Bajo la cobertura de su multitud de guerras inventadas contra las drogas, el terrorismo, la evasión de impuestos y el crimen organizado, el gobierno de EEUU ha estado llevando a cabo una guerra secreta contra el dinero en efectivo. Un síntoma de la guerra es que la máximo denominación de la moneda de EEUU es el billete de 100$, cuya constante erosión en su poder de compra está muy por debajo del poder de compra del billete de 500€. La moneda de EEUU solía emitirse en denominaciones que llegaban a los 10.000$ (incluyendo asimismo billetes de 500$, 1.000$ y 5.000$). Hubo incluso un billete de 100.000$ emitido para transacciones entre bancos de la Reserva Federal. Estados Unidos dejó de imprimir billetes de alta denominación en 1945 y oficialmente interrumpió su emisión en 1969, cuando la Fed empezó a eliminarlos de la circulación. Desde entonces, el mayor billete disponible para la gente tiene un valor facial de 100$. Pero desde 1969, la política monetaria inflacionista de la Fed ha hecho que el dólar de EEUU se deprecie en más de un 80%, de forma que un billete de 100$ en 2010 poseía un poder de compra de solo 16,83$ en dólares de 1969. ¡Es menos poder adquisitivo que un billete de 20$ en 1969!
A pesar de esta enorme depreciación, la Reserva Federal ha rechazado categóricamente emitir billetes de denominaciones mayores. Esto ha hecho extremadamente incómodas las grandes transacciones en efectivo y ha obligado a los estadounidenses ha hacer más uso de métodos de pago electrónico. Por supuesto, esto es precisamente lo que intenta el gobierno de EEUU. El propósito de esta constante violación de leyes vigentes desde hace mucho respecto de la privacidad financiera es facilitar el control de los asuntos económicos y acabar con la privacidad financiera de sus ciudadanos, supuestamente para garantizar su seguridad frente los señores colombianos de la droga, los operativos de Al-Qaeda y los defraudadores fiscales y otros nefastos criminales de cuello blanco.
Ahora la guerra contra el efectivo se ha extendido a otros países. Como se informaba hace unos pocos meses, Italia rebajó el máximo legal en transacciones de efectivo de 2.500€ a 1.000€. El gobierno italiano hubiera preferido establecer un límite máximo de 500€ o incluso 300€, pero pensó que debería permitir a los italianos tener tiempo para ajustarse al nuevo límite. La justificación de este límite en el tamaño de la transacciones en efectivo es el hecho de que el derrochador gobierno italiano está tratando de reducir su deuda de 1,9 billones de euros y ve a sus medidas contra el efectivo como un medio para acabar con la evasión fiscal, que “cuesta” al gobierno una cantidad estimada anual de 150.000 millones de euros.
El derroche de la clase dirigente italiana contrasta con los italianos normales que son los consumidores menos endeudados en la Eurozona y están entre los mayores ahorradores. Utilizan sus tarjetas de crédito muy infrecuentemente comparados con ciudadanos de otras naciones de la Eurozona. El efectivo está tan introducido en la cultura italiana que más de 7,5 millones de italianos no tienen siquiera cuentas corrientes. Ahora la mayoría de estos italianos “no bancarizados” se verán arrastrados al sistema bancario de forma que el notoriamente corrupto gobierno italiano pueda espiarles e invadir su privacidad financiera más fácilmente. Por supuesto, los bancos italianos, que cobran un 2% por transacción de tarjeta de crédito y comisiones en las cuentas corrientes, van a obtener un enorme beneficio extraordinario con esta ley. Como apuntaba el polémico exprimer ministro italiano Berlusconi: “Hay un peligro real de convertirse en un estado policial fiscal”. De hecho, uno sólo tiene que mirar hoy a Estados Unidos para ver lo que les espera a los ciudadanos italianos.
Entretanto, la guerra contra el efectivo se está acelerando en Suecia, aunque la implicación del estado en menos visible. En las ciudades suecas, ya no se acepta efectivo en los autobuses públicos: los billetes deben comprarse por adelantado o a través de un mensaje de texto en el celular. Muchos pequeños negocios rechazan el efectivo y algunas instalaciones bancarias han dejado de manejar efectivo completamente. De hecho, en algunos pueblos suecos ya no es posible utilizar en absoluto efectivo en un banco. Incluso las iglesias han empezado a facilitar donaciones electrónicas de sus congregaciones instalando lectores de tarjetas. Las transacciones en efectivo representan sólo un 3% de la economía sueca, mientras que suponen un 9% de la Eurozona y un 7% de la economía de EEUU.
Un importante defensor del movimiento antiefectivo es nada menos que Bjorn Ulvaeus, antiguo miembro del grupo pop ABBA. ¡La excéntrica estrella del pop, cuyo hijo ha sido robado tres veces, cree que un mundo sin efectivo significa mayor seguridad para la gente! Otros, más perspicaces que Ulvaeus, apuntan otra supuesta ventaja de las transacciones electrónicas: dejan un rastro digital que puede seguir el estado. Así que, al contrario que países con una fuerte “cultura del efectivo”, como Grecia e Italia, Suecia tiene mucha menor incidencia en fraudes. Como nos informa un “experto” en economías sumergidas: “Si la gente utiliza más las tarjetas, está menos implicada en oscuras actividades sumergidas”, en otras palabras, en esconder su dinero duramente ganado en lugares de los que no pueda saquearle el estado.
El diputado gobernador del banco central de Suecia, Lars Nyberg, alardeaba antes de su jubilación el pasado año de que el dinero sobreviviría “como el cocodrilo, aunque pueda verse obligado a ver su hábitat gradualmente disminuido”. Pero no todos en Suecia celebran el destronamiento del efectivo. El presidente de la Organización Nacional de Pensionistas de Suecia argumenta que la gente mayor en las áreas rurales no tiene tarjetas de débito ni de crédito o no sabe cómo usarlas para sacar dinero. Oscar Swartz, fundador del primer proveedor sueco de Internet, defensor de la eliminación del efectivo, argumenta que sin la adopción de métodos de pago anónimo, la gente que envía dinero y hace donaciones a distintas organizaciones puede “descubrirse en cualquier momento”. Pero, por supuesto, lo que no ve el ingenuo Sr. Swartz es que de eso trata la economía sin efectivo: de hacer transparentes incluso los asuntos económicos más íntimos de los ciudadanos, al estado y su aparato fiscal y monetario, quienes por su parte odian y temen la transparencia como los vampiros al sol. Y luego están los beneficios que suponen para el sistema bancario privilegiado por le gobierno ante la eliminación del efectivo. Un pequeño empresario sueco apuntaba sagazmente la conexión. Mientras que se le cobra 5 coronas por transacción, se le impide por ley repercutirlo a sus consumidores. En sus palabras: “Para ellos (los bancos) es una buena manera de ganar un montón de dinero, se trata de eso. Obtienen enormes beneficios”.
Por suerte, el libre mercado ofrece una posibilidad de escapar del estado policial fiscal que busca acabar con el uso del efectivo ya sea mediante la depreciación de la moneda emitida por el banco central combinada con denominaciones del dinero inalterables o mediante la limitación legal directa del tamaño de las transacciones en efectivo. Como explicaba Carl Menger, el fundador de la Escuela Austriaca de economía, hace más de 140 años, el dinero aparece, no por decreto gubernamental, sino a través de un proceso de mercado dirigido por acciones de individuos que están buscando continuamente un medio más eficiente de alcanzar sus objetivos a través de intercambio. Cada cierto tiempo la historia ofrece otro ejemplo para la idea de Menger. El uso de ovejas, agua embotellada y cigarrillos como medio de intercambio en el medio rural iraquí tras la invasión de EEUU y el colapso del dinar es un ejemplo reciente. Otro ejemplo fue Argentina tras el colapso del peso, cuando se intercambiaban contratos sobre granos (trigo, soja, maíz y sorgo) con su precio en dólares por cosas de mucho precio como automóviles, camiones y equipamiento agrícola. De hecho, los agricultores argentinos empezaron a almacenar grano en sus silos para remplazar sus balances en efectivo en forma de pesos depreciados.
Como se ha informado profusamente recientemente, se ha extendido una ola sorprendente de delitos en todo Estados Unidos que ha tomado por sorpresa a las policías locales. El robo de detergente líquido Tide se ha convertido en una epidemia en las ciudades de Estados Unidos. Una sola persona robó detergente Tide por valor de 25.000$ mediante una serie de delitos que duró 15 meses y los grandes vendedores están tomando medidas especiales de seguridad para proteger sus existencias de Tide. Por ejemplo, CVS está guardando bajo llave el Tide junto a cosas que se roban habitualmente como las medicinas contra la gripe. El Tide líquido se vende al por menor por 10$-20$ la botella y se vende en el mercado negro por 5$-10$. Las botellas individuales de Tide no tienen números de serie, haciéndolas imposibles de perseguir. Así que algunos ladrones emprendedores operan como arbitrajistas comprando al precio del mercado negro y revendiendo a las tiendas, supuestamente al precio de mayorista. Lo más raro es el hecho de que ninguna otra marca de detergente ha sido objetivo.
¿Qué pasa aquí? Es otra confirmación de la idea de Menger de que el mercado responde a la ausencia de un dinero fuerte monetizando productos de fácil venta. Está claro que Tide ha aparecido como una moneda local subsidiaria para transacciones en el mercado negro, especialmente drogas, pero también para transacciones en áreas de baja renta. De hecho, la policía informa de que Tide se está intercambiando por heroína y metanfetaminas y que los traficantes de droga poseen existencias del producto que también están dispuestos a vender. Pero ¿por qué se está utilizando detergente como dinero y por qué Tide en concreto?
Menger identificaba las cualidades que debe poseer un producto para transformarse en un medio de intercambio. Tide posee en buena medida la mayoría de estas cualidades. Para que un producto se convierta en dinero a partir del trueque, debe ser ampliamente usado, fácil de reconocer y duradero. Debe asimismo tener un valor relativamente alto en la relación valor/peso de forma que sea fácil de transportar. Tide es la marca más popular de detergente y se usa ampliamente por parte de todos los grupos socioeconómicos. Tide es asimismo fácil de reconocer por su logo naranja fluorescente. El detergente puede asimismo almacenarse durante largos periodos sin pérdida de potencia o calidad. Es verdad que Tide es algo voluminoso e incómodo de transportar a mano en grandes cantidades. Pero puede transportarse bastante a mano o en un carrito para transacciones más pequeñas, mientras que pueden transportarse y transferirse fácilmente grandes cantidades utilizando automóviles.
Igual que la muy publicitada guerra contra las drogas que ha estado librando (y perdiendo) el gobierno de EEUU durante décadas, éste está condenado a perder esta guerra subrepticia contra el efectivo, porque el libre mercado puede responder y responderá a la demanda de un dinero fiable y cómodo por parte de los ciudadanos normales.
Traducido del inglés por Mariano Bas Uribe. El artículo original se encuentra aquí.