¿Por qué el oro?

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Es difícil discutir con el oro. Para los hombres en todas partes el oro es un objeto económico deseable. Puede utilizarse para la fabricación de joyería y adornos. Es un elemento resistente a la corrosión, el metal más dúctil y maleable, ideal para cubrir una amplia variedad de productos eléctricos y mecánicos. Es un buen conductor térmico y eléctrico. Es duradero y almacenable, puede esconderse fácilmente ante cacos y ladrones y es fácil de enviar a otros lugares. El oro es muy comercializable. De hecho, el oro puede ser la materia prima más comercializable en todo el mundo.

El valor del oro se determina con las mismas consideraciones que todos los demás bienes económicos. Los individuos le dan un valor de acuerdo con el disfrute y satisfacción que esperan obtener de su posesión. Los economistas explican este hecho en términos de utilidad y escasez. El valor sube o baja de acuerdo con la utilidad que la gente atribuya a un objeto y la escasez que perciba.

Como cualquier otro bien económico, el valor del oro cambia de acuerdo con las percepciones y situaciones cambiantes. Debe destacarse esto, porque hay muchos aurófilos que hablan elocuentemente acerca de valor eterno e inamovible del oro. Evidentemente nunca han experimentado y no pueden pensar en una situación en la que los fundamentos básicos que sostienen o salvaguardan la vida humana aumentan en valor, mientras que se desploma el oro en cualquier forma. De hecho, en situaciones desesperadas, la gente puede preferir una libra de pan a una onza de oro, la ropa y el alojamiento esencial a una libra de oro y, cuando su vida está en peligro, su vida a una tonelada de oro.

La oferta de oro es abundante. Durante miles de años ha sido extraído en minas y acumulado, muy poco se consume o pierde. La oferta existente en forma de monedas, joyería, decoración y estofado es mucho mayor que la producción actual. No importa cuánto oro se produzca en Sudáfrica o Rusia, la producción actual es bastante nimia cuando se compara con las cantidades en posesión individual en todo el mundo. Esta característica, en la que difiere de todos los demás metales, reduce el riesgo de cambios repentinos en cantidad y, por tanto, cambios repentinos en su valor. Incluso la plata, que tiene tantas características similares a las del oro, está sujeta a grandes cambios en la producción y el consumo que pueden afectar a su valor.

Las características especiales que atribuye el hombre al oro han hecho de él el bien económico más comercializable de todas, el medio popular de intercambio y la unidad de cálculo económico y contabilidad, han  hecho de él el dinero del hombre. Durante más de 2.500 años, de la antigua Grecia a los EEUU modernos, las monedas de oro han servido como dinero y patrón de cálculo y contabilización.

A través de los tiempos, los gobiernos han tenido una relación de amor-odio con el oro. La mayoría de las veces buscaron amasarlo en sus tesoros y monopolizar su uso. Reclamaban y aplicaban brutalmente un monopolio en la acuñación. Otras veces, los gobiernos declaraban la guerra al oro, buscando prohibirlo bajo sanción de multa, prisión o incluso muerte.

Durante la Revolución Francesa, cientos de hombres de negocios murieron en la guillotina por haberse atrevido a calcular precios en oro o a pedir oro. En Estados Unidos de 1933 a 1975 era un delito sancionado con multas y prisión la posesión de monedas estándar de oro. Actualmente, el gobierno de EEUU, aunque mantiene un notable tesoro enterrado en Fort Knox, trata de menospreciarlo y hacerlo de menos como un metal sin importancia.

Vivimos en una época en la que todos los gobiernos, independientemente del sistema de organización política y económica, ya sea intervencionista, socialista, democrática o dictatorial, están ocupando un puesto de mando en la economía. La mayoría funcionan mediante bancos centrales que emiten billetes de curso legal y mediante casas de moneda que fabrican esta. En 1971 todos suspendieron los pagos en oro e hicieron que la divisa más importante y estable, el dólar de EEUU, tomara el lugar del oro. El mundo ha estado desde entonces en un patrón dólar.

Para el gobierno federal, el patrón dólar ha sido una guía mágica para gastar alegremente y aumentar la deuda. Liberaba al Sistema de la Reserva Federal de los grilletes del oro y le permitía financiar déficits federales sin que importara su volumen. En 1971, el déficit del gobierno federal llegaba a los 23.033 millones de dólares y la deuda federal estaba en 409.500 millones. Ahora mismo, el presupuesto federal 2003-2004 incluye gastos por encima de los 2,1 billones de dólares y una deuda de unos 7 billones.

Desde 1971, el dólar estadounidense ha perdido casi un 70% de su poder adquisitivo y está perdiendo más cada día. Esto hace difícil prever deudas y déficits futuros, pero es probable que el patrón oro se desintegre si los inversores extranjeras llegan a perder su confianza en el dólar de EEUU.

Para el pueblo estadounidense, el patrón dólar mundial ha sido, y continúa siendo, tanto un beneficio bienvenido como una aflicción temida. Es agradable y beneficioso al permitir que el Sistema de Reserva Federal se dedique a la creación masiva de crédito que genera déficits comerciales sin precedentes que ahora siguen un ritmo de más de medio billón de dólares anuales. En torno al 5% del Producto Interior Bruto (PIB), los déficits comerciales en realidad han aumentado los niveles de consumo del pueblo estadounidense mientras que deprimían los niveles en los países acreedores. Además, el patrón dólar ha permitido al Tesoro de EEUU colocar mucha de su nueva deuda a inversores extranjeros y por tanto traspasar mucha de carga de la deuda a extranjeros.

El patrón dólar ha sido asimismo una aflicción temida al permitir a la Fed depreciar el dólar estadounidense cada año y financiar una temible expansión de las funciones y poderes del gobierno. Los ahorros en dólares han perdido en torno al 70% del poder adquisitivo mientras que el número de normas y regulaciones públicas probablemente haya aumentado en una proporción similar.

Muchos economistas están convencidos de que no es sostenible el actual patrón de déficits del Tesoro y el dinero y la expansión del crédito de la Reserva Federal. Piden grandes aumentos en los impuestos o drásticos recortes en los gastos que permitirían a la Reserva Federal frenar su fabricación de dinero. Pero también son conscientes de que grandes aumentos en impuestos en este momento de estancamiento económico y aumento del paro deprimiría aún más la actividad económica. Por otro lado, los recortes en el gasto probablemente proporcionarían alivio a la renqueante economía, pero indudablemente serían inaceptables para las fuerzas políticas que se benefician del gasto. Normalmente citan viejas ideas y teorías que defienden el gasto en déficit como panacea para los males y dificultades económicos.

Los enormes déficits presupuestarios pueden sin embargo resolverse de otra manera: la Reserva Federal puede continuar cubriéndolos con nuevo dinero y crédito, que pueden depreciar toda la deuda en dólares tan o más rápido de lo que puede aumentar. Una inflación de 5% deprecia el poder adquisitivo de una deuda federal de 7 billones de dólares en 350.000 millones de dólares al año. Con la tasa de inflación del 12,5%, la deuda federal disminuiría en 875.000 millones de dólares en poder adquisitivo y con la tasa de inflación de 1990 de solo un 6,1%, en 427.000 millones. Pero una solución así puede causar una crisis de confianza en la integridad del dólar estadounidense y precipitar el fin del patrón dólar.

Durante la mayoría de una generación, el todopoderoso dólar ha sido un gran objeto de confianza en todo el mundo. Produjo honra, amigos, influencia y posesiones a Estados Unidos. Como símbolo de poder y prestigio respondía a todo. Aunque no sabemos qué tiene el futuro preparado para nosotros, tememos que la edad del patrón dólar mundial puede algún día acercarse a su fin. Los enormes déficits del gobierno federal y la inflación crónica de la Reserva Federal pueden destruirlo.

Los déficits obligan a la Fed a generar cada vez más dinero y crédito, lo que a su vez debilita y erosiona la confianza en el dólar a los ojos del mundo. Sus actuales debilidades frente a muchas otras divisas, como el euro, el franco suizo y la libra británica, son un síntoma temprano de la erosión.

Es posible que ninguna otra divisa, nacional o internacional, pueda ocupar el lugar del dólar estadounidense. Todas sufren gravemente la misma enfermedad ideológica: son la creación de la preocupación y autoridad políticas. Sea lo que sea lo que pensemos del oro, siempre acecha al fondo, mandando señales para que se use como dinero, como ha pasado desde el inicio de la civilización.


Traducido del inglés por Mariano Bas Uribe. El artículo original se encuentra aquí.