El antiguo Egipto fue doblemente afortunado e indudablemente debió su fabulosa riqueza a poseer dos actividades, que fueron la construcción de pirámides, así como la búsqueda de metales preciosos, cuyos frutos, al no poder servir a las necesidades del hombre siendo consumidos, no arruinaban su abundancia. La edad media creó catedrales y cantó canciones fúnebres. Dos pirámides, dos masas para los muertos, son el doble de buenas que una, pero no lo son dos vías férreas de Londres a York. – John Maynard Keynes
El extraño himno de Lord Keynes al poder de las pirámides ha supuesto cierta vergüenza para sus seguidores, pero, lejos de ser poco característico de su pensamiento, este pasaje en realidad va directo a su corazón. Es después de todo solo otra forma de que Keynes diga: “Nunca encontré un gasto público que no me gustara”.
Las pirámides egipcias sí proporcionan en realidad una imagen anticipatoria de del tipo de obras públicas a gran escala que gobierno tras gobierno construyeron en el siglo XX en nombre de Keynes. Y Keynes tiene razón: ningún mercado libre producirá nunca una pirámide, salvo que, como en Las vegas, aloje un hotel rentable y un casino aún más rentable. El libre mercado tiene la molesta costumbre de producir bienes que la gente realmente desea y quiere consumir. Podría incluso producir dos vías férreas de Londres a York si hubiera demanda suficiente como para justificar la inversión… y rebajar el precio para los viajeros como consecuencia de la competencia.
Pero Keynes no querría que ocurriera algo así. Prefiere trasladar las cosas al gobierno y dejar que produzca cosas que nadie quiere y con un coste tan extravagante como sea posible. La preferencia de Keynes por las pirámides por encima de las vías férreas es emblemático del pensamiento estatista en general: valora lo estático sobre lo dinámico, defiende los monumentos al poder del estado por encima de empresas que podrían realmente hacer que la gente normal fuera a donde quiere ir.
Así que, por mucho que yo admire las pirámides egipcias (nunca me pierdo el último especial sobre Imhotep en el Discovery Channel o el Canal de Historia), me pongo nervioso cuando alguien empieza a alabar a quien las produjo. Si a Keynes le gustaban las pirámides, debe haber algo malo en ellas y en realidad parece haber una relación entre que te gusten las pirámides y te guste el gran gobierno.
Pensemos solo en cuántas actividades públicas toman la forma de esquemas piramidales: la Seguridad Social, la deuda pública, el Sistema de la reserva Federal (y no olvidemos la pirámide en el Gran Sello de Estados Unidos y por tanto en el reverso del billete de dólar).
Mi sospecha sobre las pirámides se confirmó cuando la cadena Fox emitió el 16 de septiembre un especial de National Geographic titulado “Pyramids Live: Secret Chambers Revealed”. Anunciado con mucha publicidad, este programa prometía resolver varios antiguos misterios que rodeaban a las pirámides en vivo justo delante de nuestros ojos (“con retardo en algunas áreas”, advertía el anuncio en la TV Guide).
En el momento culminante de este especial de dos horas, una sonda robótica, llamada “el trotamundos de la pirámide”, se suponía que penetraba en lo que parecía ser un hueco sellado en la Gran Pirámide de Guiza. Usando una cámara de fibra óptica, el trotamundos iba a emitir en directo a una audiencia mundial los misterios ocultos durante 4.500 años detrás del pasillo bloqueado.
Los expertos especulaban sobre lo que podría encontrar el trotamundos: tal vez el tesoro oculto del rey Keops o documentos antiguos que podrían ofrecer luz acerca de cómo se construyeron las pirámides. Sin embargo los televidentes deberían estar advertidos por una declaración de que apareció en CNN.com en un preestreno del programa. Zahi Hawass, funcionario del Consejo de Antigüedades del Alto Egipto era citado diciendo: “Descubrir lo que está detrás de la puerta, si es que hay algo, será estupendo. ¿Si no hay nada? Será estupendo”.
Me encanta esta declaración. Encarna perfectamente la actitud de los burócratas públicos en todas partes. “¿Resultados? ¿Quiere resultados de lo que hacemos? Olvídelo. Produzcamos algo o no, os corresponde a los que estáis ahí fuera pensar que sea lo que sea, es estupendo”. El propio rey Keops no podría haberlo dicho mejor. Puedo imaginarlo si los pobres trabajadores esclavizados para construir su pirámide tuvieran el valor de preguntarle su sus esfuerzos generarían algo que valiera la pena. Su respuesta habría sido: “Si es que hay algo, será estupendo. ¿Si no hay nada? Será estupendo”.
Alabemos todos al rey Keops el Grande.
Para quienes no vean tantos documentales de TV como yo, debería explicarles que Zahi Hawass parece ser el responsable egipcio a cargo de las excavaciones de las pirámides en Guiza. Durante los últimos años ha resultado ser el principal relaciones públicas de los faraones egipcios. Así qu8e corresponde a Hawass poner bajo el mejor aspecto posible los acontecimientos cuando la sonda robótica penetre en el pasillo bloqueado y revele tras él… otro pasillo bloqueado. Sin mostrar la más mínima señal de decepción, Hawass alabó este memorable descubrimiento y sugirió que en un año aproximadamente, él y National Geographic podrían volver a probar el nuevo pasillo bloqueado. Como se nos ha dicho muchas veces hay montones de bloques en la Gran Pirámide.
Uno se pregunta si los ejecutivos de TV en las oficinas de la Fox estaban tan contentos como parecía estar Hawass con el resultado de este programa. Los críticos fueron despiadados, considerándolo la mayor decepción de la TV en directo desde 1986, cuando, en otro especial de la Fox, Geraldo Rivera abrió la caja fuerte secreta de otro faraón de los tiempos modernos (Al Capone) y no descubrió otra caja sino un montón de polvo. Pero Hawass en realidad tenía razones para estar contento con el especial de la Fox, a pesar que se resultado fuera una nimiedad anticlimática según los patrones del rey Tutankamón. Durante varios años, ha estado utilizando su cargo como el experto local en pirámides para seguir un programa ideológico en los muchos documentales sobre Egipto en los que aparece.
Por muy admirables que sean las pirámides como logros arquitectónicos, han servido durante mucho tiempo como emblemas de la opresión del gobierno. La propia Biblia da una perspectiva sombría de los capataces y durante milenios la gente ha supuesto que las pirámides fueron el resultado del trabajo esclavo. Los egipcios contemporáneos están compresiblemente descontentos con la idea de que su país ancestral sea sinónimo de esclavitud. De ahí que Hawass, junto con otros, se haya apropiado de los descubrimientos arqueológicos recientes para tratar de invertir la interpretación de las pirámides como monumento a la cultura esclavista.
En varios especiales sobre las pirámides, Hawass ha aprovechado la oportunidad para proclamar que las pirámides fueron en realidad por trabajadores libres y bien remunerados y, por tanto, deberían considerarse como monumentos para la grandeza de la antigua nación egipcia.
La clave para la reinterpretación de Hawass de las pirámides la proporcionaron unas excavaciones en un lugar cercano, que parece ser el pueblo o campamento en el que vivía la gente que trabajó para construir las pirámides. Las evidencias en ese lugar sugieren que las condiciones de vida de los trabajadores de las pirámides eran mejores de lo que mucha gente había supuesto. Evidentemente tenían con ellos a sus familias, su dieta era más variada de lo esperado e incluso hay señales de que se les proporcionaba atención médica. Así, que, argumentan Hawass y otros, los trabajadores de las pirámides no pueden haber sido esclavos, ya que sus condiciones de vida eran demasiado buenas para los esclavos.
De un solo golpe, los faraones egipcios se vieron así libres de milenios de acusaciones difamatorias. Lejos de ser dueños de esclavos, eran nobles líderes de un pueblo agradecido. En su especial más reciente, Hawass y otros hacían aparecer imágenes de entregados trabajadores de pirámides organizándose en equipos, compitiendo alegremente para ver quién podía mover más rápido los grandes bloques de piedra. Aunque se hablaba de vez en cuando de gente reclutada obligatoriamente para el trabajo, uno casi tiene la sensación de que las pirámides fueron construidas por voluntarios, en alguna forma temprana de servicio comunitario, tal vez llamado Hábitat para Faraones.
No soy egiptólogo y por tanto no me atrevería a entrar en un debate respecto del examen serio de los datos arqueológicos. Pero como aficionado, puedo detectar señales de que alguien tiene un hacha ideológica para machacar con la interpretación de estos datos. Todo lo que sabemos ahora es que la gente que trabajaba en las pirámides era alimentada y se la atendía hasta cierto punto.
Pero eso es en buena medida verdad para todos los seres humanos que no murieron allí. Por muy malos que sean los dueños de esclavos, tienen un interés en ver que a sus esclavos se les alimenta bien y en general se ajustan al trabajo en las tareas que se las han asignado. Solo cuidadosos estudios comparativos podrían ayudar a determinar si los trabajadores de las pirámides eran esclavos o no. ¿Estaban trabajando en condiciones demostrablemente mejores que aquellas que encontramos en culturas que sabemos que son esclavistas? ¿Cómo se comparan sus condiciones de trabajo con las de esa gente que sabemos que eran libres entre sus contemporáneos en el antiguo Egipto?
El mero hecho de plantear estas preguntas sugiere lo lejos que estamos de conocer la situación socioeconómica exacta de los trabajadores de las pirámides, solo porque se hayan encontrado algunas espinas en las ruinas de su pueblo. Tal vez cuando aparezcan las botellas vacías de Chardonnay, estaremos listos para concluir que los constructores de pirámides eran los yupis de su tiempo.
Pero mis preguntas apuntan a un asunto aún más esencial: ¿tiene sentido hablar de una clase distintiva de esclavos dentro de la sociedad del antiguo Egipto como un todo? Puede ser verdad que los constructores de pirámides en cierto sentido no fueran inferiores a sus contemporáneos en estatus, pero quizá eso solo signifique que todos los antiguos egipcios estaban en la práctica esclavizados por sus faraones.
A partir de lo que he leído acerca de la jerarquizada sociedad del antiguo Egipto, la libertad política significativa no era una opción para nadie. Así que incluso demostrar que los constructores de pirámides eran tratados tan bien como cualquier otro trabajador probaría poco desde mi punto de vista respecto de su libertad. Personalmente encuentro difícil de creer que nadie asignado a la construcción de pirámides tuviera la reacción: “¡Oh Dios! He aquí un trabajo del que realmente disfrutaré”.
Pero aceptemos como hipótesis la idea de que los constructores de pirámides nunca se quejaran sobre su trabajo, ni siquiera interiormente. Para mí que esto sería la señal definitiva de su esclavitud, esclavitud a una visión del mundo que les llevaba a creer que su vida y trabajo deberían sacrificarse para la gloria de sus gobernantes.
La respuesta de Hawass a mi línea de argumentación apareció en un especial egipcio anterior, dedicado a la excavación original del pueblo de los constructores de pirámides, en el que evocaba el principio del nacionalismo egipcio. Por muy agotador que fuera el trabajo de la construcción de pirámides, a los antiguos egipcios no les importaba porque sabían que lo que estaban haciendo redundaba en la mayor gloria de Egipto como nación. Vemos de nuevo cómo celebrar la pirámides armoniza con la ideología estatista.
Este tipo de argumento es profundamente anacrónico. No había ningún estado-nación egipcio en el tiempo en que se construyeron las pirámides. Había un imperio egipcio, pero precisamente porque era un imperio, la gente que vivía en él no participaba en el mismo como una comunidad en la forma en que los ciudadanos modernos participan en un estado-nación moderno.
Como han demostrado Martin van Creveld y otros historiadores, hoy tendemos a ser prisioneros de la idea del estado-nación y tenemos problemas para pensar fuera de esa caja ideológica concreta. Tenemos dificultades para imaginar que la gente estuviera alguna vez organizada en comunidades que no fueran estados-nación y estamos constantemente tentados por proyectar los estados-nación existentes y sus fronteras remontándonos al pasado, cuando no existieron o pueden haber tomado muy distintas formas y perfiles.
El estado-nación egipcio data en realidad de la década de1950 o al menos de no antes que el siglo XX. Ya muy entrado el siglo XX, Egipto era aún técnicamente una provincia del Imperio Otomano (¡y gobernada por una dinastía de origen albanés!). En diversos momentos del pasado, el área que conocemos como Egipto ha sido parte del Imperio Persa, el imperio de Alejandro Magno y el Imperio Romano. Un vistazo a un atlas histórico mostrará lo grandes y complejos que han sido los cambios en las fronteras de lo que se ha llamado “Egipto” a lo largo de siglos y milenios.
La lectura ideológica de la historia de las pirámides de Hawass es un ejemplo perfecto de lo que van Creveld y otros quieren decir cuando hablan de proyectar el estado-nación a un pasado pre-nacionalista. En el 2500 a. de C., nadie era consciente de un Egipto como estado-nación. La región era en realidad la propiedad personal de los faraones que gobernaban el país (y en tiempos de Keops esa área se parecía muy poco a las fronteras del Egipto moderno). Los pobres trabajadores de las pirámides pueden haberse engañado sintiéndose orgullosos de lo que estaban haciendo por su amado faraón, pero no pueden haber tenido ningún concepto de Egipto como estado-nación.
Los antiguos egipcios pueden haber anticipado las matemáticas modernas en sus cálculos piramidales, pero no anticiparon el nacionalismo moderno, que es básicamente un producto de la Revolución Francesa y el movimiento romántico, en resumen, un fenómeno característico del siglo XIX.
Por tanto el que está siendo nacionalista es Zahi Hawass. Está tratando de utilizar el pasado egipcio para apuntalar la imagen de sí mismo de Egipto en la actualidad. Es sin duda problemático para una nación moderna pensar en que su legado cultural es un legado de dueños de esclavos. Las pirámides son lo que pone a Egipto en el mapa cultural y los egipcios modernos preferirían no pensar que los esclavos hubieran tenido ninguna participación en ese logro. De ahí que, como Hawass, aprovechen cualquier brizna de evidencia de que los hombres que construyeron las pirámides silbaban mientras trabajaban, en lugar de quejarse.
Los documentales televisivos, que tienden a ser estatistas en sus actitudes, están ayudando a propagar el nuevo mito acerca de las pirámides y cómo se construyeron. Repito que no pretendo conocer la verdad histórica acerca de las pirámides y puede que resulte ser mentira que hayan sido construidas por gente adecuadamente descrita como esclavos.
Pero no puedo dejar de sospechar que la rehabilitación del proyecto de la pirámide es parte de un mayor esfuerzo cultural para mejorar la respetabilidad del gobierno en general y del estado-nación en particular. No sé si Lord Keynes puede recibir señales de TV en la tumba en la que esté enterrado (tenga o no forma de pirámide), pero siento de alguna manera que si pudiera oír a Zahi Hawass en ese especial de la Fox, estaría sonriendo. Pero me pregunto si incluso él pensaría que dos pasillos bloqueados son el doble de buenos que uno.
Traducido del inglés por Mariano Bas Uribe. El artículo original se encuentra aquí.