El apriorismo de Mises frente al relativismo en economía

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Los seguidores cercanos de la obra de Ludwig von Mises (1881-1973), uno de los principales pensadores de la Escuela Austriaca de Economía, mantienen que la economía es una ciencia a priori, “una ciencia a cuyas proposiciones puede darse una justificación lógica rigurosa, lo que distingue a los austriacos, o más en concreto a los misesianos, de todas las demás escuelas económicas actuales”.

De hecho, ese punto de vista contrasta sobremanera con la situación actual de la economía de la corriente principal, que ha caído víctima del hechizo del positivismo: en un intento por investigar la verdad de hipótesis en el campo de las ciencias sociales, los positivistas declaran que haría falta medir las acciones de la gente y hacer continuas pruebas empíricas (de acuerdo con expresión “si-luego”), que permitieran así el progreso científico.

Sin embargo, la aproximación positivista-empirista no cumple, ni puede cumplir, esta premisa. Promueve doctrinas económicas falsas, al entender mal el estado lógico de la ciencia de la economía. El positivismo-empirismo fomenta, hablando intelectualmente, una deriva del orden del mercado, abriendo camino al colectivismo, el socialismo e incluso el totalitarismo.

El positivismo-empirismo fomenta el relativismo moral: niega cualquier verdad a priori de la realidad social de la acción humana, adoptando la opinión de que “vale todo”. Como tal, el relativismo social da ventajas a los enemigos del orden social libre. No hay nada que pudiera, por norma, impedir que las recomendaciones derivadas de la doctrina positivista-empirista violen los derechos de propiedad de los individuos.

En 1945, Friedrich August von Hayek (1899–1992) formuló las consecuencias de una filosofía social que ignore los principios:

La aversión a principios generales y la preferencia por proceder en cada caso particular, es el producto del movimiento que con la “inevitabilidad del gradualismo” nos lleva de vuelta de un orden social que se basa en el reconocimiento general de ciertos principios a un sistema en el que el orden se crea por órdenes directas.

En prácticamente todos los países desarrollados, la actividad del gobierno (medida, por ejemplo, en términos de gasto público como un porcentaje de la renta total y el ámbito de la regulación autoritaria) se ha venido expendiendo a costa de la libertad individual y el orden del libre mercado, consentido (o incluso defendido públicamente) por economistas de la corriente principal.

Por eso la obra de Mises sobre la condición lógica de la ciencia de la economía ha de volver a recibir atención pública: su obra realmente constituye el bastión intelectual contra la degeneración del libre orden social. Así que, en lo que sigue, se revisarán brevemente los fundamentos metodológicos de la economía austriaca. Nuestro punto de partida es, y ha de ser necesariamente, el campo de la epistemología.

La epistemología como punto de partida

La epistemología es la rama de la filosofía que se ocupa del origen, posibilidad, ámbito y base general del conocimiento humano. Una de las cuestiones epistemológicas clave es ¿de dónde viene nuestro conocimiento?

El racionalismo sostiene la opinión de que nuestro conocimiento está basado en la razón. El conocimiento no nos llega a través de la experiencia (percepción sensorial). Se deduce únicamente desde principios que posee previamente la mente humana.

El empirismo mantiene que nuestro conocimiento se basa en la experiencia. Tiene su base en la idea de que todo lo que podemos conocer del mundo es lo que el mundo se preocupa por contarnos y debemos observarlo cuidadosamente.

El racionalismo no mantendría que no podamos obtener ningún conocimiento de la experiencia. Sin embargo, cuando uno empieza a ser científico, cuando hay que identificar reglas y leyes que se apliquen universalmente, un racionalista argumentaría que la experiencia no tiene la misma validez que el razonamiento deductivo.

Dicho esto, uno puede confirmar reglas y leyes por experiencia, pero se obtienen por deducción lógica de leyes superiores (generales), que ya están contenidas en la razón. Aquí tenemos que echar un vistazo al gran filósofo Immanuel Kant (1724–1804) y su revolucionaria Crítica de la razón pura.

Las proposiciones sintéticas a priori de Kant

Kant trató de resolver el problema epistemológico demostrando que el conocimiento del ser humano de los objetos, o de la realidad natural en general, no depende de los propios objetivos. Mantuvo que los objetos empíricos dependen (algo paradójicamente) de nuestro conocimiento sobre ellos.

Kant mantenía que la constitución mental de los seres humanos revelaría el conocimiento. Ese conocimiento no nos llega mediante la experiencia y al observación de la realidad. En realidad, deriva de principios generales, que poseen las mentes de los seres humanos antes de cualquier experiencia.

Kant hizo una distinción entre a priori y a posteriori. Lo primero se refiere a un juicio que expresa conocimiento adquirido antes de cualquier observación, mientras que lo segundo se refiere al conocimiento que se adquiere a través de la experiencia.

Es más, Kant marcó una distinción entre juicios sintéticos y  analíticos. Un juicio analítico se limita a la información ya contenida en la definición de un concepto, mientras que un juicio sintético significa que un juicio acerca de objetos ofrece información sobre el sujeto bajo revisión.

Sus distinciones permiten las siguientes cuatro combinaciones:

  1. Los juicios analíticos a posteriori no pueden producirse, ya que nunca hay una necesidad de recurrir a una experiencia en apoyo de una afirmación puramente explicativa.
  2. Los juicios sintéticos a posteriori son las asuntos relativamente no discutibles que conocemos por medio de nuestra experiencia sensorial.
  3. Los juicios analíticos a priori incluyen todas las verdades lógicas y asuntos directos de la definición: son necesariamente ciertos.
  4. Los juicios sintéticos a priori son el caso crucial, ya que solo ellos podrían ofrecer nueva información que sea necesariamente cierta.

Los juicios sintéticos a priori ni repiten el contenido de información de las definiciones ni ofrecen nueva información acerca del asunto sobre la base de la experiencia. Se refieren a características que la mente humana posee antes de la experiencia y generan conocimiento derivado empíricamente, contándonos la naturaleza del mundo, basándose en la propia razón investigadora.

Así que la cuestión clave es cómo podemos identificar la verdad de dichas proposiciones sintéticas a priori, dado que la lógica formal no es suficiente y las observaciones son innecesarias. Según Kant, la verdad de las proposiciones sintéticas a priori puede establecerse definitivamente por axiomas materiales evidentes por sí mismos. Una proposición es evidente por sí misma cuando no podemos negar su verdad sin entrar en una contradicción: un intento de negar la verdad de una proposición sintética a priori equivaldría a admitir que es cierta.

El axioma de la acción humana de Mises

El “axioma de la acción” de Mises (la proposición de que los humanos actúan) es una proposición sintética a priori verdadera. La proposición de que los humanos actúan no puede refutarse, ya que tal negación es en sí misma una acción. La verdad de la declaración no puede evitarse.

Todas las categorías a las que se refiere la propia economía (valor, fines, medios, elección, costes, etc.) están afectadas por el axioma de la acción de Mises. Solo pueden interpretarse si suponemos que los seres humanos actúan. Son una verdad a priori, deducida lógicamente del axioma de la acción.

Para Mises, la ciencia de la economía sigue la disciplina de la lógica aplicada y por tanto aplicó el término praxeología (la ciencia de la lógica de la acción humana) para caracterizar la teoría de la lógica de la acción humana.

Mises concluía acerca de la ciencia de la economía:

Sus declaraciones y proposiciones no derivan de la experiencia. Son, como las de la lógica y las matemáticas, a priori. No están sujetas a verificación o falsificación basándose en la experiencia y los hechos. Son ambas lógica y temporalmente antecedentes a cualquier entendimiento de hechos históricos. Son un requisito necesario para cualquier comprensión de acontecimientos históricos.

Hans-Hermann Hoppe explicó sucintamente la gran idea de Mises:

La gran idea de Mises fue que el razonamiento económico tenía su fundamento precisamente en esta comprensión de la acción y que la condición de la economía como un tipo de lógica aplicada deriva de la condición del axioma de la acción como una proposición sintética a priori verdadera.

Algunos ejemplos de juicios a priori en economía

Consideremos algunas implicaciones que pueden deducirse lógicamente del axioma de la acción humana de Mises. Sabemos que los humanos actúan: es una proposición a priori verdadera, ya que uno no puede lógicamente pensar que los humanos no actúan.

La acción humana implica lógicamente intercambio, ya que la acción como tal es cambiar un estado de cosas por otro estado de cosas.

La acción humana tiene lugar en el tiempo. La mente humana no puede pensar otra cosa. Si el hombre pudiera alcanzar sus fines deseados instantáneamente en el presente, no habría ninguna razón para que actuara, pero, como sabemos, actuar es necesario para la naturaleza humana: uno no puede pensar en un hombre que no actúe.

El tiempo es escaso, ya que el hombre es mortal. Y como hombre debe hacer uso del tiempo para alcanzar sus fines, el tiempo es un medio para alcanzar un fin deseado.

Al ser el tiempo un bien escaso, aparece la necesidad de elegir una alternativa entre diversos fines: la escasez significa que un fin solo puede alcanzarse renunciando a otros fines.

Cuando decide buscar ciertos fines, el actor debe asignar prioridades de valor a los fines, lo que representa un proceso de valoración.

El hombre que actúa debe tener una idea de cómo alcanzar sus fines deseados. Si el hombre piensa que no puede alcanzar sus fines, no puede actuar. Como, como se ha visto antes, no existe un hombre que no actúe.

Es más, la causalidad (que es el enlace entre causa y efecto) es una categoría de la acción humana. Si no hay relación causal, el hombre no puede actuar (lo que es imposible).

El futuro del hombre es incierto. Si el hombre conociera su futuro, su acción no podría cambiarlo y por tanto la acción humana atestigua que el futuro es incierto para el actor.

Otra verdad relacionada con el axioma de Mises de la acción humana es que solo los individuos actúan. Conceptos como “gobierno”, “grupos” y “colectivos” no existen por sí mismos. No tienen ninguna realidad: simplemente se basan en las acciones de individuos.

Hoppe ofrece buenos ejemplos de proposiciones económicas a priori de Mises:

La acción humana es una búsqueda resuelta fines valorados con medios escasos. Nadie puede resolver no actuar. Cada acción se dirige a mejorar el bienestar subjetivo por encima del que abrís sido en otro caso. Una mayor cantidad de un bien se valora más que una cantidad menor del mismo bien. Se prefiere la satisfacción antes a la satisfacción después. La producción debe preceder al consumo. Lo que se consume ahora no puede consumirse en el futuro. Si se rebaja el precio de un producto, se comparará la misma cantidad o más que en caso contrario. Los precios fijados por debajo de los precios de liquidación de los mercados acabarán llevando a escaseces duraderas. Sin propiedad privada de los factores de producción no puede haber precios en los factores, y sin precios en los factores es imposible la contabilidad de costes. Los impuestos son una imposición a los productores o a los propietarios de riqueza y reducen la producción o la riqueza por debajo de la que habría habido en caso contrario. El conflicto interpersonal solo es posible siempre y cuando las cosas sean escasas.  Ninguna cosa o parte de una cosa pueden ser propiedad exclusiva de más de una persona a la vez. La democracia (el gobierno de la mayoría) es incompatible con la propiedad privada (propiedad y gobierno individual). Ninguna forma de tasación puede ser uniforme (igual), sino que cualquier tasación implica la creación de dos clases distintas y desiguales de contribuyentes frente a receptores-consumidores de impuestos. La propiedad y los títulos de propiedad son entidades distintas y un aumento de los últimos sin un aumento correspondiente de los primeros no aumenta la riqueza social sino lleva a una redistribución de la riqueza existente.

El dualismo metodológico de Mises

En su libro Teoría e historia, Mises, al principio, se ocupa del asunto del dualismo metodológico: la idea de que las acciones humanas no pueden analizarse de acuerdo con los métodos aplicados a las ciencias naturales, en los que el positivismo-empirismo se ha convertido en la postura dominante.

Murray N. Rithbard apuntaba que los objetos de las ciencias naturales (piedras, planetas, átomos, etc.) deferirían radicalmente de los seres humanos, ya que “la esencia de los seres humanos es que tienen objetivos y propósitos y que tratan de alcanzar esos objetivos. Piedras, átomos y planetas, no tienen objetivos ni preferencias; por tanto, no eligen entre cursos alternativos de acción”.

Y posteriormente:

puede investigarse átomos y piedras, cartografiar su curso y marcar y predecir sus rutas, al menos en principio, hasta los detalles cuantitativamente más minuciosos. Con la gente no se puede; cada día, la gente aprende, adopta nuevos valores y objetivos y cambia de ideas; la gente no puede clasificarse y predecirse como se puede hacer con los objetos sin mente o sin capacidad de aprender y elegir.

La aproximación metodológica que sigue hoy la economía de la corriente principal (siguiendo a las aplicadas en el campo de las ciencias sociales) es el empirismo. Mises rechazaba esta aproximación basándose en la incompatibilidad de las materias sujeto de las dos disciplinas.

Las ciencias naturales se basan en experimentos de laboratorio: el efecto de los cambios de un elemento individual en otros elementos puede observarse aisladamente. El investigador hace una hipótesis y hacen falta observaciones para descubrir si tiene razón o no.

La aproximación empírica equivale a dedicarse a un inacabable procedimiento de prueba y error. Una aproximación así rechazaría la idea de un vez establecida de una vez y para siempre en las proposiciones, lo que hoy se expone probablemente de la mejor manera en el (casi nihilista) razonamiento de Sir Karl Raimund Popper (1902–1994).

Popper sugería que una hipótesis no puede verificarse (que es criticable mediante la observación) de una vez y para siempre, ya que ninguna cantidad finita de observación podría nunca demostrar su corrección. Puede mantenerse provisionalmente una teoría hasta que acabe falsándose: en ese sentido, el verdadero conocimiento es provisional.

Sin embargo, esta postura es incompatible con la economía, ya que “no puede realizarse ningún experimento de laboratorio respecto de la acción humana, Nunca estamos en disposición de observar el cambio solo en un elemento, permaneciendo inalterables todas las demás condiciones del evento”.

Primero, las pruebas empíricas se basan en datos históricos, que deben formar las bases de la aproximación empírica a la ciencia social. Estos datos son contingentes ya que siempre son resultados de fenómenos complejos.

Segundo (y esto es categóricamente distinto de las leyes naturales), la gente puede aprender y aprende de la experiencia y tiende a cambiar sus escalas de valores y preferencias. En consecuencia, uno no puede suponer relaciones invariables en el tiempo entre causas y efectos, como pueden observarse en las ciencias naturales.

Si la economía en un ciencia lógicamente deductiva a priori, como estableció Mises, ¿entonces cuál es el papel de las pruebas empíricas, un procedimiento que ha obtenido un estatus central en las ciencias económicas actuales? Cualquier esfuerzo de probar empíricamente verdades deducidas lógicamente sería ilustrativo de una confusión intelectual.

Tomemos una proposición sintética a priori como el teorema de Pitágoras: a2 + b2 = c2. ¿La prueba empírica de este teorema deducido lógicamente produciría algún conocimiento adicional? No, cualquiera de esos trabajos será en vano y una señal de un estado de desorientación intelectual. Esto es también cierto para trabajos dirigidos a probar proposiciones económicas derivadas lógicamente.

Tomemos, por ejemplo, la ley de la utilidad marginal decreciente. Ésta sostiene que si la oferta de un bien aumenta en una unidad, el valor asociado a esta unidad nacional debe necesariamente decrecer, porque esta unidad adicional solo puede emplearse como un medio para alcanzar un objetivo que sea menos valioso que el objetivo manos valorado satisfecho por una unidad de tal bien si la oferta fuera una unidad menor.

La doctrina empirista-positivista lleva al relativismo social

Basar la economía en la doctrina de empirismo es, de hecho, una empresa errónea que lleva a resultados falsos ya que el empirismo sufre de serias deficiencias lógicas. El empirismo sostiene que nada puede conocerse antes de realizar pruebas empíricas. ¿Pero cómo podemos llegar a esa conclusión?

No puede deducirse de hacer observaciones de la realidad: el empirismo es supuestamente la única fuente de conocimiento. Si suponemos que la premisa del empirismo es categóricamente verdadera (esto significa que podemos decir algo que es verdad a priori acerca de cómo se relacionan ciertos eventos) traicionamos la tesis empirista, que es que todo conocimiento es hipotético por naturaleza. El empirismo no puede proporcionar conocimiento a priori, como (implícitamente) profesa hacer.

Es más, el empirismo afirma ser capaz de observar y medir la acción humana. Sin embargo, estos conceptos no pueden deducirse de la propia acción, como dice el empirismo. De hecho, requieren una comprensión al observar y medir a la gente. De nuevo, el empirismo debe admitir que echa mano de conocimiento que se basa en la comprensión en lugar de en la observación.

De hecho, el empirismo lleva una semilla destructiva: al rechazar la posibilidad de cualquier verdad a priori, el empirismo fomenta poner en práctica todo tipo de hipótesis, por muy mal ideadas que estén. Para los positivistas, no hay razón para rechazar ninguna hipótesis desde el principio: se adscribe al lema “vale todo” y quiere dejar que la experiencia decida. En ese sentido, la doctrina empirista-positivista lleva a un dañino relativismo social.

Mientras que la aproximación empirista podría ser relativamente inocua en el campo de las ciencias naturales, sus consecuencias en las ciencias sociales son un asunto completamente distinto. Por ejemplo, si una hipótesis predice efectos que se consideran ampliamente como deseables, los defensores del empirismo en el campo de la economía tienen una justificación para probarla y ver qué pasa.

Sin embargo, si el resultado no es el predicho, el empirismo no permite rechazar la hipótesis como errónea. De hecho, el empirismo inmuniza la hipótesis al decir que el experimento falsado fue accidental, sugiriendo que continuar experimentando probaría su verdad. O alternativamente, el positivista sostendría que el fracaso de la hipótesis se debió a factores (incontrolados (omitidos), reclamando por tanto apoyo para continuar en lugar de detener la experimentación social.

Puede esperarse que los defensores de la doctrina empirista-positivista provengan predominantemente del campo de los ingenieros sociales: el grupo de personas (que son el gobierno y todos sus defensores intelectuales) que quieren aumentar su poder por encima de otros miembros de la sociedad.

Ingeniería social en la oferta monetaria – Un buen ejemplo

Tomemos, por ejemplo, la verdad a priori de que cualquier aumento en la oferta monetaria reduce el valor de intercambio del dinero, como se deduce del axioma de la acción, y que una política pública dirigida a estabilizar el valor del dinero es una empresa imposible con consecuencias desastrosas.

Para empezar, el dinero es un bien, y, como cualquier otro bien, está sujeto a la ley de la utilidad marginal decreciente. Esta última sostiene que la utilidad marginal de una unidad monetaria en manos de un agente del mercado disminuye siempre y cuando las existencias de moneda aumenten (siendo igual todo lo demás).

Como consecuencia, bajo un régimen de oferta monetaria que permita un aumento en el tiempo de dicha oferta monetaria (ya sea un dinero en libre mercado o dinero controlado por el gobierno) el valor de intercambio del dinero no puede permanecer estable. Los humanos actúan.

Actuar implica cambio en las preferencias y en las valoraciones de la gente de los bienes y servicios. El dinero no es una excepción. De hecho, incluso si las existencias de dinero permanecen invariables, debemos esperar que su valor frente a otros bienes cambie con el tiempo, debido al innegable hecho de que los humanos actúan.

Mises, partiendo de la obra de Carl Menger (1840-1921), demostró lógicamente con su teorema de la regresión que el dinero solo puede originarse a partir del trueque en un mercado libre, que el dinero tiene un componente histórico. Por tanto, el dinero puede remontarse a la acción humana. No puede establecerse por acción coactiva del gobierno.

Esta idea tiene consecuencias importantes para el orden monetario.

Mises era consciente de que todo lo que hace falta para el cálculo económico (para el que el dinero es una herramienta indispensable) es evitar fluctuaciones grandes y abruptas en la oferta monetaria. Ofrecía una base lógica de que el mercado puede proveer dicho medio de intercambio, sin ninguna necesidad de intervencionismo del gobierno.

Sin embargo, la doctrina positivista-empirista apoyaba la idea de reemplazar el orden monetario del libre mercado por un monopolio público de oferta monetaria: hizo popular la idea ilusoria de que el dinero estable sería un requisito deseable e indispensable para el cálculo económico y que solo el gobierno, y no el libre mercado, podría ofrecer dicho dinero.

Sin embargo, el dinero estable es, sin ninguna duda lógica, incompatible con el axioma de la acción humana:

La idea de hacer estable el poder adquisitivo no deriva de esfuerzos por hacer más correcto en cálculo económica. Su origen es el deseo de crear una esfera ausente del flujo incesante de actividades humanas, un ámbito al que no le afecte el proceso histórico.

Como se deduce del axioma de la acción, no puede haber dinero estable. El control público de la existencia de dinero no solo fracasa en el cumplimento de sus promesas, sino que también se convierte en la misma fuente de crisis económicas, abriendo el camino hacia dosis cada vez mayores de interferencia del gobierno con el orden del libre mercado (como se indica en la teoría monetaria austriaca del ciclo económico).

Si el dinero debe derivar de un producto que sea dinero, el control del gobierno sobre la oferta monetaria no puede establecerse lógicamente sin una violación de los derechos de propiedad y solo a costa de eficiencias económicas:

Un plan del gobierno respecto de la determinación de la cantidad de dinero no puede ser nunca imparcial y justo para todos los miembros de la sociedad. Cualquier cosa que haga el gobierno en la búsqueda de influir en el grado de poder adquisitivo depende necesariamente del juicio personal de los gobernantes. Siempre antepone los intereses de algunos grupos de gente a costa de otros. Nunca sirve a lo que se llama la riqueza común o bienestar público.

Mises era muy consciente de las consecuencias de las desigualdades y crisis económicas que crea el gobierno, ambas resultado directo de teorías que ignoran el apriorismo en la ciencia de la economía: es decir, gente desencantada del capitalismo. Ésta vería el intervencionismo económico (muy ayudada por el sentimiento anti libre mercado de la gente) como una solución a las crisis en lugar de su misma causa, invitando a dosis aún mayores de control público sobre el individuo.

La necesidad de volver al apriorismo de Mises

La doctrina positivista-empirista, que forma el núcleo de la economía actual de la corriente principal no es solo un fracaso intelectual: también fomenta (realmente provoca) el relativismo social, abriendo así la puerta a políticas contra el libre mercado, que, una vez puestas en marcha, son difíciles de refrenar. En ese sentido, el positivismo es, puesto en práctica, una doctrina anticapitalista.

Una vuelta a la gran idea intelectual de Mises (es decir, que puede darse a la economía un fundamento rigurosamente lógico, como epitomiza su praxeología) parece ser necesaria para impedir mayores daños al ideal de la sociedad libre.


Publicado el 25 de abril de 2008. Traducido del inglés por Marian Bas Uribe. El artículo original se encuentra aquí.

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