Hoy solo se expresa una opinión acerca de la influencia que lo “económico” ha ejercido en las relaciones sexuales: se dice que ha sido perfectamente mala. La pureza original de la interacción sexual, según este punto de vista, se ha visto manchada por la interferencia de factores económicos. En ningún campo de la vida humana tuvo un efecto más pernicioso el progreso de la cultura y el aumento en la riqueza. Lo0s hombres y mujeres prehistóricos se emparejaban con el amor más puro: en la era precapitalista el matrimonio y la vida familiar eran sencillos y naturales, pero el capitalismo trajo los matrimonios por dinero y manages de convenances, por un lado, y la prostitución y los excesos sexuales, por el otro.
La más reciente investigación histórica y etnográfica ha demostrado la falsedad de este argumento y nos ha dado otra visión de la vida sexual en tiempos primitivos y de las razas primitivas. La literatura moderna ha revelado lo lejos de la realidad de la vida rural que estaba nuestra concepción, incluso hace poco tiempo, de la moral sencilla del campesino. Pero los viejos prejuicios estaban demasiado enraizados como para verse sacudidos por esto. Además, la literatura socialista con la ayuda de su retórica peculiarmente impresionante, buscaba popularizar la leyenda al darle un nuevo patetismo. Hoy hay poca gente que no crea que la visión moderna del matrimonio como contrato sea un insulto al espíritu esencial de la unión sexual y que fue el capitalismo el que destruyó la pureza de la vida familiar.
Para el científico es difícil saber qué actitud tomar para un método de tratar tales problemas que se funde en sentimientos elevados en lugar del discernimiento de los hechos.
El científico no es capaz de juzgar qué es bueno, noble, moral y virtuoso. Pero debe al menos corregir la opinión aceptada en un punto importante. El ideal de relaciones sexuales de nuestra época es completamente distinto del de tiempos pasados y ninguna era ha estado más cerca de obtener su ideal que la nuestra. Las relaciones sexuales en los buenos viejos tiempos parecen bastante insatisfactorias cuando se miden por este nuestro ideal: por tanto, este ideal debe haber surgido justo de esa evolución que se condena en l teoría actual como responsable del hecho de que hayamos fracasado en alcanzar completamente nuestro ideal. Por tanto, está claro que la doctrina prevaleciente no representa los hechos, sino que, en realidad, los da la vuelta y no tiene ningún valor para intentar entender el problema.
Donde domina el principio de la violencia, la poligamia es universal. Cada hombre tiene tantas esposas como pueda defender. Las esposas son una forma de propiedad, de la que siempre es mejor tener más que menos. Un hombre se esfuerza por poseer más esposas, igual que se esfuerza por poseer más esclavos o vacas; de hecho, su actitud moral es la misma para esclavos, vacas y esposas. Reclama fidelidad a su esposa y solo él puede disponer de su trabajo y su cuerpo, permaneciendo él libre de cualquier lazo. La fidelidad en el varón implica monogamia.# Un señor más poderoso tiene asimismo el derecho a disponer de las esposas de sus súbditos.# El muy discutido ius primae noctis era una reminiscencia de estas condiciones, de las cuales una evolución final era el coito entre padrino y ahijada en la “gran familia” de los eslavos del sur.
Los reformistas morales no abolieron la poligamia, ni la iglesia la combatió al principio. Durante siglos, el cristianismo no puso objeciones a la poligamia de los reyes bárbaros. Carlomagno mantuvo muchas concubinas.# Por su naturaleza, la poligamia nunca fue una institución para los pobres: solo los ricos y aristócratas pudieron disfrutarla.# Pero cuando ésta se hizo cada vez más compleja según el grado en que las mujeres entraban en el matrimonio como herederas y propietarias, se les proporcionaba ricas dotes y se le daba mayores derechos para disponer de la dote.
Así la monogamia se ha visto gradualmente aplicada por la esposa que proporciona riqueza a su marido y por sus parientes (una manifestación directa de la forma en que el pensamiento y el cálculo capitalista han penetrado en la familia). Para proteger legalmente las propiedades de esposas e hijos se establece una línea clara entre conexión y sucesión legítimas e ilegítimas. La relación de marido y mujer se reconoce como un contrato.#
Al entrar la idea de contrato en el derecho matrimonial, rompe el gobierno del varón y hace a la esposa un socio con derechos iguales. Así de ser una relación unilateral basada en la fuerza, el matrimonio se convierte en un acuerdo mutuo: el servidor se convierte en esposa casada con derecho a reclamar al hombre lo que tiene derecho a pedirle. Paso a paso obtiene en casa la posición que tiene hoy. Hoy la posición de la mujer difiere de la del hombre solo en la medida en que se diferencian los medios concretos de ganarse la vida. El resto de los privilegios del hombre tienen poca importancia. Son privilegios honoríficos. Por ejemplo, la esposa sigue llevando el nombre de su marido.
La evolución del matrimonio ha tenido lugar por medio de la ley relacionada con la propiedad de las personas casadas: la posición de la mujer en el matrimonio ha mejorado al desaparecer el principio de la violencia y al avanzar la idea del contrato en otros campos del derecho de propiedad transformó necesariamente las relaciones de propiedad entre la pareja casada. La esposa se libró por primera vez del poder de su marido cuando obtuvo derechos legales sobre la riqueza que aportó al matrimonio y adquirió durante éste y cuando lo que le dio a ella su marido por costumbre se transformó en prestaciones reclamables legalmente.
Así que el matrimonio, tal y como lo conocemos ha llegado a existir exclusivamente como resultado de que la idea contractual entre en este esfera de la vida. Todos nuestros queridos ideales de matrimonio han derivado de esta idea. La matrimonio une a un hombre y una mujer, de forma que solo puede llevarse a cabo con la libre voluntad de ambas partes, impone un deber de mutua fidelidad, hace que no se juzgue una violación de los votos matrimoniales por un hombre de forma distinta que la de una mujer y que los derechos de marido y mujer sean esencialmente los mismos. Estos principios derivan de la actitud contractual ante el problema de la vida marital.
Nadie puede alardear de que sus antecesores pensaran en el matrimonio como pensamos hoy. La ciencia no puede juzgar si la moral fue en un tiempo más severa de lo que es ahora. Solo podemos establecer que nuestras opiniones de cómo debería ser el matrimonio respecto de las visiones de las generaciones pasadas y que su ideal de matrimonio nos parece inmoral a nuestros ojos.
Cuando los panegiristas de la buena vieja moralidad execran la institución del divorcio y la separación probablemente tengan razón al afirmar que esas cosas no existían antes. El derecho a repudiar a su esposa que poseyó el hombre no recuerda en modo alguno la ley moderna de divorcio. Nada ejemplifica más claramente el gran cambio de actitud que la comparación entre estas dos instituciones.
Y cuando la iglesia encabeza la lucha contra el divorcio, es bueno recordar que la existencia del ideal de la monogamia en el matrimonio moderno (de marido y mujer con iguales derechos) en defensa de la cual la iglesia desea intervenir, es el resultado de la evolución capitalista, no de la eclesiástica.
[El socialismo (1922)]Traducido del inglés por Mariano Bas Uribe. El artículo original se encuentra aquí.