Padre James A. Sadowsky, SJ, RIP

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Nadie que conociera a Jim Sadowsky podría olvidarlo nunca. Le conocí en una conferencia en la Universidad de Claremont en California en agosto de 1979; también estaba su gran amigo Bill Baumgarth, profesor de ciencias políticas en Fordham. Su característico estilo de conversación atrajo de inmediato mi atención. Hablaba de una forma muy tersa y le impacientaban los sinsentidos, una categoría que abarcaba mucho de lo que escuchaba. Si le dabas un argumento y le preguntabas si entendía lo que habías dicho, normalmente respondía “No”. Una vez dijo a un compañero jesuita: “eso es falso y sabes que es falso”.

Detrás de ese áspero exterior había una persona amable y cordial, que disfrutaba del humor. Supe que podía llevarme bien con él en esa conferencia cuando dijo a un pequeño grupo de gente: “Puede que no parezca una taza de café, pero sin duda me siento como una”. Fui el único que se rio y me dijo: “Tienes una fino sentido del humor”. Fuimos amigos desde entonces.

Le encantaban los comentarios paradójicos, como “La palabra filosofía, viene de la palabra griega philosophia, que significa filosofía”. “No tendríamos el concepto de libre albedrió si no lo tuviésemos”. “Un alumno mío objetó una vez a la navaja de Occam basándose en que es innecesaria”.

Me contó que un alumno en sus clases de filosofía en Fordham vestía una camiseta que decía: “No necesito tus drogas”. Dijo que le preguntó: “¿Significa eso que te basta con las tuyas?” El alumno contestó: “Las drogas son un asunto muy serio, no debería hacer bromas con ellas”. Me dijo: “No entiendo. Si no pensaba que era divertido, ¿cómo sabía que era un broma?” Después de que me dijera que jugaba al bridge, le pregunté si era un buen jugador. “Sí”, respondió, “pero juego con jugadores mejores”. Uno de mis favoritos de entre sus comentarios era: “Me gusta llegar el primero a los postres, por delante de toda esa gente avariciosa y egoísta”.

Como uno podría esperar de esta estructura mental, su especialidad era la lógica y enseñó esta materia en Fordham durante más de 40 años. Empezó a enseñar allí en 1960 y continuó impartiendo cursos de lógica después de su jubilación; también enseñó lógica en Blackfriars Hall, en la Universidad de Oxford. Fue muy popular entre los profesores de Oxford y una vez la casa casi se vino abajo con su respuesta inmediata a la pregunta: “¿Cuál sería la sanción apropiada para el intento de suicidio?” “La ejecución”, dijo.

Como sabrán muchos lectores de Mises Daily, fue en filosofía política y economía un seguidor de Murray Rothbard, que le estimaba mucho. Conoció  America’s Great Depression, de Rothbard, poco después de su publicación en 1963. Buscó enseguida al autor del libro y se convirtió en parte de un grupo que se reunía frecuentemente en el apartamento de Manhattan de Rothbard.

Lo que le atrajo al punto de vista libertario fue su individualismo: el libertarismo rechaza la noción de un interés colectivo distinto del de las personas individuales. En esto encontraba ecos de uno de sus pensadores favoritos entre los escolásticos, Francisco Suárez, que mantenía que la autoridad política reside en el consentimiento. Si se siguiera esta idea hasta sus completas consecuencias, pensaba Sadowsky, llevaría al anarquismo, una consecuencia que aceptaba completamente. Una vez, sentado en el suelo del salón de Rothbard, dijo: “He oído que Roy [Childs] corre el peligro de caer en la anarquía”. Él nunca tuvo este riesgo.

La aproximación característica de Sadowsky al pensamiento político se resume mejor en el último párrafo de sus artículo más influyente entre los libertarios: “Private Property and Collective Ownership”. Dice: “Si hay una lección a aprender de este escrito es que la única vía esclarecedora de analizar los problemas económicos y de propiedad es siempre volviendo al individuo, que es lo único real. La gente está mal atendida por la creación de entidades espurias”. (Hay varios escritos más de Sadowsky disponibles en este sitio, mantenido por Tony Flood. Fue Tony el que me telefoneó en la mañana del 7 de septiembre con la triste noticia del fallecimiento de Jim y tiene aquí su propia nota de homenaje).

El artículo de Sadowsky apareció por primera vez en el número de otoño de 1966 de la revista de Rothbard Left and Right, bajo un título ligeramente distintos y bajo el pseudónimo “Eric Dalton”. Jim estaba algo alicaído cuando mostró el artículo a su gran amigo y colega en el departamento de filosofía de Fordham, Padre W. Norris (“Norrie”) Clarke. Clarke dijo: “Suena igual que tú, Jim”.

Tenía estándares extremadamente altos de rigor y por consiguiente no publicó mucho, pero sostuvo opiniones características sobre una amplia variedad de asuntos filosóficos. Uno de los más importantes para él fue el “finitismo estricto”, una postura que aprendió de sus amigos Morris y Alice Ambrose Lazerowitz. En este punto de vista, “el mundo es una totalidad”. Utilizaba este punto de vista para apoyar un argumento para la existencia de Dios llamado “argumento cosmológico Kalam”, pero era el argumento cosmológico habitual que consideraba la prueba más fuerte de la existencia de Dios. Rechaba argumento del diseño divino pero argumentaba en un escrito que consideraba uno de sus más importantes (“Did Darwin Destroy the Design Argument?”) que la teoría de la evolución era irrelevante para su veracidad. También sostenía que era posible conocer lo que decidirá alguien hacer en el futuro: sostenía que no había diferencia en principio entre conocimiento del pasado y conocimiento del futuro. También rechazaba el “conocimiento intermedio”, pero no creo que este sea el lugar para explicar la idea a quienes no estén familiarizados con la controversia.

En el otoño de 2011, sufrió una operación para aliviar la presión de arterias bloqueadas en su cuello. Debido en parte a su avanzada edad (tenía entonces 87 años) nunca se recuperó del todo de esta operación, pero seguía ansioso por discutir de filosofía en nuestras conversaciones telefónicas casi diarias. En los últimos meses, puedo decir que una complicación pulmonar le estaba causando graves problemas y era incapaz de hablar mucho por teléfono. En nuestra última charla, se quejaba de las retransmisiones de los juegos olímpicos de Londres interferían con Days of Our Lives, su culebrón favorito, pero seguía esperando sus dos bolas de helado de chocolate después de la comida y la cena todos los días. Ahora mi querido amigo se ha ido y nunca seré capaz de tomarle de nuevo el pelo acerca del helado.

Publicado el 18 de septiembre de 2012. Traducido del inglés por Mariano Bas Uribe. El artículo original se encuentra aquí.

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