Para volver al escenario de Nueva Inglaterra, los florecientes pero abrumados mercaderes de Massachusetts recibieron una severa sacudida económica en 1640. Mucho del capital y el crédito para expandir su comercio había provenido de los emigrantes más ricos de Inglaterra, pero para 1640 el gran éxodo se había agotado. Al darse cuenta de este hecho, suprimió aún más el flujo vital del crédito inglés a los mercaderes de Massachusetts, ya que se había predicado mucho sobre un flujo continuo de fondos de inmigrantes. Además, el comercio de pieles ya estaba declinando por el agotamiento de los recursos cercanos y las restricciones del sistema de licencias. Una consecuencia de estos factores fue una severa crisis económica en 1640 con una fuerte caída de precios (del ganado, la tierra y los productos agrícolas). También se desmoronaron el crédito y la confianza y la subsiguiente reclamación de créditos agravó la crisis. (Hay pocas dudas de que el pánico también se agravó por la crisis en la economía inglesa en 1640, una crisis creada por la apropiación de Carlos I de las existencias de metales preciosos y otros productos). Como es habitual en un pánico económico, los deudores afrontaron un doble problema: la caída de precios significaba que tenían que pagar sus deudas en una moneda que valía más en poder adquisitivo que la que habían tomado prestada y la demanda de pago inmediato en un momento en que el dinero era difícil de obtener agravaban sus problemas financieros.
Casi de inmediato, los deudores se dirigieron al gobierno en busca de ayuda y privilegios especiales. Obedientemente, el Tribunal General de Massachusetts aprobó, en octubre de 1640, la primera de una serie de legislaciones de alivio a los deudores que iban a proliferar en América en cada crisis y depresión posteriores. Una ley de tasación mínima obligaba a tasar la propiedad del deudor insolvente a un precio inflado artificialmente y una provisión de curso legal que obligaba a los acreedores a aceptar todo futuro pago de deudas en un tipo fijo e inflado arbitrariamente en grano, ganado o pescado. Se aprobaron privilegios adicionales para los deudores en 1642 y 1644; por ejemplo, en estos últimos se aprobó una ley que permitía a un deudor evitar la ejecución simplemente abandonando la colonia. Más radical fue una ley aprobada por la cámara superior de magistrados, pero derogada por los diputados, que habían llegado hasta el asombroso punto de hacer que el gobierno de Massachusetts asumiera todas las deudas privadas que no pudieran pagarse.
El hecho de que esta ley general de asunción de deudas fuera aprobada por el consejo de magistrados, el órgano por excelencia de la oligarquía gobernante, y rechazada por la sustancialmente más democrática cámara de diputados indica la necesidad de una revisión drástica del estereotipo histórico común de que los deudores son ipso facto los pobres. Pues aquí encontramos el interés de los deudores representado especialmente por la oligarquía gobernante y no por el cuerpo más democrático.
Se aprobó más legislación de alivio de los deudores (de nuevo a requerimiento de los mercaderes) en 1646, obligando a los acreedores a aceptar pagos en especie para deudas monetarias y en 1650, obligando a moratorias directas sobre pagos de deudas.
Con la producción de pieles declinando de mala manera, el gobierno de Massachusetts recurrió desesperadamente a intentos artificiales de crear industria por acción del estado. Los motivos eran una mezcla del error mercantilista de buscar la autosuficiencia y recortar las importaciones y la concesión oportuna de privilegios a sus empresarios favoritos.
Así que la colonia decidió recurrir a la subvención de la fabricación del hierro. Las primeras minas de hierro en América eran pequeñas y se ubicaban en los pantanos costeros (“hierro de ciénaga”) y el primer hierro fabricado o forjado se producía de forma barata en “acerías” locales de solera abierta. Sin embargo, el gobierno de Massachusetts quería obligar al uso del más imponente (y mucho más caro) proceso indirecto de fabricación de hierro forjado, un proceso que requería la construcción de un alto horno y una fragua. Esa operativa requería una planta mucho mayor y mucha más mano de obra especializada.
En 1641 John Winthrop Jr. encontró mena de hierro de ciénaga en Braintree. Decidió embarcarse en la ambiciosa construcción de un horno y una fragua, los primeros en la colonia. El Tribunal General de Massachusetts había ofrecido a cualquier descubridor de una mina de oro el derecho a explotarla durante 21 años, pero insistía en que en 10 años se erigiera un horno y fragua de hierro en cada mina de ciénaga, reprimiendo así el más barato proceso de la solera abierta. El tribunal insistía también en que la Winthrop Company (pronto convertida en la Company of Undertakers for an Iron Works in New England, con capital inglés) transportara hierro a las iglesias y mantuviera un mínimo de su producción en la colonia en lugar de exportarlo. En 1645 se concedió a la empresa un monopolio de 21 años de toda la fabricación de hierro en Massachusetts, así como subvenciones de madera, bajo la condición de que en unos años la empresa proporcionaría a los colonos hierro a un precio que no superara las 20₤ la tonelada.
Sin embargo, incluso con estos privilegios y las grandes concesiones de madera que Winthrop consiguió de los pueblos de Boston y Dorchester, la empresa de Braintree era demasiado cara y fracasó casi de inmediato. Expulsando a Winthrop, la empresa trasladó sus operaciones al norte, a Lynn, donde consiguió construir un horno y una fragua y producir cierta cantidad de hierro en barras. De nuevo la economía acabó con este proyecto y costes aumentaron más rápidamente que los ingresos. Además, los dueños de la compañía querían vender el hierro a cambio de efectivo, pero el tribunal de Massachusetts insistía en que la empresa aceptara objetos en especie por su hierro, “manteniendo el hierro en la colonia”; de otra manera, argumentaba el tribunal, el hierro redundaría en beneficio de los compradores extranjeros y los beneficios en efectivo serían absorbidos por los propietarios en Inglaterra. Los salarios pagados en las ferrerías aparentemente no eran bastante beneficio para el tribunal. En su fracasada petición al Tribunal General, el empresa apuntaba los beneficios a la colonia de su pago de salarios y compra de suministros y argumentaba que tenía derecho a exportar a voluntad y obtener efectivo a cambio. ¿Qué iba a hacer con el grano que le pagaran? Con este tipo de acoso añadido a sus demás problemas, la empresa acabó quebrando en 1653 y las propias ferrerías se cerraron menos de una década después.
No fue la última de las aventuras empresariales del joven Winthrop en empresas subvencionadas, antieconómicas y fracasadas. En 1655 descubrió un depósito de hierro de ciénaga en Stony River en la colonia de New Haven. Las autoridades de New Haven, viendo que su colonia se estaba convirtiendo en un somnoliento remanso en lugar del esperado éxito económico, dieron la bienvenida esperanzados a la posibilidad de subvencionar una ferrería. Consiguiendo localmente el capital para evitar el acoso colonial de propietarios extranjeros, se otorgó a Winthrop una serie de privilegios especiales por parte de la colonia y los ayuntamientos que incluía concesiones de de tierras, pago de todos los costes de construcción del horno, una presa en el río y transporte de fuel. Uno de los propietarios era el subgobernador de New Haven, Stephen Goodyear, que era así capaz de utilizar el poder del gobierno para concederse sustanciales privilegios. Sin embargo, pronto este ferrería empezó a perder dinero y poco hierro se produjo en Stony River. La ferrería se abandonó completamente en la década de 1660.
El lamentable historial de la producción forzada de hierro se aunó con la obligación en los textiles. Los gobiernos de Nueva Inglaterra, haciendo caso omiso del hecho de que el cultivo del cáñamo era en buena medida antieconómico, decidieron que no se estaba cultivando suficiente cáñamo por parte de los granjeros privados y que había que hacer algo. Connecticut llegó a obligar a todas las familias a plantar un mínimo de cáñamo o lino, pero pronto tuvo que abandonar su empeño. Massachusetts decidió en 1641 conceder una subvención del 25% en todas las hilaturas de algodón y lana hiladas o tejidas en la colonia. También decretó que todos los sirvientes y niños debían dedicar todo su tiempo libre al cáñamo y el lino. Esto estimuló tan rápidamente el crecimiento del cáñamo que solo un año después Massachusetts revocó su subvención y pensó que tenía que legislar contra el “acaparamiento” de existencias de cáñamo.
Massachusetts también pensaba que no se estaban fabricando localmente suficientes prendas de abrigo de lana. En 1645 ordenó la cría de más ovejas y en 1654 prohibió toda exportación ulterior de éstas. Finalmente, en 1656 Massachusetts puso en marcha todos sus poderes coactivos: se ordenó hilar a todas las manos ociosas, especialmente las de “mujeres, niñas y niños”. Los ediles de cada pueblo nombrarían en cada familia al menos un “hilador” en cada hilador tenía que hilar, en lana o algodón, al menos durante la mitad del año, a un ritmo de tres libras de hilo por semana. Por cado libra que faltara respecto de lo decretado, la familia responsable tenía que pagar una multa de doce peniques al estado. Aún así, todos estos rigurosos intentos mercantilistas de obligar a la autosuficiencia fueron un fracaso: la ley económica prevaleció de nuevo sobre la ley positiva. En 1660 se abandonaron los intentos de crear una industria textil en Massachusetts. A partir de entonces, el oeste rural de Massachusetts hizo en casa sus ropas (fabricantes familiares “sencillos”), mientras que los ciudadanos urbanos se contentaban con importar su ropa de Inglaterra.
John Winthrop Jr. también intentó fundar unas salinas en Massachusetts, de nuevo subvencionadas por un gobierno ansioso por promover la autosuficiencia en sal. Estas subvenciones continuaron intermitentemente durante un periodo de 20 años. En la década de 1630, se donó gratuitamente madera como combustible para las salinas de Winthrop; en la década de 1640 Massachusetts acordó comprar 100 toneladas de sal a Winthrop; a mediados de la década de 1650 el Tribunal General le otorgó una patente de 21 años. Pero Winthrop nunca tuvo éxito en la producción del sal.
[An Austrian Perspective on the History of Economic Thought (1995)]
Traducido del inglés. El artículo original se encuentra aquí.