Primer comunismo cristiano

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Durante siglos, el supuesto ideal del comunismo había llegado al mundo como un credo mesiánico y milenarista. Varios augures, principalmente Joaquín de Fiore, habían profetizado el estado final de la humanidad como uno de perfecta armonía e igualdad, uno en que todas las cosas se poseían en común, en que no había necesidad de trabajar o de división del trabajo. Por supuesto, en el caso de Joaquín, los problemas de producción y propiedad, de hecho de la escasez en general, eran “resueltos” al no tener ya el hombre un cuerpo físico. Como espíritus puros, los hombres como entes psíquicos iguales y armoniosos que emplean todo su tiempo para cantar alabanzas a Dios, podría tener cierto sentido. Pero la idea comunista aplicada a la humanidad física que siga necesitando producir y consumir es un asunto muy distinto. En cualquier caso, el ideal comunista continúo exponiéndose como una doctrina religiosa y milenarista. Hemos visto en el volumen I su enorme influencia en la rama anabaptista de la Reforma en el siglo XVI. Los sueños milenaristas y comunistas también inspiraron a varias sectas marginales protestantes durante la Guerra Civil inglesa de mediados del siglo XVII, particularmente los cavadores, los ranters y los hombres de la quinta monarquía.

El más importante precursor del comunismo marxista en estas sectas protestantes de la Guerra Civil inglesa fue Gerrard Winstanley (1609-1660), el fundador del movimiento de los cavadores y un hombre muy admirado por los historiadores marxistas. El padre de Winstanley era un comerciante textil y el joven Gerrard se convirtió en aprendiz en el comercio de telas, llegando a convertirse en comerciante de telas por derecho. Sin embargo, el negocio de Winstanley fracasó y se encontró rebajado a trabajador agrícola de 1643 a 1648. Al desarrollarse la Revolución protestante a finales de la década de 1640, Winstanley se dedicó a escribir panfletos defendiendo un mesianismo místico. Al acabar 1648, Winstanley había extendido su doctrina quiliásmica para abarcar el comunismo mundial igualitario, en el que todos los bienes se poseían en común. Su base teológica era la opinión herética y panteística de que Dios está dentro de todo hombre y mujer y no es una deidad personal externa al hombre. Este Dios panteísta había ordenado “cooperación”, lo que para Winstanley significaba comunismo obligatorio en lugar de economía de mercado, mientras que el antitético credo del Demonio glorificaba el egoísmo individual. En el esquema de Winstanley, Dios, significando la razón, creó la tierra, pero el Demonio originó posteriormente el egoísmo y la institución de la propiedad privada. Winstanley añadía la absurda opinión de que Inglaterra tuvo propiedad comunista antes de la conquista normanda de 1066 y que esta conquista creó la institución de la propiedad privada. Su llamado, por tanto, era la vuelta al sistema comunista supuestamente original.

En la versión final y más completamente desarrollada de su sistema, La Ley de la Libertad (1652), Winstanley veía una sociedad en buena parte agraria en la que todos los bienes serían de propiedad comunal y en la todos los salarios y todo el comercio estarían prohibidos. De hecho, toda venta o compra de bienes sería castigada con la muerte como traición al sistema comunista. El dinero sería claramente innecesario ya que no habría comercio y supuestamente también se prohibiría. El gobierno establecería almacenes para recoger y distribuir todos los bienes y se impondría severas sanciones a los “vagos”. Para entonces, el panteísmo de Winstanley había empezado a convertirse en ateísmo, pues toda clerecía profesional sería prohibida, no se observaría el sábado y los “ministros” serían elegidos por los votantes para dar lo que serían esencialmente sermones laicos, enseñando a todos las virtudes del sistema comunista. La educación sería gratuita y obligatoria y la mayoría de los niños se emplearían en artes útiles: una premonición del credo educativo progresista. Se desanimaría el aprendizaje de las letras, que el no educado Winstanley creía muy inferior a las habilidades vocacionales prácticas.

La receta estratégica de Winstanley para la victoria comunista era que varios grupos de sus seguidores, o cavadores, se trasladaran pacíficamente a terrenos baldíos o comunes y establecieran sociedades comunistas en ellos. El primer grupo de cavadores, dirigido por Winstanley, se trasladó a terrenos baldíos cerca del sur de Londres en abril de 1649 y desde entonces se establecieron diez colonias de cavadores durante el siguiente año. Solo 30 cavadores se mudaron a la primera comuna y solo unos pocos cientos crearon comunas en todo el país. La idea era que estas colonias comunistas igualitarias inspirarían tanto a las masas que abandonarían el trabajo asalariado  o la propiedad privada y se mudarían a las colonias de cavadores, acabando así con la borrascosa vía del mercado y la propiedad privada. En la práctica, las masas trataron a las comunas de cavadores con gran hostilidad, causando su eliminación en un periodo corto de tiempo. En el momento de su obra maestra, en 1652, Winstanley estaba apelando en vano al dictador, Oliver Cromwell, para que impusiera su sistema desde arriba. La idea de acción directa de la masa para establecer su sistema fue rápidamente abandonada a la vista de la realidad.

Otra secta comunista más mística durante la Guerra Civil inglesa fueron los medio chiflados ranters. Los ranters eran antinomistas clásicos, es decir, creían que todos los seres humanos estaban automáticamente salvados por la existencia de Jesús y que, por tanto, todos los hombres eran libres de desobedecer todas las leyes y despreciar todas las reglas morales. De hecho, se suponía que era bueno y deseable cometer tantos pecados como fuera posible para demostrar la automática libertad de uno ante el pecado y librarse de una falsa culpabilidad por haber cometido pecados. Para el puro de corazón, opinaban los ranters, todo es puro. Los ranters, como Joaquín de Fiore y los anabaptistas de la Reforma, proclamaban la llegada de la era del Espíritu Santo, que llegaría a todos los hombres. La diferencia clave del calvinismo o puritanismo ortodoxos es que en estos credos más ortodoxos, las obras del Espíritu Santo estaban muy ligadas a la Palabra Sagrada, es decir, la Biblia. Sin embargo, para ranters y otros grupos de luz interior, ambas cosas estaban separadas. Los ranters seguían también esta vía al panteísmo: como declaraba uno de sus líderes: “La esencia de  Dios esta tanto en la hoja de hiedra como en el ángel más glorioso”.

Así que los ranters combinaban su creencia en el comunismo con una licenciosidad sexual total, incluyendo la práctica del comunismo de mujeres y las orgías comunales homosexuales y heterosexuales.


[An Austrian Perspective on the History of Economic Thought (1995)]

Traducido del inglés por Mariano Bas Uribe. El artículo original se encuentra aquí.

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