Haciendo predicciones: La solución del modelo

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En sus análisis económicos, los economistas utilizan una serie de métodos estadísticos que van de los modelos altamente complejos a una simple exposición de datos históricos. Por lo general, se sostiene que por medio de correlaciones estadísticas uno puede organizar datos históricos para que constituyan un cuerpo útil de información, que a su vez sirva como base para evaluaciones del estado de la economía. En resumen, se sostiene que a través de la aplicación de métodos estadísticos sobre datos históricos uno puede extraer los hechos de la realidad respecto del estado de la economía.

Por desgracia, las cosas no son tan claras como parecen. Por ejemplo, se ha observado que las caídas en la tasa de desempleo están asociadas con un aumento general en los precios de los bienes y servicios. ¿Deberíamos por tanto concluir que las bajadas en el desempleo contribuyen de  forma importante a la inflación de precios? Para confundir más las cosas, también se ha observado que la inflación de precios se correlaciona bien con los cambios en la oferta monetaria. Asimismo, se ha establecido que los cambios en los salarios muestran una muy alta correlación con la inflación de precios.

¿Qué vamos a hacer entonces con todo esto? Aquí afrontamos no una sino tres “teorías” de la inflación en competencia. ¿Cómo vamos a decidir cuál es la teoría correcta? De acuerdo con el modo popular de pensar, el criterio para la selección de una teoría debería ser su poder predictivo. Sobre esto, Milton Friedman escribió:

El objetivo final de una ciencia positiva es el desarrollo de una teoría o hipótesis que genere predicciones válidas y con sentido (es decir, no truístas) acerca de fenómenos aún no observados.

Mientras “funcione” el modelo (la teoría), se considera como un marco válido en lo que respecta a la evaluación de una economía. Una vez se rompe el modelo (la teoría), buscamos  un nuevo modelo (teoría). Por ejemplo, un economista opina que los desembolsos en bienes y servicios de un consumidor están determinados por la renta disponible. Una vez que está opinión se valida por medios estadísticos, se emplea como herramienta en evaluaciones de la dirección futura del gasto de los consumidores. Si el modelo no produce predicciones adecuadas, es reemplazado o modificado añadiendo algunas variables explicativas.

La naturaleza tentativa de las teorías implica que nuestro conocimiento del mundo real es elusivo. Como no es posible establecer “cómo funcionan realmente las cosas”, realmente no importa cuáles sean las suposiciones subyacentes de un modelo. En realidad vale cualquier cosa, mientras que el modelo pueda hacer buenas predicciones. Según Friedman:

Lo relevante a preguntarse acerca de los presupuestos de una teoría no es si son realistas descriptivamente, pues nunca lo son, sino si son una aproximación suficientemente buena para el fin buscado. Y esta pregunta sólo puede responderse viendo si funciona la teoría, lo que significa si genera predicciones suficientemente exactas.

La visión popular en economía que establece la capacidad predictiva como criterio para aceptar un modelo es absurda. Ni siquiera en las ciencias naturales, que la economía de la corriente principal trata de emular, valida así sus modelos. Por ejemplo, una teoría que se emplee para construir un cohete establece ciertas condiciones que deben prevalecer para su lanzamiento con éxito. Una de las condiciones es el buen tiempo. ¿Juzgaríamos entonces la calidad de una teoría de propulsión de un cohete basándonos en si puede predecir apropiadamente la fecha de lanzamiento del cohete?

La predicción de que el lanzamiento tendrá lugar en una fecha concreta en el futuro sólo de producirá si valen todas las condiciones estipuladas. Cuándo será esto no puede saberse por adelantado. Por ejemplo, en el día planeado del lanzamiento puede estar lloviendo. Todo lo que puede decirnos la teoría de la propulsión de cohetes es que si existen todas las condiciones necesarias, entonces el lanzamiento del cohete tendrá éxito. Sin embargo, la calidad de la teoría no se ve afectada por una incapacidad de hacer una predicción apropiada de la fecha de lanzamiento.

La misma lógica se aplica en economía. Podemos decir con seguridad que, en igualdad de condiciones, un aumento en la demanda de pan aumentará su precio. Esta conclusión es verdadera y no tentativa. ¿Aumentará mañana o en algún momento del futuro el precio del pan? Esto no puede establecerlo la teoría de la oferta y la demanda. ¿Deberíamos entonces desechar esta teoría por inútil, al no poder predecir el precio futuro del pan? Según Mises:

La economía puede predecir los efectos que pueden esperarse de recurrir a medidas concretas de políticas económicas. Puede responder a la pregunta de si una política concreta es capaz de alcanzar los fines que pretende y, si la respuesta es negativa, cuáles serán sus efectos reales. Pero, por supuesto, esta predicción sólo puede ser “cualitativa”.

La acción humana es esencial

Pero sin el conocimiento de que las acciones humanas tienen un fin, no es posible dar sentido a los datos históricos. Sobre esto, escribe Rothbard:

Un ejemplo que gustaba de usar Mises en su clase para demostrar la diferencia entre dos formas esenciales de aproximación al comportamiento humano era mirar el comportamiento del agente en la Estación Central durante la hora punta. El conductista “objetivo” o “verdaderamente científico”, apuntaba, observaría los acontecimientos empíricos: por ejemplo, gente que corre de aquí para allá, sin rumbo, a ciertas horas predecibles del día. Y eso es todo lo que sabría. Pero el verdadero estudioso de la acción humana empezaría del hecho de que todo comportamiento humano tiene un propósito y vería que el propósito es ir de casa al tren para trabajar por la mañana, lo contrario por la noche, etc. Es evidente quién descubriría y sabría más acerca del comportamiento humano y por tanto cuál sería el verdadero “científico”.

El hecho de que la gente realice intencionadamente acciones con un fin nos proporciona un conocimiento concreto, que es siempre válido en lo que respecta a los seres humanos. Este conocimiento establece la base para un marco coherente que permite una evaluación con sentido del estado de una economía.

Para emprender la identificación de los datos hace falta que se reduzcan a su fuerza motriz última, que es la acción humana con un fin. Por ejemplo, durante una recesión económica, se observa una caída general en la demanda de bienes y servicios. ¿Vamos a concluir por tanto que la caída en la demanda es la causa de una recesión económica?

Sabemos que la gente lucha constantemente por mejorar sus vidas y bienestar. Sus demandas u objetivos son por tanto ilimitados. Por tanto, la única forma de que caiga la demanda general es mediante la incapacidad de la gente de sostener su demanda. En resumen, los problemas en el lado de la producción (es decir, con los medios) son las causas probables de una caída general observada en la demanda.

Alternativamente, consideremos la situación en la que el banco central anuncia que aumentar el crecimiento de la oferta monetaria mientras la inflación de precios es baja puede elevar el crecimiento económico. Para dar sentido a esta proposición, debemos examinar la esencia del dinero. El dinero es el medio de intercambio. Al ser el medio de intercambio, el dinero sólo puede ayudar a la riqueza real existente. No puede crear más riqueza. El dinero no puede usarse en la producción. No puede usarse en el consumo. Por tanto, podemos concluir que imprimir dinero no es el medio correcto para promover el crecimiento económico. En otras palabras, el objetivo (de elevar el crecimiento económico real) no puede lograrse por medio de la impresión de dinero.

El hecho de que el hombre realice acciones con un fin implica que las causas en el mundo de la economía emanan de seres humanos y no de factores externos. Por ejemplo, frente a la opinión popular, los desembolsos individuales en bienes no los causa la renta real como tal.

En su contexto propio y único, cada persona decide cuánto de una renta concreta se usará para consumo y cuánto para inversiones. Aunque es verdad que la gente responderá a cambios en sus rentas, la respuesta no es automática. Cada persona evalúa el aumento en la renta frente al grupo concreto de objetivos que quiere alcanzar. Podría decidir que le es más beneficioso aumentar su inversión en activos financieros que aumentar su consumo.

Por el contrario, los análisis que se basan solamente en correlaciones estadísticas son de poca ayuda, porque son de naturaleza mecánica. De ahí que sean arbitrarios los comentarios realizados por distintos expertos que se basan en esos marcos. Todo lo que pueden hacer estos expertos es repetir datos ya conocidos, no nos pueden decir nada acerca de la esencia de la actividad económica. En resumen, los distintos métodos estadísticos y matemáticos son una forma particular de describir, pero no de explicar los acontecimientos: no mejoran nuestro conocimiento de qué causa las fluctuaciones en los datos.

Resumen y conclusiones

Según el pensamiento popular, el criterio para la selección de una teoría debería ser su poder predictivo. Mientras “funcione” el modelo, se considera como un marco válido para evaluar el estado de al economía. Si el modelo no produce previsiones apropiadas, es reemplazado o modificado. La naturaleza tentativa de las teorías implica que nuestro conocimiento del mundo real es elusivo. Contrariamente al pensamiento popular, sostenemos que por medio de una declaración fundamental de que las acciones humanas son conscientes y tienen un propósito podemos deducir todo el cuerpo de la economía. Como el conocimiento derivado se basa en una declaración fundamental y verdadera, este conocimiento no es tentativo y elusivo, sino absolutamente definido.

Consecuentemente, no necesitamos ahora diversos métodos estadísticos para validar la teoría económica, que se deriva del hecho de que las acciones humanas son conscientes y tienen un propósito. Los analistas que confían en métodos estadísticos para evaluar los hechos de la realidad corren el riesgo de generar análisis erróneos.

Traducido del inglés por Mariano Bas Uribe. El artículo original se encuentra aquí.

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