Liberad a Bernie Madoff

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Bernie Madoff robó miles de millones de los clientes de sus falsos fondos de inversión, gestionando una estafa en lugar de un servicio financiero. Incluso gente que no ha sido su víctima está furiosa y casi todos disfrutaron de una sensación de venganza de 10 minutos cuando el juez le puso tras las rejas durante 150 años.

Dejadme dar una opinión contraria. Yo digo que liberemos a Bernie Madoff.

Su vida ya está arruinada. Es un mendigo. Nunca volverá a hacer negocios. De ser el genio innovador cuya tecnología informática en la década de 1960 se convirtió en la base del NASDAQ, subió a las alturas y cayó a las profundidades en las que permanecerá hasta su muerte. No será capaz de ser visto en público durante el resto de su vida sin encontrar desdén y burlas de quienes le rodeen.

Tal vez la idea de la cárcel sea el castigo. No veo cómo puede ser un castigo peor que el que tendría que afrontar fuera de ella.

Tal vez la idea sea imponerle una sensación de remordimiento. ¿Pero no siente ya arrepentimiento e incluso un profundo pesar? Este hombre que era considerado por mucho un fenómeno histórico ha caído ahora en desgracia, para siempre. Todos tenemos una vida que vivir y la suya se ha destrozado completamente, quedando para la historia como el peor criminal financiero de todos los tiempos.

Entonces, ¿para qué se le encarcela precisamente? No es una amenaza directa para nadie. La sociedad no estará más segura porque esté en el trullo. No va a robar a la gente o golpearla. Podría escribir un libro y donar los fondos a la caridad o reparar de alguna forma a sus víctimas. Por ejemplo, a mí me gustaría leer ese libro.

Por el contrario, los contribuyentes se verán obligados a correr con sus gastos vitales. Las víctimas no consiguen nada. Eso no es justicia. Es inhumando para ambas partes en la transacción: Bernie y nosotros.

¿Le “rehabilitará” la cárcel? Es ridículo. Su rehabilitación, si puede haberla, ya probablemente se haya completado. Considerad el dilema en que se encuentra. Empezó como un plan pequeño y sencillo que todos pueden realizar. Su problema es que funcionó mejor que la mayoría.

Una vez empezó su estafa, probablemente esperara que los mercados se dieran la vuelta y volvería a ser honrado. No ocurrió así. Entonces no pudo encontrar la forma de salir, por mucho que odiara su vida. El que durara décadas en lugar de días es un testimonio de su habilidad de venta, pero eso no quiere decir que amara su vida. Pasar el resto de su vida en la trena no le rehabilitará más intensamente que la vida fuera de ella.

El problema con los reclusos no es que te traten como un animal. ¡Ojalá fuera así de bueno! En el zoo, a los animales se les alimenta y cría y cuida. Tienen valor porque obtienen en afecto de los clientes que pagan. Incluso los esclavos están en una mejor posición, pues al menos son valorados en algún pequeño grado por sus amos.

Por otro lado, los prisioneros afrontan una especia de transformación metafísica. Pasan de ser miembros valorados de la sociedad a ser tratados como masas de carne que ocupan espacio. Sus guardianes los ven como objetos. Sus compañeros de prisión abusan de ellos y viven en un estado de increíble degradación cada día.

Por tanto, todos los reclusos están viviendo una especie de tortura. No es moderno. No es siquiera medieval. Es contrario a todos los principios de la civilización. Tal vez deberíamos tolerarlo para los miembros más violentos de la sociedad, mientras no encontremos otra solución. Pero eso no es aplicable a Madoff y no aplica a ¾ de la población reclusa.

Pero aún así se supone que todos sentimos algún tipo de alegría por su cautiverio. Durante décadas, los sociólogos nos han dicho que los verdaderos criminales en la sociedad no son los ladrones y asesinos y violadores sino los “delincuentes de cuello blanco”, que son capitalistas roban subrepticiamente dinero utilizando ingeniería financiera. Son los únicos que deberían estar en prisión.

Así que ahora los educados por los sociólogos, siempre blandos con el delito real, pero extrañamente duros con el delito financiero, se han abierto paso, al pedir venganza la burguesía contra un tipo cuyas únicas víctimas eran las personas ricas que eran sus propios clientes. ¿Puede alguien dudar de que Madoff se haya convertido en cabeza de truco, en una persona a la que acusar de la crisis de forma que se nos distraiga de las grandes estafas de todo lo que disfruta de la cobertura de la ley?

Así que preguntemos lo impreguntable: ¿Eran inusualmente malvadas las acciones de Madoff? No eran tan inusuales. De hecho, toda la idea de pagar a los inversores pasados con los fondos de los presentes está en el mismo corazón del sistema de la Seguridad Social. Al menos Madoff buscaba el consentimiento de sus inversores que le confiaban su dinero basándose en su propia voluntad. Y al menos él no trató de defenderse con la afirmación de que estaba realizando una política pública inteligente.


Jeffrey Tucker dirige Laissez-Faire Books y es consultor editorial de Mises.org. Es autor de It’s a Jetsons World: Private Miracles and Public CrimesBourbon for Breakfast: Living Outside the Statist Quo.

Publicado el 2 de julio de 2009. Traducido del inglés por Mariano Bas Uribe. El artículo original se encuentra aquí.