Obama parpadea

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El presidente Obama ha renunciado a imponer nuevas regulaciones sobre “calidad del aire”. Las regulaciones habrían afectado a muchos sectores y creado muchos efectos excedentarios. Los republicanos han estimado costes de hasta 90.000 millones de dólares, pero solo dicen eso para hacer ruido. Apoyaron esas cosas bajo Nixon y Bush.

No hay forma real de conocer los costes de tan atroz legislación, especialmente dado que los costes más altos de la regulación están ocultos. Consisten en los trabajos no creados, los productos que no llegan al mercado, la producción que no tiene lugar, las eficiencias no conseguidas, los niveles de vida no aumentados. De hecho, es peor: cuanto más intervenga el gobierno en la economía, más pobres nos haremos, y no hay forma real de documentar un futuro que ni siquiera se nos permite ver.

¿Está usted en desacuerdo? Bueno, bien, pero aparentemente nada menos que Obama sí está de acuerdo. Dijo: “He subrayado continuamente la importancia de reducir cargas e incertidumbre regulatorias, particularmente mientras nuestra economía continúe recobrándose”.

Es una enorme concesión intelectual Si esto es cierto para algunas regulaciones, ¿Qué pasa con los miles de millones de otras regulaciones? Los resultados son los mismos cada vez que limitamos la libre empresa, de cualquier forma en que lo hagamos. Eliminamos opciones para los emprendedores. Reducimos el valor del capital a proveer menos mercados para su uso. Desviamos a energías productivas de hacer cosas para la sociedad y las obligamos a cumplir con las burocracias regulatorias. Los costes son siempre enormes. De hecho, podríamos ver al socialismo o el fascismo como nada menos que el extremo de una economía altamente regulada.

Tal vez usted diga que a veces las regulaciones merecen la pena. Es su opinión. Pero déjenos al menos reconocer la existencia de sacrificios regulatorios. Cuando regulamos, estamos renunciando a algo y ese algo consiste en algún nivel de prosperidad que no veremos. Esa es la alternativa: regulación frente a crecimiento económico. Usted podría decir que la sociedad ha tenido suficiente crecimiento económico y realmente no queremos un mundo en que los pobres se hagan ricos o se creen más empleos o prosperen más empresas. Repito que es su opinión. Pero reconozcamos el sacrificio.

Es esto precisamente lo que ha hecho Obama y representa un reconocimiento de la realidad que la izquierda siempre busca evitar. Durante más de 100 años, han afirmado lo contrario. Dicen que sus regulaciones tendrán el efecto de aumentar la eficiencia, ahorrar dinero, crear empleo y todo lo demás. En el caso del aire limpio, la idea es que crea “empleo verde”, mejores espacios para vivir de forma que la gente pueda tener vidas más felices, mejor uso de los recursos, menos explotación de los trabajadores y todo lo demás. Por eso la Nueva Nueva Izquierda hace tiempo que llama “inversión” al gasto público, califica de “estándares” a las regulaciones y rebautiza como “contribuciones” a los impuestos. La ilusión que esta gente ha tratado de crear es la idea de que la intervención gubernamental en nuestra economía realmente nos mejorará la vid. (Podría añadir que, a pesar de su retórica, la derecha no es mejor en la práctica).

Ahora, estas declaraciones son evidentemente falsas por diversas razones: los propietarios saben más que los burócratas, los consumidores pueden ocuparse de sus propios asuntos, los empresarios necesitan un espacio de libertad y oportunidades para crear y el sistema de precios es el garante definitivo de la eficiencia. El gobierno no tiene recursos propios: nos saquea al resto para obtener lo que tiene. Además, no sabe dirigir una sociedad que exceda a lo que posean los propios individuos en la sociedad. Es lo contrario. El gobierno es esencialmente una institución estúpida.

Pero ahora, con el anuncio de Obama, vemos la proverbial vuelta a la tortilla. Él y su administración están admitiendo que su programa es un sumidero, una carga, una presencia indeseada, un obstáculo a la prosperidad. Ésa es la consecuencia y ésa es realmente la única conclusión que uno puede deducir de este anuncio. Esto da la vuelta a una demanda importante de los intervencionistas.

¿Y por qué lo hace? Bueno, miren las encuestas. Son ahora un desastre para la presidencia de Obama. Y miren a la economía. No está creciendo, está encogiéndose. Es casi como si esta combinación de desastre político y económico hubiera finalmente hecho despertar a la realidad a la administración.

Todo esto me recuerda un acontecimiento en Austria tras la Primera Guerra Mundial. Otto Bauer era el intelectual y consejero más influyente de todo el país, pero era un marxista declarado y radical. En un momento en que el destino de Austria era incierto y los bolcheviques estaban en auge, Ludwig von Mises se encontró con Bauer y su esposa marxista durante varias tardes. Otto había estado reclamando un socialismo inmediato. Mises explicó que un experimento así se derrumbaría en muy poco tiempo. Viena dependía de las importaciones. Sin medios para calcular y pagar, cesaría el suministro rural de alimentos y todos en Viena empezarían a pasar hambre en cerca de una emana. Mises destacó esto todo lo que pudo y finalmente Bauer cedió y reconoció que Mises tenía razón.

Pero aquí está la moraleja. Bauer nunca perdonó a Mises que le convenciera para abandonar sus convicciones. Entabló un guerra académica sin cuartel con Mises y nunca volvió a hablarle. Fue decisivo en denegar a Mises un puesto pagado en la universidad. Ése es el destino de un economista que dice la verdad a los políticos que sueñan con utilizar el estado para elevar la sociedad. El economista dice esencialmente: Con todo tu poder y todas tus teorías, sigues sin tener la capacidad de hacer lo que afirmas. El intento llevará al desastre.

Aparentemente alguien en las filas de Obama habló al presidente de la misma manera acerca de esta regulación potencialmente catastrófica. Esa misma gente diría lo mismo acerca de todos los impuestos, regulaciones antitrust, regulaciones medioambientales, guerras, bienestar, mandatos, restricciones y manipulaciones monetarias. Alguien tiene que contar aún más verdades al poder. Hacerlo siempre ocasiona un coste personal, ya que quienes creen en el gobierno lanzan ataques vengativos. Aún así, debe hacerse.

Puede que la repentina comprensión de que las regulaciones pueden matar cree una conciencia que lleve a deshacernos de todo el estado intervencionista, de forma que se nos deja a todos en paz para construir nuestra propia prosperidad.


Publicado el 7 de septiembre de 2011. Traducido del inglés por Mariano Bas Uribe. El artículo original se encuentra aquí.

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