¿Valor en la devaluación?

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El euro tiene problemas. No es una noticia. Lo que es una noticia es que la gente con grandes bolsillos esté dispuesta a pagar por economistas que proporcionen una solución. Lord Wolfson ha ofrecido un premio de 250.000₤ a la mejor forma de que un país pueda salir de la Unión Monetaria Europea (UME). Se anunciaron en marzo cinco finalistas al premio. El ganador se anunciará en junio.
Ninguno de los cinco finalistas (Neil Record, Jens Nordvig, Jonathan Tepper, Catherine Dobbs y Roger Bootle) defiende una vuelta al dinero fuerte: todos suponen que las nuevas divisas fiduciarias nacionales flotarán y todos suponen que los países improductivos se beneficiarán de las nuevas divisas devaluadas. La teoría es que una divisa devaluada estimulará el crecimiento económico basado en la exportación. Además, tienen poca confianza en que las reformas económicas (que, por cierto, todos recomiendan) se consigan a corto plazo y ven la devaluación como una alternativa más rápida. ¿Pero funcionará esto? Primero unas palabras acerca de la propia devaluación.

Devaluando frente al oro

Históricamente, la devaluación de una moneda se refería a su relación con el oro. El oro no podía expandirse en cantidades apreciables muy rápidamente. Tenía que extraerse, acuñarse y ponerse en circulación con cierto coste durante un largo periodo de tiempo. El rallado de monedas y la sustitución con un metal base de algún porcentaje del oro en ellas fueron los primeros medios de envilecimiento de la moneda. Posteriormente, las monedas en papel podían expandirse tan rápida y económicamente como la casa de moneda podía pasar el papel por su imprenta, pero esto palidece en comparación que estos tiempos electrónicos en los que el dinero puede expandirse a cualquier cantidad deseado con el clic de un ratón. Por supuesto, las devaluaciones se producían incluso cuando los gobiernos admitían que el oro era dinero. Ejemplos notables son la devaluación suiza en 1936, detallada tan sucintamente por Mises en La acción humana, y la sorprendente devaluación del 69% en Estados Unidos en 1934. Ambas, y otras similares, se consideraron leyes vergonzosas y ventajistas. La devaluación equivalía a la admisión de un fraude. La banco central del país había impreso y circulado más unidades de moneda de las que podía redimir al precio de moneda frente a oro que había prometido a sus contrapartes comerciales. Por supuesto, esto tenía efectos desastrosos para todos los que tuvieran derechos contractuales a pagar en oro.

Devaluando frente a otras monedas fiduciarias

La devaluación defendida por muchos economistas hoy es bastante diferente en un aspecto. No hay reserva material (oro o plata, por ejemplo) frente a la que se devalúe la moneda de la nación. Los defensores de la devaluación moderna se refieren al valor, o tipo de cambio, de la moneda en relación con todas las demás monedas fiduciarias. El valor de intercambio entre divisas está determinado por la paridad de poder adquisitivo, que es la simple comparación de los niveles de precios de dos países expresada en moneda local. Sin embargo, el mecanismo de devaluación  sigue siendo el mismo que el que se producía bajo el oro: inflación de la oferta de moneda fiduciaria. Por ejemplo, el banco central podría dar a los compradores extranjeros más moneda local con la que comprar bienes locales. Esta oferta aumentada de moneda local acabaría abriéndose paso en la economía, aumentando todos los precios. Los economistas se refieren a este proceso como “importar inflación”. Los defensores de la devaluación intentan convencer a sus conciudadanos de que lo que antes era un acto vergonzoso es ahora algo positivo. Por ejemplo, los suizos están tratando de rebajar el valor de su moneda en relación con todas las demás.

¿Cuál de las propuestas de realizar pasos positivos para devaluar la moneda propia frente a otras, si puede realizarse, ayudará realmente a un país a hacerse más competitivo? ¿Qué han dicho otros sobre este tema?

Ideas de Immanuel Kant, Frederic Bastiat y Henry Hazlitt

Una política de devaluación monetaria puede juzgarse por si satisface o no el “imperativo categórico” de Kant, que se pregunta si la acción beneficiará a todos los hombres, en todos los lugares y en todos los tiempos. Indudablemente, una devaluación beneficiará a los exportadores, que pueden esperar hacer más ventas. Sus clientes extranjeros conseguirían más moneda local a cambio de la suya. Las exportaciones aumentarían. La posición del exportador es un de las mejor examinadas al considerar el brillante ensayo de Frederic Bastiat “Lo que se ve y lo que no se ve” y “la lección” que aparece en La economía en una lección, de Henry Hazlitt.

En el caso del intercambio de su dinero por más moneda local, el comprador extranjero estará realmente inclinado a comprar más bienes del país que devaluó. Podemos verlo, y la mayoría de los expertos lo consideran bueno. Los aumentos en las ventas del exportador pueden medirse. Se ve. ¿Pero qué pasa con las ventas perdidas por el importador? Los importadores pueden esperar lo contrario. La moneda local comprará menos y pueden esperar que las ventas caigan debido a la necesidad de aumentar precios para reflejar el poder adquisitivo reducido de su moneda local. ¿Cómo pueden medirse las ventas que nunca ocurrieron? Es lo que Bastiat llamaba lo que no se ve.

Y esto es solo el principio.

Hazlitt nos diría que viéramos los efectos a largo plazo de la idea de Bstiat. Lo que se ve es que los exportadores obtienen el primer uso del dinero recién creado y compran factores de producción de recambio a precios actuales. Los mayores beneficios por las mayores ventas les enriquecen, porque son los primeros receptores del dinero. ¿Pero qué pasa con los que consiguen el dinero mucho más tarde, como vendedores, o nada en absoluto, como los jubilados?

Con el tiempo, el nuevo dinero hace que suban todos los precios, incluso los factores de producción de los exportadores. Se evaporan lentamente los beneficios de la intervención monetaria para el exportador. Los costes de sus factores de producción han aumentado. Sus ventas empiezan a volver a niveles anteriores a la intervención. ¿Qué pude hacer sino cabildear ante el gobierno para otra dosis de expansión monetaria para dar a sus clientes aún más moneda local con la que comprar sus productos?

La expansión monetaria crea el ciclo de auge y declive

Pero tampoco este aumento en los precios generales y sus efectos redistributivos es la historia completa. El aumento en la oferta monetaria de la nación causará el ciclo de auge y declive. La fase de auge ha sido mal interpretada por los finalistas del Premio Wolfson, que ven evidencias históricas en los efectos beneficiosos de la devaluación. Por ejemplo, Jonathan Tepper escribe que “en agosto de 1998, Rusia dejó de pagar su deuda soberana y devaluó su moneda. No se produjo la catástrofe esperada”. Luego escribe: “Argentina se vio obligada a dejar de pagar y a devaluar a finales de 2001 y principios de 2002. A pesar de las sombrías predicciones, la economía función extraordinariamente bien”. Pero éstas no son sino las apariciones esperadas y temporales de la fase de auge causada por la expansión monetaria. No solo la nación quebrada se libre de su deuda y consigue ganancias ilícitas: su política monetaria expansionista inicia un auge especulativo. Ni Rusia ni Argentina han creado economías capitalistas sostenibles.

El exportador como agente de transferencia de riqueza

Debería quedar claro que no hay beneficio neto para el país que rebaja el poder adquisitivo de su moneda mediante expansión monetaria. La única razón por la que el exportador hace más ventas es que el comprador de sus bienes obtiene un precio menor. Este precio menor no es el resultado de eficiencias en la fabricación, sino de una subvención (una transferencia de riqueza) de algunos en el país exportador al comprador extranjero de bienes. Con cada expansión monetaria sucesiva, la riqueza se canaliza al exportador, sus empleados y otros que obtienen el dinero antes en la fase de expansión. Todos los de más se ven perjudicados. En la práctica, las ventas del exportador han sido subvencionadas por sus conciudadanos, que son los últimos receptores del nuevo dinero. El exportador es el medio que no se ve por el que se efectúa la transferencia. La nación en su conjunto está peor: no es más competitiva.

Retrasando la reforma real en una infructuosa “carrera descendente”

Los políticos y sus asesores económicos profesionales están causando a sus conciudadanos una injusticia al considerar la devaluación como un medio rápido y sencillo de mejorar la competitividad nacional. La fuente de ventajas competitivas reales es la reforma liberal de las políticas económicas que premie la laboriosidad de la gente, proteja su propiedad e incluso la de los extranjeros ante impuestos confiscatorios y estimule el ahorro. Con el tiempo, aumentará la base de capital del país en relación con su población (un aumento en el capital per cápita, como dicen los economistas) aumentando la prosperidad real mediante la mayor productividad del trabajador. Pero en lugar de buscar directamente las reformas económicas, que uno debe admitir que serán complicadas, los políticos y sus asesores económicos profesionales están fomentando una “carrera descendente”, por la que cada país trata de estimular las exportaciones mediante devaluaciones competitivas contra todos los demás. La base de capital de la nación disminuirá lentamente a través de la puerta trasera de la subvención a la exportación que hace posible la devaluación monetaria.

El riesgo moral del estado del bienestar

No hay nada que impida a cualquier miembro de la UME convertirse inmediatamente en más competitivo. Todo lo que hace falta es una voluntad de rebajar precios. Como medio común de intercambio, el euro revela estructuras económicas no competitivas. ¿Por qué esos países que desean hacerse más competitivos evitan rebajar precios? La respuesta es el estado del bienestar. En una economía de mercado no intervenida no hay desempleo estructural. Todo el que no quiera trabajar, puede hacerlo, porque nunca hay escasez de trabajo a realizar. Pero el estado del bienestar elimina el coste de poner un precio demasiado alto al trabajo o los bienes y servicios de uno. Podría decirse que el estado de bienestar apuntala las rigideces estructurales en una economía, como leyes laborales, licencias, etc., al eliminar el coste de las intervenciones del mercado. La devaluación no se ocupa de este problema subyacente, por lo que no arreglará la falta de competitividad de un país.

Conclusión

Devaluación significa expansión monetaria. El nuevo dinero debe entrar en la economía el algún lugar (en pagos a los exportadores, por ejemplo). La consiguiente burbuja se interpreta incorrectamente como una señal del éxito de la devaluación. Pero la burbuja viene acompañada de los bien conocidos efectos deletéreos de un aumento en el nivel de precios, redistribución de renta y malas inversiones. Al aumentar los precios de los factores de producción de los exportadores y desaparecer los beneficios de la devaluación, habrá reclamaciones de más expansión monetaria. Si más de un país sigue esta política, se produce una desastrosa carrera descendente.

La solución es una moneda fuerte. Una moneda fuerte revela una mala política económica y obliga a cada país a vivir dentro de sus posibilidades. Los gobiernos se verían obligados a liberalizar sus economías y librarse de los parásitos destructores de riqueza. La devaluación retarda este proceso.


Traducido del inglés por Mariano Bas Uribe. El artículo original se encuentra aquí.

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