para construir la teoría de la vida económica. Primero busca las categorías primarias del pensamiento económico. Según Mises, la acción humana es el elemento fundamental, pero no toda acción es económica: solo lo es la acción cataláctica. Afecta necesariamente a productos y servicios, incluso en el caso del rechazo electivo. Al dirigirse hacia usos futuros conlleva necesariamente inseguridad, riesgos, etc.
Según Mises, el razonamiento anterior explica cómo pasan las categorías de pensamiento económico de la categoría primaria de la acción y de la reflexión sobre las circunstancias en que tiene lugar dicha acción. Como apunta repetidamente, la ciencia de la economía no estudia una economía imaginaria, sino la vida económica real que intenta entender sistemáticamente a través de sus elementos generales o formas esenciales. Las categorías primarias ofrecen por tanto las categorías secundarias: valor, precio, coste cálculo, etc. Así que la economía procede de las categorías fundamentales a las secundarias y terciarias hasta que se completa la construcción de la teoría económica.
Sin embargo hay un problema al que aún no se ha dado una respuesta por parte de los economistas, ni siquiera por Mises, quien en su La acción humana no nos dio una teoría, sino un tratado sobre economía. Pero una teoría no es la totalidad de una ciencia, sino simplemente la explicación unitaria, orgánica y exhaustiva de su objeto a la que llegamos por el método implícito en la afirmación sintética a priori, estableciendo su definición. Esto equivale a decir que la teoría nos proporciona la explicación del objeto en cuestión. Luego debe buscarse el método de comprenderla, lo que es un problema técnico. Esto no implica que el hombre necesite consejos sobre el uso de su facultad electiva en la acción cataláctica. Mises decía correctamente que la economía no es una ciencia axiológica y no resuelve problemas de justicia o moral. Nuestra tarea es buscar los medios más adecuados para alcanzar el fin que ha elegido ese hombre.
La economía encuentra muchos problemas de modus faciendi en su camino, especialmente en los campos del dinero, el cálculo económico, etc. En los tratados de economía, estos problemas normalmente se entremezclan con problemas puramente teóricos, lo que no solo es antimetódico sino asimismo peligroso. Pues a veces ésta es la razón por la que se da demasiada importancia a una solución técnica en la medida en que el problema teórico fundamental está subordinado a ella. Todos recordamos la confusión creada en la teoría económica por la disputa entre monometalistas y bimetalistas. En la jurisprudencia somos ahora testigos de una aberración similar. El estado es una persona jurídica. Ahora bien, la persona jurídica es una ficción de la técnica legal. Pero aún así, al estado se la ha venido invistiendo últimamente de una realidad ontológica. La gente habla de los intereses del estado, de la soberanía del estado, etc. Y así llegamos al gobierno omnipotente, tan justamente atacado por Mises. Creemos que en esta área hay que hacer un trabajo importante por parte del economista. Debe hacerse una cuidadosa distinción en economía entre problemas teóricos de principio y problemas técnicos de aplicación. Ambos deben presentarse separados distintivamente en los tratados sobre economía, especialmente los dirigidos a estudiantes.
Pero la economía no es solo teoría y técnica: es asimismo práctica, es decir, la solución de casos concretos. Mises no la menciona expresamente, pero sí lo hace implícitamente cuando habla de la “historia”.# Según él, el método de la historia es la comprensión, no el entendimiento que caracteriza a la teoría. Habla de la historia como la comprensión acontecimientos pasados. Pero el hombre no solo comprende o trata de comprender la historia, la hace. La hace actuando en casos concretos, ejercitando su facultad de lección, es decir, resuelve problemas praxeológicos. Como repite Mises tan insistentemente, los resuelve a través del razonamiento, clasificando los datos, los pros y contras que le hacen elegir y actuar para obtener una visión panorámica que le permita elegir el camino apropiado. No le basta teóricamente entender el tipo de acción a realizar (en este caso, una acción económica), ni dominar los instrumentos técnicos que no se inventaron para este caso específico, sino para un grupo mayor de casos. Debe asimismo tener en consideración las circunstancias individuales del caso concreto que afronta, estimando la relevancia de cada circunstancia en sí misma, su relación con otras, su relación con los precedentes de casos similares en el pasado y con el fin deseado. En resumen, debe juzgar el caso en perspectiva y en relieve. Hasta cierto punto, debe considerarlo como si estuviera afrontando una premisa menor (Untersatz) en busca de la premisa mayor (Obersatz) a la que pueda someter el caso y así llegar a la conclusión que determinará su acción electiva.
Repetimos que ni el entendimiento teórico ni el dominio de los medios técnicos son suficientes para esto. Debemos ir más al fondo y ejercitar lo que Mises llama la comprensión concreta y a la cual podemos llamar también criterio, discreción o savoir faire. En una palabra, debe interpretar el caso. Su situación es como la de un historiador que trata de comprender un caso histórico, pero no solo tiene que comprender: debe asimismo actuar. Mises adelanta una serie de reglas de comprensión para la interpretación de acontecimientos pasados. Creemos que los economistas deberían también tratar de encontrar reglas de interpretación que sirvan como guías para la solución de casos prácticos y el descubrimiento de la premisa mayor, aunque esas guías no sean exactas o infalibles. De hecho, es deplorable equivocarse en la interpretación de casos históricos pasados como, por ejemplo, en la interpretación de la última depresión. Pero es fatal errar en acciones que afecten al futuro, especialmente si afectan no solo a un individuo, sino asimismo al cuerpo colectivo. Los ejemplos de la revaluación de la libra esterlina tras la Primera Guerra Mundial y su devaluación por el último gobierno laborista demuestran claramente esto. Los efectos fatales de ambas medidas para los ciudadanos británicos e incluso para los no británicos solo pueden atribuirse a una falta de comprensión de las medidas a tomar. Por tanto, creemos que los economistas no deberían olvidar los problemas prácticos, que deberían tratar de encontrar reglas exactas para la interpretación de los fenómenos económicos. Deberían escribirse libros y organizarse cursos para ayudar a todos los que, de una u otra manera, tratan de resolver asuntos prácticos, para evitar los escollos que puedan desviarles del verdadero camino de entender la economía en la práctica.
Concluyamos volviendo al principio. Creemos que el Profesor von Mises ha hecho en economía lo que hizo Kant en metafísica. Ha demostrado cómo es posible la economía. Pero una cosa es saber “qué es posible” y otra conocer la realidad. Hoy nadie puede filosofar ignorando a Kant. En el futuro, nadie será capaz de ocuparse de la economía ignorando a Mises. Pero solo estamos en el principio. Como ha dicho tan bien, la economía es una ciencia joven. Debe crecer y hemos tratdo de hacer unas pocas sugerencias para estimular este crecimiento. Por supuesto, no esperamos alcanzar su perfección porque
[On Freedom and Free Enterprise (1956)]no existe la perfección en el conocimiento humano, ni por cierto en cualquier otro logro humano. La omnisciencia le está negada al hombre. (…) La ciencia no nos da una certidumbre absoluta y definitiva. (…) Un sistema científico no es sino una estación en una inacabable búsqueda progresiva del conocimiento. (…) Pero reconocer estos hechos no significa que la economía de hoy en día está atrasada. Sencillamente significa que la economía está viva, y vivir implica tanto imperfección como cambio.#
Traducido del inglés Mariano Bas Uribe. El artículo original se encuentra aquí.