La ética y la decisión de irse

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Los Joe y Jane normales se dan prisa en firmar en la línea de puntos con la que piensan que está claramente a la vista el sueño americano. Por su parte, los originadotes de hipotecas solo ansían demasiado facilitar el sueño, sabiendo que un mercado secundario creado por el gobierno federal está esperando a comprar el papel.

¿Y por qué no? El 81% de la gente cree que es inmoral dejar de pagar si puedes hacerlo. Sin embargo, “el 9% está dispuesto a irse con una deuda de 50.000$, un 26% con una deuda de 100.000$ y el 41% con una deuda de 200.000$”, según Luigi Guiso, Paola Sapienza y Luigi Zingales en su trabajo “Moral and Social Constraints to Strategic Default on Mortgages”, escrito para la Escuela de Dirección Kellogg y la Escuela de Negocios Booth de la Universidad de Chicago.

Pero, lo que es más interesante, la gente que sabe algo que ha impagado estratégicamente es un 81% más probable que declare al menos su voluntad de impagar estratégicamente. Además, Guiso, Sapienza y Zingales descubren que un aumento en propiedades ejecutadas en un código postal concreto aumenta grandemente la probabilidad de que los propietarios se vayan.

“En general, descubrimos que las variables más importantes para predecir la probabilidad de un impago estratégico son consideraciones morales y sociales”, escriben los tres profesores. “Las consideraciones sociales se ven directamente afectadas por la frecuencia de las ejecuciones y la posibilidad de que alguien conozca a otro que impagó estratégicamente”.

Como explica Brent White, de la Universidad de Arizona: “la asimetría de las normas morales para los prestatarios y las normas del mercado para los prestamistas da a estos últimos una ventaja injusta en las negociaciones relacionada con la aplicación de derechos y obligaciones contractuales, incluyendo el derecho del prestatario a ejercitar la opción de entrega”. Una opción de entrega significa que el prestatario entrega la casa al prestamista.

Los prestamistas son muy habitualmente grandes empresas dirigidas por gestores con la obligación fiduciaria de ejercitar prudencia financiera en nombre los propietarios de la compañía. Estos gestores no verían como lo más interesante para lo accionistas negociar con un propietario insolvente si éste está al corriente de sus pagos, pues dadas la presión y las normas de la sociedad, lo prudente es que el prestamista se niegue a cualquier intento de negociación: históricamente, lo probable es que el prestatario continúe pagando. Solo cuando éste no paga, se consigue la atención del prestamista y empiezan las negociaciones. Así que un prestatario insolvente debe acabar con su historial crediticio, un reflejo de un carácter y honradez, antes de que negocie un prestamista.

¿Entonces tiene el individuo una obligación fiduciaria para con sí mismo? La respuesta corta es: no. Algo fiduciario significa “alguien que actúa en interés de otra persona”, así que por definición uno no puede ser fiduciario de sí mismo. ¿Pero cómo podría ser posible que las entidades corporativas tengan una obligación de prudencia financiera mientras que los individuos tienen una obligación moral de destruir su dignidad y finanzas en el proceso de cumplir un contrato que los propios prestamistas no cumplirían si estuvieran en la misma posición?

Aristóteles explicaba que el hombre es un ser racional. El hombre aprende lo que funciona en el mundo, las leyes naturales, para alcanzar sus fines deseados: la supervivencia y la prosperidad. Como explicaba Murray Rothbard en The Ethics of Liberty, “el mismo hecho de que el conocimiento necesario para la supervivencia y progreso del hombre no le venga dado innatamente o determinado por acontecimientos externos” demuestra que el hombre tiene la libre voluntad para emplear la razón o no hacerlo y que un acto realizado contra su vida y salud se calificaría objetivamente como inmoral.

En el mismo libro, Rothbard escribe de “la tesis perfectamente apropiada de que las personas o instituciones privadas deban respetar sus contratos y pagar sus deudas”. Pero el mercado hipotecario es cualquier cosa menos privado. Grant’s Interest Rate Observer, en su número del 14 de mayo de 2010 apunta que Fannie, Freddie y la FHA “sumaban el 97% de las nuevas hipotecas en los 50 estados. Es decir, que compraron o garantizaron todas salvo un 3% de las nuevas viviendas creadas en zonas residenciales estadounidenses”.

Ahora que los prestamistas han aprendido a golpes que los precios de las viviendas pueden bajar y bajan, han abandonado el mercado hipotecario. Para el mercado privado de préstamos que excedan el máximo garantizado por el gobierno, los tipos de interés son considerablemente mayores y los términos mucho más estrictos.

Es difícil imaginar que Rothbard insistiera en que los individuos privados fueran más pobres y menos prósperos sacrificándose para pagar a Fannie y Freddie, entidades que solo siguen operando porque, como expuso tranquilamente la Casa Blanca en la nochebuena de 2009, “al haber dado”, como informa el NYT, “en la práctica a las compañías un cheque en blanco para hacer ilimitada su línea federal de crédito, siendo el tope de 400.000 millones de dólares, a la siguiente primavera el gobierno dijo que había gastado 126.000 millones de dólares en promoverlas”.

Con el apoyo del gobierno, los gigantes financieros pueden aguantar y jugar duro con los propietarios insolventes, rechazando negociar, esperando que la propiedad inmobiliaria rebote.

Rothbard continúa apuntando que “Las relaciones con el Estado se convierten, por tanto, en consideraciones puramente prudentes y pragmáticas para los individuos concretos afectados, que deben tratar al Estado como un enemigo con un poder actualmente prevalente”.

Como la deuda de las Entidades Patrocinadas por el Gobierno (GSE, por sus siglas en inglés), como Fannie y Freddie, se considera ahora como deuda pública, como dice Rothbard, el pago de esta deuda por los contribuyentes es coacción. Así que la financiación de estas GSE para comprar estas hipotecas se obtiene en primer lugar mediante “coacción y agresión contra la propiedad privada”. “Esa coacción no puede ser nunca lícita desde el punto de vista libertario”, explica Rothbard.

Rothbard defendía “repudiar directamente toda la deuda [pública] y dejar que los restos caigan donde puedan”. Y en el mismo artículo, Rothbard ridiculiza a la Administración de la Seguridad Social, porque “tiene bonos públicos en su cartera y recibe intereses y pagos del contribuyente estadounidense, permitiéndole enmascararse como un negocio legítimo de seguro”. Es imposible imaginar a Rothbard considerando a Fannie Mae y Freddie Mac como negocios hipotecarios legítimos.

Continúa escribiendo que si la idea del repudio de la deuda se considera demasiado dura, al menos pone en quiebra al gobierno federal. Pero “primero tenemos que librarnos de la falsa mentalidad que mezcla lo público y lo privado y que trata a la deuda pública como si fuera un contrato productivo entre dos propietarios legítimos”.

Suponiendo que se hubiera dejado caer a Fannie, Freddie y Bank of America, el papel hipotecario que tienen las entidades habría ido al mercado abierto para ser comprado por inversores. ¿Qué precio alcanzarían las hipotecas? Indudablemente no sería de 100 centavos por dólar. Pero con el apoyo del gobierno, estos gigantes financieros pueden aguantar y jugar duro con los propietarios de viviendas, rechazando negociar, enterrando sus cabezas en la arena esperando que mejoren los mercados inmobiliarios.

Cuando el BB&T Bank analizó la cartera de préstamos del Colonial Bank cuando negociaba con la FDIC sobre el banco quebrado en 2009, creyó que los préstamos valdrían 63 centavos el dólar. Cuando US Bancorp compró al quebrado Downey and PFF Savings & Loans en 2008, valoró esas carteras de préstamos en 68 centavos el dólar. Por supuesto, estos bancos adquirentes solo cerrarían los acuerdos con disposiciones lucrativas para compartir pérdidas.

Entidades como Colony Capital y Lennar’s Rialto han pagado recientemente (en 2010) a la FDIC de 40 a 44 centavos el dólar por carteras de títulos de préstamos dudosos vendidos por la aseguradora de depósitos y eso con el FDIC proporcionando una financiación a siete años libre de intereses sobre la mitad de los dos tercios de la compra.

Esta claro que si el prestatario está al corriente o no, en un mercado libre, una hipoteca que esté significativamente infracolateralizada no se vendería por su valor facial completo. Los compradores de éstas pagarían una cantidad que les permitiera un margen de seguridad ante un colateral basado en las expectativas actuales o del comprador de los futuros precios de las viviendas. El comprador tendría un incentivo para reestructurar las obligaciones y tener una hipoteca en funcionamiento. Esa maximizaría el retorno del comprador del título.

Por ejemplo, Selene Residential Mortgage Opportunity Fund compró la hipoteca de la vivienda de Anna y Charlie Reynolds en St. George, Utah, con un enorme descuento, informaba el Wall Street Journal en primera plana. Los Reynolds soportaban una cuota mensual de 3.464$ y el valor de su casa se había desplomado.

Selene, dirigida por Lewis Ranieri, una leyenda en Wall Street, “compra préstamos para sacar un beneficio, no como un servicio público, pero los empleados de la compañía dicen que a menudo es más rentable mantener al prestatario en su casa que ejecutar la hipoteca. Si un préstamo fallido puede convertirse en un préstamo que ‘funcione’ con el prestatario haciendo pagos regulares, aumenta el valor de ese préstamo y Selene puede darle la vuelta y refinanciarlo o venderlo obteniendo beneficios”.

Los valores de la vivienda en St. George se han desplomado de una forma similar a la de Las Vegas, que está a solo dos horas de carretera. Selene recortó el principal del préstamo de 421.731$ a 243.182$ y rebajó el tipo de interés, reduciendo la cuota mensual de los Reynolds a 1.573$.

“Alrededor del 90% de las modificaciones de préstamos de Selene implican la reducción del principal”, escribía James R. Hagerty en el WSJ, “comparado con menos del 2% de modificaciones realizadas por bancos regulados federalmente en el primer cuatrimestre”.

Y mientras que muchos prestatarios con problemas no pueden siquiera encontrar un humano con el que hablar de su préstamo, no digamos que puedan sentarse a renegociar términos que beneficien a ambas partes, Selene trata inmediatamente de contactar con los prestatarios de los títulos comprados, “a veces enviando un paquete postal con una tarjeta regalo que solo puede activarse si el prestatario llama a un especialista en deudas de Selene”.

Uno se da cuenta enseguida de que lo que hace que funcionen las modificaciones de Selene son las reducciones del principal. La analista hipotecaria de Amherst Securities Group, Laurie Goodman, escribía a finales de 2010 que 11 millones de prestatarios podían perder sus viviendas en ejecución si no se reducía el principal de la hipoteca. “Ignorar el hecho de que el prestatario puede impagar y lo hará cuando sea su solución más económica es un caso caro de negación”, escribía Goodman.

Una institución de préstamo rescatada como Fannie Mae o Bank of America no tiene incentivo para negociar. Y de hecho los bancos no están haciendo nada. La investigación de Whitney Tilson en T2 Partners LLC demuestra que de los propietarios de viviendas que no han hecho ningún pago en un año, el 23,6% no ha sufrido una ejecución hipotecaria. De los propietarios con retrasos de seis meses, casi el 32% no han tenido noticias de ninguna demanda de sus prestamistas. Un 14% de los que no han pagado la hipoteca en dos años aún no han sufrido ejecución hipotecaria.

El jefe de “mitigación de pérdidas de crédito” de Bank of America, Jack Schakett, dijo en una conferencia telefónica a los analistas reunidos: “Hay un enorme incentivo para lo clientes en irse, porque conseguir una renta gratuita y esperar a la ejecución puede ser muy atractivo para los clientes”.

Un ejecución típica, decía, lleva hasta 14 meses y por tanto la cifra de impagos estratégicos es “más de la que hayamos experimentado nunca”.

Un cambio en las reglas 157, 115 y 124 de la FASB en abril de 2009 permitió a los bancos ejecutar una hipoteca sin tener que asumir una pérdida hasta que se vendiese esa casa. Sin embargo, si el banco acuerdo una venta a corto, debe asumir inmediatamente la pérdida.

“Las modificaciones de préstamos en Nevada son particularmente una broma”, decía el analista inmobiliario de Las Vegas, Larry Murphy al Las Vegas Review Journal. “Son una pérdida de tiempo, esfuerzos y gastos para todos, tanto prestamista como prestatario”. Rick Sarha, de RealtyTrac, afirma que probablemente habría menos impagos estratégicos si los bancos estuvieran más dispuestos a trabajar de buena fe con los propietarios de viviendas”.

El Making Home Affordable Program (HAMP) del gobierno federal se implantó al empezar el crash para modificar las hipotecas. Al programa se le asignaron 75.000 millones de dólares, pero al acabra octubre de 2010, el coste esperado era de 29.000 millones, según la jefa de tesorería de la Homeownership Preservation Office, Phyllis Caldwell.

Daniel Indiviglio, de The Atlantic, hizo algunas suposiciones y números para determinar el coste por modificación. Indiviglio concluyó que el programa solo tuvo un éxito del 41%, pero suponía que podía ser mayor: un 50%.

Continúa diciendo: “Pero no hemos acabado. Muchos de ellos volverán a impagar. Hasta ahora la tasa de re-impago del HAMP es realmente bastante buena. Solo un 25% de los préstamos de al menos 12 meses están impagados durante 60 o más días. Pero con el tiempo aumentará este porcentaje”. ¿Un cuarto de las modificaciones del HAMP re-impagadas e Indiviglio piensa que está bien?

El editor de TheAtlantic.com suponía una tasa de re-impago del 40% y en concreto poco menos de 530.000 modificaciones con éxito, por un total de 29.000 millones de dólares o 54.757$ por modificación. Este coste no redujo el principal de ningún préstamo, sino que solo pagó la burocracia para administrar el programa y mover papeles.

“Si sabes bastante acerca de las modificaciones hipotecarias”, escribe Indiviglio, “sabes que muchas están destinadas al fracaso”.

Los grandes bancos son incluso reticentes a aprobar ventas a corto, a pesar de ser la forma más eficiente en costo de resolver las hipotecas insolventes. Michael Powell informaba en el New York Times acerca de una mujer de Phoeniz que trataba de hacer una venta a corto, en la que el precio era de sollo 6.000$ menos que el balance de su hipoteca. El prestamista GMAC rehusó, eligiendo en su lugar ejecutar la vivienda, a pesar de su estimación de que recuperaría 19.000$ yendo por esa vía.

“Los bancos son históricamente reticentes a hacer ventas a corto, temiendo que de alguna manera el propietario de la vivienda obtenga alguna ventaja sobre ellos”, decía Diane E. Thompson, del consejo del National Consumer Law Center al NYT. “Existe esta creencia irracional de que si ejecutas y te quedas con la propiedad durante seis meses, por alguna razón los precios rebotarán”.

Pero Powell apunta a la razón real de que los bancos no quieran aprobar ventas a corto: “un cambio regulatorio de abril de 2009  en una oscura ley federal de contabilidad. El cambio, en la práctica, permitía a los bancos ejecutar una vivienda sin tener que contabilizar una pérdida hasta que se vendiera esa casa. Por el contrario, si un banco está de acuerdo en una venta a corto, debe contabilizar inmediatamente la pérdida”.

Las enmiendas a la reglas 157, 115 y 124 de la FASB permitían a los bancos mayor discrecionalidad a la hora de determinar qué precio tenían ciertos tipos de títulos en sus balances y el reconocimiento de otras dificultades que no sean temporales.

“Las nuevas reglas las promovió la American Bankers Association, y no es sorprendente que permitan a los bancos aumentar sus beneficios reportados y fortalecer sus balances al permitirles aumentar los valores reportados de sus activos tóxicos”, escribía en su blog, “The Baseline Scenario”, James Kwak, coautor de 13 Bankers: The Wall Street Takeover and the Next Financial Meltdown, justo después de que la FASB enmendara sus reglas.

El hombre que dirige el mayor fondo de bonos del mundo, Bill Gross, dice que Estados Unidos debería llegar a la “completa nacionalización” de las finanzas hipotecarias. Pacific Investment Management Company (PIMCO) está entre los mayores tenedores de hipotecas respaldadas por EEUU y Mr. Gross, jefe de PIMCO, dijo en una conferencia inmobiliaria en agosto de 2010: “Sugerir que hay mucho espacio para financiación privada en el futuro de la financiación de la vivienda no es realista. El gobierno es parte de nuestro futuro. Necesitamos un balance público. Sugerir que el mercado privado vuelva es sencillamente inviable. No funcionará”.

En el sitio web de PIMCO, Gross ampliaba los comentarios que hizo en Capitol Hill.

Más tarde esa mañana, delante de cámaras de mi cadena favorita de televisión, C-SPAN, ejercité (exorcicé) mi papel de líder al proponer una solución para resolver Fannie Mae (FNMA) y Freddie Mac (FHLMC) y la evolución de las finanzas inmobiliarias en Estados Unidos. Propuse una solución que reconocía la necesidad, no la conveniencia, de implicar al gobierno, lo que se haría uniendo a FNMA, FHLMC y otras agencias inmobiliarias en una agencia gigantesca (llamémosla GNMA o Government National Mortgage Association a falta de un acrónimo más perfecto) y garantizando una mayoría de las originaciones existentes y futuras. Los contribuyentes estarían protegidos mediante una estricta regulación, cuotas de entrada adecuadas y un fondo de garantía creado con una tasa de 50-75 puntos básicos asociada a todas y cada una de las hipotecas.

Gross continúa escribiendo:

Mi argumento para la necesidad de respaldo público se basaba sustancialmente en esta observación de sentido común, psicológica y de hecho sociológica de que la gran debacle inmobiliaria de 2007-2010+ tendría una profunda influencia en compradores de viviendas y vendedores de hipotecas en las próximas décadas. Lo que aprendimos de la Gran Depresión fue, por ejemplo, que los estadounidenses, al menos durante una generación o más, se convirtieron en ahorradores, dominados la inseguridad de las tasas de desempleo por encima del 20% y la importancia de que retornara su dinero frente a obtener retornos de su dinero. No debería ser distinto esta vez, a pesar de que la Gran R. es una versión atemperada de la Gran D. Los estadounidenses saben ahora que los precios de las viviendas no siempre suben y que pueden de hecho bajar en un 30-50% en pocos años. A causa de esta experiencia, los prestamistas de hipotecas privadas reclamarán entradas extraordinarias, historiales impecables de crédito e intereses significativamente mayores de los que nos tienen acostumbrados los mercados en las últimas décadas. ¿Podría un observador neutral creen de verdad que promociones inmobiliarias de dos millones o incluso de un millón anual podrían generar bajo el ala del mercado privado? Frente al Secretario del Tesoro, Geithner, y la audiencia reunida, dije que era imposible. Déjenme que lo cambie por “ridículo”.

Los políticos no solo tienen que considerar los “flujos” futuros de nuevas originaciones de hipotecas, sino la “existencia” actual de hipotecas ya creadas. FNMA y FHLMC poseen o han avalado 4,5 billones de dólares de los 11 billones del mercado hipotecario actualmente en libros. Como el Tesoro contempla la “transición” agencia conservadora a manos públicas o privadas, ¿cómo podrían razonablemente suponer los defensores del mercado privado que el dinero de pensiones, seguros, bancos y del tipo PIMCO añada voluntariamente a su cartera casi 5 billones de dólares de hipotecas no garantizadas y en muchos casos calificadas como basura? No lo harían. Tenemos un problema, tíos. Al haberse acostumbrado a un mercado inmobiliario ayudado  e instigado por el Tío Sam, no puede acabarse con la costumbre pasando el mono en el bando del préstamo privado. El coste sería enorme en términos de rentabilidad: 300-400 puntos básicos por encima de lo ofrecido actualmente, acabando con cualquier esperanza de una recuperación de la economía liderada por la vivienda. (Las negritas son de Gross).

Gross decía al Financial Times que no compraría bonos hipotecarios sin un respaldo continuo explícito del Tío Sam. “Sin una garantía pública, como inversor privado, solicitaría a los prestatarios una cuota de entrada de al menos el 30% y la mayoría de los primeros compradores de viviendas no pueden permitirse eso”.

Lo que estaba diciendo Gross sin decirlo es que el papel hipotecario que tenía su empresa valdría una fracción de su valor facial si no fuera por la garantía pública. Si se les hubiera permitido quebrar, las hipotecas que tenían Fannie y Freddie se cambiarían como peniques a dólar en algunos casos. Gross también se da cuenta de que los prestamistas privados no van a emitir préstamos a 30 años con cuotas de entrada bajas y puede que no hagan apuestas a 30 años en absoluto.

Estos préstamos so son viables con garantía del gobierno y un mercado secundario soportado por el contribuyente.

En The Ethics of Liberty, el Profesor Rothbard imagina el ejemplo del propietario de un teatro que contrata a un autor para una función en cierta fecha. El actor cambia de opinión no aparece. ¿Debería obligarse al actor a actuar? Rothbard dice que o, que sería esclavitud. ¿Debería el actor ser obligado a reembolsar al propietario del teatro los anuncios y otros gastos? No, el actor no debería “verse obligado a pagar por su falta de previsión y mal emprendimiento”.

Pero por supuesto si se ha pagado al actor y no actúa, se le debería obligar a devolver el dinero. Rothbard apunta que problemas como éste se resuelven en una sociedad libertaria requiriendo al actor que cree un bono de rendimiento. “En resumen, si los propietarios de tetaros quieren evitar el riesgo de que no actúe, podrían rechazar firmar el contrato salvo que el actor esté de acuerdo en crear un bono de rendimiento en caso de no aparecer”.

En el caso de los impagos hipotecarios, el colateral a la propiedad es el bono de rendimiento. Si el prestatario no paga, se entrega el colateral. Una parte básica de asumir el riesgo de un préstamo hipotecario es “asegurarse de que la casa tiene el valor suficiente como para cubrir el valor del préstamo”, escribe Guy Stuart en Discriminating Risk. Si eso no satisface la deuda, en la mayoría de los estados los prestamistas pueden decidir ir contra otros activos del prestatario. Cualquier deficiencia o pérdida que sufra el prestamista se debe a su “falta de previsión y mal emprendimiento”.

Algunos dicen también que irse de las hipotecas llevaría a una caída en el valor de otras propiedades en un barrio y es inmoral porque la acción del moroso daña las finanzas de sus vecinos, como si tuviéramos una obligación para con nuestros vecinos para hacer todo lo que podamos por mantener y aumentar los valores de las propiedades en todo el barrio. Nadie tiene ese poder. Es un argumento similar al que usan los políticos ald enunciar a los vendedores a corto, que éstos agravan los movimientos de precios y llevan más abajo los precios de acciones o bonos.

La denigración del valor de la propiedad de un vecino puede compararse con calumniar su buen nombre en el caso de injurias o libelo. Como explica Rothbard en  For a New Liberty, “Los que hacen las leyes de injurias y calumnias es, en resumen, argüir un ‘derecho de propiedad’ de alguien sobre su propia reputación”. Pero una persona no posee su propia reputación e igualmente, aunque pueda tener un título de una vivienda, tampoco posee la reputación o el valor reputado de su vivienda. El valor reputado es “puramente una función de los sentimientos y actitudes subjetivos que tiene otra gente”, como explica Rothbard acerca de las reputaciones. Lo mismo vale para sentimientos y actitudes colectivos en el mercado de la propiedad. Igual que “la reputación de una persona fluctúa constantemente, de acuerdo con las actitudes y opiniones del resto de la población”, lo mismo pasa con los valores atribuidos a las propiedades.

Sacrificarse por el bien común significa cambiar un valor mayor por otro menor. Requiere un empobrecimiento por parte del individuo para beneficiar a los que le rodean.

Un argumento similar es que los impagos estratégicos aumentarían para el resto el coste de los empréstitos. Los bancos tendrían que cobrar a todos tipos de interés más altos en nuestras hipotecas para incluir los riesgos de que muchos estadounidenses sencillamente decidan irse de sus hipotecas si se desploma el valor de sus viviendas.

Por el contrario, es más probable que los prestamistas ofrezcan incluso tipos de interés más bajos a quienes tengan buenos historiales crediticios y préstamos bajos en relación con valores y costes porque reconozcan que los valores de las viviendas pueden bajar. Al potenciar las burbujas a productores ineficientes, los aumentos extraordinarios en los valores colaterales hacen que todos los solicitantes de hipotecas parezcan dignos de crédito. ¿Por qué ofrecer tipos bajos y buenas condiciones cuando aumentar los valores del colateral hace que todos los préstamos sean buenos?

Crashes, depresiones y recesiones eliminan a los ineficientes e indignos de crédito. Poner precio a los préstamos puede realmente ser más racional que seguir adelante. Al digno de crédito se le reconocerá como tal por rendir durante circunstancias difíciles y poner precio a los préstamos lo reflejaría. Se pagarían tipos de interés más altos por parte de quienes se vean menos dignos de crédito. O éstos no obtendrían crédito en absoluto, obligando a los prestamistas a competir agresivamente por los menores créditos de buena calidad. Esto forzaría a la baja los tipos, no al alza.

La idea de que como individuos somos responsables de los que nos rodean entra en conflicto con la visión libertaria. Como apuntan Linda y Morris Tannehill en su innovador manifiesto anarcocapitalista The Market For Liberty: “Como la vida humana es lo que hace posible todos estos valores, la moralidad significa actuar en su propio interés, lo que significa actuar a favor de la vida”. Los Tannehill apuntan que sacrificarse por “el bien común” hace del hombre un animal sacrifical, por debajo de una propuesta a favor de la vida.

Sacrificarse por el bien común significa intercambiar un valor mayor por un menor. Requiere un empobrecimiento por parte del individuo para beneficiar a los que le rodean. “Los conflictos se producen cuando los hombres ignoran el interés propio y aceptan la idea de que el sacrificio es beneficioso: el sacrificio siempre va contra la vida”, escriben los Tannehill.

Una persona moral actúa en su propio interés y a su vez no obliga a otros a sacrificarse. El libertario moralista por defecto podría decir que otros se están sacrificando si el impagador estratégico no cumple con sus obligaciones. Pero repito que éste no se va sin costes y los prestamistas asumen un riesgo empresarial cuando prestan dinero. Por eso los prestamistas toman casas como aval en los préstamos hipotecarios y no prestan dinero sin garantías.

¿Pero están los prestamistas modernos tomando riesgos empresariales? El gobierno federal se ha asegurado de que no importe cuántos malos préstamos tengan, Fannie Mae, Freddie Mac, Bank of America y otras grandes instituciones financieras importantes para el sistema seguirán en el negocio. Como explicaba David Einhorn, de Greenlight Capital en un discurso realizado en una conferencia del Grant’s Interest Rate Observer en 2008:

Los propietarios, empleados y acreedores de estas instituciones se ven recompensados cuando tienen éxito, pero somos todos nosotros, los contribuyentes, los que quedamos en el alero si fracasan. A esto se le llama beneficios privados y riesgo socializado. Cara, yo gano. Cruz, tu pierdes. Es un sistema de Robin Hood a la inversa.

Ampliando el punto está el analista bancario Chris Whalen, que escribía en el sitio web:

La política de la Fed y el Tesoro con respecto a los grandes bancos es socialismo de estado con mayúsculas, sin ni siquiera la pretensión de un mayor bien público.

Olvidemos al Secretario del Tesoro Tim Geithner mintiendo acerca de las pérdidas relativamente pequeñas de American International Group (AIG): el fraude y la ofuscación ahora funcionando en Washington para proteger a los bancos y GSE demasiado grandes para caer se cuentan por billones de dólares y llegan al nivel de traición. Y lo más triste es que toda la contemporización y excusas de la Fed y la Casa Blanca serán en vano. Los bancos y GSE zombies se enfangarán hasta que los costes operacionales de atender malos préstamos les engullan. Entonces serán rescatados (de nuevo) o reestructurados.

Así que mientras que se espera que los prestatarios hagan pagos sobre activos con un valor inevitablemente inferior hasta que quiebren, a los prestamistas a los que están pagando éstos so se les permite ir a la bancarrota sin que importen los errores empresariales que hayan cometido. A uno le cuesta ver la moralidad en esto.

Cuando se le pregunta acerca de la moralidad de los impagos estratégicos, mucha gente responde que está bien impagar si no puedes pagar, pero si puedes, es inmoral (algo similar al argumento de la “capacidad de pago” de quienes apoyan los impuestos progresivos). Rothbard explicaba en Poder y mercado que el principio de capacidad de pago no puede justificar con un argumento lógico. Si se penaliza a los capaces, disminuyen producción y servicios “y en proporción al grado de esa capacidad”, escribe Rothbard. “El resultado será el empobrecimiento, no solo de los capaces, sino del resto de la sociedad, que se beneficia de sus servicios”.

¿Cómo define uno la capacidad de pago? ¿Suficiente renta después de impuestos con todos los adultos trabajando para atender la deuda y suficiente dinero restante para alimentos y otros productos esenciales? ¿Qué pasa si cada adulto puede realizar dos trabajos ganando lo suficiente como para pagar la hipoteca? ¿O tres trabajos cada uno?

¿Deberían los propietarios de viviendas hacer que otra familia se mude y hacer que las familias roten en el uso de la casa, con los respectivos adultos haciendo turnos complementarios (un grupo de adultos trabaja por el día, el otro por la noche)? Muchas familias hispanas hacían esto en un pueblo abierto las 24 horas como Las Vegas durante el auge inmobiliario para poder pagar una vivienda. Los constructores atendían a estos compradores en la parte noroeste de precios más bajos de la ciudad, construyendo casas relativamente pequeñas (por debajo de 200m2), divididas en siete dormitorios.

¿A qué debería renunciar una persona para hacer sus pagos? ¿Comida, educación, transporte, dinero para vivir en la ancianidad?

Durante la hiperinflación de la Alemania de Weimar, las mujeres e hijas de la clase media se dedicaban a la prostitución para mantener un techo sobre las cabezas de sus familias y comida. ¿Es un Imago estratégico si las mujeres (o los hombres) de la familia no atienden sexualmente a clientes por dinero para pagar la hipoteca? Si no es así, uno se pregunta por qué los moralistas del impago ponen aquí el límite.

[Walk Away (2010)]

Publicado el 2 de septiembre de 2011. Traducido del inglés por Mariano Bas Uribe. El artículo original se encuentra aquí.