Cómo mejorar la cultura

1

La cultura se está yendo al garete, se nos ha venido diciendo durante centenares de años, y se atribuye al libre mercado una buena parte de la culpa. Esta observación proviene de la izquierda y la derecha y de todos los sectores intermedios. Se acepta universalmente que dejar libres los mercados se lleva por delante las cosas más bellas de la vida, de los libros a las artes, al vestido y a las buenas maneras.

El mismo Mises sitúa esta tendencia ideológica en el crítico del siglo XIX John Ruskin, que “popularizó el prejuicio de que el capitalismo, aparte de ser un mal sistema económico, había sustituido la belleza por la fealdad, la grandeza por la pequeñez, el arte por la basura”. El mismo argumento aparece todas las semanas en periódicos conservadores como una tendencia de éstos: todos saben que los mercados han desatado una carrera hacia abajo.

Una respuesta podría ser que no es una decadencia en absoluto, sino sólo algo diferente. Si es ópera o rap, frescos o graffiti, corbata o grunge, realmente no importa. La cultura toma diferentes formas en diferentes momentos, así que acostumbraos a ello.

Realmente no me satisface esa respuesta, principalmente por mis propias tendencias culturales. Mis gustos musicales son anteriores a Bach. Para mi la danza significa ballet. Encuentro a la novela popular insultante en todos los aspectos. En mi opinión, los niños deberían emplear su tiempo en aprender piano en lugar de jugar con ordenadores.

Admito que no es imposible que se me confunda con un snob.

Aún así, me gustaría ofrecer una visión contraria, pero no en forma de una gran teoría. Más bien considerar algunos casos de emprendedores culturales que generan una diferencia real con los mismos medios a través de los cuales aparecen todas las innovaciones: toma de riesgos, trabajo duro y marketing.

Empecemos con la danza. Hace unos diez años, en encontraba en un recital de ballet para gente joven. Esperaba algo como lo que habitualmente vemos en los anuncios de GE: niñas con tutes bailando a Chaikovski. En su lugar, las niñas bailaron una ridícula música rock sin ninguna disciplina, sacudiéndose en distintas maneras. Estaba claro que no estaban aprendiendo ninguna técnica. Y aún así los padres se volvían locos.

No estoy en contra de bailar jazz o rock, pero para hacerlo bien hace falta una base en ballet, que es el lenguaje fundamental de toda la danza en Occidente. Esos fantásticos danzarines que ves con Fosse, sabían previamente ballet. Pero en estos tiempos indulgentes, a nadie le importa la disciplina y el trabajo duro. Todos quieren divertirse directamente, aunque el resultado se vea estúpido.

Dejé el recital desesperado de que otra buena época hubiera caído en la oscuridad, reemplazada por un estado de permanente caída. Y de repente entonces, saliendo de no se sabe dónde, apareció en el pueblo y abrió un nuevo estudio una empresaria de danza de veintitantos años, cobrando por sus enseñanzas menos que la competencia. Mediante buena voluntad, eficiencia, bajos precios y sonrisas por todas partes, atrajo un montón de nuevos clientes.

Pero esta no era una empresaria de danza cualquiera. Se ajustaba a los antiguos ideales, la antigua música y la antigua pedagogía. Eso es lo que buscaba y favorecía. Al primer recital después de un año de funcionar, todos los padres de los estudiantes disfrutaron del recital con nuevos estándares: la formación clásica, la música del viejo mundo, gran cuidado en la ropa y toda la parafernalia que todos solíamos esperar en un ballet real. Los padres vitorearon al cielo las glorias de estos niños y su programa.

Y así, ¡voilá! En un año, gracias a una empresaria con una visión y la dedicación para llevarla a cabo, la cultura local se había mejorado masiva y drásticamente: el viejo mundo y sus altos estándares se llevaron al futuro. Recordé mi desesperación previa con embarazo. Resultaba que no había nada inevitable acerca de la decadencia cultural. Sólo hacía falta una persona para realizar el cambio.

Pasemos a los coros de niños. Desde el mundo antiguo, los coros infantiles habían sido la cantera de los grandes músicos del futuro. ¿Pero hoy? Es un desastre. Si hay coros, se les enseñan canciones pop, malas técnicas, posturas tipo Operación Triunfo, con lo que acaban creando supuestas estrellas que nunca han realizado el duro trabajo necesario para hacer música sería en cualquier ámbito. El resultado es inevitable: una cultura ignorante musicalmente y nada de coros reales.

Pero aquí en mi propio pueblo una mujer decidió cambiar eso con un coro municipal de niños. En el primer año hubo 25 y en el segundo se dobló la cantidad y luego se empezó una división para niños mayores. Llevaban ropa de concierto y cantaban el repertorio clásico, incluso música en latín. Tenían un programa riguroso de ensayos, casi como los entrenamiento deportivos. Aprendían técnica y disciplina. ¡A los padres les encantó! Y el coro canta por todo el pueblo de una forma maravillosa.

Es verdad que la directora no gana mucho dinero. Trabaja muy duro, dando lecciones privadas y trabajando con los padres y gastando mucho más tiempo en este proyecto de lo que parece dictar el beneficio. Pero aún así lo hace porque le apasiona y está viviendo un sueño.

A causa de esta emprendedora cultural, la comunidad ha cambiado.

Bueno, en ambos casos vemos que podría haber ocurrido de otra manera. Si estas dos personas no hubieran tenido el deseo de aumentar el nivel y ofrecer un servicio valioso, se hubiera perdido la educación cultural de otra generación. Por el contrario, ambas actuaron y tomaron un riesgo. En consecuencia, su legado aquí les sobrevivirá.

Otro caso pertinente se refiere a una nueva familia de inmigrantes de la India que abrieron un maravilloso nuevo restaurante indio en un pueblo inundado de cadenas de comida rápida y alitas de pollo. Todos mis conocidos se quejaban desde hace tiempo de la falta de buena cocina extranjera aquí. Es lo primero que se citaba como evidencia de que este lugar subdesarrollado se había entregado a los cerdos capitalistas.

Así que un día ahí estaba: un restaurante indio tan bueno como cualquiera que se encuentre en cualquier gran ciudad del mundo, con un menú amplio y variado y todo el ambiente que se pueda desear. ¿Y qué lo hizo posible? No la eliminación del orden capitalista, sino más bien el riesgo, el trabajo duro y la dedicación de un solo empresario. De nuevo, no había garantía de que esto ocurriera. Fue una elección que tomó un individuo. Junto con su familia decidieron abrir el restaurante.

La alegación esencial de Mises acerca de la crítica cultural del capitalismo era que el capitalismo crea más de todo lo disponible para el consumidor. Esto significa más novelas baratas y música horrible, pero también significa más buena literatura y música de alto nivel, todo lo cual está accesible como nunca antes.

Pero hoy se limita seriamente las innovaciones de los emprendedores culturales mediante altos impuestos, regulaciones y beneficios obligatorios. Esto produce menos intentos de mejorar nuestro mundo de los que podría haber en otro caso. Algunos mercados están limitados hasta el punto de una práctica inacción, como el mercado de la educación y otros son menos vibrantes de lo que serían en otro caso.

Así que lo que necesitamos no es la eliminación de la propiedad privada sino más libertad para los empresarios culturales y más iniciativa individual para hacer algo más que quejarnos de que el mundo no se ajusta a nuestros valores. La próxima vez que alguien se queje de lo que el mercado está haciendo con la cultura, pregunte a esa persona qué ha hecho para entrar en el mercado y marcar la diferencia. Y pregunte qué es lo que ha hecho para hacer al mundo más libre para quienes buscan hacer del mundo un lugar más bello.


Publicado el 28 de diciembre de 2009. Traducido del inglés por Mariano Bas Uribe. El artículo original se encuentra aquí.

Print Friendly, PDF & Email