¿Son las urgencias un mercado fallido?

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En respuesta mi reciente artículo sobre la obligación de los seguros de salud, he recibido muchos e-mails de lectores que argumentan que la obligación, por muy poco atractiva que sea, es necesaria para evitar el fracaso del mercado en los servicios médicos de urgencias.

Específicamente, argumentan que hay un “problema del polizón” en las urgencias porque ahora los individuos pueden visitar acudir a ellas sin seguro ni medios para pagarlas, recibir atención y así evitar la factura. Esos polizones obligan al hospital o bien a aceptar las pérdidas o a distribuir los costes entre otros pacientes. Por tanto, razonan los lectores, hay un fallo de mercado en el que el servicio de seguros de salud está infrademandado y el servicio de urgencias sobredemandado, incrementando los costes de salud y haciéndolos recaer en aquellos consumidores que contratan el seguro y pagan sus visitas.

Aunque sea adecuada esta descripción común del síntoma, sin embargo yerra en el diagnóstico de la enfermedad. El problema del polizón en urgencias no es un fallo del mercado, sino del gobierno.

A pesar del juramento hipocrático, los hospitales sólo aceptan a todos los pacientes independientemente de capacidad de pagar porque así le obligan las regulaciones legales. Estas leyes, que existen en países de todo el planeta, son un simple efecto del estado del bienestar en el que los costes de los no asegurados se transfieren a los no asegurados. Teniendo en cuenta esta realidad, es fácil ver que el problema del polizón en urgencias no es un fallo del mercado, sino del gobierno.

Una alternativa libertaria

Entonces, ¿cómo se ocuparían los hospitales de los pacientes que ahora son polizones en un sistema real de libre mercado? Hay muchas razones para esperar que esta gente sin seguro, principalmente gente de bajos ingresos serían tratados más humanamente y con mayor dignidad que con el actual sistema cuasi-socialista.

Sin regulaciones gubernamentales sobre lo métodos de pago, los hospitales serían libres de ofrecer precios más flexibles y opciones de pago y negociar contratos con consumidores individuales. Aquellos pacientes que poca capacidad financiera podrían hacer planes de pago creativos y quienes no tengan ahorros o seguros podrían incluso contratar el pago de los servicios a cambio de trabajo.

Además, en un mercado verdaderamente libre de servicios médicos, incluso los pacientes que intenten intencionadamente evitar los pagos y así hacer recaer los mismos en otros no podrían hacerlo. Y esto porque en ausencia de una supuestamente compasiva legislación sobre hospitales, llevar a alguien o a sí mismo a urgencias es acordar los términos y condiciones del servicio en ese hospital, el más importante: pagar el tratamiento.

Así que en la sociedad libertaria, irse sin pagar constituiría una violación de contrato y por tanto esos polizones maliciosos serían responsables. Sin embargo, en la situación actual, esos pacientes aprovechados se ven subsidiados por otros en nombre de la compasión social.

Otra ventaja de la fuerza contractual del pago del servicio de urgencias en el libre mercado es que quita a los hospitales la responsabilidad financiera sobre los pacientes admitidos en urgencias por otros mientras están incapacitados. Qué parte sería responsable de la factura del hospital en cada caso se decidiría por negociación entre ambas partes y quizá por arbitraje judicial. Sin embargo, lo que importa ahora no es qué parte acabe pagando, lo que importa es que el hospital cobrará de cualquier forma y otros pacientes dejarán de soportar la factura.

Ahora que hemos visto que el problema del polizón no existe en un mercado libre de los servicios médicos, podemos ocuparnos de otra preocupación de los lectores acerca de que el proceso de búsqueda de beneficios del mercado no simpatiza con el sufrimiento de esos pacientes que realmente son incapaces de pagar en modo alguno y no pueden permitirse un seguro en el mercado, pero a quienes sencillamente no se les debería dejar sufriendo.

¿Un mercado para los polizones?

Argumentar que el mercado descarta todo aquello que considera indeseable es ignorar tanto la existencia la caridad pública como negar la existencia del sector de las relaciones públicas. De hecho, dejando de lado las doctrinas socialistas, podemos ver que un trato cariñoso a los pobres y oprimidos es realmente una empresa muy rentable.

En todos los mercados, empresas de todos los tamaños gastan recursos para mantener una imagen pública positiva. Hay pocas acciones mejor recibidas por una comunidad que curar y tratar a los más vulnerables y discapacitados a bajo precio o gratis. Por tanto, es absurdo creer que los hospitales no aceptarían tratar a esos pacientes.

De hecho, si examinamos de cerca la naturaleza de los diferenciales entre precios e ingresos, llegamos a otro aspecto de intervención destructiva del gobierno. La discriminación de precios en casi cualquier forma es ilegal en casi todos los mercados, y el de la salud no es una excepción.

La discriminación de precios puede sentirse como injusta, pero si la permitiera la ley podría llevara a unos resultados de mercado mucho más eficientes y mayores cantidades de todo tipo de bienes y servicios. Usando la discriminación de precios, los hospitales serían libres para ofrecer servicios adicionales y más baratos a consumidores de bajos ingresos sin disminuir el precio para los consumidores con mayores ingresos.

También la discriminación de precios beneficiaría a los hospitales, porque no sólo incrementarían la cantidad de servicios que realizan y añadirían nuevos clientes potencialmente leales, sino que también podrían aumentar el precio de los servicios a sus pacientes de ingresos altos sin perder negocio.

Viendo las consecuencias de estos resultados del mercado, podemos, por tanto, observar que las leyes contra la fijación de precios disminuyen necesariamente la cantidad de bienes y servicios y expulsan del mercado a los consumidores marginales. En el mercado de los servicios de salud, esto significa que quienes tienen más necesidad de un servicio de bajo coste quedan fuera del mercado en nombre de la justicia social.

Contemplando la competencia entre proveedores de servicios médicos, podeos deducir que el mercado trataría a la gente que ahora son polizones con dignidad, pero que esos consumidores dejarían de aprovecharse de los demás. Por el contrario, ofrecerían un bien valioso para la sociedad: la satisfacción de ayudar a otros cuando lo necesitan. Aunque parezca extraño considerar esto como un bien económico, sin duda lo es, como evidencia el deseo de los consumidores de dejar de lado otras formas de consumo a favor de la caridad.

Aunque atender a estos pacientes seguiría redistribuyendo los costes a otros consumidores, sólo lo haría hasta el punto en que éstos consumidores que pagan lo toleren al continuar contratando los servicios. Es decir, las elecciones de los consumidores entre servicios hospitalarios en competencia forzarían, al igual que en todos los mercados, a mantener un equilibrio en la atención caritativa.

Esta cantidad eficiente de marcado estaría por consiguiente determinada por las inclinaciones caritativas de los asegurados y los pacientes de mayores ingresos. Y en un mercado verdaderamente libertario, que no tendría impuestos, podemos decir que estos individuos serán más dando de sus propios ingresos.

Quizá la mejor característica del proceso de libre mercado en un mercado libertario de salud es que destinaría los fondos de caridad a su mejor uso. En nuestro caso de las urgencias, este axioma del comportamiento del mercado implica que los hospitales gastarán sus presupuestos de caridad en los pacientes más pobres e indigentes.

Allá donde los fondos del gobierno se asignan de acuerdo con el favoritismo político y el oportunismo electoral, los hospitales en el libre mercado, siempre intentarán maximizar el beneficio para su imagen pública (simplemente maximización de beneficios) al ofrecer sus servicios a los pacientes más necesitados.

Conclusión

Con un examen riguroso, podemos ver que los servicios médicos de urgencias funcionan como cualquier otro mercado y que el problema del polizón es el resultado de un fallo del gobierno. Además, podemos esperar con seguridad que el libre mercado trataría a los más necesitados de estos polizones más humanamente que la supuestamente compasiva administración centralizada de la salud.

Publicado el 24 de septiembre de 2009. Traducido del inglés por Mariano Bas Uribe. El artículo original se encuentra aquí.

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