¿Puede el estado mejorar un mundo hobbesiano?

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Es el momento de cambiar la mentalidad pragmática que ha sido nuestra característica nacional. Deben reconsiderarse las grandes alternativas a la organización social. La pérdida de la fe en el sueño socialista no ha restaurado, y probablemente no lo hará, la fe en el laissez faire. ¿Pero cuáles son las alternativas efectivas? ¿Merece el anarquismo ser escuchado y, si es así, qué tipo de anarquismo? – James M. Buchanan, Premio Nobel de Economía en 1986.[1]

La mayoría de la gente ni siquiera considera la idea de que una sociedad pueda organizarse sin un estado. El anarquismo es sencillamente demasiado idealista y diferente del mundo actual. ¿Pero prueba eso que no pueda funcionar o no pueda buscarse una sociedad sin estado? ¿O prueba que la mayoría del orden social dependa del estado?

A través de la historia, la estructuras políticas han variado enormemente con el tiempo y solo porque un sistema haya sido poco común en un momento en el tiempo no significa que no pueda prosperar. Se han probado el tribalismo, la monarquía, el socialismo y la democracia. ¿Por qué no el anarquismo? Tal vez la sociedad civil pueda organizarse sin gobierno. No puede determinarse el mejor sistema sin considerar todos los métodos potenciales de organizar la sociedad. Los anarquistas quieren que se considere su punto de vista.

Mientras que Thomas Hobbes creía que lo que caracteriza a la anarquía es una guerra de todos contra todos, los anarquistas creen lo contrario. El gobierno es hoy casi ubicuo, aunque en el pasado siglo millones de personas han sido asesinadas por sus propios gobiernos (Rummel, 1994). Tal vez el gobierno no cree orden y realmente haga lo contrario. ¿Podría ser que la cooperación no dependa del gobierno? ¿Podría ser que se produzca más cooperación sin un estado?

Aunque la mayoría de la gente está de acuerdo con Hobbes en que es necesaria alguna forma de gobierno, hasta hace poco esto era meramente una suposición que nunca se había analizado desde un punto de vista económico. Esto cambio a principios de la década de 1970 cuando miembros del Center for the Study for Public Choice se convirtieron en el primer grupo de economistas en realizar un estudio sistemático de estas cuestiones. Explorations in the Theory of Anarchy y Further Explorations in the Theory of Anarchy, publicados en 1972 y 1974 (Tullock, 1972 y 1974) contenían contribuciones de economistas que se convertirían en extremadamente influyentes en las siguientes décadas: James Buchanan, Winston Bush, Thomas Hogarty, J. Patrick Gunning, Laurence Moss, Warren Samuels, William Craig Stubblebine y Gordon Tullock.

Estos autores decidieron hacer las grandes preguntas en lugar de debatir pequeños cambios en la política pública. En su autobiografía, James Buchanan describe el proyecto:

Winston Bush galvanizó nuestros intereses en la teoría de la anarquía, una alternativa organizativa que no se había analizado nunca seriamente. ¿Cuáles eran las características descriptivas de la anarquía hobbesiana? ¿Podría definirse algo así como un equilibrio anarquista?

Bush fue decisivo en organizar una serie de talleres semanales en 1972 durante los cuales cada participante presentaba por turnos escritos sobre distintos aspectos de la teoría de la anarquía. Una vez revisados, estos escritos se publicaron en Explorations in the Theory of Anarchy. Esas semanas fueron apasionantes porque antes ni desde entonces yo había participado tan completamente en un trabajo de investigación continuo genuinamente multipersonal, uno que supiéramos que era relevante en algún sentido definitivo (…) Para mí, este breve periodo de actividad investigadora fue importante porque me dio un nuevo enfoque a todo mi trabajo. (1992: 116)

Para un premio Nobel, esto supone mucho. James Buchana dedicó Los límites de la libertad, de 1975,  a Winston Bush, y de la lectura de las investigaciones consiguientes sobre elección pública podemos ver lo significativo que fue Explorations in the Theory of Anarchy. Considerando el impacto de Los límites de la libertad de Buchanan y Social Dilemma de Tullock sobre la profesión no es difícil concluir que Explorations in the Theory of Anarchy es demasiado importante como para ignorarse.

Como escribía Winston Bush (1972: 5): “La anarquía como principio organizativo para la sociedad debe atraer a cualquiera que ponga a la libertad individual en lo alto de su escala de valores”. Sin embargo, con la excepción de Moss (1974), ninguno de los que contribuyeron en los libros originales creía que el anarquismo fuera una alternativa viable.

Creían que cuando faltase el gobierno, la gente sería incapaz de cerrar contratos y que sus derechos de propiedad no estarían asegurados. La lección que la mayoría de los lectores obtuvieron de los libros originales fue que el gobierno es necesario para la cooperación social.

¿Pero probaron estos economistas de la elección pública la necesidad del estado? Tal vez no. James Buchanan parece hoy menos seguro de lo que lo estaba hace tres décadas. En una publicación reciente Buchanan (2004: 268) escribía: “Cuando reflexiono ahora sobre ese estallido de interés en la teoría de la anarquía, me doy cuenta de que quizá estuve demasiado influido por la suposición de Bush-Tullock del efecto de las hipótesis conductistas utilizadas estuvieran necesariamente justificadas empíricamente”. Las creencias hobbesianas acerca del comportamiento humano pueden no sostenerse siempre. Buchanan (ibíd.) escribía que sus suposiciones pesimistas “nos llevaron a dejar en aquel momento cualquier esfuerzo por ver cómo sería una anarquía ordenada. ¿Cuáles serían los resultados si las personas actuaran internalizando todas las externalidades relevantes en sus acuerdos mutuos?”

Poco después de la publicación de Explorations in the Theory of Anarchy, otros economistas del libre mercado empezaron a defender la idea de que el estado es innecesario (Anderson y Hill, 1979; Cuzan, 1979; Friedman, 1973, 1979; Peden, 1977; Rothbard, 1973, 1977a; Sneed, 1977). Para estos autores, la sociedad puede tener ley, orden y propiedad privada sin ningún gobierno en absoluto. De hecho, argumentaban que la aplicación de la ley de gobierno es contraria al sistema de mercado. Cuando apareció Anarchy, State, and Utopia, de Nozick, argumentando que es imposible una anarquía ordenada, muchos autores mostraron su desacuerdo (Barnett, 1977; Childs, 1977; Davidson, 1977; Paul, 1977; Rothbard, 1977b; Sanders, 1977). Sin embargo, Explorations in the Theory of Anarchy no ha recibido hasta ahora la misma atención.[2]

Este libro contiene siete respuestas a los ensayos de Explorations in the Theory of Anarchy, así como reimpresiones de siete artículos originales y nuevas réplicas de James Buchanan, Gordon Tullock, Jeffrey Rogers Hummel y Peter Boettke. La generación más joven tiene notablemente menos fe en el gobierno que su predecesora. Se cuestionan si los mercados son tan frágiles como creían los economistas de la elección pública y si puede confiarse en el gobierno como solución.

Consideremos sus argumentos. Winston Bush escribió el artículo pionero, “Individual welfare in anarchy”. Su obra, de la que una versión posterior fue publicada en el Journal of Economic Theory (Bush y Mayer, 1974), ofrece un modelo matemático de interacción social sin estado. Cuando la gente interactúa, pueden elegir entre respetar la propiedad de otro o dedicarse a la depredación. Bush argumenta que en un estado de anarquía, los individuos gastan demasiados recursos en depredación, perjudicando a ambas partes. Después de que se establezcan los derechos de propiedad en una anarquía hobbesiana, acordar una serie común de reglas sería mutuamente beneficioso. Aunque está a favor de una sociedad sin reglas, Bush cree que la depredación prevalecería. Cuando se encuentran por primera vez Robinson Crusoe y Viernes, saben poco el uno del otro, podrían no interactuar nunca de nuevo y no tienen ninguna capacidad para confiar en la fuerza externa, así que podríamos esperar que se produjeran los resultados del dilema del prisionero estándar. Bush podría considerarse como uno de los primeros anarquistas pesimistas.

Por otro lado, Jason Osborne afirma que incluso en estas circunstancias la gente se dedicará menos al engaño de lo que prevé el modelo de Winston Bush. A partir de la obra de Ronald Heiner, Osborne argumenta que los individuos pueden adoptar una estrategia conocida como cooperación contingente. Este modelo postula que incluso en juegos de una sola tirada los individuos pueden comunicarse antes de interactuar, lo que les permite detectar señales acerca de la probabilidad de que la otra parte coopere. Incluso en juegos de una sola tirada, los humanos tienen más conocimiento acerca de otra gente de lo que supone el dilema del prisionero. Aunque la detección de señales esté lejos de ser perfecta, veremos menos depredación de la que predicen las suposiciones habituales.

“The edge of the jungle”, de Gordon Tullock emplea la hipótesis de Winston Bush y argumenta que la cooperación será limitada bajo la anarquía. Sin la fuerza del gobierno, no se producirían contratos a largo plazo y muchos otros acuerdos beneficiosos. La gente emplearía demasiados recursos al comportamiento oportunista, que acabaría llevando al abandono de la anarquía. Tullock mantiene que los que tienen una ventaja comparativa en el uso de la fuerza se impondrán a los débiles e impondrán el gobierno. Aunque el gobierno podría utilizarse para redistribuir recursos, Tullock argumenta que crear esta fuerza externa podría beneficiar a todos los miembros de la sociedad. El aparato del gobierno sigue utilizando el poder para aplicar la ley, pero elimina el uso de la fuerza por parte de otros. La consiguiente reducción del conflicto crea incentivos para la producción en lugar de la depredación.

Christopher Coyne responde describiendo cómo la aplicación de la ley privada puede resolver los problemas en la anarquía hobbesiana. Sí, la sociedad puede necesitar que se aplique la ley, pero no tiene que ser el sector público. Coyne argumenta que Tullcok tiene una visión estrecha de la anarquía: anarquía significa falta de gobierno, no falta de normas. ¿Podría ser que los economistas de la elección pública adopten una anarquía compuesta por normas generadas privadamente? La respuesta de Coyne describe los muchos tipos de cuerpos de aplicación de las normas que existen y explica como la ley consuetudinaria, el arbitraje y los sistemas de seguridad privada han creado y aplicado normas independientemente del estado. La posibilidad de una anarquía de propiedad privada es real.

J. Patrick Gunning no descarta una anarquía ordenada, pero creo que la anarquía solo puede funcionar a un nivel primitivo. Cree que relaciones más avanzadas que impliquen comercio requieren una fuerza externa. En palabras de Gunning: “Incluso si se espera que los intercambios se repitan infinitamente, puede no haber comercio”. Da el ejemplo de un pigmeo y un gigante que fueran incapaces de contratar salvo que un tercero, un supergigante, entrara en escena. El supergigante es una analogía para el gobierno que impide las estafas. En esta opinión, el gobierno es potencialmente benéfico para todos porque permite a la gente cerrar contratos.

Peter Leeson responde argumentando que en realidad muchos contratos tiene lugar sin fuerza externa. Tal vez la suposición de Gunning de que las partes necesariamente engañan no sea más que una suposición. Leeson cita evidencias de economía experimental para demostrar que incluso en juegos de una tirada sin fuerza externa la gente es menos probable que engañe de lo que predice la teoría hobbesiana. No podemos basarnos en la ley en la inmensa mayoría de las interacciones sociales, pero el mercado sigue creando incentivos para la cooperación. Por ejemplo, las empresas ofrecen un buen servicio no porque haya normas sino porque quieren hacer negocios en el futuro. Además de los casos sin fuerza de terceros, Leeson ofrece ejemplos de aplicación por terceros que no usan la fuerza. Describe cómo los mecanismos de reputación multilateral pueden inducir el cumplimiento contractual incluso cuando no hay compulsión.

Contratar sin el gobierno es solo un aspecto: tener derechos de propiedad sin gobierno es otro. James Buchanan analiza la situación de la anarquía hobbesiana como un dilema del prisionero en “Before public choice”. Buchanan cree que la gente actuaría de forma oportunista cuando se le dé el incentivo y aunque estaría todos mejor siguiendo normas comunes, no hay forma de que se comprometan. Buchanan usa esto para deducir una teoría contractual del estado. Al implantar un aplicador externo, puede resolverse el dilema del prisionero.

Por el contrario, Benjamin Powell toma las suposiciones del modelo de Buchanan y pregunta si el gobierno puede proporcionar una mejora. Donde Buchanan concluye que la gente se dedicaría a un comportamiento oportunista cuando falte una fuerza externa, Powell no cuestiona el resultado. En su lugar, utiliza la misma suposición que Buchanan para analizar la situación después de que implantemos el gobierno. Powell argumenta que la idea de que el gobierno pueda resolver el dilema del prisionero solo se sostiene si suponemos que el estado es una fuerza externa no constituida por humanos. Una vez que reconocemos que el gobierno está compuesto necesariamente por cuerpo y alma, no se sostienen los mismos resultados. Si toda la gente son egoístas hobbesianos, ¿por qué no deberíamos esperar que el gobierno actúe oportunistamente? Ninguna teoría o evidencia sugiere que la gente se convierta en mejor una vez se una al gobierno. Incluso si aceptamos las suposiciones pesimistas, no puede considerarse a la anarquía como inferior.

Thomas Hogarty trata de demostrar sobre bases empíricas que la anarquía es inferior. Ofrece tres estudios de casos para apoyar por qué deberíamos tener un gobierno. Como primer ejemplo de anarquía, Hogarty apunta que las ratas pardas no tienen gobierno y, en la práctica, se muerden unas a otras. Como segundo ejemplo, Hogarty explica cómo los niños en El señor de las moscas no tenían gobierno y realizaban actos malvados. Como ejemplo final, Hogarty argumenta que un campo de prisioneros de guerra durante la Guerra de Secesión ofrece un ejemplo de interacción individual sin estado. En lugar de actuar cooperativamente, los prisioneros mostraron un comportamiento agresivo.

A los tres casos les falla la cooperación, así que Hogarty concluye que necesitamos gobierno.

En respuesta, Virgil Storr cuestiona si los ejemplos de Hogarty justifican el gobierno. Sí, Storr está de acuerdo en que las ratas pardas sacadas de sus grupos familiares y colocadas entre ratas de diferentes localidades sí se muerden, pero cuestiona qué puede decirnos este experimento acerca de la cooperación humana. Storr también cuestiona el grado en que una novela juvenil, una obra de ficción, puede utilizarse para realizar inferencias acerca de la interacción bajo la anarquía. Finalmente, Storr se ocupa del tratamiento de un campo de prisioneros de guerra saturado como caso de estudio para la anarquía. Cuando el gobierno encarcela a un grupo de gente y controla sus suministros, no debería sorprendernos que aparezca un conflicto. Para Storr, ninguno de estos ejemplos ofrece evidencias de deficiencias en la anarquía.

No solo puede ser posible la anarquía, sino que Laurence Moss argumenta que la idea tiene un largo historial en el pensamiento estadounidense. Aunque la teoría anarquista se ha desarrollado más en años recientes, la idea de que los mercados pueden funcionar sin gobierno fue popular también en los Estados Unidos del siglo XVIII. Moss argumenta que anarquistas del siglo XVIII como Josiah Warren, Lysander Spooner y Benjamin Tucker simplemente defendían los ideales de la Declaración de Independencia. Luego Moss explica cómo esta tradición fue reanudada por Murray Rothbard y otros economistas modernos del libre mercado. Aunque la mayoría de la gente considere que el anarquismo es radical, concluye Moss, “¡El anarquismo en la propiedad es tan estadounidense como la tarta de manzana!”

A Warren Samuels le disgusta esta tarta de manzana y la preocupa una economía pura de mercado. Cree que las relaciones de poder estarían presentes bajo un anarquismo de propiedad privada o en cualquier otra forma de mercado. Simpatiza con los objetivos anarquistas de libertad, orden y mercados, al tiempo que comparte sospechas sobre el estado, pero cuestiona si el anarquismo produciría esos fines.

Samuels mantiene que las agencias que apliquen la ley libertaria serían nominalmente privadas pero equivalentes al gobierno. Samuels critica a Murray Rothbard por querer simplemente reemplazar un tipo de coacción por otra. Para Samuels, la teoría anarquista no consigue resolver el problema de las relaciones de poder y por tanto no debería considerarse una alternativa superior al gobierno.

No es así, dice Scott Beaulier, que se ocupa del argumento de que la aplicación de la ley privada es tan coactiva como la del gobierno. Apunta que la noción del poder de Samuels es tan amplia que cualquier ejercicio de elección es un ejercicio de poder. Beaulier argumenta que esto no puede usarse como crítica contra el anarcocapitalismo, así que la pregunta es ¿qué tipo de relaciones de poder queremos? La aplicación de la ley pública implica un monopolio coactivo del poder, mientras que la aplicación de la ley privada da una alternativa a los individuos. Como el poder político no da alternativa al pueblo se utiliza mal a menudo. La política sencillamente reemplaza a las relaciones voluntarias de mercado con unas involuntarias.

¿Cómo responde aquí Buchanan a las nuevas obras? ¿Se ocupa de los autores que rechazan la necesidad del Leviatán? Sorprendentemente, Buchanan no defiende al gobierno contra sus críticos. En su lugar, argumenta que los argumentos no le hacen mella. Buchanan mantiene: “Los escritos de los seminarios, tal y como se publicaron en los pequeños volúmenes editados por Gordon Tullock, así como el libro de Tullock,The Social Dilemma (1974b) y mi propio libro, The Limits of Liberty (1975), deberían, al menos parcialmente, interpretarse como reacciones del momento”. Argumenta que hubo una respuesta al desorden invasor en muchos campuses universitarios a finales de la década de 1960 y principios de la de 1970. Esta explicación alternativa de que Explorations in the Theory of Anarchy estaba menos preocupada menos por el establecimiento del gobierno y más por el establecimiento de reglas es bienvenida. ¿Podrían podrucirse privadamente estas reglas de acuerdo con la teoría de los clubes de Buchanan (1965)? Buchanan no responde a esta pregunta, pero esperemos que futuros economistas de la elección pública lo hagan.

Un de esos economistas es Gordon Tullock. Tullock se ocupa de los argumentos anarquistas libertarios en su respuesta. Mantiene que aunque los ejemplos modernos de aplicación de ley privada son bastante comunes, todos tienen lugar a la sombra del estado. Argumenta que las empresas de policía privada, detectives, mediadores y árbitros dependen del gobierno. La reputación y el boicot pueden funcionar contra empresarios indignos pero no contra quienes usen la fuerza. Tullock argumenta que necesitamos un gobierno para impedir ese bandidaje. Quienes sean incapaces de protegerse serán conquistados o destruidos. Un militar profesional casi siempre tendrá más éxito que una banda de milicias desorganizadas, de ahí la necesidad, o la inevitabilidad de una fuerza nacional armada. Finalmente, Tullock indica una serie de otros problemas que ve en la anarquía, como viajar por carreteras privadas, cuarentenas y protección ante incendios. Aunque reconoce que las comunidades privadas sí proveen estos servicios, Tullock intenta difuminar la línea entre comunidades propietarias y gobiernos locales.

Jeffrey Rogers Hummel protesta. Tullock se equivoca, argumenta Hummel, en combinar normas con gobierno. Solo porque los condominios asuman ciertas actividades que los gobiernos también asumen, eso no los convierte en gobiernos. Hummel indica además: “Igual que el gobierno no es una condición necesaria para el estado de derecho, es igualmente evidente que el gobierno no es una condición suficiente para una defensa efectiva contra la invasión”. Apunta que hay naciones a menudo conquistadas por otras, así que la simple existencia del gobierno no resuelve los problemas del mundo. Para Hummel, la solución no reside en el gobierno sino en persuadir a la gente suficiente como para apoyar la libertad. El uso de la fuerza por parte de una entidad no puede persistir si la gente permanece en la oposición.

Peter Boettke concluye el volumen explicando el potencial evolucionista de la anarquía como programa investigador. Boettke esboza cómo el anarquismo analítico es más que una labor normativa. El mundo tiene suficientes enigmas que no pueden explicarse por teorías que supongan la dependencia de los mercados del gobierno. En muchos casos los contratos son aplicables por fuerza y aún así tiene lugar el comercio. Al documentar cómo las partes privadas encuentran formas de eliminar el oportunismo, el programa de investigación anarquista ofrece una imagen más adecuada del proceso de mercado. Incluso bajo condiciones de grandes grupos y cuasianonimato, los participantes en el mercado encuentran formas para cooperar en lugar de engañar. La creación endógena y aplicación de normas es parte del proceso de mercado. Boettke concluye: “Trabajar en esta línea no solo es valioso a un nivel teórico fundamental, sino asimismo también de significación práctica al intentar luchar contra las grandes transformaciones sociales de nuestra época”.

Aunque los autores más jóvenes creen que los economistas de la elección pública de la década de 1970 ofrecieron un inicio prometedor, creemos que su análisis estaba incompleto. ¿Es la interacción social sin el estado tan mala como creen Hobbes y esos economistas de la elección pública? Muchos de los recientes análisis sugieren otra cosa. Pero tal vez sea cierto que los humanos tienden de por sí al conflicto. Tal vez el dilema hobbesiano sea una amenaza real. Sea como sea, el gobierno no parece ofrecer una solución. O el Leviatán es parte del problema o es superfluo. En cualquier caso, la anarquía podría ser después de todo la mejor alternativa. Nos agrada que los economistas de la elección pública empezaran a estudiar este  asunto hace tres décadas y esperamos ver un resurgimiento en las exploraciones en la teoría de la anarquía.


[1] Buchanan, James (1974), “Review of The Machinery of Freedom: Guide to a Radical Capitalism”, Journal of Economic Literature, 12: 914-915.

[2] Jackson (1974) revisó Explorations in the Theory of Anarchy e Ireland (1976) revisó Further Explorations in the Theory of Anarchy. Sin embargo, excepto breves menciones de Anderson y Hill (1979), Moss (1974) y Friedman (1976, 1980), los anarquistas libertarios no parecen comentar el proyecto en la década de 1970. Obras recientes que citan la teoría de la anarquía de Winston Bush incluyen a Carter y Anderton (2001), Grossman (2001) y Hirshleifer (2001).

Publicado el 13 de septiembre de 2006. Traducido del inglés por Mariano Bas Uribe. El artículo original se encuentra aquí.

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