Fue en torno a las 9:30 de la tarde del 6 de diciembre de 1941. El teniente de navío, Lester R. Schulz, oficial especial de vigilancia de las comunicaciones, asignado esa tarde a la Casa Blanca “para recibir [un] mensaje especial del Presidente”, entraba en el despacho del Presidente Roosevelt con una bolsa cerrada que contenía importantes documentos. El presidente había estado ocupado, pero tan pronto como supo que había llegado el mensajero, abandonó a sus invitados y fue a su despacho en la Casa Blanca para esperar esta entrega.
Como testificaría Schulz más tarde, cuando entró el presidente estaba sentado en su mesa, con su amigo y colaborador cercano, Harry Hopkins, cerca de pie. Schulz abrió la bolsa y entregó al presidente un fajo de “quizá 15 páginas mecanografiadas” unidas.
Schulz esperó mientras “el Presidente leía los papeles”. Esto le llevó “quizá 10 minutos” durante los cuales Hopkins andaba lentamente adelanta y atrás. “Luego [FDR] se los entregó [los papeles] a Mr. Hopkins, que los leyó y se los devolvió al presidente.
“El Presidente se dirigió entonces hacia Mr. Hopkins y dijo sustancialmente (…) ‘esto significa la guerra’. Mr. Hopkins asintió y luego discutieron, durante quizá 5 minutos, la situación de las fuerzas japonesas, es decir, su disposición”. Los japoneses habían entrado en Indochina. Roosevelt y Hopkins especulaban sobre dónde sería el siguiente movimiento japonés. Nadie mencionó Pearl Harbor. Tampoco dieron ninguna “indicación de que mañana fuera necesariamente el día”. Tampoco “hubo ninguna mención respecto de enviar ninguna advertencia o alerta más”.
“Como la guerra era inminente”, aventuraba Hopkins,
Los japoneses intentarían golpear cuando estuvieran listos, en el momento que les fuera más oportuno (…) cuando sus fuerzas estuvieran más adecuadamente dispuestas para su ventaja. (…) Como la guerra iba indudablemente a producirse por convenirle a los japoneses, era malo que no pudiéramos dar el primer golpe y evitar cualquier tipo de sorpresa.
El presidente asintió. “No, no podemos hacerlo. Somos una democracia y un pueblo pacífico”. Luego alzó su voz: “Pero tenemos un buen historial”. FDR quería decir que teníamos que mantener ese historial, que “no podíamos hacer el primer movimiento abierto. Tendríamos que esperar a que llegara”.
El presidente continuó diciendo a Hopkins que había preparado un mensaje para el emperador japonés “respecto de la presencia de las tropas japonesas en Indochina, en realidad solicitando su retirada”. FDR no había seguido el procedimiento habitual de enviar este cable, dijo. En lugar de enviárselo a Tojo, como primer ministro, FDR “destacaba el hecho de que se lo había enviado al Emperador como Jefe del Estado”.
El presidente intentó luego telefonear al Almirante Stark, Jefe de Operaciones Navales. Según parece, “el operador de la Casa Blanca dijo al presidente que podía contactarse con el Almirante Stark en el Teatro Nacional”. FDR temió que si Stark fuera llamado repentinamente a su palco en el teatro “habría sido visto sin duda debido al puesto en que estaba y podría causarse una alarma innecesaria”. Aparte, esperaba ser capaz de contactar con Stark “quizá dentro de media hora”. Así que lo dejó pasar. FDR no mencionó “telefonear a nadie más”. Simplemente devolvió los papeles a Schulz y éste se marchó.
A la mañana siguiente, los japoneses bombardearon Pearl Harbor, llevando a Estados Unidos a una guerra que le costaría cientos de miles de vidas.
¿Qué información contenían aquellos papeles que llevaron a Roosevelt a decir “esto significa la guerra”? ¿Y qué tenía que ver Indochina (hoy Vietnam) con Estados Unidos? Estados Unidos había estado muy preocupado desde septiembre de 1939, cuando la Alemania de Hitler invadió Polonia, llevando a Inglaterra y Francia a declarar la guerra a Alemania. Parecía una repetición de la Guerra Mundial de 1914-1918 y muchos pensaron que Estados Unidos debería unirse a la lucha inmediatamente. Aunque muchos estadounidenses estaban contra los nazis y contra Hitler, eran reacios a ir a la guerra. Además, estaba en vigor un “Pacto de neutralidad”.
Incluso cuando Roosevelt estaba firmando el “Pacto de neutralidad” dijo: “Esta nación seguirá siendo una nación neutral, pero no puedo pedir a todo estadounidense que sea también neutral de pensamiento”. El propio Roosevelt no era neutral de pensamiento y estaba ansioso por ayudar a los británicos en todo lo que pudiera. En general, los estadounidenses le apoyaron cuando propuso proporcionar a Inglaterra todo lo que necesitara (dinero, aviones, tanques, barcos, armamentos) para impedir que la guerra llegara a nuestras costas.
Respecto de Japón, había abandonado la Liga de Naciones en 1935 por las acusaciones contra él sobre el “Incidente de Manchuria”, una sospechosa explosión de una línea ferra controlada por los japoneses utilizada como excusa para extender su ocupación de Manchuria. Posteriormente, el 15 de noviembre de 1936, Japón había firmado el pacto germano-japonés anti-Comintern, creando una alianza con Alemania contra su enemigo común, la Rusia soviética.
A lo largo de este periodo, Japón estuvo en guerra con China. Los bombardeos y atrocidades de Japón en China fueron divulgados y criticados ampliamente. El 26 de julio de 1939, Estados Unidos anunció a Japón que iba a rescindir su tratado comercial de 1911 en seis meses: después del 26 de enero de 1940, Japón tendría que solicitar un permiso especial para comprar cualquier cosa en Estados Unidos. Fue un golpe grave, ya que Japón dependía fuertemente del extranjero en muchos productos, especialmente en petróleo. Posteriormente, el 17 de septiembre de 1940, Japón firmo el Pacto Tripartito con Alemania e Italia, que preveía que si cualquiera de las tres partes era atacada por una potencia entonces no implicada en la guerra europea o el conflicto chino-japonés, las otras dos acudirían a ayudar a la víctima. Así se delimitaron los bandos: el Eje (Alemania, Italia y Japón) contra los Aliados (Estados Unidos, Rusia y Gran Bretaña). El 25 de julio de 1941, se bloquearon todos los activos japoneses en Estados Unidos, deteniendo todas las transacciones financieras y comerciales de importación o exportación en las que hubiera intereses japoneses.
Con prácticamente el mundo entero en guerra, Estados Unidos aumento su producción de barcos, aviones, tanques y armamento y aprobó controles y regulaciones en un intento de poner al país en pie de guerra. En octubre de 1940 el Congreso aprobó la Ley del Servicio Selectivo, que sometía a todos los hombres de entre 20 y 44 años a reclutamiento militar.
Aunque la mayoría de los estadounidenses se oponía a que Estados Unidos entrara en la guerra, el Presidente Roosevelt era personal y emocionalmente británico. Tuvo gran influencia en conseguir que Estados Unidos les proporcionara dinero, barcos, aviones, tanques y armas, en establecer una patrulla atlántica de barcos de la Armada de EEUU para advertir a los británicos acerca de barcos y submarinos alemanes y en escoltar barcos británicos hasta Islandia. Los barcos de EEUU dispararon a algunos barcos alemanes. Pero los alemanes rechazaron responder. Hitler no buscaba un conflicto con Estados Unidos. Dijo al Almirante Erich Reader, entonces comandante en jefe de la armada alemana: “No hay que usar armas. Aunque los navíos estadounidenses se comporten de una forma definitivamente no neutral. (…) Las armas solo han de usarse si los barcos de EEUU disparan primero”.
En abril de 1941, estadounidenses, holandeses y británicos tuvieron reuniones secretas en Singapur para averiguar cómo responder a una agresión japonesa en el Sudeste asiático. El resultado fue un acuerdo de las tres potencias de que no debería permitirse a los japoneses avanzar al oeste de los 100º longitud este o al sur de los 10º latitud norte no sea que “cree una posición en la que nuestra falta de acción contraria militar activa nos ponga en tal desventaja, que en caso de que Japón atacara a continuación debamos recomendar a nuestros respectivos gobiernos autorizar dicha acción”.# Los planes de guerra se desarrollaron basándose en este acuerdo. El plan de EEUU fue distribuido a los comandantes estadounidenses de campo el 25 de julio de 1941.
La guerra no iba bien para los británicos: se habían hundido muchos barcos con suministros de municiones y alimentos en el Atlántico y Londres estaba siendo atacado casi todas las noches por bombarderos alemanes. En agosto de 1941, Roosevelt y Churchill se reunieron en Argentia, en la costa de Terranova. Churchill ansiaba que Estados Unidos entrara en guerra contra Hitler. Sin embargo, Roosevelt se resistía a los ruegos de Churchill. Bajo la Constitución de EEUU, decía, solo el Congreso podría declarar la guerra. Su propusiéramos ir a la guerra, el Congreso discutiría durante semanas. Por tanto, aunque “no puedo declarar la guerra, puedo hacer la guerra”. Y procedió a hacer justamente eso.
A mediados de 1941, el área de patrulla naval de EEUU en el Atlántico se había extendido tan al este que llegaba a las Azores. El 21 de mayo, un carguero de EEUU, el Robin Moor, fue hundido en el Atlántico sur. Se bloquearon los fondos del Eje en Estados Unidos y los barcos alemanes, italianos y daneses (los alemanes habían ocupado Dinamarca el 9 de abril de 1940) en puertos de EEUU se pusieron bajo “custodia protectora”. Roosevelt sabía que algunas de sus acciones para ayudar abiertamente a los británicos y exponerse a una guerra contra los nazis no eran constitucionales. Uno de sus escritores, Robert Sherwood, escribía: “Roosevelt nunca pasó por alto el hecho de que sus acciones podrían llevar a su impeachment inmediato o diferido”.#
Poco después de que Dinamarca fuera ocupada por los alemanes, Groenlandia pidió protección a Estados Unidos. En julio de 1941, EEUU ocupó la antiguamente danesa Islandia y en agosto empezó a escoltar barcos mercantes a la misma Islandia. El 4 de septiembre, un submarino alemán lanzó un torpedo cerca del destructor USS Greer en su ruta hacia Islandia, el Greer lanzo una carga de profundidad, el submarino lanzó un segundo torpedo, ni éste ni el destructor fueron alcanzados. ¡Pero el presidente estaba enfurecido! El 11 de septiembre acudió a la radio y lanzó una “orden de disparo” a los barcos de la Armada de EEUU en el Atlántico. “Cuando ves atacar una serpiente de cascabel preparada para el ataque, no esperas hasta que haya atacado para aplastarla. Estos submarinos y asaltantes nazis con las serpientes de cascabel del Atlántico”.
El 16 de septiembre, el USS Kearny, otro barco estadounidense en ruta hacia Islandia, fue alcanzado por un torpedo alemán, murieron 11 hombres y 22 fueron heridos, pero el Kearny consiguió llegar a duras penas a Reykiavik. El 31 de octubre fue torpedeado el Reuben James, también acompañando un convoy; se partió por la mitad y murieron 100 hombres, solo se salvaron 45.
El almirante Royal E. Ingersoll, ayudante en jefe de operaciones navales, describió a la guerra de hecho que estaba realizando Estados Unidos en el Atlántico como “una guerra no legal”. Pero luego medio pidió perdón: “Es más de una naturaleza irregular. (…) En el Atlántico estamos haciendo cosas que solo hace un beligerante. No ha habido ninguna declaración. Hemos hecho muchas cosas que bajo el derecho internacional, tal y como se entendía antes de la última guerra, no eran neutrales. (…) Aparentemente les beneficia [a Alemania] que seamos no beligerantes en lugar de beligerantes completos”.
En el otoño de 1941, la situación en el Lejano Oriente había empezado a adquirir importancia añadida a los ojos de los principales oficiales en Washington. En un intento por limar las diferencias entre estadounidenses y japoneses, principalmente sobre el comercio y la ocupación de Indochina por Japón, Estados Unidos empezó negociaciones diplomáticas con los embajadores japoneses Kichisaburo Nomura y Saburo Kurusu. Roosevelt y Churchill estaban presionando a los japoneses para que acabaran su guerra con China y dejaran de expandirse en el suroeste del Pacífico.
El 7 de noviembre (un mes antes del ataque a Pearl Harbor), el Secretario de Guerra, Henry L. Stimson informaba de que FDR hizo
la primera votación general de su Gobierno (…) sobre el asunto del Lejano Oriente, sobre si la gente nos respaldaría en caso de que atacáramos allí [en el sudeste asiático] a Japón. (…) Fue una charla muy interesante. (…) Fue alrededor de la mes, primero [el Secretario de Estado, Cordell] Hull y luego yo y luego todos y fue unánime en creer que el país nos apoyaría. [FDR] dijo que (…) el voto es unánime, creyendo él lo mismo. El voto habría sido mucho más fuerte, si el Gobierno hubiera sabido (y no lo sabía salvo en el caso de Hull y el presidente) lo que el ejército estaba haciendo con los grandes bombardeos [reforzar Filipinas] y lo listo que estábamos [en el ejército] para echar una mano [en caso de un ataque a británicos u holandeses en el sudeste asiático].
En una reunión en la Casa Blanca el 25 de noviembre, FDR planteó el tema de las relaciones japonesas. “Planteó el caso de que probablemente fuéramos atacados [por Japón], tal vez el siguiente lunes [1 de diciembre], pues era sabido que los japoneses atacaban sin previo aviso y la cuestión era qué deberíamos hacer”. El Secretario de Guerra, Stimson, planteaba sucintamente el dilema: “La cuestión era cómo deberíamos colocarlos en la posición de hacer el primer disparo sin asumir nosotros demasiado riesgo”.
El 27 de noviembre, Stimson advertía que Filipinas esperaba un ataque japonés en unos pocos días. Los planes de guerra enviados por el almirante Kimmel en Pearl Harbor le aconsejaban tomar la iniciativa teniendo listos hombres y barcos para lanzar un ataque a las posiciones japonesas en las Islas Marshall en el centro del Pacífico.
Al día siguiente, el 28 de noviembre, Stimson supo por la inteligencia del ejército de una expedición “formidable” de fuerzas japonesas navegando a lo largo de la costa asiática. Se discutieron varias alternativas ese día en una reunión del gabinete de guerra. Todos los participantes estuvieron de acuerdo en que si se permitía a los japoneses desembarcar en el Golfo de Siam, les pondría en una posición estratégica para dar un severo golpe a las otras tres potencias en el sudeste de Asia: los británicos en Singapur, los holandeses en las Indias y los estadounidenses en Filipinas. Todos los miembros del gabinete de guerra estuvieron de acuerdo en que no debía permitirse el desembarco. Si los japoneses llegaban al Istmo de Kra, los británicos lucharían y si los británicos luchaban, tendríamos que luchar. El gabinete se dio cuenta de que si se permitía a esta expedición rodear el punto más al sur de Indochina, se pondría en marcha una cadena de acontecimientos desastrosos.
“Por tanto, decidimos que no podíamos simplemente sentarnos y no hacer nada”, informaba Stimson. “Después de cierta discusión se decidió que [FDR] enviaría una carta al emperador, que no se haría pública, y que al mismo tiempo enviaría un mensaje especial al Congreso informando del peligro”. FDR “nos pidió a Hull y Knox y a mí [Stimson] que redactáramos estos escritos”. Lo acordado era “que en lugar de golpear con la fuerza que se haría por un lado sin advertencia, lo que pensábamos que no podía hacerse, o sentarse y dejar que las cosas pasaran, por el otro, lo que pensábamos que no podíamos hacer. Lo único que podíamos hacer es enviar un aviso de que si se llegaba cierto lugar, o a cierta línea, o a cierto punto, deberíamos tener que luchar”.
El Secretario de Estado, Hull, envió al presidente un borrador de propuesta de mensaje al Congreso. Después de condensar la historia de las relaciones entre Estados Unidos y Japón, Hull presentaba en duros términos la opinión del presidente sobre la agresión japonesa:
La cuestión suprema que se presenta a este país junto con muchos otros por el movimiento de conquista mundial dominado por Hitler es la de la autodefensa. (…) No queremos una guerra con Japón y Japón no quiere una guerra con este país. Sin embargo, si debe llegar la guerra, la culpa y responsabilidad serán de Japón. La causa primaria habrá sido que Japón haya seguido una política de agresión.
El 1 de diciembre, Roosevelt tuvo una larga conversación con el embajador británico Lord Halifax, durante la cual confirmó el compromiso de EEUU con su acuerdo con británicos y holandeses. En el caso de un ataque directo a británicos u holandeses, dijo Roosevelt “evidentemente estaremos todos unidos”. Pero
quería que quedaran claros “asuntos menos evidentes”. (i) Si las respuestas de los japoneses a estas preguntas [acerca de a dónde iban esas tropas japonesas y si era a Indochina] fueran insatisfactorias, pero los refuerzos no hubieran llegado a Indochina, (ii) si las respuestas fueran insatisfactorias y las tropas hubieran llegado a Indochina (iii) si los japoneses avanzaran hasta Tailandia sin atacar el istmo de Kra [en territorio tailandés] o si no hicieran más que forzar a Tailandia a hacer concesiones de un tipo “peligrosamente perjudicial para la posición general”.
Según Lord Halifax, el presidente dijo que los británicos
podría contar con apoyo estadounidense si [los británicos] nos moviéramos para defender el istmo de Kra [en territorio tailandés] en caso de un ataque japonés, aunque este apoyo podría no darse hasta después de unos pocos días. Sugería que deberíamos prometer al gobierno tailandés que, si resistía al ataque o infiltración japonés, respetaríamos y garantizaríamos para el futuro su completa soberanía e independencia. El presidente dijo que la Constitución de Estados Unidos no le permitía dar esa garantía, pero que podíamos estar seguros de que nuestra garantía tendría un completo apoyo estadounidense.
Los comentarios de Roosevelt fueron “suficientemente alentadores como para permitir a Halifax informar de que en su opinión Estados Unidos apoyaría cualquier acción que pudiésemos adoptar [los británicos] en cualquiera de los casos señalados por el Presidente. En todo caso, podíamos contar con el apoyo estadounidense en cualquier operación en el istmo de Kra”.
También el 1 de diciembre, Roosevelt ordenó al almirante Hart en Manila que equipara tres barcos pequeños comandados por un oficial naval de EEUU con suficiente armamento (un cañón pequeño y una ametralladora) para clasificarlos como “soldados de EEUU”. Las tropas podías ser filipinas. Estos pequeños barcos iban a tomar posiciones concretas en el camino del convoy japonés. El almirante Hart estaba extrañado: los movimientos japoneses ya se conocían en Manila gracias al reconocimiento aéreo. Tal vez los tres pequeños barcos eran un cebo, como había sugerido Stimson el 25 de septiembre, para inducir a los japoneses a “hacer el primer disparo sin asumir nosotros demasiado riesgo”. Resultó que solo uno de los tres barcos se interpuso en el camino del convoy japonés antes del 7 de diciembre: fue avistado y regresó a la base.
En la tarde del 3 de diciembre, el presidente volvió a discutir con Lord Halifax el plan británico de resistir un ataque japonés en el istmo de Kra y Tailandia, confirmando de nuevo, e incluso reforzando, su promesa del 1 de diciembre. Dijo a Lord Halifax que “cuando hablaba de apoyo, quería decir ‘apoyo armado’, que estaba de acuerdo con el plan británico de operaciones en el istmo de Kra si los japoneses atacaban Tailandia”. Luego Halifax envió un cable a su gobierno en Londres diciendo que “estaba seguro de que [los británicos] podíamos contar con ‘apoyo armado’ si realizábamos la operación [del istmo de Kra]”.
La situación empezaba a caldearse. No solo había informes más frecuentes de la actividad japonesa en el Lejano Oriente, sino que se estaban recogiendo, decodificando y traduciendo en Washington muchos mensajes japoneses relativos a las relaciones diplomáticas y los asuntos japoneses en todo el mundo. Y sus mensajes eran cada vez más urgentes. Los principales oficiales en Washington con acceso a MAGIC, la inteligencia obtenida para interceptar mensajes japoneses codificados como “púrpura”, los leían y escrutaban cuidadosa y continuamente en busca de pistas acerca de lo que estaban planeando los japoneses.
Entre lo interceptado a los japoneses enviado desde Tokio con su código J-19, decodificado y traducido por nuestros criptoanalistas de la Armada en Washington el 3 de diciembre, había un mensaje de “barcos en el puerto” al cónsul japonés en Hawai. Tokio pedía que Hawai informara dos veces por semana, en lugar de irregularmente, las ubicaciones del “barcos [de EEUU] en el puerto” de Pearl Harbor. A los oficiales de Pearl Harbor nunca se les avisó de que se habían recogido y enviado a Tokio informes de “barcos en el puerto” por el cónsul japonés en Hawai. Tampoco se les dijo nada de esta intercepción de “barcos en el puerto”.
El 3 de diciembre se recibió en Washington “información altamente fiable” de que a los cargos diplomáticos y consulares japoneses en Hong Kong, Singapur, Batavia, Manila, Washington y Londres (todos en territorios estadounidenses, británicos u holandeses) se les había ordenado destruir la mayoría de sus códigos y cifras y quemar todos los demás documentos confidenciales y secretos importantes.
Los principales oficiales en Washington aumentaban la alerta al irse haciendo inminente el conflicto con Japón. Enviaron instrucciones de destruir sus códigos a los agregados navales en Tokio, Bangkok, Pekín y Shanghai. Y el general Sherman Miles, jefe de la División de Inteligencia Militar del Ejército, ordenó al agregado militar en la embajada de EEUU en Tokio que destruyera sus códigos.
Cuando los japoneses no podían ya transmitir a través de sus canales criptográficos, se comunicaban con sus oficinas diplomáticas en todo el mundo insertando mensajes, cada uno con un significado oculto, en informes meteorológicos ordinarios. El 4 de diciembre, el radio Ralph T. Briggs en Cheltenham, MD, interceptó un mensaje que contenía la frase Higashi no kaze arne: “Viento del este, lluvia” en español. El mensaje oculto de “Viento del este, lluvia” era: “Guerra con Inglaterra (incluyendo las Indias Orientales Holandesas, etc.), guerra con EEUU, paz con Rusia”. Así que Rusia no iba a ser un objetivo del ataque japonés pero Inglaterra (Singapur), las Indias Orientales Holandesas y Estados Unidos (posiblemente Manila, Pearl Harbor y la Zona del Canal) estarían afectados por el inicio de cualquier agresión que estuviera planificando Japón.
Este mensaje, con su significado oculto (“Guerra con EEUU”) escrito en negritas, fue entregado en mano al director de comunicaciones navales en Washington. Allí se desvaneció, sin que aparentemente se reconociera su importancia. Al menos nunca se envió ningún indicio de esta intercepción crucial o de su interpretación de que estaba llegando un ataque en territorio de EEUU a ningún oficial responsable que admitiera haberlo recibido. Se perdió todo rastro de esta recepción y nunca se encontró nada a pesar de una intensa búsqueda durante las muchas investigaciones posteriores a Pearl Harbor.
A lo largo de las semanas y meses en que los diplomáticos de EEUU y Japón negociaron en Washington, Estados Unidos tuvo la ventaja de ser capaz de leer el mismo código secreto diplomático “irrompible” de Japón. Después de descifrarlo por primera vez en agosto de 1940, los descifradores estadounidenses y traductores se hicieron tan competentes que eran capaces de poner la traducción de una intercepción japonesa en la mesa del Secretario de Estado, Hull, antes de que los embajadores japoneses, a quienes se les había dirigido, llegaran a discutirla. Así que los oficiales de EEUU fueron capaces de conocer muchos, aunque no todos, los secretos japoneses respecto de las relaciones comerciales de EEUU, las obligaciones de Japón para con Alemania e Italia bajo el Acuerdo Trilateral y la incursión de Japón en China y la ocupación de la Indochina francesa.
Las negociaciones con los japoneses finalmente llegaron a un punto muerto hacia el final de noviembre de 1941. Sin embargo a los japoneses les dijo su gobierno que mantuvieran la apariencia de negociación. Para entonces, los principales oficiales de Washington estaban alerta ante posibles indicios de qué estaban planeando los japoneses.
Pero su atención no estaba en Pearl Harbor: más bien estaba fija en los enormes convoyes japoneses en el suroeste del Pacífico y en las obligaciones de EEUU para con los británicos y holandeses.
FDR había estado siguiendo las relaciones de EEUU con Japón muy de cerca de través de MAGIC. Se dio cuenta de que la guerra estaba cerca. Le había impresionado particularmente un menaje interceptado el 1 de diciembre de Tokio a Berlín: “La guerra puede estallar repentinamente entre las naciones anglosajonas y Japón a través de alguna disputa armada (…) más rápido de lo que pueda soñar nadie”. Otro mensaje de Tokio a Berlín interceptado el mismo día advertía a Berlín que Estados Unidos había “conferenciado con Inglaterra, Australia, Holanda y China, cosa que hacía repetidamente. Por tanto está claro que Estados Unidos está ahora de consuno con esas naciones y ha decidido considerar a Japón, junto con Alemania e Italia, como un enemigo”.
Los papeles que el teniente Schulz entregó a FDR en la tarde del 6 de diciembre consistía en 13 partes de un mensaje de 14 partes: la respuesta de Japón al rechazo de Estados Unidos al último intento japonés de llegar a un acuerdo. Anunciaba que la japoneses rompían las negociaciones y que las relaciones entre EEUU y Japón estaban rotas de hecho.
Roosevelt parecía confiado cuando dijo a Hopkins que Estados Unidos no podía “dar el primer golpe (…) No podemos hacer el primer movimiento abiertamente. Tendremos que esperar hasta que llegue”. Después de todo, bajo la Constitución de EEUU, solo el Congreso podía declarar la guerra. Y además, Roosevelt había prometido al pueblo estadounidense más de una vez durante su campaña de 1940 que “No nos estamos armando para ninguna guerra extranjera. No nos estamos armando para ningún propósito de intervención o disputas extranjeras. (…) Es por la paz por lo que hemos trabajado: y es por la paz por lo que trabajaré todos los días de mi vida” (23 de octubre de 1940) y de nuevo “No participaremos en guerras extranjeras y no enviaremos a nuestro ejército, armada o fuerzas aéreas a lucha en tierras extranjeras fuera de América, excepto en caso de ataque”.
Y de nuevo declaró:
Y mientras estoy hablando a vuestros padres y madres, os doy una garantía más. Lo he dicho antes, peo lo diré una y otra y otra vez. Vuestros hijos no van a ser enviados a ninguna guerra extranjera. Van a formarse para ser una fuerza tan grande que, por su misma existencia, mantendrá la amenaza de guerra lejos de nuestras costas. El propósito de nuestra defensa es la defensa.
De esta manera, Roosevelt había asegurado muchas veces a los votantes que Estados Unidos había proporcionado ayuda a británicos, franceses y chinos únicamente para ayudar a esos países a defenderse contra agresiones externas. Las concesiones de dinero, aviones y armas, la expansión del área patrullada por los barcos de EEUU en el Atlántico para mantener a los barcos alemanes e italianos lejos de nuestras costas, el programa de préstamo y alquiler, el intercambio de antiguos destructores de EEUU a los británicos a cambio de bases militares en este hemisferio, los convoyes de barcos británicos a Islandia, todo era para mantener a Estados Unidos fuera de la guerra fortaleciendo a Gran Bretaña.
Pero Roosevelt debe haber tenido algunos recelos incluso cuando hablaba con Hopkins. Era bien consciente de que EEUU estaba comprometido con la ayuda de británicos y holandeses por el acuerdo firmado en abril de 1941. Y sabía que cinco divisiones de tropas japonesas se dirigían al sur en convoyes de 30, 40 o 50 barcos y estaban probablemente entonces rodeando la punta sur de Indochina y navegando hacia el istmo de Kra y la Peenínsula Malaya. Además, acababa de reafirmar a Lord Halifax que Estados Unidos prestaría apoyo militar a los británicos si los japoneses procedían así. Para mantener esa promesa, debía desplegar fuerzas estadounidenses. ¿Pero cómo? La Constitución indicaba que debe declarar la guerra el Congreso, no el presidente.
Cuando Stak llegó a casa desde el teatro esa tarde, encontró un mensaje que le indicaba que llamara al presidente. FDR debía haber acordado ya con los demás miembros de su “círculo interno” que vinieran esa noche a la Casa Blanca. En cualquier caso, los consejeros más cercanos del presidente se reunieron esa misma noche y hasta la madrugada para discutir sobre la crisis. Allí acudieron el Secretario de Estado, Cordell Hull, el Secretario de la Armada, Frank Knox, el Secretario de Guerra, Henry L. Stimson, el Jefe de Personal del Ejército, George C. Marshall, el Jefe de Personal de la Armada, Harold L. Stark, y Harry Hopkins. Leyeron las 13 partes de la respuesta en 14 partes a la nota de FDR del 26 de noviembre (que los japoneses consideran “un ultimátum”) y estaban esperando que los japoneses anunciaran una ruptura final de todas las relaciones con Estados Unidos. Pensaban que los japoneses atacarían Malasia, el istmo de Kra o Tailandia y posiblemente la Indias Orientales Holandesas. Los hombres del presidente deben haber discutido cómo debería responder Estados Unidos a una agresión japonesa a miles de millas de las costas estadounidenses a la vista del compromiso que había contraído EEUU ante los británicos. Era el dilema que había estado sufriendo durante semanas.
A solicitud de Stimson, Hull y Knox trabajaron en declaraciones presentando la justificación para ir a la guerra contra Japón sin esperar (como se había ordenado hacer a lo comandantes de EEUU sobre el terreno) a que los japoneses cometieran el primer acto abierto. La declaración de Hull empezaba:
El gobierno japonés, dominado por militares beligerantes, está procediendo deliberadamente a crear un frente cada vez más amplio para llevar a cabo sus propósitos proclamados desde hace tiempo de adquirir control militar sobre la mitad del mundo con casi la mitad de su población. Esto significa inevitablemente que los japoneses controlen islas, continentes y mares desde las Indias hasta cerca de Hawai y que todos los pueblos conquistados serían gobernados militar, política, económica, social y moralmente por el peor despotismo militar posible con métodos bárbaros, inhumanos y semiesclavos, como es notorio que Japón ha estado infligiendo al pueblo de China y Hitler a los pueblos de 15 naciones conquistadas en Europa. (…) Es manifiesto que el control del área del Mar del Sur por Japón es la clave para el control de toda el área del Pacífico y por tanto la defensa de la vida y el comercio y otros derechos e intereses de valor incalculable en el área del Pacífico deben comenzar en el área del Mar del
Sur. (…) Esto pone en riesgo todo lo que es precioso y merece la pena. Por tanto, la autodefensa, es la clave para la preservación de todas y cada una de nuestras instituciones civilizadas.
Konox escribió:
- Estamos ligados inextricablemente a los británicos en la actual situación mundial.
- La caída de Singapur y la pérdida de Malasia por Inglaterra no solo desmontaría automáticamente su posición en el lejano oriente, sino que pone en peligro todos sus esfuerzos.
- Si los británicos pierden su posición, es casi seguro que los holandeses pierdan la suya.
- Si tanto británicos como holandeses pierden su posición, es casi seguro que seremos los siguientes, estando entonces prácticamente rodeados por los japoneses.
- Si se acepta lo anterior, entonces cualquier amenaza seria a los británicos u holandeses es una amenaza seria a Estados Unidos o podría decirse que cualquier amenaza cualquiera de los tres es una amenaza para todos nosotros. Por tanto, deberíamos estar dispuestos a actuar juntos y si no se llegado aún a entender esto, debería hacerse inmediatamente. De otra manera, podemos caer individualmente uno a uno (o alguno puede quedarse fuera en el limbo).
- Creo que debería decirse a los japoneses que un movimiento en una dirección que amenace a Estados Unidos encontrará oposición por medio de fuerza. El presidente querría reservarse cómo definir esto.#
En la mañana del 7 de diciembre, el Presidente Roosevelt recibió la parte 14 de la respuesta de Japón al “ultimátum” de EEUU, así como el “mensaje de la una PM” interceptado esa mañana, aconsejando a sus embajadores enviar a Hull la parte 14 de la respuesta al “ultimátum” de EEUU precisamente a las 1:00 PM hora de Washington. Según el médico personal de FDR, Dr. Ross T. McIntire, que estuvo con FDR desde las 10 al mediodía de ese día, FDR no pensaba que, a pesar de “la locura de los amos militares de Japón”, se arriesgaran a una guerra con Estados Unidos. McIntire escribió después que FDR pensaba “que [los japoneses] aprovecharían la situación extrema de Gran Bretaña y atacarían en Singapur o en algún otro punto en el Lejano Oriente, pero un ataque en las posesiones estadounidenses no entraba en su pensamiento [de FDR]”.
El redactor del Departamento de Estado, Stanley K. Hornbeck, acababa de finalizar un nuevo borrador de discurso, a partir de las sugerencias realizadas por Hull, Stimson y Knox, que FDR planeaba realizar en el Congreso el 8 o 9 de diciembre si no recibía una respuesta satisfactoria a su carta de última apelación al emperador Hiro Hito. En la mañana del 7 de diciembre, FDR continuaba trabajando en ese discurso.# Repasaría el trasfondo histórico de las relaciones entre EEUU y Japón, recordaría al Congreso de Estados Unidos el respeto por lo principios básicos y por “los derechos soberanos de los países del Lejano Oriente”, apuntaría que en 1908, 1921 y 1929, Japón y Estados Unidos habían intercambiado credenciales y firmado tratados y declarado apoyo a “la independencia e integridad de China” para mantener “el estatus quo en esa región” y para “el principio de igualdad de oportunidades para el comercio y la industria de todas las naciones a través de China”. Pero recordaría a su audiencia que las relaciones entre EEUU y Japón se habían deteriorado después de 1931. En ese año, el ejército japonés había iniciado una política de agresión ocupando Manchuria. En julio de 1937 se había “embarcado en operaciones militares a gran escala contra China”, matando a muchos ciudadanos estadounidenses, hundiendo navíos estadounidenses, bombardeando hospitales, iglesias y escuelas estadounidenses, destruyendo propiedades y negocios estadounidenses e interfiriendo en el comercio estadounidense.
El discurso propuesto continuaba detallando las transgresiones de Japón.
El abierto desafío a sus pactos, Japón ha invadido y tratado de someter al gobierno de China. Paso a paso, sus fuerzas armadas (…) han invadido y tomado posesión de Indochina. Hoy amenazan abiertamente con extender esta conquista al territorio de Tailandia (…) donde amenazarían directamente al norte, al camino de Birmania, la arteria de China y al sur, el puerto y los estrechos de Singapur. (…) Mientras sucede todo esto, Japón se ha unido a Alemania e Italia en un tratado. (…) Dicho de forma simple, lo que afrontamos en el Lejano oriente es una repetición de la estrategia seguida por Hitler en Europa (…) una constante expansión del poder y control sobre pueblos vecinos mediante una infiltración, penetración y rodeo progresivos cuidadosamente planeados y ejecutados.
Estados Unidos reconocía el derecho legítimo de Japón a buscar acceso a recursos y a comerciar por el bien de su enorme población, pero protestaba por la agresión y conquista japonesas en el sudeste asiático.
El suroeste del Pacífico y el continente asiático son importantes para nuestra economía, pero pueden ser incluso más importantes para nuestra posición militar. (…) Estados Unidos está necesariamente ligado a Gran Bretaña y a las unidades vitales de la Commonwealth británica, así como a China y a varios otros países. Si Japón invadiera Singapur o las Indias Holandesas o si dominara China, se cortarían las líneas de comunicación con Estados Unidos, China y otras naciones amantes de la paz.
En el discurso, el presidente recordaría al Congreso que Estados Unidos y Japón habían estado negociando en Washington durante ocho meses con la esperanza de alcanzar alguna solución pacífica.
En nuestras negociaciones, hemos mantenido un estrecho contacto con los gobiernos de Gran Bretaña, Australia, la Indias Holandesas y China. (…) Hemos tenido el apoyo moral de estas naciones. También se nos han dado garantías de su apoyo material y militar se hubiera que recurrir a la fuerza.
Hemos reconocido, y nos hemos ofrecido a defender, el legítimo deseo de proporcionar a su país los medios para una vida pacífica y próspera. A cambio de esto, hemos pedido que Japón abandone la práctica de la agresión y la conquista que crea una continua y creciente amenaza militar para Estados Unidos y una continua y creciente perturbación de esas condiciones mundiales que por sí solas hacen posible la vida pacífica de Estados Unidos. Japón se ha negado a hacerlo. (…) Expresando un mero deseo de establecer un acceso a recursos económicos que le permitan vivir, en la práctica ha invadido territorios para gobernarlos, un gobierno de despiadado dolor solo igualado por el de la Alemania hitlerizada.
El asunto fundamental entre este país y Japón no es materialmente diferente del que prevalece entre este país y la Alemania nazi. Se refiere a pueblos que reclaman ser amos sobre pueblos esclavos y mantener y expandir indefinidamente ese sistema por la fuerza, frente a aquellos países que desean la independencia de las naciones, la libertad de los pueblos y el uso de la cooperación en acuerdos económicos con los que podamos vivir todos. (…)
En los últimos días, se han trasladado contingentes adicionales de tropas a Indochina y se han dispuesto preparativos ante más conquistas. Se presenta así inmediatamente la cuestión de si Estados Unidos va a estar inactivo mientras Japón avanza en su proyecto de conquista injusta: una conquista sin consideración a leyes, tratados, derechos e intereses de otros y que deja de lado toda consideración de humanidad y moralidad. (…) A todo el mundo se le plantea si Alemania, Italia y Japón van a conquistar y gobernar la tierra o han de ser disuadidos o impedírseles, por cualquier proceso que sea necesario, que sigan políticas de conquista. (…)
La política de conquista y explotación de Japón que se está llevando a cabo ahora mismo en China ya ha destruido completamente (…) las relaciones comerciales pacíficas y rentables de las que había disfrutado previamente allí Estados Unidos. (…) Este procedimiento japonés de conquista y explotación está rodeando las Islas Filipinas. Amenaza el comercio de esas islas y pone en peligro su seguridad física. (…) Si los japoneses llevaran a cabo los ataques con los que ahora amenaza seriamente el trabajo que están haciendo los países libres en Europa y en Asia para defenderse del hitlerismo. Hemos prometido ayudar a esos países. Las rutas comerciales importantes a Gran Bretaña y a China y a Rusia, se verían amenazadas, así como la obtención por esos países de artículos esenciales para continuar con la resistencia. (…)
No podemos permitir, y menos aún podemos apoyar, que Japón alcance los objetivos de un liderazgo militante que ha despreciado la ley, violado tratados, lesionado derechos, destruido propiedades y vidas de nuestros conciudadanos, infligido terribles sufrimientos a pueblos que son nuestros amigos, interferido con nuestro comercio, arruinado los negocios legítimos de muchos de nuestros conciudadanos, que nos ha obligado ha hacer enormes gastos en armamento defensivo, nos han amenazado, han puesto y mantenido a buena parte de nuestra gente en un constante estado de ansiedad y, en general, han hecho de Japón una amenaza a nuestra seguridad y a la causa de la paz ,de la libertad y de la justicia.
La propuesta de discurso de FDR concluía: “Como comandante en jefe, he dado las órdenes apropiadas a nuestras fuerzas en el Lejano oriente”.
El domingo 7 de diciembre de 1941, aviones japoneses atacaron Pearl Harbor. Los oficiales de la administración encontraban difícil de creer las noticias del ataque japonés cuando llegaron por primera vez a Washington. Hull pensó que debían referirse a Manila. Pero Stark sabía que significaba Pearl Harbor: sabía que la expresión “No es un simulacro” anunciaba un ataque real, no un ejercicio.
Cuando Roosevelt supo del ataque, se sorprendió, pero varios testigos informaron de que realmente parecía aliviado con la noticia, al menos hasta que supo la extensión del desastre. La Secretaria de Trabajo, Frances Perkins, dijo “esa noche (…) a pesar del terrible golpe (…) tenía sin embargo un aire mucho más calmado. Al salir [de la reunión de la Casa Blanca de esa tarde, el Director General de Correos] Frank Walter me dijo: ‘Creo que el jefe realmente siente más alivio del que ha tenido durante semanas’”. En la explicación oral de Perkins: “Su sorpresa no fue tan grande como la del resto”. Y Eleanor Roosevelt escribió: “A pesar de su ansiedad, Franklin esta en cierto modo más sereno de lo que había aparecido durante mucho tiempo. Pienso que era tranquilizador saber por fin que la suerte estaba echada. (…) [Pearl Harbor] estaba lejos de la sacudida que resultó para el país en general. Habíamos estado esperando algo así durante mucho tiempo”.
Si el presidente hubiera dado el discurso que pretendía dar el 8 o 9 de diciembre, habría violado su promesa al pueblo estadounidense: habría mandado chicos de EEUU a luchar en una guerra extranjera a pesar de que Estados Unidos no había sido atacado, las hebría enviado a defender territorios a miles de millas de nuestras costas: el istmo de Kra y Singapur en Malasia y las Indias Orientales Holandesas en el Océano Índico.
La declaración de guerra de Alemania a Estados Unidos el 11 de diciembre y la guerra relámpago de los japoneses durante las primeras semanas, aseguraban que el pueblo estadounidense apoyaría la guerra. Y así sucedió que cientos de miles de estadounidenses murieron a miles de millas de sus hogares, en una guerra que el presidente había buscado en secreto mientras prometía públicamente evitarla.
El ataque japonés a Pearl Harbor hizo inevitable la guerra. Pero el ataque no fue la razón de Roosevelt para ir a la guerra. Fue su excusa.
[Liberty, 2006]
Traducido del inglés por Mariano Bas Uribe. El artículo original se encuentra aquí.