“Las leyes que prohíben el porte de armas, desarman sólo a aquellos que no están ni inclinados, ni decididos a cometer crímenes. Tales leyes empeoran las cosas para los asaltados y las mejoran para los asaltantes. Ellas sirven más para estimular que para prevenir los homicidios, pues un hombre desarmado puede ser atacado con mayor seguridad que uno armado”.