[The Woman and the Dynamo: Isabel Paterson and the Idea of America • Stephen D. Cox • Transaction Publishers, 2004 • 418 páginas]
El lanzamiento de este año de la versión cinematográfica de La Rebelión de Atlas – o por lo menos una tercera parte de la rebelión – ha hecho de nuevo a Ayn Rand el centro de atención. El hombre con el plan de gran presupuesto, el representante Paul Ryan, se dice que obliga a su personal a leer a Rand. Hay incluso un senador llamado Rand -aunque no recibió el nombre por Rand, es un fan de Rand. Hay mucho ruido acerca de que la derecha cristiana está atacando ahora a Rand debido a su ateísmo.
Muchos fans de Rand pasan por alto su ateísmo, mientras que les vuelve loco su apoyo moral del capitalismo. Rand estudió historia y filosofía en Rusia, pero no leía mucho. ¿Quién le proporcionó la educación sobre la gloria del libre mercado con la que la mayoría de la gente la identifica?
“Se sentaron hasta las cuatro o las cinco de la mañana – y Ayn estuvo sentada a los pies del maestro”, recuerda una sobrina de Rand.
Una noche, cuando estaban hablando, me fui a la cama, pero pude escuchar la conversación, y era como si Pat fuese el gurú y maestro – y no Ayn. Ayn hacía preguntas y Pat las respondía. Fue muy extraño.
Isabel Paterson es la “Pat” a la que se estaba refiriendo Mimi Sutton – “una individualista radical tanto en la teoría y la práctica”, explica Stephen Cox en su extraordinario The Woman and the Dynamo: Isabel Paterson and the Idea of America.
El libro de Paterson The God of the Machine fue una de las cuatro obras libertarias magistrales que se publicaron en los oscuros días de 1943. Aunque su libro es más conocido que las Memoirs of a Superfluous Man, de Albert Jay Nock, que se publicó ese año, The Discovery of Freedom, de Rose Wilder Lane, y especialmente, El Manantial, de Rand fueron mucho más populares.
En el primer tercio de El Manantial, las ideas económicas no dominan. No fue sino en el resto del primer gran éxito de Rand que, “después de muchos meses de intensas discusiones con Paterson sobre filosofía política y la historia de Estados Unidos y sus instituciones, hacen que desarrolle el sentido político de la experiencia de Roark”, explica Cox.
Lane, como Rand, tenía la ventaja de escoger el cerebro de Paterson, y Cox escribe: “Es posible que Lane derive muchos de sus conceptos clave de las conversaciones nocturnas con Paterson”.
Sin embargo Discovery y God of the Machine son libros muy diferentes, como señala Cox: “Los lectores libertarios en general se han dirigido a Lane para su satisfacción emocional y a Paterson para el desafío intelectual”.
El mundo libertario de las décadas de 1930, 1940 y 1950 (calificado como la vieja derecha por Murray Rothbard) era pequeño. Por lo tanto, no es sorprendente que la vida de estos gigantes se entrelace. A pesar de Dynamo trata ostensiblemente sobre Paterson, los lectores pueden disfrutar de una mirada a las vidas de todas las grandes figuras liberales de la época. Cox dedica un capítulo y un poco más se centra en la obra de Lewis Douglas, que estuvo influenciado por su padre “demócrata de Andrew Jackson” “Rattlesnake Jimmy” Douglas; H.L. Mencken, que “era tan cortés con la gente de todo tipo, como francamente grosera era Paterson”; Garet Garrett, “un hombre de extrañas e inexplicables perturbaciones intelectuales”, Albert Jay Nock, que “era tan obsesivamente reservado que se rumoreaba que los miembros del personal de la primera Freeman solo podía llegar a él poniendo mensajes en cierta roca de Central Park” y, por supuesto, Rand y Lane, así como las novelistas Willa Cather y Gertrude Stein.
Paterson se ganaba la vida como novelista y columnista. Sin embargo, mientras que su columna en el New York Herald Tribune era “Cosas de un ratón de biblioteca”, se le dio libertad para escribir sobre casi todo lo que quería, que resultaba ser la economía, la política, y todo lo que viniera a la mente.
Su libro favorito sobre la depresión era The Bubble that Broke the World, de Garrett, y comprendió el punto de vista austriaco que la depresión era una cura del auge creado por el dinero barato del gobierno, y que los tiempos difíciles continuaron a causa de apoyo a los precios y los programas gubernamentales que dificultaban la liquidación de lo que los austriacos llamaría malas inversiones.
Arremetió contra confiscación del oro de FDR desde un punto de vista femenino:
Nunca olvidaremos la cola de mujeres que vimos entregando sus ahorros, bajo la amenaza de diez años de prisión y diez mil dólares de multa, mientras el multimillonario senador Couzens se ponía de pie con valentía en el recinto del Senado y se comprometía a “perseguirlas” si trataban de quedarse con unos pocos dólares.
Paterson no era sólo de aventuras con sus palabras – llamando Eleanor Roosevelt “una tonta patética”, por ejemplo -, pero la primera vez que voló, el 5 de noviembre de 1912, estableció un récord al llegar a una altitud de 5,000 pies, volando más alto de lo que lo había hecho ninguna otra mujer hasta entonces. La canadiense de la vieja frontera de de 26 años se sentó junto al piloto Harry Bingham Brown en el diminuto biplano Wright, construido con tela y madera, y dijo después: “Fue la experiencia más grande de mi vida”.
En Utah, asistió a la escuela, pero tardó un mes en pedir abandonarla. Sabía más que el maestro y a los siete años ya leía “una consideración sobre la posición de Bryan sobre la cuestión de la plata libre”. Por lo tanto las lecturas que le ofrecía el maestro, como La gallinita roja, no le estimulaban.
La familia Bowler (apellido de soltera de Isabel), viajó por todo el Oeste y los tiempos eran duros. Abandonó su casa a los 18 años e inició una serie de trabajos – tantos que perdió la cuenta. Se casó con Kenneth Paterson, pero lo dejó en cuestión de semanas. Respecto de por qué se casó con él, nadie lo sabe. Estas experiencias la proporcionaron material para sus novelas.
Las novelas de Paterson fueron autobiográficas en diversos grados y Cox reconstruye artísticamente los primeros años de Paterson, mientras ofrece resúmenes de sus novelas y sus personajes. Después de dejar a su marido, inmediatamente encontró una carrera como escritora, por accidente. Empezando como secretaria del jefe de un diario de Spokane, a las dos semanas estaba escribiendo los editoriales.
Paterson era una mezcla mucho más fuerte que la faux Tea Party actual luchadora por la libertad, pero estaría feliz de saber que se alió con ellos sobre la cuestión de Dios y pasó muchas horas discutiendo con Rand sobre religión.
Al final, a Rand y Paterson les separó el tema. Su última conversación telefónica, en 1959, llevó a Paterson a escribir a un amigo:
Hablando con ella, comprendí cuán imposible se ha vuelto comunicarse con ella en absoluto. (…) Es extrañísimo, pero los ateos profesos (ella es uno de ellos) son realmente más intolerantes que cualquier seguidor de cualquier religión, excepto, quizás, los derviches danzantes.
Paterson veía a los hombres como soñadores, siempre buscando escaparse, cambiar de trabajo, cambiar el mundo, o llevar a cabo experimentos sociales. Mientras que los hombres se dedican a pensar fantasías y abstracciones, las mujeres son más prácticas, poniéndose a trabajar y criar a sus familias. “Y a nivel personal”, escribe Cox, “a eso se reduce la filosofía libertaria”.
Cualquier persona en el movimiento de la libertad tiene una deuda con Isabel Paterson. Era brillante y productiva, tenaz y complicada. El trabajo del profesor Cox es digno de su tema.
Traducido del inglés por Luis Quadrelli. El artículo original se encuentra aquí.