El problema del anarquismo socialista

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La nueva película “V de Vendetta” ha provocado una discusión pública sobre el significado del anarquismo. Murray Rothbard fue un defensor de la sociedad sin estado, pero nunca fue aceptado por el movimiento anarquista y sigue siendo considerado más un “lacayo del capitalismo” que un pensador anarquista. De hecho el anarcocapitalismo siempre se ha considerado un oxímoron por los autoproclamados como “verdaderos” anarquistas.

Parte de la razón es una incapacidad general de entender los diferentes usos y definiciones de palabras en las tradiciones clásicas socialistas y liberales. Los socialistas se refieren al “capitalismo” como el sistema en que el estado distribuye y protege los privilegios capitalistas, y por tanto la opresión de los obreros. No ven que el capitalismo, en la tradición liberal clásica, significa más bien un libre mercado basado en personas libres, es decir, intercambios voluntarios de valor entre individuos libres.

Unas razones más profundas e interesantes son las raíces socialistas del anarquismo. Como demuestra, por ejemplo, la FAQ del Anarquismo, la mayoría (si no la totalidad) de los pensadores anarquistas históricos se enorgullecían en declarar que sus ideas pertenecían a la tradición socialista progresista. El “padre fundador” del anarquismo, Pierre-Joseph Proudhon, era socialista: los individualistas anarquistas estadounidenses del siglo XIX a menudo afirmaban ser socialistas y los anarquistas comunistas rusos Mikhail Bakunin y Peter Kropotkin eran evidentemente socialistas.

Sin embargo, hubo unos pocos anarquistas que no fueron explícitamente socialistas, pero fueron muy pocos y relativamente desconocidos, si es que fueron aceptados como anarquistas. El egoísta alemán Max Stirner se las arregló de alguna forma para ser considerado generalmente como un anarquista aunque nunca declaró ser socialista. (Tampoco declaró nunca ser anarquista).

Sería fútil afirmar que la tradición anarquista no sea original y principalmente socialista y este ensayo no trata de eso. No rechazo la importancia del socialismo para el anarquismo ni en la teoría ni en la práctica, pero demostraré cómo la definición del “socialismo” es demasiado rígida y estatista, en oposición a lo que afirman generalmente los anarquistas, y parece basarse en una desafortunada mala compresión del hombre y el mercado. El principal problema es el rechazo de los anarquistas socialistas a repensar cuando se revelan nuevos hechos.

Peter Kropotkin, el famoso anarquista comunista ruso de finales del siglo XIX y principios del XX, dijo que había esencialmente dos tipos de socialismo: el socialismo estatista y el anarquismo. La diferencia entre ambos es que el socialismo estatista desea tomar control del estado y utilizarlo para implantar el socialismo, mientras que el anarquismo socialista desea abolir el estado y por tanto el opresivo sistema económico capitalista. La distinción de Kropotkin resuelve unos pocos problemas y contradicciones propios del socialismo estatista, como la implantación por la fuerza de la igualdad dejando que unos pocos gobiernen a muchos a través del estado.

Pero persisten algunos problemas en la versión anarquista del socialismo. El problema aparece debido al hecho de que los socialistas tienden a tener una visión estática de la sociedad, lo que les hace totalmente ignorantes de cómo cambian las cosas con el tiempo. Los socialistas probablemente no admitan esto, pues sí saben que las cosas han ido cambiando en el curso de la historia (lo dijo Karl Marx) y que las cosas nunca parecen permanecer igual. Pero aún así argumentan como si “ceteris paribus” fuera el principio divino de la realidad, y no lo es.

El socialismo no admite un componente temporal (o se considera poco importante y por tanto se omite) en el análisis del mundo o de la economía. Se piensa generalmente que las cosas son como son incluso si no fueran lo mismo en la historia y necesitaran cambiarse en el futuro. En un mundo socialista, la gente es igual y debería seguir siendo igual; las elecciones individuales de los actores en el mercado libre (sí, los socialistas anarquistas sí hablan de mercado) no cambia este hecho. En su visión socialista del mundo no hay comprensión alguna de esa característica del mercado a la que Ludwig von Mises llamó preferencia temporal.

Esta importante parte de información acerca de cómo funciona el mercado (es decir, de cómo funciona la gente) significa que una persona normalmente prefiere tener un valor ahora que tener el mismo valor en algún momento del futuro. Esto no tiene nada que ver con ganar intereses en inversiones, pero es una parte natural de lo que significa ser racional (nos va mejor con cierta cantidad de comida ahora que con la misma cantidad de comida dentro de una semana). Sin saber esto (o incluso sin preferencia temporal por sí misma), calcular que “estará” en el mercado sería mucho más fácil (pero completamente erróneo.

Pero la preferencia temporal no es una parte de la percepción socialista del mundo de la economía. Entender este hecho hace mucho más fácil entender la demanda socialista de una igualdad teleológica, es decir, de la igualdad como medida de justicia aplicable tanto antes como especialmente después de que se hayan producido en el mercado interacciones e intercambios. Si el mundo y la economía fueran perpetuamente estáticos y por tanto nunca se creara valor, la igualdad económica es teóricamente posible. (Incluso tal vez sea justa).

Pero no es el caso, y por tanto el análisis socialista es erróneo. Esta debilidad, a la que podemos calificar deignorancia temporal, persiste en la versión anarquista del socialismo.

Ignorancia temporal socialista

Kropotkin define este tipo de socialismo como “un esfuerzo por abolir la explotación del Trabajo por el Capital”,[1] y Benjamin Tucker dice “la reclamación de fondo del Socialismo [es] que el trabajo debería ser propiedad de sí mismo”.[2] Bueno, no suena tan mal. Otra forma de decir lo mismo sería que cada individuo tiene un derecho natural a lo que produce y que es una violación de sus derechos naturales quitar de sus manos por la fuerza este producto de su trabajo.

Llamémosle derecho o no, ésta es la esencia y la base teórica común acerca de cómo se genera el valor, tanto para el liberalismo clásico como para el marxismo. Siempre que un individuo invierte su tiempo, habilidad y esfuerzo en tratar de obtener un valor, crea valor y, como su creador, es el propietario de dicho valor. Es difícil argumentar que el individuo no sea el justo propietario de su trabajo; incluso John Locke llegó al punto de llamar al trabajo la “propiedad incuestionable del trabajador”. Si el individuo que realiza el trabajo no es propietario de dicho trabajo, ¿quién lo es?

La diferencia entre el socialismo y el liberalismo clásicos no está en la definición de propiedad o cómo aparece, sino en su significado. Pierre-Joseph Proudhon, aunque sea conocido por decir “la propiedad es un robo” (queriendo decir que los privilegios de la propiedad causan las condiciones de explotación), también dijo que “la propiedad es libertad” en el sentido de que el hombre sólo es libre cuando es el único propietario de lo que posee y lo que crea. A lo que se refería es a que el trabajo asalariado era explotación del trabajador por el capitalista privilegiado.

Para entender esta opinión, necesitamos recordar que la preferencia temporal no es aplicable (o no se admite). Desde la perspectiva socialista, cualquier diferencia de valor entre entradas y salidas es fraude o robo (por usar terminología libertaria). Si invertimos trabajo (entrada) para lograr un valor de 100$ y recibimos un pago (salida) de 95$ nos están oprimiendo.

Esto explica por qué, utilizando la definición socialista, el capitalismo es opresor. Quien “ofrece” un trabajo (es decir, el capitalista) obtiene un beneficio simplemente porque el valor del trabajo invertido por el obrero es mayor de lo que recibe en pago. (La razón por la que pueden hacer esto, afirman los socialistas, es por los privilegios de la propiedad implantados por el estado que fuerzan indirectamente a los trabajadores a la esclavitud del salario).

Otra forma de decir esto es que la plusvalía se la quedan los gestores y propietarios de la industria al pagar a los trabajadores sólo parte de su entrada de trabajo. En esta visión estática de cómo funciona el mundo bajo el sistema económico capitalista, está claro que el empleo es usura y “esclavitud salarial”. No puedo discutirlo y no lo haré con la identificación de muchos planes de empleo históricos y contemporáneos que son de facto usura debida a privilegios otorgados a capitalistas por parte de la clase política.

Sin embargo, el análisis es esencialmente erróneo y lo es sencillamente porque los socialistas no entienden la preferencia temporal. Muchos valoran (aunque no necesariamente monetariamente) como trabajadores recibir frecuentemente una cantidad en pago por el trabajo invertido en lugar de asumir los riesgos de producir, publicitar y vender u producto en el mercado (incluso si la empresa no se gestiona individualmente, sino en cooperación con otros trabajadores).

También ese cierto lo contrario: el “capitalista” valora más el dinero ahora que el dinero luego; así que los beneficios posteriores tienen que ser mayores que los costes de trabajo actuales para “estar en paz”. Lo que pasa aquí es que si un trabajador eligiera voluntariamente entre múltiples alternativas diferentes, hay razón para creer que el empleo es a veces (o tal vez a menudo) una posibilidad atractiva.

Las razones son la división del trabajo, los riesgos en el mercado, etc. Pero principalmente por la preferencia temporal, lo que significa que un trabajador podría valorar un salario fijo ahora y a intervalos predeterminados másque invertir en su trabajo ahora y obtener el valor completo más tarde. Por tanto, el trabajador puede encontrar equilibrado invertir trabajo que genere luego un valor de 100$ mensuales en productos, incluso aunque se le paguen ahora 95$.

Para alguna gente, menos dinero ahora que luego es en realidad usura, pero eso es sólo un hecho que refuerza la teoría de la preferencia temporal expuesta por los economistas austriacos. La gente tiene diferentes percepciones del valor y valora cosas distintas en momentos distintos, y por tanto un individuo muy bien puede encontrar que el empleo les beneficia mientras que otros no pueden en modo alguno aceptar esos términos. Y los mismos individuos podrían pensar de una forma muy diferente en un momento distinto.

Los valores son subjetivos

Esto nos lleva necesariamente a otro punto importante muy relacionado con la naturaleza de la preferencia temporal, que es la identificación de los valores como subjetivos. Los valores monetarios son objetivos, en el sentido de que 1$ es siempre 1$ (o, en otras palabras, 1=1 o “A es A”), pero recibir 1$ puede significar mucho para un individuo y al mismo tiempo no significar casi nada para otro. Por supuesto, los anarquistas socialistas e incluso los socialistas estatistas entienden la relatividad de los valores, por ejemplo, que 1$ para una persona pobre significa mucho más de lo que nuca significaría para una persona rica (aunque siga siendo 1$). Por eso los socialistas afirman a menudo que la gente rica no tiene nada que temer de los impuestos (incluso grandes sumas no significan mucho para ella), mientras que la gente pobre puede obtener “muchísimo”.

Pero el valor relativo en este sentido sólo significa que la evaluación individual del valor de 1$ es relativo a cuando dólares tenga éste o ésta (o pueda obtener fácilmente). Es algo distinto de identificar los valores como subjetivos.

Un valor subjetivo no significa necesariamente que cierta cantidad de dinero se compare con otra. Los valores son subjetivos en el sentido de que algo de valor significa que nos consideramos mejor con ello que sin ello. Esto no tiene nada que ver con cantidades unidades monetarias o comparar manzanas con manzanas: el valor subjetivo es la evaluación individual de algo comparado con la evaluación de las alternativas por parte del mismo individuo. Los valores son subjetivos en el sentido de que el individuo realiza la evaluación solo y lo hace de acuerdo con su jerarquía de preferencias. Así, el valor subjetivo no depende de lo que se esté valorando, sino de cómo se perciba.

Por tanto, el análisis de un trabajador de si un empleo es beneficioso no sólo incluye el valor monetario del trabajo invertido y el pago recibido, sino todo lo demás que valore. El empleo puede tener un gran valor para una persona con aversión al riesgo, pues el riesgo de perder dinero es muy bajo, mientras que el mismo trato para otro, que tal vez esté más dispuesto a tomar riesgo, no sea directamente nada más que una esclavitud. La gente es diferente.

Esto nos lleva a un tercer y último punto importante que deriva directamente del hecho de que los valores son subjetivos: sólo hay individuos. Aunque las identidades culturales y sociales tienden a hacer que la gente piense en el mismo sentido, siguen sin ser iguales y piensan distinto. Evidentemente, en general, los socialistas no se dan cuenta de esto.

Como se ha demostrado en el ejemplo de empleo frente a no empleo, los individuos valoran las cosas de forma diferente. Algunos individuos aceptarán el trabajo asalariado y estarán completamente satisfechos (e incluso pueden considerarlo la mejor alternativa), mientras que otros no pueden encontrar un empleo que les satisfaga. Los individuos son únicos y diferentes y eso significa que tienen distintas preferencias.

Esta en una de las principales razones por las que las políticas de estado son siempre opresoras y nunca pueden funcionar satisfactoriamente: ofrecen un sistema o solución para un tipo de gente, y eso tiene que causar problemas al aplicarse a una población los 300 millones de individuos únicos que viven en Estados Unidos.

Anarquismo: Un mundo de soberanos

El hecho de que “sólo hay individuos” es asimismo un gran argumento para el anarquismo. No puede haber su sólo sistema que obligue a dos individuos sin que se adapte mejor a uno que a otro y por tanto ese sistema crearía desigualdades legales (y por tanto será opresor). Asimismo, como sólo hay individuos no hay razón para creer que algunos individuos deban tener el poder de gobernar a otros. Si sólo hay individuos, todos deberían ser propietarios soberanos de sí mismos y disfrutar de derechos iguales completos para sí mismos.

Pero este hecho significa asimismo que la gente es distinta y que alguna gente valorará ciertas cosas, mientras que otra valorará cosas completamente diferentes. Alguna gente tendrá una alta preferencia temporal para ciertos valores, mientras otras tendrán una preferencia temporal baja. Alguna gente será capaz de usar su tiempo y habilidades para crear un montón de valor para otros (evaluado subjetivamente), mientras otras crean valor sólo reconocido por unos pocos. Y las elecciones individuales siempre serán elecciones individuales, decisiones que se toman dependiendo de la evaluación subjetiva del individuo del valor que elige identificar.

El socialismo, tal y como se define habitualmente por los socialistas (de ambas variedades, anarquista y estatista) no aprecia este hecho y por tanto niega categóricamente las soluciones, funciones e instituciones de mercado que aparecen voluntaria y espontáneamente. Podría ser cierto que los propios socialistas nunca acepten el trabajo asalariado, pero tal vez muchos otros acepten el empleo como beneficioso para ellos individual o colectivamente.

Lo mismo pasa con el credo marxista, normalmente también defendido por los anarquistas socialistas, de que el trabajador sólo es libre cuando ha adquirido la propiedad de los medios de producción. Pero ¿cómo podemos decir que un tipo de profesión o “clase” comparte exactamente los mismos valores? Eso supone necesariamente una conciencia de clase extrema, en la que los individuos ya no existen. Si la “conciencia de clase se interpreta en su lugar en el sentido de clase perteneciente y unida a ciertos valores, la preferencia temporal y la subjetividad de los valores seguiría aplicándose.

El anarquista de libre mercado puede aceptar muchos de los objetivos de los anarquistas socialistas, como la igualdad en el derecho al trabajo propio y sus frutos. Podemos apoyar el objetivo del anarquismo socialista de abolir el estado como una institución implícitamente mala que obliga a los ciudadanos a renunciar a lo que es suyo por derecho natural. Pero también vemos los defectos del socialismo actualmente definidos: la preferencia temporal es una pieza esencial de información sobre cómo funciona la gente, y por tanto el mercado y la sociedad.

A causa de la preferencia temporal no es posible negar totalmente la idea de que pueden aparecer desigualdades en el libre mercado.[3] Los individuos actuarán de acuerdo con su percepción de lo que es más beneficioso para ellos y la gente, dioses o artefactos que les importen. Algunos valoran la riqueza monetaria mientras otros valoran la salud, el ocio, la familia, una buena casa o automóviles veloces. La gente hará diferentes elecciones dependiendo de su situación y sus preferencias e incluso si empiezan en un estado de igualitarismo algunas alternativas serían mejores (con respecto a algo, como la cantidad de activos monetarios) y otras peores.

No es improbable que alguna gente escoja acumular riqueza (en la mayor grado posible sin la existencia de de privilegios estatales) mientras que otros estarán dispuestos a gastar lo que ganan en diversión o en consumo irracional. La elección debería ser de los individuos y no hay forma de que podamos decir “bien” o “mal”, es el individuo quien decide.

Así que si creemos realmente en el individuo como autopropietario y soberano no deberíamos afirmar conocer lo que elegiría (o debería elegir) y no podemos decir lo que no elegiría. En una sociedad con sólo individuos libres, todos ellos serán iguales en su derecho a sí mismos y por tanto no podemos decir a la gente que no pueden intercambiar su trabajo en el futuro por valor ahora. Harán lo que entiendan que les interesa y yo haré lo que entiendo que me interesa a mí lo que nos interese personal o mutuamente es algo que decidiremos individualmente.

Esta es la razón por la que no puede decirse que el empleo y la acumulación de capital se desvanecen cuando se abole el estado. De hecho, lo contrario es verdad. Esa es también la razón por la que Murray Rothbard era un verdadero anarquista, aunque no aceptara la ilusión de un mundo sin preferencias temporales.

[1] Evolution and Environment, p. 81

[2] The Anarchist Reader, p. 144.

[3] Sin embargo, es menos probable en un mercado libre que en un sistema estatal, pues nadie puede obtener coactivamente privilegios impuestos a costa de otros.

Traducido del inglés por Mariano Bas Uribe. El artículo original se encuentra aquí.

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