El extraordinario logro de William H. Hutt es su pionera reconstrucción del análisis macroeconómico de asignación de precios y recursos, el centro de la economía neoclásica, establecido desde hace mucho tiempo. Demuestra su indiscutible y perdurable relevancia para los problemas macroeconómicos de la inflación, el desempleo y la depresión. En el curso de su tarea, Hutt presentó una teoría del desempleo y la depresión que, al tiempo que era completamente coherente con las importantes verdades macroeconómicas encarnadas en una rehabilitada Ley de los mercados de Say, era completamente capaz de explicar las fluctuación macroeconómicas observadas, incluyendo el desconcertante y aparentemente irresoluble problema contemporáneo de la estanflación.
La contribución de Hutt adquiere mayor importancia cuando se aprecia que se produjo en una época, que va desde finales de la década de 1930 a finales de la de 1960, en la que solo un pequeño puñado dentro de la profesión económica habían abandonado esas penosas empresas ante el análisis simplista y agregador propuesto por John Maynard Keynes. En esa época de influencia keynesiana prácticamente indisputable, la obra de Hutt sirvió como faro para quienes rechazaban renunciar a la verdad de que una explicación adecuada de los fenómenos económicos debe referirse a las decisiones y acciones de los individuos participantes en el proceso económico. Más recientemente, algunas de las ideas de Hutt han sido redescubiertas por macroeconomistas de la corriente principal, como economistas de la oferta y nuevos clásicos, que han buscado establecer fundamentos microeconómicos para sus análisis macroeconómicos.
Hutt, nacido en una familia de clase trabajadora en el East End de Londres y formado en la London School of Economics, empezó su carrera académica en 1928 en la Universidad de Ciudad del Cabo en Sudáfrica. Después de una carrera de notable productividad investigadora, incluyendo seis libros y más de treinta artículos en revistas profesionales,# se jubiló en 1965 y emigró a Estados Unidos. Allí consiguió la plaza de profesor visitante distinguido en varias universidades, incluyendo la Universidad de Virginia, Texas A&M y la Universidad de Dallas.
Como académico estadounidense, las investigaciones de Hutt no disminuyeron y, siendo un septuagenario, escribió tres obras importantes y publicó ediciones sustancialmente más largas de otras dos. Sin embargo, al haber trabajado la mayor parte de su carrera en las aguas muertas de Sudáfrica, las contribuciones de Hutt no han recibido aún en Estados Unidos el reconocimiento que merecen, ni siquiera entre economistas de libre mercado y otros.
En teoría económica, Hutt obtuvo su orientación básica del los grandes economistas británicos, Phillip H. Wicksteed y Edwin Cannan, siendo este último profesor de Hutt en la London School of Economics. Como ha apuntado el propio Hutt, sus escritos de posguerra estaban asimismo muy influidos por la aproximación austriaca a la economía, especialmente expuesta en la obra maestra de Ludwig von Mises, La acción humana.
Trabajando a partir de las contribuciones de los mejores de sus predecesores y contemporáneos, lo que reconocía elegante y frecuentemente, Hutt consiguió lo que tienen solo un puñado de economistas: construyó una visión amplia y unificada del proceso económico general que es original sin ser idiosincrásico o estrafalario. El logro de Hutt es aún más notable porque desarrolló su perspectiva en una serie de libros y artículos que se dirigían al público formado, así como a un lector académico.
En la gran tradición de su mentor, Cannan, y otros economistas asociados con la Escuela de Economía de Londres anterior a la guerra, la preocupación esencial de Hutt durante su larga y prolongada carrera era demostrar las implicaciones prácticas de una teoría económica sólida para mejorar las prestaciones materiales y de otro tipo de una sociedad de mercado y hacerlo en un lenguaje inteligible para el ciudadano con formación. El hecho de que los escritos de Hutt estén ocasionalmente sazonados con usos y terminología extraña y poco convencional no va en desmedro del resonante éxito de su empresa.
El tema que caracteriza y unifica todas las obras de Hutt es la explicación, defensa y aplicación de la proposición de que la competencia rivalizadora entre empresario con ánimo de lucro operando en una economía de mercado, en la que todos los precios, incluidos los salarios, se determinan competitivamente y sin coacción, garantiza la completa utilización de recursos escasos de una forma que está continua y estrictamente de acuerdo con las preferencias anticipadas del consumidor.
En la década de 1930, Hutt acuñó el término “soberanía del consumidor” para indicar el concepto por el que, en la economía de mercado, las decisiones de producción de los empresarios están rígidamente gobernada las decisiones de gasto de los consumidores libremente expresadas. El término “coordinación de precios” que Hutt aplicaba a identificar el resultado del proceso de mercado por el que los precios de los recursos escasos, incluyendo la mano de obra, son determinados en último término por las ofertas en competencia de los empresarios, basándose en sus previsiones de los futuros precios de los bienes de consumo.
Cuando los precios de las entradas productivas están así coordinados con los precios de las salidas planificadas empresarialmente, el resultado es el “pleno empleo” de los recursos disponibles y la asignación de cada recurso a los usos productivos previstos más valiosos. Con respecto al mercado laboral, esto significa que todo el que quiera trabajar a los niveles salariales existentes puede encontrar más o menos fácilmente un empleo que maximice el valor monetario de sus servicios laborales.
Hutt utilizaba este análisis de los precios del mercado y asignación de recursos para explicar las consecuencias de diversas intervenciones en los mercados laborales competitivos por parte de gobiernos y sindicatos. En una obra clásica publicada originalmente en 1930, Hutt demolía dos mitos persistentes acerca de mercado laboral que se propagaban incansablemente por parte de los socialistas y sindicalistas de finales del siglo XIX y eran aceptados incluso por economistas orientados al mercado. Éstos incluían la afirmación de que la “negociación colectiva”, obligada por ley o inducida por la amenaza de coacciones sindicales autorizadas legalmente, era necesaria en el caso de la mano de obra, porque el proceso competitivo del mercado ponía al trabajador en desventaja frente al capitalista o generaba un enorme margen de indeterminación en el precio de la mano de obra.
En una obra posterior, Hutt demostraba rigurosamente que, contrariamente a la creencia predominante, la negociación colectiva, o “el sistema de amenaza de huelga” como lo llamaba, no puede conseguir aumentar la porción de renta agregada del trabajo a costa de la porción del capital. Más bien, como demostró Hutt, las ganancias salariales de los trabajadores sindicalizados se producen a costa de trabajadores no sindicalizados y consumidores en general.
Los trabajadores no sindicalizados sufren una disminución en sus rentas porque algunos de los trabajadores que pierden su empleo en estos sectores en los que la negociación colectiva obliga a salarios por encima de la liquidación del mercado aumentarán la oferta de mano de obra y rebajarán los salarios en sectores y ocupaciones no sindicalizados. Los consumidores, incluyendo los miembros del sindicato, experimentan una erosión de sus rentas reales, al hacerse más escasos y caros los bienes de consumo en respuesta al creciente desempleo en sectores sindicalizados de la economía y al desvío de mano de obra a empleos menos productivos en sectores no sindicalizados.
El capital se asigna erróneamente y la soberanía y satisfacción del consumidor se ven más dificultadas al buscar los inversores inmunizarse contra la explotación de la amenaza de huelga reduciendo su inversión en sectores sindicalizados y cambiando la forma de sus inversiones restantes a activos menos productivos que puedan convertirse rápida y fácilmente a usos fuera de los sectores sindicalizados en caso de un aumento en los costes inducido por las huelgas.
En otra importante aplicación del análisis económico, Hutt explicaba cómo el sistema de apartheid sudafricano evolucionaba como un sistema de privilegios legales conferidos por un gobierno intervencionista a sindicatos blancos de orientación comunista, que deseaban proteger y aumentar sus salarios restringiendo la competencia de los trabajadores no blancos no cualificados. Hutt argumentaba que si el capitalismo de laissez faire hubiera prevalecido e impedido que el gobierno interviniera del lado de los sindicatos, la competencia entre empresarios buscando recortar costes habría integrado la fuerza laboral sudafricana y generado una sociedad pacífica y multirracial.
Hutt fue siempre un crítico agudo de Keynes y la economía keynesiana en todas sus variantes. Para Hutt el defecto fundamental y fatal del keynesianismo era que ignoraba completamente la función coordinadora del proceso de precios del mercado. En 1939, Hutt publicó una obra en la que identificaba y categorizada exhaustivamente los diversos tipos de ociosidad de recursos que podían aparecer en una economía de mercado.
Hutt argumentaba que el desempleo masivo persistente, como el de la década de 1930, no es consecuencia de un fallo en la “demanda agregada” en el sector privado, como había afirmado Keynes en la Teoría general en 1936, sino de la intromisión de gobierno y sindicatos en el mecanismo de coordinación de precios del mercado. Los incentivos empresariales para emplear mano de obra y producir bienes estaban seriamente disminuidos por las rigideces en los precios introducidas en la economía como consecuencia de legislación que obligaba a salarios mínimos, negociación colectiva obligatoria, seguro de desempleo y cartelización y fijación de precios en industria y agricultura. Al impedir el cambio de ajuste competitivo de los precios de los recursos a los precios de los productos que habían disminuido como consecuencia de la deflación monetaria y la pelea de la gente por obtener liquidez, estas rigideces legisladas de precios eran responsables de la naturaleza implacable de la Gran Depresión.
Hutt explicaba que el aparente éxito de la política keynesiana de estimulación de una economía deprimida mediante “demanda agregada” a través del gasto en déficit financiado por la creación de dinero es atribuible únicamente al hecho de que una política así infla los precios de los productos relativos a los precios inflexibles de los recursos incorrectos y a la baja y produce un tipo rústico de coordinación de precios. Sin embargo, anunciando la postura moderna de las expectativas racionales, Hutt argumentaba que una vez que los sindicatos y otros grupos privilegiados legalmente de propietarios de recursos llegan a prever la aparición regular de esos episodios inflacionistas y a ajustar apropiadamente sus precios de venta, se pierde incluso el efecto coordinador temporal del ajuste fino keynesiano y todo ello genera una recesión inflacionista o estanflación.
La piedra angular del pensamiento de Hutt es su redefinición de la Ley de Say, una doctrina esencial de la teoría macroeconómica antes de la guerra, cuyo significado e importancia se había visto casi completamente oscurecido por la revolución keynesiana. En la redefinición de Hutt, la Ley de Say se refiere a la verdad de que, cuando se da precio coordinadamente a todas las entradas y salidas, la oferta de cualquier cosa concreta constituye una demanda de un bien no competitivo. Esto implica que no es nunca insuficiencia de demanda sino la “retención” de oferta, debido a los precios de activos y servicios por encima de los niveles de liquidación del mercado, lo que deprime la actividad económica.
Publicado el 30 de diciembre de 2009. Traducido del inglés por Mariano Bas Uribe. El artículo original se encuentra aquí.