“Pero esta teoría de nuestro gobierno es completamente diferente del hecho práctico. El hecho es que el gobierno, como un salteador de caminos, dice a un hombre: ‘El dinero o la vida’. Y muchos, si no es que la mayoría, de los impuestos son pagados bajo la coacción de esa amenaza. El gobierno no necesita, en realidad, emboscar a un hombre en un lugar solitario, saltar sobre él desde el exterior de la calzada, y, empuñando una pistola contra su cabeza, proceder a revisar sus bolsillos. Pero el robo no deja de ser un robo por ello; y es mucho más ruin y vergonzoso. El salteador de caminos toma únicamente sobre sí mismo la responsabilidad, el peligro, y el crímen de su propio acto. Él no pretende que tiene algún derecho a tu dinero, o que tiene la intención de usarlo para tu propio beneficio. Además, tras haberse llevado tu dinero, te deja, como tú deseas que lo haga. Él no permanece “protegiéndote” ordenándote a hacer reverencias y servirle; requiriéndote que hagas esto, y prohibiéndote hacer lo de más allá; robándote más dinero tan a menudo como requiera su interés o placer; y etiquetándote como rebelde, traidor, y enemigo de tu país, y disparándote sin merced, si disputas su autoridad, o te resistes a sus demandas. Él es demasiado caballero para ser culpable de tales fraudes, e insultos, y villanías. En pocas palabras, él no intenta, además de robarte, convertirte en su payaso o su esclavo”.