Frank Albert Fetter (1863-1949) fue el líder en Estados Unidos de la primera Escuela Austriaca de economía. Nacido en la Indiana rural, Fetter se graduó en la Universidad de Indiana en 1891. Después de obtener un maestría en la Universidad de Cornell, Fetter siguió sus estudios en el extranjero y se doctoró en economía en 1894 en la Universidad de Halle, en Alemania. Fetter enseñó luego sucesivamente en las universidades de Cornell, Indiana y Stanford. Volvió a Cornell como profesor de economía política y finanzas (1901-1911) y acabó su carrera en la Universidad de Princeton (1911-1931), donde fue asimismo presidente del departamento de economía.
Fetter es principalmente recordado por sus opiniones sobre “monopolio” empresarial (ver su Masquerade of Monopoly [Nueva York: Harcourt, Brace and Co., 1931]). Pero mucho antes de publicar su obra sobre el monopolio en la década de 1930, desarrolló una teoría unificada y coherente de la distribución que explicaba la relación entre capital, interés y renta. Aunque por lo general se ha olvidado la obra teórica de Fetter, como mucha de la teoría del capital y los intereses en décadas recientes, mucho de ella sigue siendo hoy valioso e instructivo. En mi opinión, al análisis microeconómico le queda mucho para alcanzar la agudeza que encontramos en los escritos de Fetter en la primera década y media de este siglo.
Aparte de sus dos tratados lúcidamente escritos (The Principles of Economics [Nueva York: The Century Co., 1904] y Economic Principles [Nueva York: The Century Co., 1915]), las grandes contribuciones de Fetter a la teoría de la distribución aparecieron en una serie de artículos en revistas y escritos más breves que he recopilado para crear este libro. Me resultó difícil clasificar la obra de Fetter en las categorías de “capital”, “renta” e “interés”, porque la suya era una teoría inusualmente sistemática e integrada de la distribución, estando interrelacionadas todas las áreas de análisis.
El punto de partida de Fetter eran las ideas austriacas de que (1) los precios de los bienes de consumo están determinados por su utilidad marginal relativa para los consumidores y (2) los precios de los factores están determinados por su productividad marginal para producir estos bienes de consumo. En otras palabras, el sistema de mercado imputa a los precios de los bienes de consumo (determinados por la utilidad marginal) a los factores de producción de acuerdo con sus productividades marginales.
Aunque las primeras escuelas austriaca y neoclásica de economía adoptaron estas ideas para explicar los precios de los bienes de consumo y de los salarios, dejaban todavía muchas lagunas en las teorías del capital, el interés y la renta. La teoría de la renta estaba en un estado particularmente rudimentario, siendo definida la renta o en el estilo pasado de moda de ingreso anual acumulado a la tierra, o en el sentido neo-ricardiano más amplio de la renta diferencial entre factores más y menos productivos. En el último caso, la teoría de la renta era un apéndice de la teoría de la distribución. Si un trabajador gana 10$ por hora y otro, en la misma ocupación, gana 6$ y decimos que la renta del primer hombre contiene una “renta diferencial” de 4$, la renta se convierte en una mera capa sobre el ingreso determinada por principios completamente distintos de los utilizados para determinar la propia renta.
La imaginativa contribución de Frank Fetter a la teoría de la renta fue apropiarse de la definición de sentido común del empresario de renta como el precio por servicio unitarios de cada factor, es decir el precio de arrendar ese factor por unidad de tiempo. Pero si la renta es sencillamente el pago del alquiler, toda unidad de un factor de producción genera una renta y no puede haber ningún margen “no-renta”. Cualquier cosa que produzca anual o mensualmente un terreno es renta; cualquier cantidad que produzca por unidad temporal es también una renta. De hecho, aunque Fetter no desarrolló su tesis hasta llegar a considerar el salario por hora o mes como “renta”, lo es, como queda claro si consideramos la economía de la esclavitud. Bajo la esclavitud, los esclavos son vendidos en su totalidad, como “capital” o se alquilan a otros amos. En pocas palabras, el trabajo esclavo tiene un precio unitario, o de renta, así como un valor de capital. Así que la renta se convierte en sinónimo del precio unitario de cualquier factor; por tanto, una renta de un factor es, o tiende a ser, su productividad marginal. Para Fetter, la teoría de la productividad marginal de la distribución se convierte en la teoría de la productividad marginal de la determinación de renta para todo factor de producción. De esta forma, Fetter generalizaba el estrecho análisis clásico de la renta territorial en una teoría más amplia de los precios de los factores.
Pero si todo factor genera una renta de acuerdo con su producto marginal, ¿dónde está el retorno de intereses del capital? ¿Dónde entran los intereses? Aquí Fetter hace su segunda contribución esencial y aún no apreciada a la teoría de la distribución. Veía que el austriaco Eugen von Böhm-Bawerk, en el segundo tomo de su notable Capital e interés, volvía incoherentemente a la teoría de la productividad del interés después de haber demolido esa teoría en el primer tomo. Después de estar a punto de remplazar la teoría de la productividad por una teoría de preferencia temporal del interés, Böhm-Bawerk se alejaba de ese camino y trataba de combinar ambas explicaciones, un eclecticismo que la teoría del capital y el interés (en su forma “real”) ha seguido desde entonces.
Fetter se aproximó al problema de esta manera: Si todo factor genera una renta y si por tanto todo bien de capital genera una renta, ¿cuál es el origen de los retornos extra de los intereses (o “beneficio normal a largo plazo”, como se le llama a veces)? En pocas palabras, si se espera que una máquina genere una renta de 10.000$ anuales durante los próximos diez años, ¿por qué el mercado no aumenta el precio de venta de la máquina a 100.000$? ¿Por qué el precio actual de mercado es considerablemente menor de 100.000$, por lo que de hecho una empresa que invierta en la máquina gana un retorno de intereses a lo largo del periodo de diez años? Las distintas propuestas de la teoría de la productividad responden que la máquina es “productiva” y por tanto debería esperarse que genere un retorno a su propietario. Pero Fetter replicaba que eso en realidad no importa. La indudable productividad de la máquina es precisamente la razón por la que genera su renta anual de 10.000$; sin embargo, sigue sin haber respuesta a la pregunta de por qué el precio de mercado de la máquina no sube lo suficiente como para igualar la suma de las rentas futuras esperadas. ¿Por qué hay un retorno neto para el inversor?
Fetter demostraba que la explicación solo podía encontrarse separando el concepto de productividad marginal del de interés. La productividad marginal explica la altura de un precio de renta de un factor, pero hace falta otro principio para explicar por qué y sobre qué base se descuentan estas rentas para obtener el precio actual capitalizado del factor: ya sea ese factor la tierra o un bien de capital o el precio de un esclavo. Ese principio es la “preferencia temporal”: el nivel social al que la gente prefiere bienes presentes a bienes futuros en el enorme mercado temporal interconectado (mercado ¡presente! de bienes futuros) que prevalece en toda la economía.
Cada individuo tiene una escala personal de preferencia temporal, una escala relacionada con su alternativa de bienes presentes y futuros frente a sus existencias de bienes presentes. Al aumentar sus existencias de bienes presentes, aumenta el valor marginal de los bienes futuros y su tasa de preferencia temporal tiende a caer. Estas escalas individuales interactúan en el mercado temporal para establecer, en cualquier momento concreto, una tasa social de preferencia temporal. A su vez, esta tasa constituye el tipo de interés del mercado y es este tipo de interés el que se usa para convertir (o “descontar”) todos los valores futuros a valores presentes, ya sea el bien futuro un bono (o derecho sobre dinero futuro) o más concretamente las rentas futuras esperadas de tierra o capital.
Así que Fetter fue el primer economista en explicar los tipos de interés solamente mediante preferencia temporal. Todo factor de producción obtiene su renta de acuerdo con su producto marginal y todo retorno futuro de renta se descuenta, o “capitaliza” para obtener su valor actual de acuerdo con el tipo general social de preferencia temporal. Esto significa que una empresa que compre una máquina solo pagará el valor presente de las rentas futuras esperadas, descontando la tasa social de presencia temporal y que cuando un capitalista contrata a un trabajador o arrienda terreno, pagará ahora, no el producto marginal completo del factor, sino el producto marginal futuro esperado, descontando la tasa social de presencia temporal.
Un ojeada a cualquier libro de texto importante demostrará lo lejos que siguen estando los economistas de incorporar las ideas de Fetter. La explicación de los libros de texto normalmente empieza con una exposición de la teoría de la productividad marginal aplicada a la determinación de los salarios. Luego, al cambiar el autor a una explicación del capital, el “interés” remplaza súbitamente al “precio del factor” en el eje de las y del gráfico y la conclusión a la que se llega es que la teoría de la productividad marginal explica el tipo de interés de la misma forma que explica el nivel salarial. Aun así, la analogía correcta en el eje de las y no es el tipo de interés, sino el precio de arrendamiento, o renta, de los bienes de capital. El tipo de interés solo entra en juego cuando el precio de mercado del bien de capital se forma en su totalidad a partir de sus rentas futuras anuales esperadas. Como apuntaba Fetter, el interés no es, como las rentas o salarios, un ingreso anual o mensual, una renta por unidad de tiempo ganada por un factor de producción. Por el contrario, el interés es una relación entre presente y futuro, entre ganancias futuras y precios o pagos presentes.
La teoría de Fetter hace imposible decir que el capital genere un retorno de intereses. Por el contrario, el mismo concepto de valor de capital implica un proceso previo de capitalización, un resumen de las rentas futuras esperadas de un bien, descontando un tipo de interés. La renta, o productividad, y el interés, o preferencia temporal, son lógicamente prerrequisitos para la determinación del valor del capital.
El primer artículo de Fetter en esta colección, una revisión de Wages and Capital: An Examination of the Wages Fund Doctrine, de Frank W. Taussig (Nueva York: D. Appleton, 1896), se escribió en 1897 y establece la línea de los artículos en la primera parte de este libro. Aquí Fetter criticaba el intento de Maussig de reavivar la idea clásica del “fondo salarial”. En lugar de intentar explicar los pagos agregados de salarios, Fetter recomendaba explicar los niveles salariales individuales.
El primer artículo largo de Fetter sobre capital fue su “Recent Discussion of the Capital Concept” (1900). En él comparaba las teorías del capital ofrecidas por Böhm-Bawerk, John Bates Clark e Irving Fisher. Fetter no llegó a hacer justicia a la sutil insistencia de Böhm-Bawerk en los defectos de la idea del capital como simplemente un fondo, especialmente al comparar y medir bienes concretos de capital que difieren entre sí. Sobre todo, Fetter, al concentrarse apropiadamente en un fondo de valor de capital como un atributo de todos los bienes productivos duraderos, nuca se dio cuenta cabal de la importancia entre tierra (el bien original del productor) y bienes de capital (bienes de producción creados o producidos). De hecho, la idea del capital de Fetter como un fondo de valor y la visión austriaca del capital como bienes concretos de capital no son incoherentes: desempeñan papeles en distintas áreas de la teoría del capital.
De especial interés es la acusación de Fetter de que la intención de Böhm-Bawerk era establecer una teoría laboral de la propiedad en bienes de capital. Además, cuando Fetter declaraba que Böhm-Bawerk era incoherente al clasificar las mejoras artificiales incorporadas permanentemente a la tierra como “tierra”, aparentemente no se daba cuenta de que para los austriacos el criterio crucial para clasificar un bien como “tierra” no es su estado original provisto por la naturaleza, sino su permanencia como recurso (o, más en concreto, su irreproducibilidad). Los bienes que son permanentes, o irreproducibles, generan una renta neta, absorbida por los costes de producción y mantenimiento. He aquí una distinción vital entre tierra y bienes de capital que Fetter equivocó completamente (ver mi Man, Economy, and State, 2 vols. [Nueva York: D. Van Nostrand, 1962], 2:502-4).
Sin embargo, Fetter se posicionaba decididamente con Böhm-Bawerk y contra Clark cuando negaba que el capital sea un fondo permanente y que la producción siempre se convierta en “síncrona”, eliminando así la dimensión temporal entre entradas y salidas. Esta misma controversia iba a reaparecer dramáticamente en la década de 1930 en publicaciones de Frank H. Knight (promoviendo la postura de Clark) y de Friedrich A. Hayek y Fritz Machlup (representando la opinión austriaca).
Por otro lado, Fetter alababa la teoría del capital de Irving Fisher (The Rate of Interest: Its Nature, Determination, and Relation to Economic Phenomena [Nueva York: Macmillan Co., 1907]) en lugares en que se desviaba dela opinión austriaca y la criticaba cuando era conforme a la postura austriaca. Así, elogia la distinción de Fisher entre capital y renta (basada en las diferencias entre mediciones de existencias y flujos) porque elimina la necesidad de distinguir entre tierra y bienes de capital. Por otro lado, Fetter no estaba de acuerdo con la muy sensata insistencia de Fisher de que el concepto de bienes físicos concretos de capital es lógicamente un prerrequisito del concepto de capital abstracto como fondo de valor. Además, Fetter no estaba de acuerdo con la opinión austriaca, también en Fisher, de que los bienes de capital son estaciones de paso en el camino a la producción de más bienes de consumo y de que por tanto se “desgastan” en la producción. Fetter citaba máquinas y tierra (“agentes naturales”) como bienes que no evolucionan hacia el estado de bienes de consumo. Pero las máquinas evolucionan hacia bienes de consumo precisamente por no ser permanentes, es decir, por desgastarse en el camino hacia la producción hacia el objetivo del consumo, y el hecho de que la tierra no se desgaste de esta manera es precisamente la razón para distinguirla de los bienes de capital.
En su reseña de 1902 de Einige strittige Fragen der Capitalstheorie, de Böhm-Bawerk, Fetter apunta bastante apropiadamente la mayor contradicción textual en la teoría del interés de este: el descubrimiento inicial de Böhm-Bawerk de que el interés deriva de la preferencia temporal de los bienes presentes frente a los futuros se contradice con su posterior afirmación de que la mayor productividad de los procesos indirectos de producción sea lo que fija el interés. Sin embargo, cuando critica la teoría de la productividad del interés de Böhm-Bawerk, a Fetter no le hace falta rechazar la importante idea de este de lo indirecto del periodo de producción. Lo indirecto es un aspecto importante de la productividad de los bienes de capital. Sin embargo, aunque esta productividad pueda aumentar las rentas a obtener de los bienes de capital, no puede fijar un aumento en el tipo de retornos de los intereses, es decir, la relación entre las rentas anuales derivadas de estos bienes de capital y su precio actual. Esa relación está estrictamente determinada por la preferencia temporal.
“The Nature of Capital and Income” (1907) ofrecía una reseña de un libro de Irving Fisher del mismo título. Fetter alababa el uso de Fisher del concepto de capitalización del capital, así como el abandono de Fisher de su opinión anterior de que el concepto de existencia/flujo de capital y renta se aplicara a los mismos bienes concretos. Aquí Fisher cambiaba a una concepción abstracta y generalizada de existencias y flujos. Pero, como advertía Fetter, esta misma abstracción hacía insostenible toda la dicotomía existencia/flujo. El tratamiento de la renta de Fisher como renta estrictamente psicológica, hasta la virtual exclusión de la renta monetaria, se critica apropiadamente, como el corolario de que solo el consumo es renta y por tanto las ganancias de capital no son renta y no deberían estar sujetas a un impuesto sobre la renta. Finalmente, Fetter, habiendo trabajado él mismo en una teoría integrada de la distribución de rentas, indicaba que la teoría del capital y la renta de Fisher tenía un aire ad hoc porque se había desarrollado independientemente del resto de la teoría de la distribución de Fisher.
En “Are Savings Income — Discussion?” (1908), Fetter explicaba su crítica a la opinión de Fisher de que los ahorros, o más bien las adiciones al capital, no son renta y de que el término renta debería limitarse a solo el gasto de consumo. Fetter apuntaba correctamente que Fisher confundía el concepto de renta psíquica final, que verdaderamente constituye solo consumo, con el concepto de rentas monetarias adquiridas en el mercado, que en parte se ahorran y en parte se consumen.
Dos décadas después (1927) Fetter volvió a la teoría del capital en su contribución al homenaje a John Bates Clark. En el curso de la revisión de las contribuciones de Clark a la teoría del capital, Fetter alababa a Clark por tratar a capital como un fondo en lugar de un conjunto de bienes heterogéneos de capital o por ofrecer una definición general de la renta como los ingresos de todos los bienes de capital y no solo los de la tierra. Se critica de nuevo a Böhm-Bawerk por mantener la identificación de capital e interés (en lugar de darse cuenta de cómo el interés permea todo el mercado del valor temporal), pero esta sagaz crítica está de nuevo erróneamente ligada a un ataque a Böhm-Bawerk por mantener una distinción entre tierra y bienes de capital. En este artículo se critica a F.W. Taussig por mantener supuestamente que solo la tierra es productiva, y no el capital. Pero aquí Taussig no se adentraba sencillamente en la teoría del valor trabajo, sino que más bien estaba adoptando la idea sutil de Böhm-Bawerk de que, mientras que los bienes de capital son evidentemente productivos, no lo son en último término, pues tienen que producirse y reproducirse mediante trabajo, tierra y tiempo, así que los bienes de capital obtienen renta bruta, pero no rentas netas, que van solo a los factores trabajo y tierra. De nuevo encontramos la importancia de la distinción tierra-bienes de capital. Respecto del interés, es completamente resultado de la preferencia temporal; en el caso de un bien de capital, el interés depende de producir primero el bien de capital combinando trabajo y tierra y luego cosechando los frutos de esta combinación en un momento posterior. ¡La misma distinción entre tierra y bienes de capital tan resistida por Fetter fue así usada por Böhm-Bawerk para abrir el camino a la propia teoría del interés de Fetter!
De particular importancia en este ensayo de 1927 es la crítica de Fetter a la teoría del capital de Marshall. Siendo siempre un lógico despiadado, Fetter criticó incansablemente la multitud de incoherencias, confusiones y contradicciones en la explicación de Marshall. Fetter también añadió a sus críticas previas de la teoría del capital de Fisher una revisión de la incoherencia de adoptar una distinción de riqueza y servicios en un momento concreto entre capital y renta a partir de su previa dicotomía existencias/flujos.
La contribución de Fetter titulada “Capital”, que apareció en la Encyclopedia of the Social Sciences (1930-35), es un cómodo resumen de sus opiniones sobre el capital, así como de sus críticas a teorías alternativas. Está claro que su preocupación exclusiva con respecto del capital como un fondo o como “el valor de mercado de los bienes presentes de (…) derechos individuales a rentas”, es una consecuencia de su insatisfacción con las teorías de la productividad del interés y su deseo de establecer un “valor de capital” como sencillamente la suma capitalizada de rentas futuras esperadas.
El desarrollo pionero de Frank A. Fetter de la teoría pura de la preferencia temporal del interés empezó con su artículo “The ‘Roundabout Process’ in the Interest Theory” (1902). Aquí Fetter alababa a Böhm-Bawerk como el primero en indicar apropiadamente el problema central de la teoría del interés: Explicar por qué los bienes presentes se valor más que los bienes futuros. Pero después de empezar con la preferencia temporal como explicación apropiada, Böhm-Bawerk introducía su “tercer argumento” para el interés (la mayor productividad de los procesos indirectos de producción) y argumentaba que era la razón más importante por la que los bienes presentes tenían valores más altos que los futuros.
Al ofrecer su detallada crítica del “tercer argumento” de Böhm-Bawerk, Fetter explicaba cómo este no había separado el indudable aumento en la productividad psíquica resultante de un aumento en el capital, de un aumento reclamado en el “valor” productividad del capital. Fetter apuntaba que un aumento en el valor del capital (frente a su cantidad física) aumentaría el valor productividad de capital si, y solo si, el tipo de interés permanece constante. En otras palabras, la explicación de la productividad del interés de Böhm-Bawerk hace uso de valor presente del capital y por tanto asume que el tipo de interés ya viene dado, ya que se necesita para determinar el valor presente del capital. Así que el explicación de la productividad del interés de Böhm-Bawerk implicaba un razonamiento circular. Igualmente, Fetter apuntaba que un determinante del grado de capitalización, o del grado de indirectitud de los procesos de producción en la economía, es precisamente el tipo de interés: la tasa de capitalización presente de rentas futuras. He aquí otro ejemplo más de razonamiento circular.
Respecto del resto de su artículo de 1902, Fetter desarrollaba su crítica (resumida antes) de la separación austriaca de tierras y bienes de capital y la idea del periodo de producción. Aquí podrían señalarse que el punto perfectamente válido de Fetter acerca de la capitalización de la tierra en el mercado por medio del tipo de interés no niega la distinción austriaca de tierras y bienes de capital. De acuerdo con la Escuela Austriaca, “capital” y “bienes de capital” son conceptos independientes y distintos. Además, los repetidos intentos de Fetter de atribuir una teoría del valor capital trabajo a Böhm-Bawerk se contradicen con su propia admisión de que tanto tierra como tiempo entran en la visión austriaca de la producción del capital. Sin embargo, Fetter apunto algo importante al criticar la formulación de Böhm-Bawerk del “periodo medio de producción”, especialmente la idea de la media ex post de los distintos periodos de producción en toda l economía. Fetter también atacaba contundentemente el intento de Böhm-Bawerk de saltar de la productividad f´sica aumentada de los procesos indirectos al valor productividad por el uso de tablas puramente aritméticas. Aquí Fetter hacía una crítica (característicamente austriaca) del uso de las matemáticas en economía contra un economista que era él mismo un importante crítico del método matemático.
En su artículo del 1902, Fetter ofrecía otra brillante crítica al “tercer argumento” de Böhm-Bawerk. Este trataba de utilizar la mayor productividad del capital para explicar por qué estos “bienes presentes” valen más que los “bienes futuros” cuando el capital se convierte en bienes de consumo. Pero, como apuntaba Fetter, como los instrumentos de capital solo maduran como bienes de consumo en distintos momentos en el futuro, los bienes de capital son en realidad bienes futuros, no bienes presentes. Así que, si nos concentramos en la utilidad para los consumidores, los bienes de capital se verían como bienes futuros y el “tercer argumento” por un retorno extraordinario de estos bienes (futuros) de capital como “bienes presentes” más productivos se hace totalmente inválido.
Podemos aplicar la idea de Fetter a las actuales explicaciones de los libros de texto de la determinación de tipo de interés en el mercado de préstamos productivos. La curva de oferta de fondos prestables se explica convencionalmente por la preferencia temporal, mientras que la curva de demanda de préstamos por las empresas se explica en referencia a la “productividad marginal del capital”, en suma, por el tipo “natural” de interés encarnado en el tipo normal de beneficio a largo plazo. Pero la empresa que toma dinero prestado para contratar trabajadores o comprar bienes de capital está en realidad comprando bienes futuros a cambio de un bien presente, dinero. En resumen, el empresario prestatario, igual que el acreedor-ahorrador que le presta el dinero, está comprando un bien futuro siempre que hace una inversión. Por ejemplo, si suponemos que no hay préstamos empresariales sino solo inversión en existencias, este punto es más sencillo de entender. Cuando un hombre ahorra e invierte en un proceso productivo, paga ahora trabajadores y otros factores a cambio de servicios que generarán un producto y por tano una renta, en algún momento futuro. En resumen, el capitalista-emprendedor contrata o invierte ahora en factores y paga dinero (un bien presente) a cambio de servicios productivos que son bienes futuros. Por este servicio de pagar ahora a los factores, el capitalista normalmente obtiene un retorno de intereses, en retorno por la preferencia temporal. En suma, todo factor de producción (ya sea trabajo, tierra o bienes de capital) genera, no su valor productividad marginal, según la actual explicación convencional, sino su productividad marginal descontada por el tipo de interés o preferencia temporal y el capitalista gana el descuento.
Fetter también argumentaba contundentemente que, en efecto, Böhm-Bawerk utilizaba una explicación (el “tercer argumento”) para el interés en los bienes de producción y otro (la noción de la preferencia temporal) para el interés en los préstamos de consumo. Como el interés debe tener una explicación unitaria, el análisis de Böhm-Bawerk es una especie de retrogresión.
Fetter destacaba la debilidad esencial de todas las explicaciones de la productividad del interés. No basta, apuntaba, con demostrar que más capital sea productivo en términos físicos o incluso de valor: el problema es explicar por qué el valor de capital en el mercado hoy es suficientemente bajo como para generar mañana un retorno de plusvalía. La productividad del capital no tiene nada que ver con la solución a este problema. Como escribía Fetter:
Lo esencial del problema del interés es explicar una plusvalía sobre el valor del capital empleado. No basta con demostrar que más capital (o un proceso más indirecto) generará más productos o demostrar que el agregado de productos tiene un mayor valor que los que se obtenían antes. Deduciendo el valor del capital del valor de los productos, cuantos más productos haya (en valor), mayor será el (valor del) capital, salvo que el tipo de interés (lo que hay que explicar) impida que el capital aumente proporcionalmente.
Fetter apuntaba irónicamente que el propio Böhm-Bawerk, al criticar anteriores teoría de la productividad del interés, hubiera planteado precisamente este mismo tema. Aun concediendo que todos los procesos indirectos muy largos puedan ser físicamente muy productivos, Fetter apuntaba que la cuestión que permanecía sin resolver en Böhm-Bawerk de por qué estos procesos no se prefieren siempre a los menos productivos pero inmediatamente más fructíferos.
Fetter concluía reiterando su postura única sobre la relación entre interés y renta. La renta refleja la productividad (marginal) de los factores escasos de producción y el interés refleja la valoración actual de servicios futuros y por tanto depende, no del todo de la indirectitud, sino de la posposición del uso. La teoría del interés, concluía Fetter, “debe establecer su verdadera relación con la teoría de la renta como los ingresos por el uso de bienes en un periodo concreto y el interés como el descuento en bienes de cualquier tipo, comparada a través de periodos sucesivos”.
En la presentación de su teoría ante la American Economic Association, “The Relations between Rent and Interest” (1904), Fetter apuntaba las confusiones e incoherencias de escritores anteriores sobre la teoría de la renta y el interés. En lugar de la distinción clásica entre renta como ingresos de la tierra e interés como ingresos de los bienes de capital, Fetter proponía que todos los factores de producción, ya fueran tierra o bienes de capital se consideraran “como usos de rendimiento, (…) como portador de renta” o como “vendibles a su valor actual, (…) como suma descontada de rentas”, como “riqueza” o “capital”. Como corolario, debemos concebir la renta como una cantidad absoluta (por unidad de tiempo), mientras que el interés es una relación (o porcentaje) de una suma principal llamada valor de capital. La renta se convierte en el usufructo de cualquier agente o factor material (considerando el uso del agente aparte de su amortización). Pero entonces no hay espacio para la idea del interés como rendimiento de los bienes de capital. Las rentas de cualquier bien duradero aparecen en diferentes momentos en el tiempo, en fechas distintas en el futuro. El valor de capital de cualquier bien se convierte entonces en la suma de sus rentas futuras esperadas, descontado por la tasa de preferencia temporal por bienes presentes sobre futuros, que es el tipo de interés. Por tanto, la utilidad marginal cuenta las valoraciones y precios de los bienes de consumo; la renta de cada factor de producción se determina por su productividad a la hora de acabar produciendo bienes de consumo y el interés aparece en la capitalización, de acuerdo con la preferencia temporal, del valor presente de las rentas futuras esperadas de los bienes duraderos. Esa es la visión lúcida, sistemática y única de Fetter del lugar relativo de renta, interés y valor de capital en la teoría de la distribución.
El escrito de Fetter se consideró tan importante se asignaron nueve economistas a su discusión. Como indicaba Fetter en su réplica, pocos de sus comentaristas demostraron haber entendido su teoría positiva y a muchos solo les interesaba defender a la escuela clásica contra las críticas de Fetter. Al comentario de Thomas Nixon Carver de que como la tierra, frente a otros servicios de factores, no tiene que ofertarse, la renta de la tierra no entra en el coste, Fetter replicaba: (1) que puede decirse que el mismo tipo de elementos de plusvalía, o no-coste, permea todos los factores de producción y (2) que la tierra, como otros factores, debe asimismo servirse, mantenerse y asignarse eficientemente. Además, varios de los comentaristas, como apuntaba Fetter, identificaban erróneamente la teoría de Fetter con la de John Bates Clark y procedían a criticar la asimilación de Clark de renta e interés, a pesar del hecho de que Fetter sostenía una opinión casi diametralmente opuesta.
Una década después, Fetter volvió a la teoría del interés, en “Interest Theories, Old and New” (1914), como parte de una crítica de la retractación de Irving Fisher de su previa adhesión a la teoría pura de la preferencia temporal, una postura a la que se aproximaba en su The Rate of Interest (1907) y que influyó en Fetter al desarrollar su propia teoría. Pero ahora Fisher seguía el camino de Böhm-Bawerk y volvía una explicación de productividad parcial. Además, Fetter descubría que las semillas del error estaban en la publicación de Fisher de 1907. Fisher había dicho que las valoraciones de bienes presentes y futuros implican un tipo monetario prexistente de interés, sugiriendo así que una explicación pura de preferencia temporal del interés implica un razonamiento circular. Mediante el contraste y en el curso de su explicación de su propia teoría pura de preferencia temporal, o “capitalización” del interés, Fetter demostraba que la valoración temporal es un prerrequisito para la determinación de tipo de interés del mercado. El tipo de interés del mercado es, para Fetter, un reflejo de una tasa general de preferencia temporal en la economía, un proceso de capitalización que descuenta, en los precios actuales de bienes duraderos y factores de producción, los usos futuros de estos bienes. Los consumidores evalúan bienes de consumo disfrutables directamente, luego se evalúan los factores duraderos de acuerdo con su productividad al fabricar estos bienes y después se descuentan estos usos futuros al presente de acuerdo con sus preferencias temporales. El primer paso genera los precios de los bienes de consumo, el segundo las rentas de los bienes de producción y el último, la “infravaloración” o tipo de interés que generan los bienes de producción.
Volviendo a exponer su posición, esta vez criticando las opiniones de Henry R. Seager, Fetter apuntaba al problema crucial: ¿por qué la compra empresarial de factores parece contener en sí misma una plusvalía neta, un retorno de intereses? La productividad de los bienes de capital no explica por qué el valor de esta productividad esperada se descuenta en el precio actual, lo que a su vez permite a los empresarios pagar los intereses en préstamos con los que comprar o contratar estos factores de producción. Como decía Fetter: “La cantidad de interés que ‘estiman las empresas’ que pueden pagar (…) es la diferencia entre el valor descontado o actual de los productos imputable a estos agentes y su valor en el momento en que se espera que maduren”. Fetter añadía que por supuesto debe haber productividad a contabilizar por la renta futura esperada, igual que debe haber gente y mercados, pero no habría tipo de interés si no se descontara el valor futuro de los productos. Los intereses del mercado pueden pagarse con la plusvalía que aparece de un anterior descuento temporal del “valor productividad” de los factores de producción. O dicho de otra manera, Fetter admitía que la productividad de los bienes de capital proporciona un mayor valor al producto final. “Pero el valor productividad que genera el motivo por el que el empresario toma prestado y le da el poder, normalmente, de pagar el interés del contrato, se debe, no al hecho de que estos productos tendrán valor cuando existan, sino al hecho de que su valor esperado está descontado en el precio de los agentes comprado en un punto temporal anterior”.
Fetter también agudizaba de otra manera el contraste entre su propia teoría y la teoría de la productividad de los intereses. Los teóricos de la productividad afirman que al crecer el capital la economía se hace más productiva y que los tipos de interés aumentan debido a la mayor productividad del capital. Pero Fetter contestaba con la idea de que, al avanzar la economía producirse más bienes actuales, se rebaja la preferencia por los bienes presentes y por tanto puede esperarse que disminuya el tipo de interés. O, como podría decirse de forma más complicada, todo el mundo tiene una escala de preferencia temporal que relaciona su oferta de bienes actuales con su preferencia del presente sobre el futuro. Una mayor oferta de bienes presentes movería a la derecha y abajo una escala concreta de preferencia temporal, de forma que la utilidad marginal de los bienes presentes caería en relación con los futuros. Como consecuencia, en las escalas dadas, la tasa de preferencia temporal, o grado de preferencia del presente sobre el futuro, tendería a caer y por tanto el tipo de interés haría lo mismo.
Fetter también anticipaba la clásica distinción de Frank Knight en Risk, Uncertainty, and Profit (1921), entre interés, o beneficios normales a largo plazo, por un lado, y beneficios y pérdidas a corto plazo, obtenida por empresarios superiores, o sufridas por inferiores, por el otro (superioridad o inferioridad definidos en términos de la capacidad prever el futuro incierto). ¿Por qué pide prestado en absoluto un empresario si al hacerlo aumentará el tipo de interés del préstamo a la tasa de preferencia temporal reflejada en su tasa de beneficio normal a largo plazo (o su “tasa natural de interés), por usar la terminología austriaca)? La razón es los que sean superiores en la previsión obtienen beneficios a corto plazo siempre que el tipo general de préstamo sea inferior al retorno que esperan obtener. Ese es precisamente el proceso competitivo, que tiende, a largo plazo, a igualar todos los tipos naturales y de préstamo en el mercado temporal. Esos empresarios “con superior conocimiento y superior previsión”, escribía Fetter, “son comerciantes, comprando cuando pueden en un mercado más barato de capitalización y vendiendo en uno más caro, actuando como igualadores de tipos y precios”.
Fetter también apuntaba, bastante correctamente, que el proceso de capitalización y descuento temporal se aplica igual de completa e igualmente a la tierra de lo que lo hace a los bienes de capital. Desde el punto de vista de la capitalización, no hay una distinción fundamental entre tierra y medios fabricados de producción. De hecho, Fetter podría haber apuntado que bajo la esclavitud, cuando los trabajadores tenían dueño, también se capitalizaban y el precio presente de los esclavos se convertía en el valor capitalizado de las ganancias (o “rentas”) futuras esperadas, descontadas por la tasa social de preferencia temporal. Pero el hecho de que también los esclavos puedan ser capitalizados no justifica eliminar para otros fines todas y cada de las distinciones entre esclavos y bienes de capital.
No es solo que la teoría de Fetter de la pura preferencia temporal, o capitalización, sea la única que ofrece una explicación integrada del interés en esclavos, tierra y bienes de capital, sino que es también, como él mismo apuntaba, la única que proporciona una explicación integrada del interés en los préstamos de consumo y los préstamos de producción. Pues incluso los teóricos de la productividad tuvieron que conceder que al menos en el caso de los préstamos al consumo el interés los originaba la preferencia temporal.
En el tratamiento final y extendido del interés de Fetter, “Interest Theory and Price Movements” (1927), el pesimismo ha remplazado al optimismo de los años anteriores, pues después de una reveladora explicación de las teorías anteriores del interés (en la que rescataba a Turgot del desprecio de Böhm-Bawerk), Fetter apuntaba con tristeza que si idea de la teoría del interés había sido ignorada. La vieja teoría de la productividad del interés, habiendo conquistado por fin a Böhm-Bawerk e Irving Fisher, sobrevivía como explicación predominante del interés en la teoría ecléctica de Alfred Marshall. Entre los economistas ingleses y estadounidenses, la productividad seguía siendo la principal explicación del interés sobre el capital productivo y la preferencia temporal se había relegado a una explicación de los préstamos de consumo.
Fetter procedía a realizar una explicación particularmente extensa de la naturaleza de la preferencia temporal y el mercado temporal. La preferencia temporal entra en valoraciones primitivas, de tipo Robinson, que anteceden al desarrollo del trueque, así como a la aparición de préstamos en dinero y una economía monetaria. Las tasas de preferencia temporal reflejan todas las condiciones, las interacciones y las elecciones de los seres humanos. En casi todos los casos, se prefiere los bienes presentes a los futuros y esta preferencia es más marcada en el hombre primitivo. Pero, añadía Fetter, con el desarrollo de la civilización, la llegada del ahorro significa en general una rebaja de las primas atribuidas a los bienes presentes y por tanto a la tasa de preferencia temporal.
En la economía monetaria, igual que las escalas de utilidad de los individuos interactúan para proporcionar precios uniformes en el mercado, las escalas individuales de preferencia temporal conforman mediante su intercambio todas las preferencias temporales. La consecuencia es una tasa social de preferencia temporal, un “tipo general medio de prima en dólares actuales sobre dólares futuros que ha resultado de nivelar una gran parte de las diferencias individuales”. A través del arbitraje, las tasas de preferencia temporal tienden a igualarse en el mercado temporal. El preció de un factor duradero de producción deriva del precio esperado de sus productos, siendo el descuento actual, o suma capitalizada, de todos sus futuros productos. El proceso de capitalización precede, en lugar de seguir, a la existencia de un tipo de interés en préstamos monetarios. La tasa de preferencia temporal que capitaliza ingresos futuros aparece como la tasa normal o natural de beneficio de las empresas. La desviaciones a corto plazo de esta norma son causadas por circunstancias especiales y habilidades empresariales. Las tasas de beneficio tienden a igualarse mediante el mercado a través de una continua revaluación de los precios de los agentes duraderos (aquellos bienes de capital que proporcionan un beneficio recapitalizándose al alza y los que sufran pérdidas recapitalizándose a la baja). Este proceso de recapitalización y revaluación tiende a proporcionar tasas uniformes de beneficios, apuntaba Fetter, en lugar de seguir la teoría convencional de los costes uniformes de fabricar agentes duraderos. Para Fetter, el tipo de interés en los préstamos monetarios productivos y la tasa normal de beneficio tienden a la igualdad porque tienen una causa común: la capitalización de las preferencias temporales a través del mercado temporal. Como decía Fetter:
La “productividad del capital” normal que genera beneficios (donde los bienes que contienen usos futuros aumentan hacia la paridad con los usos presentes) no es por tanto sino el reverso de la antigua valoración de descuento aplicada a ingresos distantes. Es un proceso psicológico de evaluación, no un proceso tecnológico y físico. Así que los beneficios no explican más el interés de lo que el interés explica los beneficios. Ofrecen oportunidades alternativas de inversión, pero ninguno es la causa del otro. Ambas oportunidades derivan de los descuentos y primas que permean el sistema existente de precios y pueden remontarse al factor fundamental de la preferencia temporal ejercitada por hombres individual y colectivamente.
Habiendo desarrollado así su concepto de la preferencia temporal y el mercado temporal, Fetter aplicaba su teoría pura a las complejidades de determinar el interés en el mundo real. En primer lugar, los tipos de interés, además de estar determinados por la preferencia temporal, varían de acuerdo con distintos grados de riesgo, habilidad empresarial, el coste de dar préstamos, distintas costumbres y restricciones legales. Además, como apuntaba Fetter, los cambios en el nivel de precios ralentizan el proceso de mercado de equilibrar los tipos de interés y llevan a errores extendidos de sobrecapitalización e infracapitalización.
En una explicación del dinero y los niveles de precios en relación con el tipo de interés, Fetter incorporaba en su análisis la idea de Fisher, ahora redescubierta, de que los tipos de interés tienden a aumentar durante un auge y caen durante una recesión en respuesta a los cambios esperados en los niveles de precios. Aumentar los niveles de precios rebaja el poder adquisitivo del retorno del acreedor y los tipos de interés tienden a aumentar durante las inflaciones para compensar esta pérdida. Inversamente, los tipos de interés tienden a caer por debajo de las tasas de preferencia temporal durante una recesión para compensar el aumento en la tasa real de retorno.
Pero Fetter no se contentaba con detenerse aquí. Advirtiendo que empíricamente los tipos de interés no aumentan continuamente durante los auges, Fetter desarrollaba una teoría monetaria del ciclo económico, que estaba cerca de la teoría de las “malas inversiones monetarias” de Mises-Hayek que se desarrolló en Austria en torno al mismo tiempo (ver mi America’s Great Depression).
Fetter explicaba que una inflación de divisa por un aumento en el gasto público aumenta el nivel de precios, lo que a largo plazo está determinado por movimientos en la oferta monetaria. Pero aumentar la oferta monetaria mediante expansión del crédito bancario tiene consecuencias mucho más complejas. La expansión continuada del crédito bancario no solo producirá un auge y precios más altos, sino asimismo aumentará la oferta monetaria mediante un aumento masivo en la oferta de fondos prestables emitidos por los bancos. El aumento en la oferta monetaria mantendrá el tipo de interés por debajo del tipo del libre mercado, al menos hasta etapas posteriores del auge y producirá una sobrecapitalización de los bienes duraderos y de producción. Debido al aumento en los precios de los productos combinado con los tipos de interés artificialmente bajos, se empuja a los empresarios a numerosas inversiones insensatas. Cuando los bancos acaban viéndose finalmente forzados a detener su expansión del crédito, la sobreestimación de los valores del capital se invierte súbitamente y al auge le sigue rápidamente una recesión. Quiebras empresariales, pérdidas monetarias y rebajas en los valores del capital ponen a las diversas partes del sistema de precios y valores en el mercado de nuevo en armonía. En particular, aquella parte del mercado no influida por el crédito bancario se pone en armonía con el resto de la economía. Esa es la función de la recesión en respuesta a las distorsiones generadas por la expansión del crédito bancario del auge precedente.
Criticando la teoría de que el crédito bancario debería simplemente responder a las “necesidades de los negocios”, Fetter apuntaba adecuadamente que durante un auge las empresas sobrestiman sus “necesidades” en respuesta los precios en aumento y las aparentemente mayores oportunidades de beneficio. De esta manera, la expansión del crédito bancario estimula esas mismas “necesidades” empresariales que se supone que proporcionan un criterio riguroso para la política del crédito bancario.
Fetter proporcionaba asimismo una útil crítica de la teoría del economista sueco Knut Wicksell de que si los bancos continuaran manteniendo el tipo de interés por debajo del tipo natural o de libre mercado, el nivel de precios aumentaría indefinidamente. Fetter apuntaba que esto solo podría ser cierto si la rebaja del tipo de descuento se veía acompañada por una continua expansión del crédito bancario.
Fetter concluía esta explicación de la teoría del interés aplicándola a la economía de guerra. Durante tiempo de guerra hay un agudo aumento en las tasas de preferencia temporal, en la demanda de bienes presentes inmediatamente utilizables para fines de guerra. Por consiguiente, hay un aumento sustancial en tiempo de guerra de los tipos de interés del libre mercado. Fetter era por tanto muy crítico con los intentos comunes de los gobiernos de mantener bajos los tipos de interés en tiempo de guerra, creando así distorsiones económicas e impidiendo que los altos tipos de interés trasladaran sin fricciones los recursos de las industrias civiles a las bélicas, que tienen un mayor demanda inmediata de fondos.
El principal artículo de Fetter sobre la teoría de la renta, “The Passing of the Old Rent Concept” (1901), fue uno de sus ensayos más notables. Es una crítica detallada de las varias teorías de la renta mutuamente contradictorias que se encuentran en los Principios de economía de Alfred Marshall. Primero está la noción ricardiana de que la renta es el retorno de la tierra. El problema de “explicar” la renta se hace equivalente a definir lo que es la tierra y por qué es diferente del capital. Fetter atacaba la distinción hecha entre tierra y capital criticando la idea de que la tierra pueda distinguirse del capital en términos de su supuesta inelasticidad de oferta. Fetter argumentaba que tanto tierra como capital pueden aumentarse a largo plazo, mientras que a corto plazo la oferta de bienes de capital puede ser tan inelástica como la oferta de tierra.
Fetter dedica luego su atención a la influyente doctrina de la cuasirrenta. Según Marshall, la tierra (así como otros bienes no reproducibles, como pinturas y alta joyería) esta fijada permanentemente en su oferta y por tanto genera una renta real. Sin embargo, los bienes de capital son fijos en oferta solo a corto plazo y por tanto sus ingresos, aunque similares a la renta de la tierra, son solo temporales, de ahí el términos “cuasirrenta”. Fetter descubrió el error crucial en la afirmación de Marshall de que las cuasirrentas no son parte del coste de producción. Al hacer esta afirmación, Marshall ha trasladado sigilosamente su explicación del emprendedor al dueño del bien de capital que “obtiene un ingreso” en lugar de “pagar un coste”. Así que en lugar de ser una plusvalía sin coste para el emprendedor, la renta “es esencialmente ese pago que, como parte de los costes [monetarios] impide que el [emprendedor] obtenga ninguna plusvalía que pueda atribuirse a los agentes alquilados”.
En la base del error de Marshall en la doctrina de la cuasirrenta, indicaba Fetter, hay una confusión entre costes monetarios y el concepto bastante místico de “costes reales”. El coste monetario de la producción no consiste en costes “reales”: son sencillamente el valor de mercado de los factores de producción que la empresa contrata para utilizar. Hacer de la renta una “plusvalía” sobre los costes reales equivale a abandonar la noción básica de la renta como un ingreso que se percibe regularmente producido por medio del intercambio del mercado.
Fetter criticaba la adhesión de Marshall a la noción clásica de que la renta es un pago que no entra en el coste monetario de producción o el precio de oferta de factores de producción. Fetter apuntaba que la renta de la tierra forma parte de los costes monetarios como cualquier otro pago contractual, como puede atestiguar cualquier granjero aparcero o empresario. La réplica de Marshall de que la tierra se emplea hasta el margen sin renta y por tanto no tiene ningún efecto en decisiones para producir un poco más o menos del producto es rechazada por la demostración de Fetter de que lo mismo puede decirse de cualquier pago de factores mediante la generalización de la ley de los retornos decrecientes en la ley de las proporciones variables. Simplemente no hay nada especial en la renta de la tierra en este aspecto. Además, Fetter apuntaba que ningún productor lleve nunca a un factor hasta el margen “sin renta”: aquí la realidad económica contradice las unidades infinitesimalmente pequeñas de la economía matemática. Pues mientras un factor siga siendo productivo en absoluto, pagará una renta de acuerdo con esa productividad, por muy pequeña que sea. Y además la oferta de cualquier bien está determinada completamente tanto por la renta obtenida como por las unidades marginales. En resumen, la tierra recibe su precio de la misma forma que el trabajo o el capital en términos del valor de su producto marginal.
En su “Comment on Rent under Increasing Returns” (1930), Fetter destrozaba la idea de los retornos crecientes y reclamaba una extensión de la idea de que la renta se atribuye a la tierra a la idea de que la renta se atribuya a los usos distintos de cualquier tipo de bien duradero. Finalmente, en su artículo “Rent” en la Encyclopedia of Social Sciences, Fetter relataba la historia de la noción de renta y la definía con el significado de sentido común de “alquiler”: la cantidad pagada por los distintos usos de un agente duradero “otorgada por el propietario a un tomador, a devolver en una condición igual de buena”.
Puede ser que el sello de la aproximación de Frank A. Fetter a la teoría económica fuera su “radicalismo”, su voluntad de descartar todo el legado del persistente ricardismo. En teoría de la distribución, sus contribuciones más importantes siguen siendo demasiado radicales como para ser aceptadas en el corpus del análisis económico. Son: (1) su erradicación de todo elemento de productividad en la teoría del interés y sus desarrollo de una teoría pura de la preferencia temporal, o capitalización, y (2) su erradicación de todo lo que concierna a la tierra, ya sea su escasez o algún tipo de margen sobre el coste, en la teoría de la renta, a favor de la renta como “alquiler” de un bien duradero para obtener un ingreso por unidad de tiempo. Guiada por Alfred Marshall y por retiradas finales hacia la opinión antigua de Böhm-Bawerk y Fisher, la teoría microeconómica ha elegido una ruta más conservadora.
A pesar de la atención y el entusiasmo concedidos a sus escritos en su momento, las contribuciones de Fetter a la teoría de la distribución han caído en el olvido y no se emplean. Espero que esta colección de ensayos atraiga la atención de los economistas contemporáneos hacia las contribuciones de Fetter y su lúcida y sistemática visión económica.
Traducido del inglés por Mariano Bas Uribe. El artículo original se encuentra aquí.