¿Qué vamos a hacer con el déficit comercial?

0

A pesar de la caída del dólar, el déficit comercial de EEUU ha continuado aumentando hasta niveles de récord. El déficit total por cuenta corriente aumentó a un máximo del 6,3% del PIB durante el último trimestre de 2004, superando por primera vez el 6% del PIB. ¿Cuáles son sus implicaciones para la economía de EEUU? ¿Es bueno o malo? ¿O un poco de ambos?

La respuesta a esta pregunta también revela lo que debería hacerse con él, si es que hay que hacer algo.

La respuesta a esto se deducirá rebatiendo las dos opiniones más comunes sobre las implicaciones del déficit comercial, la opinión mercantilista y la del lado de la oferta, que están fuertemente en oposición entre sí, pero aun así se las arreglan para entender mal las cosas, aunque en formas diferentes. En esto, el debate es equivalente a las teorías marxistas y neoclásicas, que están en fuerte oposición, pero siguen consiguiendo entender mal las cosas.

La visión mercantilista del déficit comercial es la que defienden proteccionistas de diversos tipos, incluyendo paleoconservadores como Pat Buchanan y Paul Craig Roberts, el presentador de CNN News, Lou Dobbs, y el izquierdista Economic Policy Institute. Esta visión en la práctica sostiene que el déficit comercial destruye empleos. Paul Craig Roberts, Lou Dobbs y el Economic Policy Institute han culpado explícitamente al déficit comercial del lento crecimiento del empleo (según patrones estadounidenses) durante los años recientes y Pat Buchanan solía repetir el cálculo de un representante comercial de EEUU de que 1.000 millones de dólares en exportaciones significaban 25.000 puestos de trabajo, que luego utilizaba para argumentar que esto significa que un déficit comercial de 300.000 millones de dólares se traducía a 7,5 millones de empleos perdidos en el comercio. Ha dejado de utilizar este cálculo supuestamente porque incluso él se da cuenta de que es absurdo tratar de argumentar que Estados Unidos con su actual déficit comercial de 700.000 millones de dólares tendría 17,5 millones más de empleos en ausencia de comercio.

La visión de que el déficit comercial reduce el crecimiento no se sostiene tanto por dificultades teóricas más concretas como por “pruebas” empíricas.  Tomemos por ejemplo dos países europeos, Alemania y Estonia. Durante los últimos años, Alemania ha tenido un crecimiento muy lento, mientras que Estonia ha estado entre las tasas de crecimiento más rápidas de Europa. Dado el hecho de que Alemania tiene costes laborales muy altos y Estonia muy bajos y dada la teoría del coste laboral de equilibrios comerciales común entre los proteccionistas estadounidenses, los mercantilistas explicarían por tanto que el diferencial de crecimiento entre Estonia y Alemania se produce por superávits comerciales en rápido aumento para Estonia y déficits comerciales en rápido aumento para Alemania.

Pero los hechos son justamente lo contrario de lo que pronosticarían los mercantilistas. En realidad, Alemania tiene un comercio y grande y creciente y un superávit por cuenta corriente. En cifras absolutas, el superávit comercial de bienes y servicios de Alemania es hoy uno de los mayores del mundo, aunque el superávit por cuenta corriente de Japón sea aún mayor, debido al alto superávit de Japón en renta de inversión. Todavía en 1998 Alemania tenía un déficit por cuenta corriente pero hoy tiene un superávit anual de aproximadamente 100.000 millones de dólares,  aproximadamente un 3,5% del PIB. Pero “a pesar” de este creciente superávit comercial y por cuenta corriente, que de acuerdo con la visión mercantilista significa que Alemania ha sido capaz de eliminar cada vez más empleos en otros países, también Alemania ha tenido el crecimiento más lento entre todos los países occidentales en años recientes. Estonia, asimismo en contra de la predicción mercantilista. Tiene un gran déficit por cuenta corriente y está creciendo rápidamente. El pasado año, Estonia tenía un déficit por cuenta corriente de más del 12% del PIB, el doble de alto que Estados Unidos y más del doble de alto del que tenía en 2000. “A pesar” de este déficit comercial creciendo rápidamente, que de acuerdo con los mercantilistas significa que Estonia está perdiendo cada vez más trabajos, esta ha tenido una tasa media de crecimiento de más del 6,5% durante los últimos 5 años en comparación con una media del 0,5% en Alemania.

No es ningún tipo de anomalía. Aunque haya muchas excepciones, las más notables son los extremadamente ahorradores países del Oriente Asiático cuya tasa de ahorro es tan alta que pueden al tiempo invertir tanto que pueden tener un rápido crecimiento y tener superávits comerciales. Y un estudio de Dan Griswold demuestra que cuando aumentan los déficits comerciales lo mismo hace el crecimiento y cuando disminuyen los déficits comerciales lo mismo hace el crecimiento. En los 24 años que van desde 1980, el déficit por cuenta corriente ha crecido rápidamente en 6 años, ha crecido moderadamente (menos de la mitad de un punto porcentual del PIB) en 10 años y ha disminuido en 8 años.

Durante los años de aumentos rápidos en los déficits, el crecimiento ha sido de media un 4,4%, durante los años de aumento moderado, el crecimiento del déficit ha sido de media un 3% y durante los años en los que el déficit estaba cayendo, la media fue dl 1,9%, un patrón similar si miramos al crecimiento del empleo. Así que en general el patrón empírico es precisamente al contrario del que los mercantilistas predicen que será.

Por supuesto, las correlaciones empíricas no prueban causación, pero hay buenas razones teóricas para rebatir la visión mercantilista y esta correlación empírica sí rebate la insistencia frecuente de Paul Craig Roberts de que la teoría del libre comercio es una “torre de marfil” e intocable para el mundo real.

El error de los mercantilistas es tomar la aproximación de la contabilización del PIB de considerar demasiado literalmente que los déficits comerciales son una rémora y confundiéndolos con el mundo real. Cuando se calcula el PIB, primero se suma el valor monetario de las distintas categorías de consumo nacional de demanda privada, inversiones residenciales, inversiones empresariales, creación de inventarios y consumo  público, y luego se resta el déficit comercial. (O se añade un superávit comercial para los países que lo tengan) para llegar a una medición del valor monetario de la producción nacional. Aunque esta aproximación puede ser válida en lo que se refiere a la contabilización del PIB, tomada literalmente da la impresión errónea de que los déficits comerciales reducen la producción nacional.

Lo que olvidan los mercantilistas es que la demanda nacional sin duda no debería en el mundo real tomarse como algo dado y que un déficit comercial implica necesariamente un flujo neto de capital que ayuda a financiar un nivel mayor de demanda nacional de la que sería posible en otro caso. Un buen ejemplo del tema de La economía en una lección, de Hazlitt, de lo que se ve y lo que no se ve. Es una verdad económica fundamental que un déficit por cuenta corriente implica necesariamente un flujo de entrada neto igualmente grande y que por el contrario un superávit por cuenta corriente implica necesariamente un flujo de salida neto igualmente grande.

Si digo que Toyota vende en Estados Unidos un coche fabricado en Japón, entonces tiene dos opciones respecto de qué debe hacer con el dinero: o comprar bienes y servicios estadounidenses, en cuyo caso el déficit comercial no aumenta o puede comprar activos estadounidenses, que aumentará la cantidad de fondos para invertir en Estados Unidos o puede tratar de intercambiar los dólares ganados por yenes, que alguien tendrá que venderle y usarlos para una de las dos primeras opciones de Toyota.

En el confuso debate económico actual, los déficits comerciales se consideran malos, mientras que la entrada de flujos de capital se considera buena aunque estén ligados necesariamente e igualmente los superávits comerciales se consideran buenos aunque la salida de flujos de capital  se considera mala aunque estén ligados necesariamente.

Aunque Paul Craig Roberts ha intentado a veces dar la impresión de que Estados Unidos sufre por la versión económica de la apariencia de triángulos rectángulos, la ocurrencia simultánea de un déficit por cuenta corriente y la salida de flujos de capital, cuando se le pregunta sobre el tema ha tenido que admitir que esto es imposible, pero respondía que como el flujo de entrada de capital consiste en buena parte en compras de bancos centrales asiáticos de bonos públicos de EEUU en lugar de inversiones directas extranjeras, lo que por alguna razón es menos beneficioso para Estados Unidos. Aunque, como explicaremos más adelante, las compras del banco central asiático con insensatas, ya que perpetúan y agravan las condiciones insostenibles, no es mala por las razones que aportan los mercantilistas, es decir, que esto al contrario que las inversiones directas extranjeras no potencia las inversiones en Estados Unidos. Debido al flujo de entrada en títulos públicos de EEUU, el déficit presupuestario de EEUU no ha tenido el “efecto expulsión” de las inversiones privada que uno habría esperado, lo que significa que mediante estos medios indirectos las compras del banco central asiático han ayudado a potenciar las inversiones en Estados Unidos.

De hecho, la situación que tanto lamenta Paul Craig Roberts, un flujo neto de salida de inversiones directas extranjeras combinado con un gran flujo de entrada de capital extranjero en título públicos de EEUU es en realidad un buen negocio para Estados Unidos, ya que significa que los estadounidenses pueden obtener dinero de forma muy barata de los bancos centrales asiáticos e invertirlo en inversiones de alto rendimiento en Asia. Este mecanismo de extranjeros aportando dinero en inversiones de bajo rendimiento en Estados Unidos y estadounidenses invirtiendo en inversiones de alto rendimiento en el extranjero es el mecanismo que hay detrás del hecho de que Estados Unidos, a pesar de la creación de valores netos extranjeros de más de 3 billones de dólares, aún ha tenido en realidad un superávit en renta neta de inversión de aproximadamente 30.000 millones durante 2004. El hecho de que los extranjeros tengan 11 billones de dólares en activos de EEUU frente a tenencias de EEUU de solo 8 billones en activos fuera de Estados Unidos se ve así más compensado por el hecho de que las inversiones de EEUU en el extranjero tienen un rendimiento medio mucho mayor que las inversiones extranjeras en Estados Unidos. No es Estados Unidos el que pierda cuando los asiáticos prestan dinero a tipos bajos a los estadounidenses que pueden así invertir en inversiones de alto rendimiento en Asia.

Y el negocio es incluso mejor para Estados Unidos si el dinero proporcionado por los asiáticos se usa por parte de los estadounidenses para invertir en inversiones de alto rendimiento en Estados Unidos, ya que esto no solo significa altos rendimientos netos para los inversores estadounidenses, sino asimismo una expansión de la capacidad productiva. Y la razón por la que los países con déficits comerciales por lo general tienen un crecimiento más fuerte que países con superávits comerciales es que el flujo de entrada de capital que constituye déficits comerciales ayuda a aumentar la inversión y por tanto a expandir la capacidad productiva.

Una vez vista la falacia de la teoría mercantilista de que “los déficits comerciales eliminan empleos”, ¿significa esto que deberíamos adoptar la visión del lado de la oferta, adoptada entre otros por el antes mencionado Dan Griswold, de que los déficits comerciales no importan y nunca son un problema? No, no significa esto.

Aunque la visión del lado de la oferta está más cerca de la verdad, sigue olvidando que los procesos que regulan los desequilibrios comerciales son a veces precarios.

Los déficits por cuenta corriente consisten sencillamente en que gente de un país en el total toman prestado de los extranjeros más de lo que le prestan. E igual que a veces es bueno y a veces es malo para las personas tomar prestado, también  que a veces es bueno y a veces es malo para los países tener déficits por cuenta corriente. Si el dinero de un préstamo individual se va a usar para inversiones productivas es una buena idea pedirlo. Pero si por el contrario el dinero se usará para un consumo excesivo o malas inversiones, es una mala idea que el individuo lo pida prestado.

Y lo que es verdad para el individuo también lo es para las agrupaciones de individuos, como los países. Si un país tiene un gran déficit por cuenta corriente que refleje un gran flujo de entrada de capitales para financiar inversiones sólidas, entonces el déficit por cuenta corriente es algo muy bueno, como hemos visto en la Estonia del rápido crecimiento. Pero el flujo de entrada de capitales se utiliza para financiar un consumo excesivo o malas inversiones, entonces es algo poco sano.

Aunque el déficit por cuenta corriente de EEUU sí refleja hasta cierto punto la más flexible estructura económica y por tanto las mayores oportunidades de inversión comparadas con Europa y Japón, también en buena medida se ve condicionado por factores poco sanos creados por el gobierno de EEUU. Esto incluye por supuesto el déficit presupuestario que ha impulsado a la baja la tasa nacional de ahorro a niveles peligrosamente bajos y también incluye las políticas de bajos tipos de interés de la Reserva Federal que han estado alimentando la burbuja inmobiliaria. El exceso de demanda creado por estas políticas ha sido claramente un factor en el impulso al alza del déficit comercial.

Hay quien puede argumentar que los efectos de estas políticas de fomento de la demanda en el déficit comercial se verán negadas por la presión a la baja que ponen en el dólar. Pero olvida dos cosas, primeramente que los bancos centrales asiáticos han respondido a esta presión a la baja con compras masivas de bonos públicos de EEUU, lo que significa que el efecto en el dólar será muy limitado. En segundo lugar, incluso en ausencia de intervención de bancos nacionales extranjeros para impedir que caiga el dólar, esta caída solo restaurará parcialmente el equilibro en la balanza de pagos al limitar el aumento en el déficit comercial. Una dólar a la baja también ayudará a hacer más atractivos los activos de EEUU ya que cuanto más bajo sea el tipo de cambio actual del dólar, más alta será la posibilidad de que se aprecie desde los niveles actuales, algo que aumentaría la entrada de flujos de capitales en Estados Unidos, ayudando a financiar el exceso de demanda creado por el gobierno de EEUU.

Como la visión del déficit comercial del lado de la oferta ignora la posibilidad de que los déficits comerciales puedan ser resultado de déficits presupuestarios y políticas monetarias inflacionistas (lo que probablemente esté relacionado con el hecho de que los defensores de la teoría del lado de la oferta estén por lo general a favor de los déficits presupuestarios y la inflación) y por tanto produzcan un consumo excesivo y malas inversiones, esta teoría también falla.

La lección de los análisis de los fallos de las visiones de los mercantilistas y del lado de la oferta del déficit comercial es que los déficits comerciales son en realidad algo bueno mientras no se produzcan por un consumo excesivo o malas inversiones.

E incluso así no es realmente el déficit comercial por sí mismo el problema subyacente, sino más bien debería ser visto como una síntoma de los efectos de una política fiscal y monetaria laxa, igual que en ausencia de flujos de entrada de capitales extranjeros, el banco central podría aún mantener bajos los tipos de interés mediante una expansión más rápida de la oferta monetaria.

Como el consumo excesivo y las malas inversiones son normalmente un resultado de políticas fiscales o monetarias laxas, la única manera en que podrían combatirse los déficits comerciales es eliminando los impuestos al ahorro y restaurando los presupuesto equilibrados y la moneda fuerte.

Publicado el 21 de marzo de 2005. Traducido del inglés por Mariano Bas Uribe. El artículo original se encuentra aquí.