La praxeología por encima del positivismo

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En un nuevo libro titulado Models. Behaving. Badly: Why Confusing Illusion with Reality Can Lead to Disaster, on Wall Street and in Life, el físico Emanuel Derman argumenta que los economistas actuales confían demasiado en modelos cuantitativos, lo que lleva a unos resultados desastrosos. La relación que la economía como disciplina muestra con las matemáticas o la física, afirma Derman, no es tan cercana como la corriente principal prevaleciente no haría creer, preocupada como está con métricas y gráficos intrincados.

Deman cita a Friedrich Hayek por la proposición de que el establishement económico hace las cosas precisamente al revés, tratando incorrectamente a la economía macroscópica como menos abstracta que los agentes que actúan para llevarla a cabo. “Si el modo correcto de proceder es de los concreto a lo abstracto”, entonces es la metodología austriaca, la praxeología, la que se aproxima correctamente a las cuestiones económicas. Murray Rothbard observaba a menudo esta distinción entre economía y, por ejemplo, física. En Praxeology as the Method of the Social Sciences, apuntaba que “el economista está en la posición opuesta” a la del físico, que el primero puede proceder deductivamente a partir de premisas axiomáticas que pueden conocerse con certidumbre. La aproximación o metodología de la Escuela Austriaca prueba así estar entre sus características distintivas y definidoras, fundamental para su superioridad sobre los sistemas neoclásicos.

El error del método empírico positivista no es decididamente que destaque excesivamente la importancia de aspectos concretos de la realidad física, sino más bien que sobrevalore las inferencias acerca de la realidad que puede obtener de series discretas de datos. Es verdad que los estudios y las estadísticas, situados en un contexto apropiado, son capaces de revelar o poner de relieve principios y verdades generales. Sin embargo, demasiado a menudo hay un olvido flagrante con respecto a ese contexto más general y universal, predisponiendo a los economistas a ir demasiado lejos con los datos empíricos que tienen a mano. Hacer predicciones basadas en estos datos incompletos y poco sistemáticos (representando en el mejor de los casos instantáneas o fragmentos de la ilimitada totalidad de relaciones económicas) es una aventura lamentable, culminando en las crisis económicas del tipo de la que observamos hoy.

Con todas sus apelaciones a la “ciencia pura” y la observación, el empirismo de la economía de la corriente principal aparece en definitiva más como ciencia basura, con sus conclusiones muy distantes de los hechos. Como explicaba agudamente Murray Rothbard, enlazando la metodología austriaca con “el método de la mayoría de los antiguos economistas clásicos”, “no puede haber experimentos controlados cuando afrontamos el mundo real de la actividad humana”. Por tanto, en cualquier momento concreto, las conclusiones que puedan obtenerse de las cifras del mundo real deben cualificarse significativamente por todas y cada una de las informaciones que no se hayan tenido en cuenta (y éstas son vastísimas).

En tiempos pasados, antes de que la economía se corporeizara en un campo académico distintivo de estudio, con sus propios cánones y doctrinas propios, aparecía como parte de la tradición de la filosofía política y moral. No tendría que haber sucedido necesariamente que clasicistas como Adam Smith y David Ricardo fueran “economistas”: de hecho no eran sino filósofos morales que se ocupaban de cuestiones amplias de teoría social. Aunque el método deductivo por supuesto fue adoptado completamente y perfeccionado más tarde, después de la fundación de la Escuela Austriaca por Menger, los teóricos clásicos establecieron muchos de los fundamentos necesarios de una praxeología apropiada. Entre las tareas restantes estaba alejar completamente la economía del error, caracterizado por las palabras de Vilfredo Pareto de que “no [podemos] sostener nada como final o absoluto”, que todos los economistas pueden asumir apropiadamente que es la prueba de hipótesis contra experimentos del mundo real. No es coincidencia que la Escuela Austriaca naciera de una tradición intelectual que mezclaba íntimamente la formación legal en la educación de los economistas. Al adoptar una aproximación ampliamente humanística, las universidades austriacas en los años anteriores al nacimiento de la economía austriaca enseñaban a sus alumnos “sobre todo pensamiento analítico, precisión en el lenguaje y lógica”.# Esto contrastaba agudamente con la formación de economistas en las universidades alemanas, donde los cursos “se basaban en una aproximación predominantemente descriptivo-empírica (…) íntimamente asociada, tanto institucional como metodológicamente, con las ciencias naturales”.#

Por su educación y formación, los economistas en Austria ya estaban inclinados a apreciar la capacidad del razonamiento puro, independiente de la observación y la revisión de los datos, para desvelar principios económicos. De hecho la idea innovadora de Menger fue que la aproximación por la experiencia, dirigida por una fijación con las pruebas concluyentes, servía más a menudo para ocultar las verdades subyacentes que para revelarlas. En un notable pasaje de El método de las ciencias sociales, Menger indicaba contundentemente una analogía para demostrar la mentira propia del método demasiado empírico. El deseo de someter la teoría a plantillas proporcionadas por fenómenos económicos existentes y materiales (hacer hipótesis y luego probarlas) sería equivalente a un “matemático que quiera corregir los principios de la geometría midiendo objetos reales”. El argumento de Menger fue repetido por Rothbard cuando apuntaba la imposibilidad práctica de un grupo de control que pudiera satisfacer las demandas implícitas de los experimentalistas. Dado que el actual agrandamiento que presupone el positivismo económico acerca de la relación entre la realidad observable y el conocimiento, es interesante que sea de la praxeología de la que se piense que idealiza mera teoría a costa de la “ciencia pura”. Todos los hechos económicos que vemos deben analizarse dentro de algún marco teórico.# Es la atrofia de las ciencias económicas contemporáneas en las que la teoría y la aproximación deductiva no han hecho sino descartarse como charlatanería, aunque los modelos del establishmment fracasen a nuestro alrededor.

Pocos tendrían la temeridad de sugerir a un lógico académico que el uso del razonamiento deductivo sea de alguna forma no científico, pero aún así ésta es la suposición incluida en muchas de las críticas más comunes de la praxeología. El método praxeológico, al contrario de lo que afirman sus críticos, conlleva en realidad una aproximación más mesurada y cautelosa a la cuestión de lo que podemos saber realmente de la economía, haciendo afirmaciones solo en un área estrechamente limitada. Como ha apuntado el filósofo Roderick Long en una defensa de la praxeología, sus conclusiones solo tratan de predecir “como actuaría la gente, mientras esté comprando y vendiendo”. Long explica además como “una estructura abstracta, como las matemáticas”, la praxeología crea el prisma a través del cual deben evaluarse los hechos reales: no intenta reemplazar los descubrimientos empíricos, sino que por el contrario equipa al economista con las herramientas necesarias para dedicar a otro nivel de análisis.

Para los estudiantes de lógica, la preferencia de la praxeológica por las matemáticas les parecerá bastante intuitiva. Los lógicos emplean símbolos para representar argumentos y sus partes componentes, consiguiendo resultados que parecen bastante similares a las pruebas o fórmulas matemáticas. El filósofo Gottlob Frege (cuya obra puede haber influido en las ideas de Mises acerca de la constancia de la lógica a través de lenguajes y culturas)# escribió de la “relación cercana con la lógica” de las matemáticas, que “estaba de acuerdo con quienes sostienen que es imposible hacer ninguna separación tajante entre ambas”.

Los esfuerzos de los economistas cortesanos de hoy en día, uniéndose siempre a aún más intervención pública en la vida económica, por abstraer los datos de cualquier contexto conceptual son perfectamente coherentes con “la fatal arrogancia” de la que advertía Hayek. Hay una arrogancia singular propia de la idea de que los datos correctos (por supuesto, seleccionada e interpretada por los tecnócratas correctos) es todo lo que hace falta para modular adecuadamente la economía a través de las políticas públicas. Por tanto no debería sorprendernos que los defensores de la planificación social totalitaria estén a favor del empirismo en economía: acaba proporcionando razones y justificaciones para lo que Hayek calificaba como “constructivismo cartesiano”, la idea de que la sociedad y sus instituciones deberían o deben organizarse cuidadosamente y a propósito, frente a la simple aparición de las interacciones de la gente libre. Para la mente totalitaria, la idea de que cualquier cosa racional o valiosa para la sociedad en su conjunto podría materializarse a ausencia de un diseño deliberado es algo risible, igual que la idea de que la economía tendría que examinarse utilizando principios axiomáticos que puedan conocerse a priori.

Ya el fracaso de las teorías económicas del establishment han reiterado en la práctica la vieja verdad de que las cifras, como las palabras, pueden hacer que se diga cualquier cosa: puede hacerse que las estadísticas mientan. Frente a toda la supuesta fidelidad al método científico de los empiristas, ha sido la metodología austriaca la que ha producido las predicciones más ajustadas, la que ha entendido la verdadera naturaleza de la enfermedad económica que hoy asola el mundo. Como defensores de la praxeología, debemos continuar aireando sus aplicaciones prácticas, demostrando que el apriorismo de Mises no es sobrenatural ni acientífico, sino que está firmemente enraizado en la razón y los principios.

La certidumbre de los economistas profesionales con respecto a los modelos elaborados con datos fragmentarios á equivocada y ha acelerado la expansión del estado totalitario. El individualismo metodológico de la praxeología es la mejor alternativa a las panaceas superficiales de los cómplices voluntarios del estado. Como escribió el propio Mises: “Ya no basta con ocuparse de los problemas económicos dentro del marco tradicional. Es necesario construir la teoría de la cataláctica sobre los sólidos cimientos de una teoría de la acción humana, la praxeología”.

Traducido del inglés Mariano Bas Uribe. El artículo original se encuentra aquí.