De la pobreza a los centros de vacaciones

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Cuando la mayor parte de la gente piensa en empezar un negocio o contempla hacerlo a otros, la creencia común es que una persona debería realizar un negocio en  el que tenga conocimientos: no solo algo que conozca, sino algo de lo que conozca mucho. ¿Pero es el conocimiento experto de un sector concreto un requisito previo para abrir un negocio en ese sector o comprar un negocio existente?

El milmillonario hecho a sí mismo Sheldon Adelson dice que el secreto de su éxito fue “no saber nada” acerca de los negocios en los que entraba. Suena a exageración, pero destacó ese puto cuando hablaba recientemente a estudiantes en la UNLV, tras recibir el premio de Líder del Año del Sector Hotelero por parte de la Facultad de Hostelería  Harrah de la UNLV.

“Podéis pasarme vuestro portátil y no sabría cómo encenderlo”, dijo a los estudiantes Adelson. “Es asombroso que tuviera éxito desarrollando Comdex”.

Comdez era una exposición informática que se hacía en Las Vegas y fue una de las exhibiciones informáticas del mundo. La Geek Week, como se la llamaba, tuvo un sorprendente auge desde sus inicios en 1979, con 167 expositores y poco más de 3.900 asistentes a un máximo en 2000 de 2.337 expositores y más de 211.000 visitantes.

La empresa de Adelson, Interface Group, vendió la exposición a Softbank Corp., un conglomerado japonés de software, en 1995 por casi mil millones de dólares.

Adelson compró el hotel y casino Sands en la Franja de Las Vegas a principios de la década de 1990 con la esperanza de construir un centro de convenciones para alojar el Comdex. “Los empresarios no están en el negocio de hacer ricos a otros”, dijo Adelson, explicando por qué compró el Sands para construir su propio centro de convenciones en lugar de alquilar instalación de la Las Vegas Convention and Visitors Authority, un entidad financiada por el impuesto inmobiliario que opera el competidor Las Vegas Convention Center.

Adelson sabía poco acerca del sector del juego y dice que ni siquiera sabe como jugar al bacarrá, el juego que genera la mayoría de sus ganancias en casino en Macao y Singapur, propiedades que generaron más del 83% de los beneficios de la empresa en el último trimestre.

La gente del juego se reía de él por pensar que podía hacer una fortuna atendiendo a asistentes a convenciones de bajos ingresos. Ahora Las Vegas depende del tráfico de la convención para llenar sus habitaciones durante las noches semanales. Cada nueva propiedad en Las Vegas incluye espacio para la convención, después de que Adelson demostrara que funciona el modelo.

Lo expertos en el área del emprendimiento podrían calificar la sagacidad de Adelson como alerta kirzneriana o innovación schupeteriana o previsión misesiana de las preferencias futuras del consumidor. O más completamente, como explican en su nuevo libro, Organizing Entrepreneurial Judgment: A New Approach to the Firm, Nicolai Foss y Peter Klein destacan una realización de juicios de un empresario “en el contexto concreto de ejercitar control sobre recursos heterogéneos al servicio de satisfacer preferencias futuras imaginadas del cliente”.

Sin embargo, para el séptimo hombre más rico de Estados Unidos, es mucho más sencillo. “Ésta es la naturaleza de la empresarialidad. Es la voluntad de tomar riesgos”, decía Adelson. “Es una voluntad de hacer las cosas de forma un poco diferente”.

Pensar de forma diferente incluía no aceptar la práctica habitual en los negocios de Las Vegas de someterse al sindicato de hostelería. Cuando Addelson compró el Sands, heredó sus trabajadores sindicalizados y no le preocupaba estar necesariamente de una forma u otra en manos de un sindicato. Esto cambió una mañana cuando Adelson fue a comprar un yogur.

El empleado del sindicato de hostelería que estaba detrás del mostrador rechazó atenderle. El empleado que estaba cualificado para atender a los clientes estaba de vacaciones. Los dos empleados que quedaban tras el mostrador, no podían, por el convenio sindical, atenderle (ni tampoco atender a cualquier otro). De lo que se dio cuenta rápidamente Adelson es de que no podía operar un centro de vacaciones de 5 estrellas con esas normas sindicales.

Sin embargo, los líderes del sindicato de hostelería no cederían y dijeron a Anderson que el Venetian nunca despegaría si no firmaba su convenio. Después de todo, Las Vegas es un pueblo sindicalizado, la “nueva Detroit”, le llamaban. Camareros y doncellas no pueden externalizarse en la India.

Adelson creía que sus empleados deberían votar si querían representación sindical. Los jefazos sindicales no obtendrían ninguna. Solo se organizarían de arriba abajo, reclamando que Adelson firmara un “acuerdo de neutralidad”, que es algo así. Adelson eligió luchar y, contra todos los pronósticos, el Venetian continúa siendo la única empresa no sindicalizada de la Franja hasta hoy. Pero la pelea continúa diariamente: con las leyes laborales a favor del sindicato, hace falta tener buenos abogados y la voluntad de hierro de Adelson para mantenerlo a raya.

La revista Forbes estima la fortuna de Adelson en 24.900 millones de dólares, con la mayoría de su riqueza en acciones de Las Vegas Sands Corporation. Pero una mirada al gráfico de precios de la acción de LVS muestra que no ha sido un camino fácil, demostrando la determinación, confianza y coraje de Adelson.

La empresa empezó a cotizar en diciembre de 2004, cuando las acciones saltaron de precio un 61% el primer día de cotización para cerrar en 46,56$. Luego la acción siguió en un alza constante hasta más de 133$ en el otoño de 2007. La gente de Las vegas pensaba que las acciones podían llegar a los 200$. Pero la crisis financiera imposibilitó la financiación de proyectos de Sands en Macao y Singapur. La compañía se estancó con más de 10 mil millones de deuda y las acciones de Las Vegas Sands fueron en caída libre, cayendo por debajo de los 2$ cada una a principios de 2009. Pero mientras que la gente creía que era posible que declarara la quiebra, Adelson estaba sacudiendo a la gestión de Sands e invirtiendo otros mil millones de su propio dinero en la empresa.

Recientemente, Las Vegas Sands informaba a Wall Street de que había ingresado más de mil millones de dólares antes de impuestos solo en el primer trimestre de este año, un sobresaliente para una empresa de juego.

Mientras que los académicos tratan de identificar qué es el emprendimiento y qué hacen los emprendedores, con la esperanza de formar a las futuras generaciones de Sheldon Adelsons, lo que es evidente es que el éxito no puede crearse sin cambio. Y los cambios en un sector o en el mundo no vendrán del pensamiento interno y cansado, sino del pensamiento externo y fresco.

También es evidente que las capacidades empresariales están fuera de las habilidades y conocimientos concretos necesarios en un sector concreto. No necesitas saber como se ha un Bloody Mary para tener un bar de éxito. Al mismo tiempo, saber como hacer un martini estupendo no significa que el barman tenga el juicio empresarial requerido para hacer que el bar tenga éxito.

“El conocimiento puede ser una maldición sutil”, escribe Jonah Lehrer en su libro imposible de dejar, Imagine: How Creativity Works. “Cuando aprendemos acerca del mundo, también aprendemos todas las lecciones de por qué el mundo no puede cambiarse. Nos acostumbramos a nuestros fallos e imperfecciones. Lehrer continúa apuntando que ser creativo con el tiempo, “sin abrirnos a nuestra experiencia, es experimentar con la ignorancia, mirar cosas que no entendemos del todo”.

Los estudios demuestran que la creatividad de la gente disminuye al hacerse mayor. Pero Dean Simonton, psicólogo de la UC Davis, explica que no es la edad la que mina la creatividad: es que la experiencia en una disciplina hace a la gente reacia al riesgo y se convierte en parte del status quo. “Si puedes seguir encontrando nuevos retos, puedes pensar como un joven aunque seas viejo y canoso”, dice Simonton.

Adelson, aunque ahora sea varias veces milmillonario, empezó o compró 50 negocios, y en todos ellos, como escribe Howard Stutz, del Las Vegas Review-Journal: “no estaba exactamente seguro de en qué se estaba metiendo”. Baste con decir que el éxito de uno de sus negocios oscurece los otros 49. Sin embargo, Adelson ha tenido en general un éxito constante desde el primer negocio que adquirió: Vend-A-Bar, una compañía de venta de caramelos por máquinas que compró con 16 años, utilizando 500$ que había ahorrado, un préstamo de 3.000$ de un compañía de créditos y una letra de crédito del vendedor de 6.500$.

El joven empresario tuvo que reparar la mitad de las máquinas que venían con la venta, pero expandió el negocio vendiendo helados en las fábricas en las que estaban sus máquinas durante el verano.

Aprendió taquigrafía por las noches y se convirtió en secretario de Celia D. Wyckoff, que se había quedado con el Magazine of Wall Street de su marido tras su divorcio. En 1963, Adelson estaba en el negocio hipotecario y con 30 años era multimillonario. Pero al final de la década estaba en la ruina. En el libro de 1984 The Computer Entrepreneurs: Who’s Making It Big and How in America’s Upstart Industry, los autores Robert Levering, Michael Katz y Milton Moskowitz, escribían del corto revés de Adelson:

Tratando de no pensar en el fracaso, se refiere al incidente como un “lloro de dos horas” frente al “lloro de media hora que tuvo unos pocos años después cuando perdió 1 millón de dólares en una urbanización que fue a la ruina.

Rápidamente de nuevo en pie, Adelson, compró una pequeña empresa editora, pero “No estaba más interesado en la edición de lo que estaba en física cuántica. Era solo otra compañía en la que invertir”.

Adelson veía las exposiciones comerciales como “una revista encarnada”, con exhibidores como anunciantes, asistentes como lectores y editoriales como la conferencia. “¡Eh! Tengo una revista. ¿Por qué no puedo hacer algo así? Habría ganado un millón de dólares en tres días”, dijo Adelson y así acabó naciendo  Comdex.

Con 78 años, Adelson no para. Además de expandir su presencia asiática con posibles proyectos en Japón, Corea y Vietnam, trata de probar su modelo de integración de juego y centro de vacaciones en España, con un coste de 35.000 millones de dólares. “Prevemos 12 centros integrados, cada uno de 3.000 habitaciones. Un mini Las Vegas, aproximadamente de la mitad del tamaño de la Franja en España para el mercado europeo”, decía Adelson hablando recientemente antes de la inauguración de otro centro en Macao.

Está claro que algo mueve al hombre al que Levering, Katz y Moskowitz  llaman “un Horatio Alger judío”. Tal vez Mises lo describía mejor en La acción humana: el emprendedor es “un especulador, un hombre ansioso por utilizar su opinión acerca de la futura estructura del mercado para operaciones futuras que prometan beneficios”. Y aunque el emprendedor tenga confianza en su visión del “futuro incierto”, esa visión “desafía cualquier regla y sistematización”.

Duro de definir e imposible de modelar, el emprendimiento hace que el mundo capitalista funcione y que los demás estemos mucho mejor.

Traducido del inglés por Mariano Bas Uribe. El artículo original se encuentra aquí.

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