Ley sin estado

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Sin duda, el sistema legal es una faceta de la sociedad que requiere la provisión del estado.# Incluso defensores del laissez faire como Milton Friedman  y Ludwig von Mises creían que debía existir un gobierno para proteger la propiedad privada y definir las “reglas del juego”.

Sin embargo, sus argumentos se centran en la necesidad de la propia ley. Sencillamente asumen que el mercado es incapaz de definir y proteger los derechos de propiedad. Se equivocaban.

En este ensayo, argumento que la eliminación del estado no lleva a un caos sin ley. Aparecerían instituciones voluntarias para resolver eficaz y pacíficamente# las disputas que se producen en la vida diaria. No es solo que el mercado sería más eficiente: también sería más equitativo que la alternativa del gobierno.

Igual que los halcones de la derecha adoptan la idea orwelliana de que la guerra es la paz, los igualitarios de la izquierda, creen que la esclavitud es la libertad.# Los halcones realizan guerras eternas para acabar con la guerra, mientras que los socialdemócratas se dedican al robo masivo (o a los “impuestos”, como lo llaman) para eliminar el delito.

Primero, debemos abandonar esas monstruosas paradojas. No hace falta ningún rey para crear el idioma, el dinero o la ciencia y no hace falta ningún gobierno para crear un sistema legal justo.

Contrato

Primero, debemos abandonar la idea de un mítica “ley de la tierra”. No tiene que haber una sola batería de leyes que obliguen a todos. En todo caso, un sistema así no ha existido nunca. Las leyes en cada uno de los 50 estados son diferentes y la diferencia en los sistemas legales entre países es incluso más pronunciada. Aún así seguimos nuestras vidas diarias e incluso visitamos y hacemos negocios con otras naciones, sin demasiados problemas.

Todas las acciones en una sociedad puramente libre# estarían sujetas a contratos. Por ejemplo, actualmente robar es un delito porque eso dice el legislativo. Un futuro empresario que me contrate sabe que si robo a su empresa, puede notificarlo al gobierno y éste me castigará.

Pero en una sociedad sin estado no habría un cuerpo legal legislado, ni tribunales o policía públicos. Sin embargo, a los empresarios les gustaría seguir teniendo alguna protección ante el robo de sus empleados. Así que antes de contratar a un solicitante de empleo, el empresario le haría firmar un documento# que tuviera cláusulas con el sentido de “Prometo no robar a la empresa Acme. Si me descubren robando, según establece la Agencia de Arbitraje X, acepto pagar cualquier indemnización que la Agencia X considere apropiada”.

Vemos inmediatamente dos cosas en este contrato. Primero, es completamente voluntario: cualquier “derecho” que obligue al empleado ha sido aceptado por él por adelantado. Segundo, la existencia de la Agencia de Arbitraje X asegura la justicia y la objetividad en cualquier disputa.

Para verlo, supongamos que no lo hace. Supongamos que una gran empresa sobornara a los árbitros de la Agencia X, de forma que los trabajadores vagos (que iban a ser despedidos de todas maneras) fueran (falsamente) acusados por los empresarios por malversación, y que la Agencia X siempre decida que son “culpables”. Con este plan, la gran empresa podría defraudar miles de dólares a sus malos empleados antes de despedirlos. Y como los desventurados empleados habían aceptado por adelantado acatar el resultado del arbitraje, no podrían hacer nada.#

Pero después de pensarlo, es fácil ver que ese comportamiento sería absurdo. El que una agencia de arbitraje decida de cierta manera no haría que todos estén de acuerdo con ella, igual que la gente se queja de las escandalosas decisiones de los jueces públicos. La prensa reflejaría las decisiones injustas y la gente perdería la fe en la objetividad de las decisiones de la Agencia X. Los potenciales empleados lo pensarían dos veces antes de trabajar en esa empresa, mientras requiera (en sus contratos de trabajo) que la gente se someta a la sospechosa Agencia X.

Otras empresas utilizarían agencias de arbitraje distintas y más respetables y los trabajadores acudirían a éstas. Pronto, la empresa corrupta y la Agencia de Arbitraje X sufrirían enormes sanciones financieras por su comportamiento.

Bajo la anarquí de mercado, todos los aspectos de la interacción social estarían “regulados” por contratos voluntarios. La empresas especializadas probablemente proporcionarían formas estandarizadas de forma que los nuevos contratos no tendrían que redactarse cada vez que la gente lleva a cabo negocios. Por ejemplo, si un cliente comprara algo en una tienda, ésta porbablemente le hiciera firmar un formulario que dijera algo del tipo “Acepto las provisiones de la edición 2002 del Procedimientos Estándar de Pago Aplazado tal y como los publicó la empresa legal Ace”.

Pericia

Bajo este sistema, los expertos legales escribirían la “ley de la tierra”, no los políticos corruptos e ineptos. Y estos expertos serían elegidos en abierta competencia con todos los rivales. Ahora mismo se pueden comprar manuales de estilo “definitivos” para escribir trabajos de fin de trimestre o diccionarios de la lengua inglesa. El gobierno no necesita determinar los “expertos” en estos campos. Sería igual con los contratos legales privados. Todos conocen las “normas” de la gramática como todos conocerían lo que es “legal” y lo que no lo es.

Asesinato

Por supuesto, una de las estipulaciones básicas en cualquier relación contractual (ya sea entrando en un centro comercial o viviendo en una cooperativa de barrio) sería una fuerte prohibición del asesinato. En otras palabras, todos los contratos de este tipo tendrían una cláusula que dijera: “Si soy condenado por asesinato, acepto pagar y millones de dólares al patrimonio del interfecto”. Naturalmente nadie firmaría un contrato así, salvo que estuviera seguro de que los procedimientos de enjuiciamiento utilizados para determinar su culpabilidad o inocencia tuvieran una fuerte presunción de inocencia: nadie querría ser culpado de un asesinato que no cometió. Pero por otro lado, los procedimientos tendrían que diseñarse de forma que siga habiendo una buena posibilidad de que la gente culpable fuera condenada realmente, ya que la gente no quiere comprar en centros comerciales en los que el asesinato quede impune.

Y como todos los contratos de este tipo (excepto posiblemente en áreas muy excéntricas frecuentadas por gente a la que le guste vivir peligrosamente) contendrían esas cláusulas, uno podría decir que “el asesinato es ilegal” en toda la sociedad anarquista, a pesar de que las normas y sanciones tangibles podrían diferir de un área a otra. Pero esto no es distinto de nuestro sistema actual# y nadie duda de que “el asesinato es ilegal” en los actuales Estados Unidos.

Rentabilidad del estándar

La belleza de este sistema es que se tienen en cuenta los deseos en competencia de todos. El mercado resuelve el problema todos los días en relación con otros bienes y servicios. Por ejemplo, sería muy cómodo para los clientes que una tienda abriera 24 horas al día. Pero por otro lado, esas largas jornadas serían muy tediosas para sus trabajadores. Así que el sistema del mercado de pérdidas y ganancias determina las horas de apertura “correctas”.

De la misma manera, veíamos antes como se determinarían las reglas tangibles bajo un sistema de derecho privado. Como la gente se sometería por sí misma contractualmente a las decisiones de cierta agencia de arbitraje, ésta necesitaría una reputación de objetividad y justicia para los acusados. Pero por otro lado, los propietarios de tiendas, empresas, alquileres de vehículos, etc. querrían algunos medios de indemnización en caso de robo y por tanto las agencias de arbitraje no podrían ser demasiado indulgentes. Respecto de las horas de apertura de una tienda, también los procedimientos legales se determinarían por la prueba de las pérdidas y ganancias. Puede que haya jurados, puede que no. No podemos predecir esto por anticipado, igual que no podemos decir a priori cuántos triciclos “deberían” fabricarse este año: dejamos que el mercado se ocupe automáticamente de ello.

Seguros

El sistema contractual antes descrito parece funcionar bien, salvo por un problema molesto: ¿Cómo puede la gente pagar estas duras multas? Es verdad que alguien podría firmar un papel, prometiendo indemnizar a su empresa si se le pilla robando. Pero supongamos que roba de todas maneras y la agencia de arbitraje le encuentra culpable, pero no tiene dinero. ¿Qué pasa entonces?

Bueno, ¿funciona nuestro sistema actual de daños por vehículos? Ahora mismo, si rozo a alguien, debo pagar una dura sanción. O más bien, ha de hacerlo mi compañía de seguros.

Pasaría lo mismo con todos los pleitos y delitos bajo el sistema que he descrito. Una compañía de seguros actuaría como garante (o avalista) de los contratos de un cliente con diversas empresas. Igual que el banco utiliza expertos para tomar el dinero de los depositantes y asignarlo eficientemente a los prestatarios, también los peritos de la compañía aseguradora determinarían los riesgos de cierto cliente (es decir, la probabilidad de que viole contratos robando o matando) y cobraría la prima apropiada. Así, otras empresas no tendrían que controlar a todos sus clientes y empleados: la única responsabilidad de las empresas sería asegurarse de que todos aquellos de los que se ocupan tengan una póliza con una agencia seguradora respetable.

Bajo este sistema, se paga siempre inmediatamente a las víctimas de un delito. (Comparemos esto con el sistema público, en el que las víctimas normalmente no obtienen nada, salvo la satisfacción de ver al criminal tras las rejas). También habría incentivos para que la gente se comporte responsablemente. Igual que los malos conductores pagan primas más altas por su seguro de coche, también a los reincidentes se les cobrarían primas más altas por parte de su aseguradora.

¿Y por qué debería preocuparse la persona con tendencias criminales acerca de su compañía de seguros? Bueno, si dejara de pagar sus primas, su cobertura desaparecería. Sin nadie que avale sus obligaciones contractuales, esa persona sería un muy mal cliente o empleado. La gente no le contrataría o confiaría en él para echar un vistazo en una cacharrería, ya que no habría recurso “legal” si hiciera algo “criminal”. Para arreglárselas en la sociedad, sería extremadamente útil mantener nuestra cobertura de seguro pagando siempre las primas. Y eso significaría que a uno le interesaría mucho evitar realizar actividades criminales, ya que esa sería la forma de mantener bajas las primas.

Es verdad que esos argumentos parecen descabellados. Pero no son más improbables que el moderno sistema de tarjetas de crédito. La gente tiene enormes líneas de credito otorgadas, a veces solo rellenando un formulario, y es extremadamente sencillo realizar un fraude en tarjetas de crédito. Un pródigo puede amasar una enorme deuda y sencillamente rehusar pagarla, aunque en la mayoría de los casos nada le pasará físicamente. Pero la mayoría de la gente no se comporta de una forma tan irresponsable, porque no quiere arruinar su historial crediticio. Si lo hace, sabe que se verá privado por siempre de esta maravillosa herramienta de la sociedad capitalista.

Prisión

Ya hemos establecido que puede imaginarse teóricamente un sistema de derecho contractual voluntario y que funcionaría incluso en una sociedad de gente con intereses propios pero en definitiva racional.

¿Pero qué pasa con los casos realmente difíciles? ¿Qué pasa con el ladrón de bancos incorregible o el asesino chalado del hacha? Indudablemente siempre habrá individuos anormales y antisociales que, por maldad o ignorancia, ignoran los incentivos y cometen delitos. ¿Cómo podría ocuparse de esta gente un ideal de anarquía de mercado?

Primero, tengamos en cuenta que donde haya alguien en una sociedad puramente libertaria,# estaría en la propiedad de alguien. De esta manera se podría utilizar la fuerza para ocuparse de los criminales sin violar sus derechos naturales.

Por ejemplo, el contrato# de un cine tendría una cláusula que rezara: “Si se me juzga culpable de un delito por parte de una agencia de arbitraje respetable [tal vez listada en un Apéndice], libero  al dueño del cine de cualquier responsabilidad si hombres armados me expulsan de su propiedad”.

Así que vemos que no hay contradicción en usar fuerza para capturar a los fugitivos en una sociedad completamente voluntaria. Todos esos usos han sido autorizados por anticipado por los propios receptores.#

¿Pero a dónde se llevaría en “custodia” a estos irresponsables? Se crearían empresas especializadas, ofreciendo alta seguridad similar a la de las cárceles actuales- Sin embargo las “cárceles” en la anarquía de mercado competirían entre sí por atraer criminales.

Pensemos: Ninguna aseguradora respondería por un asesino en serie si solicitara un empleo en la biblioteca local, pero sí se ocuparía de él si acordara vivir en un edificio seguro bajo fuerte vigilancia. La compañía de seguro se aseguraría de que la “cárcel” que la mantuviera estuviera bien gestionada. Después de todo, si la persona escapara y matara de nuevo, se consideraría responsable a la empresa de seguros, ya que se comprometió a indemnizar cualquier daño que cometan sus clientes.

Por otro lado, no habría crueldad inapropiada con los prisioneros en un sistema así. Aunque no tendrían posibilidades de escapar (al contrario que en las prisiones públicas), no serían golpeados por guardias sádicos. Si lo fueran, simplemente se trasladarían a una cárcel diferente, igual que los viajeros pueden cambiar de hoteles y consideran que el personal ha sido descortés. Repito que a la compañía de seguros (que responde por una persona violenta) no le importa qué prisión elija el cliente, siempre que sus inspectores hayan determinado que ésta no deja escapar a su cliente y mezclarse con la población general.

Dudas

Aunque superficialmente coherente y funcional, el sistema propuesto de leyes del mercado indudablemente engendrará escepticismo. En aras de la brevedad, me ocuparé de algunas preocupaciones comunes (y válidas).#

“¿Qué pasa con alguien que no tenga seguro?”

Si un individuo no tiene seguro, otra gente no tendrá recurso garantizado si aquél daña o roba su propiedad. Por tanto a ese individuo se le verá con sospecha y la gente tendrá reticencias a trabajar con él, salvo para transacciones únicas por cifras pequeñas. Probablemente fuera incapaz de obtener un trabajo a tiempo completo, un préstamo bancario o una tarjeta de crédito. Muchas áreas residenciales y comerciales probablemente obliguen a todos los visitantes a tener pólizas válidas antes de permitirles siquiera entrar.#

Así que vemos que quienes no tengan seguro tendrían sus opciones, incluyendo su libertad de movimientos, seriamente restringidas. Al mismo tiempo, las primas para un contrato básico de seguro, al menos para gente con historial criminal, serían bastante bajas.# Así que no habría mucha gente por ahí sin este tipo de seguro. Es verdad que alguna gente seguiría cometiendo delitos y no tendría ninguna compañía de seguros que pagara los daños, pero esos casos van a producirse bajo cualquier sistema legal.

Además, una vez que alguien (sin seguro) haya cometido un delito grave, seguiría siendo perseguido por detectives, igual que bajo el sistema público. Y si estos detectives privados (mucho más eficientes) le encuentran en cualquier momento o un propiedad normal, tendrían todo el derecho a arrestarle.#

Agencias en guerra

Los críticos a menudo rechazan el derecho privado alegando que las disputas entre agencias de aplicación llevarían al combate, ¡aunque esto ocurre entre gobiernos constantemente! En realidad, los incentivos para una resolución pacífica de las disputas serían mucho mayores en la anarquía de mercado que en el sistema actual. El combate es muy caro y las empresas privadas tienen mucho más cuidado con sus activos que los funcionarios públicos con la vida y la propiedad de sus súbditos.

En todo caso, quienes se dediquen a la “guerra” en una sociedad libre serían tratados como cualquier otro asesino. Al contrario que los soldados del gobierno, los mercenarios privados no recibirían privilegios especiales para dedicarse a una violencia consentida. Las agencias que interpreten la ley no serían las mismas que las que la aplican. No hay razón intrínseca para preocuparse por batallas entre agencias de aplicación privada,# no más que por las batallas entre ejército y armada públicos.

“¿No aparecería la Mafia?”

Es paradójico que el miedo al gobierno de las familias del crimen organizado haga que la gente apoye al estado, que es la asociación más “organizada” y criminal de la historia humana. Incluso si fuera verdad que bajo la anarquía de mercado la gente tuviera que pagar dinero por protección y coaxialmente se vería aporreada, esto sería una gota en el cubo comparada con las muertes por impuestos y guerras causadas por los gobiernos.

Pero incluso esto es conceder demasiado. Pues las mafias consiguen su fortaleza del gobierno, no del mercado libre. Todos los negocios asociados tradicionalmente con el crimen organizado (juego, prostitución, usura, tráfico de drogas) están prohibidos o fuertemente regulados por el estado.# En la anarquía del mercado, los verdaderos profesionales eliminarían a esos competidores sin escrúpulos.

“¡Tus compañías de seguros se convertirían en estado!”

Por el contrario, las compañías privada que proporcionen servicios legales tendrían mucho menos poder bajo la anarquía de mercado que el que poseen actualmente los gobiernos. Lo más evidente es que no tendrían ningún poder de imponer o monopolizar el “servicio”. Si una compañía de seguros concreta se resistiera a pagar demandas legítimas, esto se sabría rápidamente y la gente tendría esto en cuenta cuando se relacionara con clientes de esta empresa desprestigiada.#

El miedo a que (bajo la anarquía de mercado) los individuos privados reemplacen a los políticos olvida la verdadera causa de los daños del estado. Al contrario que los monarcas feudales, los gobernantes democráticos no poseen realmente los recursos (incluyendo los humanos) que controlan. Además, la duración de su gobierno (y por tanto del control de estos recursos) es muy incierta. Por estas razones, políticos y otros funcionarios públicos no ejercitan mucho cuidado en mantener el valor (de mercado) de las propiedades en su jurisdicción. Los accionistas de una empresa privada tienen sin embargo todo el interés en elegir personal y política que maximicen la rentabilidad de la empresa.

Todos los horrores del estado (impuestos onerosos, brutalidad policial, guerra total) no son solo monstruosos, sino que son asimismo groseramente ineficientes. Nunca sería rentable para las empresas aseguradoras y legales anarquistas reproducir las políticas establecidas por los gobiernos.#

Niños

La cuestión de los niños es una de las más difíciles. A primera vista, apuntemos que evidentemente los padres preocupados solo acudirían a esas escuelas y vivirían en esas casas o urbanizaciones en las que las protección de sus hijos fuer a importancia capital para el personal.

Aparte de esto, las “prohibiciones” básicas de abuso y abandono de los hijos por los padres podrían estipularse en el contrato de matrimonio. Además de cualquier enamoramiento afectado, un matrimonio es en definitiva un sociedad de dos personas y las parejas prudentes indicarían socialmente este acuerdo, con todos sus beneficios y obligaciones. Por ejemplo, antes de abandonar su carrera para criar a los hijos de un hombre, un mujer puede requerir un compromiso financiero en caso de divorcio (es decir, de disolución de la asociación). De la misma manera, una cláusula estándar en los contratos matrimoniales podría definir y especificar sanciones por el tratamiento inapropiado de los niños.#

Otro punto a considerar es el papel potenciado de la adopción en una sociedad libre. Por mucho que choque a las sensibilidades modernas, habría un “mercado de bebés” a pleno funcionamiento, en el que los privilegios de paternidad se venderían al mejor postor.# Una parezca de mal gusto, un mercado así indudablemente reduciría el abuso de niños. Después de todo, los padres abusivos y negligentes son los que más probablemente ofrezcan a sus niños en adopción, mientras que las parejas enamoradas se permitirán pagar más generosamente por ellos.#

El polémico asunto del aborto, igual que otros conflictos en un sistema de derecho privado, se manejaría mediante empresas en competencia estableciendo políticas que mejor se ajusten a los deseos de sus clientes. Aquella gente tan horrorizada por esta práctica podría establecer una comunidad cerrada en la que todos los residentes estén de acuerdo en prohibir el aborto e informar sobre cualquiera que realice uno.#

Registro de títulos

En la anarquía de mercado, ¿quién definiría los derechos de propiedad? Si alguien entrega dinero para comprar una casa, ¿qué garantías tendría?

Es un asunto complejo y yo no soy capaz de concretar, ya que la solución real del mercado dependería de las circunstancias del caso y se basaría en la experiencia legal (mucho mayor que la mía) de toda la comunidad.# Puedo sin embargo hacer algunos comentarios generales.

Sea cual sea la naturaleza abstracta o metafísica del derecho de propiedad (si la tiene), el propósito de los títulos públicos es bastante utilitario: son necesarios para permitir a los individuos planificar y coordinar eficazmente sus interacciones mutuas. Las empresas especializadas (tal vez distintas de las agencias de arbitraje) mantendrían registros de los títulos de propiedad, ya sea para un área concreta o grupo de individuos. El registro de títulos probablemente se haría a través de una red compleja y jerárquica de dichas empresas.#

El miedo a agencias sinvergüenzas, declarándose unilateralmente como “propietarias” de todo, es completamente infundado. En la anarquía de mercado, las empresas que publiciten derechos de propiedad no serían las mismas que las que apliquen esos derechos. Más importante es que la competencia entre empresas proporcionaría verdaderos “controles y contrapesos”. Si una empresa empezara a desobedecer las normas comunitarias establecidas y codificadas en el merado, se arruinaría, igual que indudablemente un fabricante de diccionarios quebraría si sus libros contuvieran malas definiciones.

Regresión infinita

Una crítica compleja puede acusarme de que mi propuesta se basa en un argumento circular: ¿Cómo puede la gente usar contratos para definir derechos de propiedad cuando hace falta un sistema de derechos de propiedad para determinar qué contratos son válidos? Después de todo, Smith no puede vender un coche a Jones por cierta cantidad de dinero, salvo que se establezca de antemano que Smith es el justo dueño del coche (y Jones el dueño de la suma de dinero).#

Para encontrar la solución, debemos dividir el problema en dos partes. Primero deberíamos preguntar: “¿Puede el libre mercado ofrecer un fundamento para la interacción social?” Creo que las secciones anteriores han demostrado esto. Es decir, he demostrado antes que si tuviéramos un sistema de títulos de propiedad reconocido por empresas en competencia, entonces un sistema contractual que gobierne el intercambio de esos títulos formaría una base estable para el derecho privado.

Cuestión distinta es preguntar: “¿Cómo se definen y asignan inicialmente estos títulos?” Es un tema amplio y nos ocuparemos de él en la siguiente sección. Pero para ocuparnos del asunto en su relación con la supuesta regresión infinita, consideremos el derecho contractual.

El derecho contractual es una rama concreta del derecho, como lo es el derecho penal o el constitucional. Se usa, por ejemplo, para determinar si un contrato entre dos parte obliga legalmente a éstas. Ahora, no puede establecerse un derecho contractual en un sistema anarquista de derecho contractual, ¿no se daría esto por sentado?

No. Los compromisos contractuales realizados por individuos contendrían provisiones para todas las contingencias que gestiona hoy el derecho contractual. Por ejemplo, la compañía de seguros que respaldara a un cliente prometería: “Atenderemos todas aquellas deudas que nuestro cliente no abone, siempre que las obligaciones se hayan expresado en un contrato válido, de acuerdo con los términos descritos en el manual de Derecho Contractual Estándar publicado por la empresa legal Ace”.

El manual tal vez requiera firma con tinta, supervisión notarial para grandes cifras y que los firmantes de un contrato tuvieran edad y facultades suficientes y no estuvieran bajo coacción cuando se realice el contrato.# Como con todos los elementos del derecho privado, las reglas concretas que rijan la interpretación del contrato serían determinadas por los deseos de todos (posiblemente en conflicto), a través de la prueba de pérdidas y ganancias.

Finalmente, tengamos en cuenta que el juez final en un caso concreto es… el juez. No importa lo voluminosos que sean los libros de derecho o lo evidentes que sean los precedentes, todo caso dependerá en último término de la interpretación subjetiva de un árbitro o juez que debe dar la sentencia.#

No debemos olvidar nunca que los estatutos escritos como tales no valen de nada si no los emplean personas competentes y equitativas. Solo en un sistema competitivo y voluntario hay alguna esperanza de excelencia judicial.

“¿Cómo llegamos allí?”

El camino hacia una sociedad libre variará según la historia de una región y por consiguiente no nos vale ninguna descripción única. El camino que tomen los anarquistas de mercado de Corea del Norte indudablemente no diferirá del de personas con ideas similares en Estados Unidos. En el primer país, puede producirse un derrocamiento violento de regímenes injustos, mientras que en el segundo, un maravillosa posibilidad es una erosión gradual y ordenada. La única cosas que compartiría todas esas revoluciones sería un compromiso de la abrumadora mayoría con un respeto total a los derechos de propiedad.

Todas las sociedades, sin que importe los despóticos que sean sus gobernantes, deben poseer un grado básico de respeto por los derechos de propiedad, aunque este respeto se deba más a la costumbre que al aprecio intelectual. Toda la gente sabe que es un delito violar o asesinar,# hasta los violadores y asesinos saben esto.

Esas ideas universales e intuitivas de justicia constituirían el fundamento de un sistema de derecho privado. Este extendido acuerdo permitiría evolucionar unos derechos más específicos y contractualmente definidos.# El proceso sería continuo, con una etapa de títulos de propiedad codificados y reglas legales formando la base de la siguiente generación de jueces y expertos para su sistematización y extensión.

La gente normal comprende el despilfarro y la insensatez del conflicto: renunciarían a mucho y llegarían grandes compromisos para alcanzar un consenso. Por ejemplo, a pesar de una falta de gobierno formal, los mineros recién llegados durante la fiebre del oro de California respetaron los derechos de los primeros asentamientos. Por dar un ejemplo más moderno, incluso las bandas callejeras obedecen sin titubear las “normas” en un partido informal de baloncesto, a pesar de la falta de un árbitro.#

En la anarquía de mercado, los individuos libres, mediante su uso de empresas judiciales y de seguros en competencia, generarían un sistema legal humano y justo. Aquellos individuos antisociales que trastoquen el proceso (violando ostensiblemente evidentes derechos de propiedad) serían tratados de las formas antes descritas.

¿Positivismo legal?

Algunos lectores pueden preguntarse cómo puedo proponer reemplazar el sistema de “justicia” del estado cuando no he ofrecido antes una teoría racional de la naturaleza y origen de los derechos legítimos de propiedad.
La respuesta es sencilla: no tengo esa teoría. Sin embargo, sigo pudiendo decir que un sistema de mercado de derecho privado funcionaría mucho más eficazmente que la alternativa del estado y que las objeciones habituales a la anarquía no tienen fundamento.

Existe una extendida desconfianza a permitir que el mercado “determine” algo tan crucial como, por ejemplo, la prohibición de asesinar. El “el mercado” es simplemente la taquigrafía de la totalidad de las interacciones económicas de individuos que actúan libremente. Permitir al mercado establecer normas legales significa realmente que nadie utiliza violencia para imponer su propia opinión a todos los demás.#

El asesinato no es malo solo porque no cumpla el test del mercado, por supuesto que no. Pero su inmoralidad intrínseca encontrará expresión mediante las fuerzas del mercado. Podemos acordar (contractualmente) evitar el asesinato y acatar las decisiones de un árbitro si se nos juzga por ese delito. De esta manera, sabemos que no estamos violando los derechos de nadie.

Ahora, después de que hayamos llegado a ese acuerdo y estemos seguros en nuestra vida, podemos dejar que filósofos y teólogos discutan sobre por qué es malo el asesinato. Los investigadores legales que ofrezcan construcciones a priori de leyes justas indudablemente tienen un lugar en la economía de mercado: después de todo, sus tratados podrían influir en las sentencias de los jueces. Sin embargo, en este ensayo me centro en las fuerzas del mercado que moldearían el derecho privado, no en el contenido de dicho derecho.#

Aplicaciones

Hasta ahora nos hemos concentrados en los asuntos esenciales de una explicación teórica del derecho privado. Ahora me gustaría poner ejemplos de la versatilidad de un sistema así en una amplia variedad de campos, frente a su rendimiento con la alternativa pública monopolística.

Seguridad en el producto

Una de las acusaciones más comunes contra el laissez faire puro es que un mercado completamente desregulado dejaría a los consumidores a merced de empresarios sin escrúpulos. Se nos dice que sin la supervisión benevolente del gobierno, la comida sería venenosa, los televisores explotarían y los edificios de viviendas se derrumbarían.# Es verdad, concederían estos críticos, que a largo plazo, las empresas turbias acabarían desapareciendo. Pero indudablemente quien venda una hamburguesa mortal debería ser castigado inmediatamente por esto, más allá de perder futuros clientes.

Igual que en otras áreas del derecho, creo que el mercado se ocuparía de estos tipos de casos a través de acuerdos contractuales. Cuando un cliente compra algo, parte del paquete sería una garantía como: “Si este producto causa daños, determinados por una agencia respetable de arbitraje, el cliente tiene derecho a indemnización por perjuicios”. E igual que los individuos probablemente necesiten verse respaldados por una gran empresa aseguradora antes de que nadie haga negocios con ellos, también las empresas necesitarían estar aseguradas contra posibles demandas de clientes, si quieren atraer clientes.#

Vemos inmediatamente que este sistema evita los escenarios de pesadilla ideados por los defensores de la regulación pública. Tomemos el caso de los viajes aéreos. La Federal Aviation Administration “garantiza” que los aviones tienen un mantenimiento adecuado, los pilotos descansan, etc. Así que los clientes no tienen que preocuparse acerca de que sus aviones se estrellen. Por el contrario, mucha gente alega que bajo un mercado libre los clientes tendrían que llevar estadísticas de cuántos accidentes tuvo cada aerolínea y tendrían que ser expertos en mantenimiento de aviones para ver qué compañías son las mejores.

Pero esto no tiene sentido. Todo lo que necesita quien vuele es asegurarse de que cuando compra un billete de avión, parte de lo que compra es un compromiso (respaldado por una compañía de seguros) que diga: “Si usted muere en un accidente de aviación, su aerolínea pagará a su patrimonio y millones de dólares”. Ahora, como las compañías de seguros irían a perder millones si se estrellan los aviones de esta aerolínea, son ellos los que contratarían a inspectores formados, mantendrían un meticuloso control de los historiales, etc. Dirían a las aerolíneas: “Si, avalamos sus compromisos contractuales con los clientes, pero solo si ustedes siguen nuestros procedimientos de seguridad, permiten a nuestros inspectores revisar sus aviones, desarrollan un procesos de selección adecuada de pilotos, etc. y si violan nuestro acuerdo, les sancionaremos adecuadamente”. Como buscan maximizar los beneficios, la aseguradora pagará encantada los esfuerzos preventivos si estos llevan a mayores ahorros en los abonos esperados de reclamaciones de muertos en accidentes.

Esto contrasta fuertemente con el sistema actual. La FAA también da directrices, pero ¿cuáles son sus incentivos? Si un avión se estrella, la propia FAA obtendrá más fondos, ya que todos dirán que el accidente demuestra lo terrible que es el “libre mercado” en los aviones. Las hinchadas agencias públicas siempre gestionan mal sus recursos, de forma que habrá muchos mandos intermedios e insuficientes inspectores. Lo más importante es que como no hay competencia, no hay puntos de referencia contra los que comparar la supervisión de la FAA. Algún humilde mecánico podría tener una gran idea para mejorar la seguridad de la aerolínea, pero la burocrática FAA tardaría años en implantarla.

Licencias profesionales

Muy relacionada con el área de la seguridad en el producto se encuentran las licencias profesionales. Utilicemos el ejemplo de la medicina. Sin regulación pública, creen muchos, los pacientes estaría a merced de los charlatanes. Los ignorantes consumidores irían al neurocirujano que cobrara menos y la mesa de operaciones sería una carnicería. Para evitarlo, el benevolente gobierno debe establecer directrices (respaldadas por las armas) para limitar a quienes entran en la profesión médica.

Por supuesto, esto no tiene sentido. Probablemente aparezcan organizaciones voluntarias que solo permitan a médicos cualificados entre sus filas. Los consumidores preocupados acudirían solo a aquellos doctores respaldados por organizaciones respetables. Antes de someterse a procedimientos arriesgados o ingerir medicamentos recetados, los pacientes reclamarían compromisos contractuales de indemnización en caso de daños. En este caso, va en contra de las compañías de seguros que se asegurarían de que los doctores a los que aseguran están de hecho cualificados. Como pueden perder millones en demandas de negligencia, las aseguradoras serían muy cuidadosas al establecer sus estándares.

Ese sistema sería mucho más preferible que el actual. Tal y como está, el American Medical Association es poco más que un sindicato glorificado, que requiere una inmensa escolarización y formación para restringir artificialmente el número de doctores para aumentar sus ingresos (y los costes sanitarios en general). Sin este monopolio, la AMA sería incapaz de evitar el crecimiento de terapias “alternativas”, como la herbal, que esquiven la actual alianza de conveniencia de grandes farmacéuticas, hospitales y gobierno.

Uno debe darse cuenta asimismo de que los incentivos de la Food and Drug Administration la hacen demasiado conservadora: Si la gente muere a causa de una nueva medicina que haya aprobado la FDA, se le echará la culpa a ésta. Pero si la gente muere porque la FDA no ha aprobado una nueva medicina, no sería responsable: se echaría la culpa a la propia enfermedad. Por consiguiente, muchas medicinas que potencialmente salvarían vidas se están negando ahora mismo a pacientes que están muriendo. En un mercado puramente libre, se permitiría a los pacientes que tomaran las medicinas que quisieran.

Control de armas

Me doy cuenta de que muchos libertarios encuentran ciertos aspectos de mi sistema un poco desconcertantes. Sin garantías incondicionales de derechos abstractos, parece que siempre habría un peligro de que el estado se colara por la puerta de atrás.

En lugar de dar vueltas a esos asuntos, daré el mejor ejemplo que puedo pensar para mostrar la diferencia entre la aproximación convencional libertaria y la mía: en control de armas. Como veremos, no creo que mi postura sea incoherente con el credo libertario, pero creo que (al menos inicialmente) resultará incómoda para muchos libertarios.

La discusión habitual sobre el control de armas es ésta: Los oponentes dicen que el control de armas dejaría a la gente indefensa ante delincuentes y deja a los ciudadanos a merced de sus gobernantes; solo cuando alguien haya utilizado realmente su arma contra inocentes puede acudirse al derecho. Sin embargo, los defensores del control de armas argumentan que esta postura es demasiado dogmática: sin duda algunas medidas preventivas están justificadas por el interés público.

Como en la mayoría de los debates dentro del contexto de un sistema legal público, creo que ambas partes tienen argumentos legítimos. Sin duda, no podemos confiar en que el gobierno nos proteja una vez nos ha desarmado. Pero por otro lado, me encuentro un poco tonto argumentando que la gente debería poder acumular armas atómicas en su sótano. (Una interpretación estricta de muchos argumentos libertarios significaría justamente eso). Por suerte, el sistema de derecho privado que he descrito nos permite eludir esta aparente “compensación”.

Recordemos que las sanciones por daños y asesinato estarían establecidas por compromisos contractuales, suscritos por aseguradoras. La gente dejaría entrar en su propiedad a Joe Smith porque sabría que si daña a alguien, o bien pagaría directamente los daños o lo haría su compañía de seguros. La aseguradora hace su dinero cobrando primas adecuadas, ajustadas al cliente concreto. Si Joe Smith fue considerado en el pasado culpable de comportamiento violento, sus primas de seguro serán proporcionalmente más altas.

Pero hay otros factores que tendría en cuenta una compañía de seguros al establecer las primas, aparte de su comportamiento pasado. Y uno de esos factores sería indudablemente: ¿Qué tipo de armas tiene este cliente en su casa? Después de todo, si la aseguradora va a acordar pagar, digamos, 10 millones de dólares al patrimonio de alguien si Joe Smith mata, estaría muy interesada en saber si Smith tiene escopetas recortadas (no digamos armas atómicas) en su sótano. Quien mantenga esas armas es mucho más probable que dañe a otros, en lo que respecta a la aseguradora, y por tanto sus primas serían proporcionalmente más altas. De hecho, el riesgo de que un cliente que tuviera armas nucleares (o químicas, biológicas, etc.) sería tan grande que probablemente no se le ofreciera ninguna póliza.

Esta postura es superior a la gubernamental. Las armas verdaderamente peligrosas se restringirían a personas dispuestas a pagar las altas primas asociadas con su propiedad: los niños no podrían comprar bazookas en la tienda de la esquina. Por otro lado, no habría ese peligroso deslizamiento que hay ahora con todo el control público de armas. Nunca temeríamos que se prohibieran todas las armas, ya que las aseguradoras buscarían estrictamente el beneficio y sería mucho más rentable permitir a la gente tener armas de mano y pagar primas ligeramente superiores.#

Como todos los contratos bajo mi sistema, los que “regulen” las armas serían completamente voluntarios, sin implicar ninguna violación de los derechos libertarios. A aseguradora no está obligando a la gente a renunciar a sus bazookas. Todo lo que dice es: Si quieres que garanticemos tus contratos con otros, no puedes poseer un bazooka. Las aseguradoras son las justas propietarias de su dinero, así que queda perfectamente dentro de sus derechos hacer esta solicitud.#

Esto es mucho más preferible que el sistema público, en el que no hay responsabilidad. Si los políticos prohíben las armas y hacen que miles de personas sean víctimas de los delitos, no les ocurre nada. Pero si una aseguradora hace demandas no razonables a sus clientes, éstos se cambiarán a una empresa diferente y quedarán rápidamente fuera del mercado.

Delincuentes peligrosos

El supuesto equilibrio entre libertad individual y seguridad pública también se ejemplifica en los debates sobre “tecnicismos” legales. A los conservadores les gusta quejarse de los casos en que un conocido asesino queda libre por un juez compasivo, sencillamente porque la policía obtuvo una confesión por la fuerza u olvidó leer al sospechoso sus derechos. Progresistas (como Alan Dershowitz) responden que aunque sea una desgracia, es necesario para mantener a raya a la policía.

Igual que con el control de armas, simpatizo con ambos bandos en este debate y de nuevo pienso que mi sistema puede evitar ambos tipos de absurdos. Para verlo, supongamos que por alguna arbitrariedad, un asesino claramente “culpable” no ha violado técnicamente ninguna provisión contractual. O supongamos que un árbitro (que solo juzgaría casos de asesinato a causa de su experiencia pasada en estos casos) por alguna razón dicta un sentencia absurda y encuentra a alguien inocente de asesinato a pesar de la abrumadora evidencia en contrario.#

Como es técnicamente inocente, el asesino no tendría que pagar daños al patrimonio de la víctima. Sin embargo, las normas que gobiernan este episodio se revisarían rápidamente para impedir que se repita: las empresas privadas tendrían una presión mucho mayor que los monopolios públicos a la vista de esa mala publicidad.
Hay otra diferencia. Bajo un sistema público, alguien exculpado por un tecnicismo queda impune. Pero bajo el sistema de derecho privado que he descrito, la compañía aseguradora del asesino seguiría pudiendo aumentar la prima que cobra. No importaría si el cliente ha sido condenado realmente por un delito: su única preocupación sería la probabilidad de que fuera condenado (por un delito distinto) en el futuro, porque entonces tendría que pagar los daños.#

Este análisis también resuelve el tema de la libertad condicional. Aunque la mayoría de los delitos implicarían indemnización financiera, en lugar de encarcelamiento, seguiría habiendo individuos que serían demasiado peligrosos como para que se les permita andar sueltos. Las aseguradoras determinarían este límite. Mientras una empresa estuviera dispuesta a pagar cualquier daño que un criminal pudiera cometer en el futuro, la gente le ofrecería trabajar, le dejaría alquilar una habitación, etc. La rehabilitación sería así de gran interés financiero para las empresas para aumentar su total de clientes pagadores.

Por otro lado, las personas verdaderamente peligrosas no tendrían “libertad condicional”. Ahora mismo, el gobierno hace que psicólogos y otros “expertos” decidan cuándo deberían volver a la calle delincuentes sexuales y asesinos. Como no tienen responsabilidad, estos intelectuales de su torre de marfil a menudo prueban sus teorías en las desafortunadas víctimas de los criminales reincidentes.#

Conclusión

Este ensayo ha explicado esquemáticamente la mecánica de un derecho de mercado puramente voluntario.  El tema principal que los recorre es que la competencia y la responsabilidad obligarías a verdaderos expertos a tomar las decisiones importantes que deben realizarse en cualquier sistema legal. Es un mito estatista que la justicia deba producirse por medio de una institución monopolística de violencia organizada.

Los argumentos de este ensayo son necesariamente incompletos: sin duda hace falta pensar más antes de que sea viable cambiar a una anarquía de mercado. Sin embargo,  pido al lector que resista la tentación de rechazar mis ideas con “imposibles”, sin especificar antes en qué sentido “funciona” el sistema legal público.


[Chaos Theory (2002; 2010)]

Traducido del inglés por Mariano Bas Uribe. El artículo original se encuentra aquí.

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