Incluso los “primitivos” buscan el beneficio

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A los anticapitalistas les gusta usar ejemplos de intercambios de regalos supuestamente altruistas en sociedades “primitivas” para compararlos con el avaricioso comportamiento de los mercados modernos. Pero un examen más detenido de un conocido intercambio exótico de regalos, el Kula de los nativos de las Islas Trobriand, en realidad refuerza las afirmaciones libertarias acerca del poder universal del motivo del beneficio.

En el complejo comercio Kula entre las islas junto al extremo oriental de Nueva Guinea, los hombres navegaban muchas millas para recibir regalos ceremoniales de bisutería de conchas, aparentemente con el único propósito de dar esos regalos de nuevo dentro de un año o dos.

Ese viaje era al tiempo caro y peligroso. Los hombres contrataban artesanos para construir canoas especiales para el mar lo suficientemente robustas y rápidas para la tarea. Y los viajes de Kula de los nativos de Trobriand las llevaban tan lejos como el hogar de los dobuanos, que vivían en una isla a 90 kilómetros, hablaban un leguaje diferente y se les consideraba caníbales.

Cuando llegaban los visitantes, si todo iba bien, sus anfitriones los agasajaban con regalos ceremoniales: “baratijas nativas sucias, grasientas y de aspecto insignificante”, como las calificó jocosamente un antropólogo.[1] Los más codiciados eran los collares y pulseras de conchas, que pertenecían a la categoría especial de cosas valiosas llamada vaygu’a.

Pero a pesar de haber recorrido todo ese camino para adquirir estas baratijas, los visitantes no planeaban mantenerlas durante mucho tiempo. Por el contrario, los nativos de Trobriand pretendían entregar todos los vaygu’a en uno o dos años cuando fueran anfitriones a su vez de sus propios visitantes de otras islas.

De hecho, a los hombres a los que mantenían mucho más de ese plazo se les “reconocía universalmente como reprensibles y deshonrosos”, y se les calificaba de “lentos” o “duros en el Kula”.[2]

¿Puede que todo este riesgo y trabajo se haya realizado de verdad solo por el placer de dar de nuevo las mugrientas chucherías?

¿”Evidentemente no tiene sentido”?

El economista socialista Karl Polanyi parece haber creído justamente eso. Y admiraba a los isleños por ello. Polanyi alababa el intercambio Kula como “una economía sin ganancia ni mercado (…) una de las transacciones comerciales más desarrolladas conocidas por el hombre”, en la que “no hay ningún beneficio, ni en dinero ni en nada parecido”.[3]

En un memorándum informal, Murray Rothbard ridiculizaba el Kula y el amor de Polanyi por él:

Aparentemente le encanta el “comercio Kula”. (…) Lo que le gusta especialmente a Polanyi es su falta de verdadera ganancia mutua ¿o es que evidentemente no tiene sentido?[4]

¿“Ni ganancia”? ¿”Ni mercado”? ¿Evidentemente no tiene sentido? ¿Qué ocurre realmente en el comercio Kula?

Cuando el antropólogo Bronislaw Malinowski viajó a las Islas Trobriand en la década de 1910, descubrió que el Kula era la pasión de la vida diaria de los hombres. Conseguir vaygu’a era una prueba de “suerte, cuidado e iniciativa” de un hombre.[5]

De hecho,

la propiedad temporal les permite conseguir mucho renombre, exhibir su artículo, decir cómo lo obtuvo y planificar a quién se lo va a dar. Y todo esto forma parte de uno de los temas favoritos de conversación y cotilleo tribal, en el que las proezas y glorias en el Kula de los jefes o plebeyos se discuten continuamente.

Estas piezas de concha “sucias, grasientas” eran en realidad bienes prestigiosos, igual de valiosas y arbitrarias que los relojes Rolex, los automóviles de lujo y los trofeos deportivos. Esos bienes atraen la atención y anuncian tus logros. Dicen: “Soy lo suficientemente poderoso como para tener esto”.

En Norteamérica, cuando un equipo de la Liga Nacional de Hockey gana la Stanley Cup, proporcional a los miembros del equipo una fama enorme (al menos en Canadá). Pero en lugar de fabricar una nueva copa cada año, la LNH utiliza el mismo trofeo una y otra vez, así que el equipo ganador tiene la copa Stanley solo hasta que la gana el siguiente equipo. La copa es un artefacto con pisos que da fama a cualquier hombre que la tenga, aunque ningún hombre pueda poseerla para siempre.

Los vaygu’a eran lo mismo. No se trataba de tenerlos permanentemente, sino de tenerlos durante un tiempo.

Dar para recibir

Dentro del Kula, cada acto de generosidad era en realidad una cuidadosa inversión. A quien hubieras dado un vaygu’a estaba obligado a devolvértelo con un “contrarregalo” distinto que poseyera. Así que un hombre planeaba a quién darle cosas para contralar de quién obtendría cosas. De esta manera, un donante paciente e inteligente de vaygu’a podría conseguir que los objetos más importantes pasaran por sus propias manos.

La Kula no era un sinsentido (contra Rothbard) y definitivamente no estaba ausente de ganancias (contra Polanyi). Era una búsqueda organizada de beneficio personal. Es verdad que el beneficio era reputacional, no estrictamente material. Pero, en definitiva, todo “beneficio” (ya sea en dólares fiduciarios o trofeos de la LNH o collares de conchas) es un fenómeno mental, un cumplimiento de nuestros caprichos subjetivos mayor que los costes que pagamos para alcanzarlos. Lo notable de los intercambios libres como el Kula es que en todo intercambio ambas partes obtienen un beneficio.

¿Pero qué pasa con la afirmación de Polanyi de que en el Kula no hay mercado? En un sentido, tiene razón: el propio Kula es solo un complejo intercambio de regalos, no un mercado.

Pero el Kula también protegía y estimulaba el trueque extendido entre los habitantes de Trobrian, los de Dobu, los de las Islas Amphlett y las varias otras culturas que toman parte en él. En cada viaje Kula, las canoas de los visitantes llegan llenas de comida o alfarería o artesanía, de los bienes que se den mejor en su comunidad. Y después de la ceremonia inicial de entra de regalos en la playa del anfitrión. Los visitantes se quedan para varios días de trueques de sus cosas con sus anfitriones.

Como en buena parte de Melanesia, las islas al oriente de la costa de Nueva Guinea abundaban de peligro de guerras, lo que indudablemente amenazaba con interrumpir el comercio y obligar a cada villa al aislamiento económico. Pero el Kula mitigaba esta amenaza al proporcionar una especie de “ceremonia de paz” entre hombres de distintas comunidades y culturas.[6]

Una buena relación Kula entre dos hombres podía proporcionar un flujo constante de vaygu’a mediante numerosos regalos y contrarregalos durante décadas; la relación podía incluso darse como herencia a un hijo. Así que todos los hombres tenían buenas razones para proteger a sus socios frente a robos o violencia cuando venían a visitar su isla.

En resumen, la red descentralizada de intercambio de regalos Kula proporcionaba el andamiaje social para que el comercio internacional se protegiera ente el robo y la guerra. No hacía falta estado.

El poder de los beneficios

Socialistas occidentales como Polanyi ansían a menudo utilizar una interpretación romántica de las culturas tradicionales para atacar a los mercados o los beneficios como innecesarios o antinaturales. La estrategia retórica es colocar a los “primitivos” en la papel de duendes tropicales generosos y no calculadores y luego compararnos a nosotros como monos muy reales, egoístas y calculadores de forma desfavorable frente a ellos.

Atrapado en esta batalla retórica, a Rothbard difícilmente puede culpársele por rechazar precipitadamente al Kula como “evidentemente sin sentido”. De hecho, si la explicación sin sentido de Polanyi de un Kula sin beneficio fuera correcta, la calificación de Rothbard sería perfectamente aceptable.

Pero la verdad es esta: todo humano en toda cultura elige los mejores medios que pueda imaginar para alcanzar los fines que desea. Cada participante en el Kula lo lleva a cabo porque espera obtener algún tipo de beneficio. Y el resultado neto del Kula, igual que en todos los sistemas de verdadero intercambio voluntario, era el ganancia mutua y la paz internacional mediante el beneficio privado.


[1] Bronislaw Malinowski, Argonauts of the Western Pacific (Londres: Routledge, 1922) p. 351. [Publicado en España como Los argonautas del Pacífico Occidental (Barcelona: Península, 2001)].

[2] Malinowski, pp. 360, 94.

[3] Karl Polanyi, The Great Transformation: The Political and Economic Origins of Our Time, 2ª ed. (Boston, MA: Beacon Press, 2001) p. 52. [Publicado en España como La gran transformación (Madrid: Editorial Endymion, 1989)].

[4] Murray N. Rothbard, “Down with Primitivism: A Thorough Critique of Polanyi”, 1961.. Reimpreso en 2004 en Mises Daily.

[5] Malinowski, p. 352.

[6] Reo Fortune, Sorcerors of Dobu (London: Routledge, 1932) p. 209.

Traducido del inglés por Mariano Bas Uribe. El artículo original se encuentra aquí.

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