La tiranía de los comisarios culturales

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El estado muestra toda su arrogancia cuando trata de protegernos de nosotros mismos. Y quizá no haya ningún grupo de gente sujeto a una política más absurda de “protección” del estado que la tribu jarawa de la India. Están confinados en una reserva y se les prohíbe contactar con el exterior, supuestamente por su propio bien.

Un reciente documental que expresa la preocupación por el futuro de este poco conocido grupo de cazadores-recolectores empieza así:

El aislado pueblo jarawa vive en las Islas Andamán. Su estilo de vida está amenazado por cazadores furtivos, leñadores y turistas. (…) Preguntamos si India puede proteger a una antigua tribu al borde la extinción.

Hoy viven 400 jarawas. Su territorio selvático se convirtió en reserva en 1956 para proteger su vida pura y primitiva de las depredaciones del mundo moderno. Para este fin, se prohíbe el contacto entre jarawas y gente del exterior.

Pero curiosamente muchos de los jarawas parecen querer abandonar su idílico edén tropical. El documental muestra escenas de hombres jarawa acercándose a villas indias pidiendo comida, medicina e incluso teléfonos.

Por suerte, antes de que pueda producirse ninguna desastrosa contaminación cultural, la policía aparece, encierra a los jarawas en furgonetas y los deporta de nuevo a la reserva. Gracias a Dios por los protección del gobierno.

Pero tal vez los jarawas no sean realmente “aislados”. Tal vez no estén terriblemente preocupados acerca de mantener su pureza cultural. Tal vez, como la inmensa mayoría de los seres humanos, prefieran la riqueza a la pobreza y quieran comerciar con sus vecinos para disfrutar de los frutos del mercado global.

Arrogancia dictatorial

Denis Giles, un periodista indio entrevistado en el documental, piensa en sí mismo como un activista para los jarawas. Cree que tienen que estar aislados por su propio bien. Recalca con nostalgia sus propios encuentros breves (ilegales) con ellos:

Son bastante simples y su cerebro es casi como el de un adolescente o un niño pequeño: tan sencillo, tan limpio, tan puro.

He aquí una clásica justificación del control estatal de los pobres: son mentalmente inferiores al resto de nosotros; en realidad, son niños. No saben lo que les conviene. Deben ser protegidos por la firme y paternal mano del estado.

Aparentemente, Giles piensa que aquellos jarawas que desafían al gobierno y abandonan la reserva para buscar ayuda material básica están cometiendo un terrible error.

Es un estupendo ejemplo de lo que Mises llama “arrogancia dictatorial”:

Es vanidad hacer juicios sobre los objetivos y voluntades de otra gente. (…) El crítico o bien nos dice lo que cree que buscaría si estuviera en el lugar de su compañero o bien, con arrogancia dictatorial disponiendo alegremente de la voluntad y aspiraciones de su compañero, declara qué condiciones de este otro hombres se ajustarían mejor a sí mismo, el crítico.

Independientemente de cualquier deseo romántico por ellos, muchos jarawas (especialmente hombres jóvenes) han expresado un deseo de compartir los beneficios del capitalismo global. Quieren progreso material. Quieren, como dice Mises:

más y mejor comida, mejores casas y ropas y mil otras comodidades. Buscan la abundancia y la salud.

El negocio de los jarawas

Es verdad que la mayoría de los jarawas hoy tienen pocas esperanzas de obtener tantos ingresos en el mercado como un trabajador de fábrica u oficinista. Aun así, ya se dedican a obtener unos mínimos beneficios del turismo.

Por supuesto, está estrictamente prohibido a los turistas viajar dentro de la reserva. Pero hay un próspero mercado gris en viajes en autobús que pasan a través del territorio jarawa siguiendo la carretera principal de Andamán, llevando hasta 500 turistas diarios.

Los jarawas habitualmente esperan junto a la carretera con la esperanza de encontrarse con esos viajes. Saben que los visitantes estarán dispuestos a darles comida a cambio de ver una danza o tomar unas pocas fotografías.

Oficialmente, informa el antropólogo Vishvajit Pandya,

dentro del territorio jarawa, la policía (…) se posiciona en lugares concretos para asegurarse de que, en caso de que un grupo jarawa se acerque a la carretera, o bien se haga volver rápidamente a los visitantes al bosque o bien se les meta en vehículos y aleje.

Pero en realidad, policías corruptos dirigen y controlan estos intercambios (y presumiblemente reciben sobornos de los guías turísticos). La prohibición de las interacciones jarawas/extranjeros no las impide en realidad: solo aumentan los beneficios de estas reuniones de la gente indígena con la policía del estado.

No sorprende que los jarawas sigan siendo tan pobres, a pesar de proporcionar un servicio buscado por decenas de miles de turistas cada año.

Vida frente a estilo de vida

La otra justificación principal para el aislamiento forzoso de los jarawas es que han sufrido recientes epidemias de sarampión. Pero los propios jarawas entienden que estas enfermedades vienen de los contactos con los extranjeros. Pandya informa de que llaman a las nuevas enfermedades enen ulatey, lo que significa “mal producido por extranjeros”.

Y aun así, siguen buscando estos contactos. Los jarawas conocen los riesgos y han decidido que merece la pena afrontarlos. (Además, aparte del hecho de que los jarawas visitan hospitales locales por males producidos por extranjeros, no se ha informado nunca de ninguna muerte de jarawas por sarampión por parte de las autoridades médicas).

Entonces, ¿por qué el gobierno ha decidido prohibir los contactos entre jarawas y extranjeros? ¿Qué piensa que está protegiendo?

Para responder a esta pregunta, es útil volver a las palabras del principio de este documental, que expresan el sentimiento habitual del liberal de izquierdas acerca de pueblos exóticos y supuestamente primitivos. La “extinción” que se teme no es la de personas biológicas.

No son las vidas reales de los jarawas las que aquí preocupan. Por el contrario, el pelibro es que su “estilo de vida está amenazado”.

Por supuesto, un estilo de vida es sencillamente la serie de decisiones que toma un apersona acerca de cómo vivir cada día. Si tomas nuevas decisiones mañana, podrías tener un nuevo estilo de vida. La única forma segura de preservar el estilo de vida de otro es eliminar su capacidad de elegir.

De hecho, bajo el capitalismo, el “estilo de vida” de cada uno se destruye cada día al buscar nuevos y mejores bienes de consumo, como teléfonos.

Los jarawas ya se han adaptado a su nueva situación. Hablan hindi. Evidentemente tienen acuerdos con policías. Y unos pocos jarawas han pedido que se les admita en una escuela local.

No son niños angelicales viviendo en alguna tierra de nunca jamás de inocencia e inmovilidad eterna. Son seres humanos que piensan y calculan a quienes les gustaría un poco de progreso material.

Despreocupadamente, las autoridades indias hicieron una nueva declaración política jarawa en 2004. Según Pandya:

La idea principal (…) era mantener a los jarawa en un estado de “protección” de su identidad cultural, hábitat natural y salud. Se consideraban como un “patrimonio humano único”.

Y aquí está. Los jarawas son el patrimonio, una pieza de museo para que los modernos la contemplemos. Deben permanecer sin cambios para que el resto podamos reflexionar desde la distancia sobre su pureza. Aparentemente, la tarea de los jarawas para toda la humanidad es permanecer en una pobreza y aislamiento ahistóricos, como monjes ascetas compensando eternamente los pecados materialistas del resto de la raza humana.

Como dice Rothbard de los críticos del crecimiento económico:

Disfrutando de una satisfacción material y de un nivel de vida no soñado ni siquiera por los hombres más ricos del pasado, es fácil para los liberales (en sentido americano) de clase alta desdeñar el “materialismo” y pedir una paralización de cualquier otro avance económico. Para la mayoría de la población mundial que aún vive en la miseria, esa petición de cese del crecimiento es algo verdaderamente obsceno.


Traducido del inglés por Mariano Bas Uribe. El artículo original se encuentra aquí.

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