El decimoquinto aniversario de la Ley sobre Estadounidenses con Discapacidades de 1990 (PL 101-336), sancionada legalmente por el presidente Bush I el 26 de julio de 1990, ha llegado y ha pasado. Esta ley, en palabras de Lew Rockwell “de alguna forma se las ha arreglado para hacer de toda persona discapacitada un paria, la ha hecho más cara de contratar y ha hecho que los verdaderamente discapacitados experimenten aún más discriminación respecto de los menos discapacitados. Las propia ley ha ordenado una enorme cantidad de configuraciones físicas en todo edificio de acceso público sin prácticamente pensar en la relación entre coste y beneficio”. Pero incluso antes de que se aprobara esta ley, había un remanente visible de intervención pública en la sociedad a favor de los discapacitados que sigue siendo muy visible hasta hoy: el estacionamiento de los discapacitados.
Ocurre constantemente. Ves que lo que parece una plaza vacía al otro lado del estacionamiento. Pero cuando llegas allí no puedes estacionar. No porque alguien ya haya ocupado el espacio (el espacio puede haber estado vacío todo el día), sino porque es un espacio de estacionamiento para discapacitados. Las multas por estacionar en estas áreas pueden superar los 150$ en algunas zonas.
He observado tres cosas acerca del estacionamiento para discapacitados:
- Mucha de la gente que lo usa no parece discapacitada en absoluto.
- Muchas de las plazas no se utilizan durante horas.
- Las tiendas con más plazas para discapacitados son las que tienen menos clientes discapacitados.
No estoy en contra de la idea de estacionamientos especiales para los discapacitados. Sin embargo, estoy en contra de las distintas leyes aprobadas por gobiernos estatales que ordenan que una tienda tenga un número x de plazas de estacionamiento para discapacitados. Hay una diferencia. Los opositores a la libertad y el libre mercado habrían hecho creer a todos que sin la intervención pública habría pocas o ninguna plaza de estacionamiento reservada para los discapacitados.
Pero igual que la idea de que la gente pasaría hambre sin cupones de comida o los niños estarían desnutridos sin el programa de almuerzos de la escuela federal, nada puede estar más lejos de la realidad. No hay razón para creer que el estacionamiento para discapacitados desaparecería si se dejara al libre mercado. De hecho, podría producirse una proliferación de plazas especiales de estacionamiento si a las empresas se les permitiera gestionar sus propios estacionamientos.
Las empresas que quieran atender a los discapacitados sin duda no eliminarían ninguna de sus plazas de estacionamiento para discapacitados. Por el contrario, podrían incluso añadir más plazas de este tipo. Las empresas que no vean muchos clientes discapacitados (como Home Depot, que tiene la mayor cantidad de plazas para discapacitados en la ciudad en la que vivo [Pensacola, Florida] podría rebajar en número de sus plazas de estacionamiento para discapacitados hasta una cifra razonable.
Pero supongamos que un dueño de un negocio “odia” a los discapacitados. Supongamos que elimina hasta la última plaza de estacionamiento para discapacitados de su estacionamiento. Bueno, en primer lugar, probablemente pierda negocio, y no solo de los discapacitados. Aunque una persona en silla de ruedas podría seguir acudiendo a su negocio si los precios son más baratos, creo que es razonable decir que los discapacitados harán negocios en otra parte. La gente con familiares discapacitados, los defensores de éstos o las personas a las que les preocupen podrían también decidir boicotear esos negocios en concreto.
El propietario que “odia” a los discapacitados tiene por tanto dos opciones. Puede morderse la lengua, apretar los dientes o maldecir en voz baja sobre los discapacitados mientras restaura todas las plazas de estacionamiento para discapacitados que eliminó para recuperar el negocio perdido. Su otra opción es renunciar al negocio con las personas discapacitadas mientras disfruta de la satisfacción de no ver a la gente discapacitada frecuentar su local.
El libre mercado es algo maravilloso. Sin el gobierno discapacitando el mercado, los propietarios de negocios son libres de atender a una clientela diversa, una clientela selecta o algo intermedio. Los negocios podrían querer proporcionar estacionamiento especial a ancianos, mujeres embarazadas, sacerdotes, policías, madres con niños pequeños o quienes cumplan años ese día. Una posible opción podría ser pagar una tasa por estacionar cerca de una tienda. La tasa es algo que alguien con prisa podría pagar encantado.
Las opciones son infinitas, pero solo si el estacionamiento y todas las actividades aparentemente mundanas, se dejan al libre mercado en lugar de al gobierno.
El estacionamiento de los discapacitados, como la quema de banderas, la libre expresión y la discriminación, son asuntos de propiedad privada.
Analicemos dos prácticas actuales.
Primero, los gobiernos federal y estatales aprueban leyes de estacionamiento para discapacitados y las agencias locales las aplican por delegación. No importa lo privada que creas que es tu propiedad (un pequeño bufete de abogados, una escuela de danza, una tienda de marcos de cuadros), una parte de ella, la parte más deseable, debe reservarse por decreto público.
Hay aquí un fuerte simbolismo, no distinto del asociado con un ejército conquistador y su bandera. La señal de estacionamiento para discapacitados sirve como recordatorio constante de que el estado es supremo y puede llevarse los primeros ingresos de cualquier cosa que hagas.
Segundo, sobre la cuestión de si las empresas privadas reservarían plazas: muchas tiendas locales de alimentación reservan sus mejores plazas de estacionamiento a futuras madres, con señales encantadoras decoradas en azul y rosa. No es nada oficial. Tampoco es obligatorio. No te multan si estacionas allí. Nadie es arrestado si no se usan para los fines apropiados.
Aún así, nadie no embarazada se atrevería a estacionar allí. El gesto de poner esta señal no solo no molesta: agrada a la gente que piensa que la dirección de la tienda piensa en los demás.
Aquí lo tenemos: dos señales, dos agencias de aplicación, dos efectos, uno voluntario y otro coercitivo. ¿Cuál es el mejor modelo para la sociedad?
Publicado el 26 de agosto de 2005. Traducido del inglés por Mariano Bas Uribe. El artículo original se encuentra aquí.