Conectar ideas, no protegerlas

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Todos los días, prácticamente cada minuto, la idea de alguien está haciendo que tu vida sea mejor. Ahora miras a alguien y luego probablemente tengas una visión en miniatura en tu mano. Excepto que a alguien se le ocurriera entretanto que podría ser parte de un teléfono, que por supuesto solía estar conectado a la pared, pero acabó liberándose para poder llevarlo consigo.

¿Recuerdan el teléfono con el que Gordo Gecko llamaba a Bud Fox mientras andaba por la playa al amanecer diciéndole que sería rico en la película Wall Street en 1987? Por muy avanzado que fuera en ese momento, los espectadores de la película se morían de risa el año pasado cuando en la escena inicial de Wall Street: Money Never Sleeps, Gecko recogía unos pocos efectos personales al dejar la cárcel, entre los cuales estaba ese teléfono: un ladrillo de plástico con una antena, de verdad. Seguro que no puedes hacer una llamada sin querer sentándote sobre él.

Por supuesto, ahora tu teléfono cabe en la palme de tu mano, saca fotos y hace la mayoría de las cosas que hace tu PC. Lo que usamos cada día empezó como un buena idea. Las buenas ideas sirven de base para mejores ideas. Y los resultados no se quedan en lo abstracto, sino que se convierten en millones muy reales.

“Los pensamiento e ideas no son fantasmas”, escribía Ludwig von Mises en Teoría e historia. “Son cosas reales. Aunque intangibles e inmateriales, son factores para producir cambios en el ámbito de las cosas tangibles y materiales”.

Entonces ¿de dónde vienen las ideas y cómo podemos conseguir más? ¿Cuál es el mejor entorno para crear ideas? Eso es lo que Steven Johnson trata de descubrir en su libro Where Good Ideas Come From: The Natural History of Innovation.

Johnson empieza su narración sumergiéndose en las aguas esmeraldas del Océano Índico con Charles Darwin, que buscaba una respuesta al porqué prosperaba una enorme variedad ecológica de vida animal en los arrecifes de coral. Luego Geoffrey West tropieza con la evidencia de que a medida que las ciudades crecen en población, la producción creativa aumenta exponencialmente. Y ahora la regla 10/10 se ha convertido en la regla 1/1: en lugar de requerir una década construir una nueva plataforma y otra década para que sea aceptada por las masas, ese plazo ha disminuido a un año y un año.

Combinando las tres estampas con las que abre el libro, Johnson trata de romper la fórmula del libro de texto de analizar las innovaciones. Johnson no ve que los grandes avances provengan del científico loco aislado en su laboratorio o equivalente.

“Si hay alguna máxima que valga para todos los argumentos de este libro”, escribe Johnson al principio, “es que a menudo nos va mejor conectando ideas que protegiéndolas”. El autor entiende que “los entornos que construyen muros alrededor de buenas ideas tienden a ser menos innovadores a largo plazo que los entornos más abiertos”.

En lugar del monopolio intelectual de guardar las ideas con el objetivo de explotarlas por su ganancia material, Johnson escribe que las ideas deben “conectarse, fundirse, recombinarse”. Sí que lo hacen.

Por desgracia, los gobiernos se interponen en el camino a toda esta potencial fusión y conexión, como explica Stephan Kinsella.

Los derechos de copia y patentes cada vez van peor. Los países occidentales están retorciendo los brazos a economías emergentes como China para que adopten una draconiana propiedad intelectual al estilo occidental. El tratado del ACTA que está llegando es terrible. Probablemente se aprobará e imondrá protecciones en todo el mundo similares a las que tenemos en Estados Unidos en la DMCA (Digital Millennium Copyright Act).

Así que mientras los gobiernos forman bandas para aplicar su mala idea de impedir que las buenas ideas circulen y se mezclen, Johnson contesta con siete patrones que podrían combinarse para ser una placa de Petri de las ideas de la sociedad. En el trayecto, el autor nos cuenta historias fascinantes de creación y genio y conecta los puntos de cómo una innovación llevó a otra y otra y así sucesivamente.

Aunque hay un Willis Carrier ocasional que conciba por sí solo una forma de invertir el proceso de calentar para crear aire frío y hacer soportable la vida en muchas nuevas partes del mundo que antes eran inhabitables, muchas ideas son, como dice Johnson, bricolage, “construidas a partir de esos desechos”, escribe. “Tomamos las ideas que hemos heredado o con las que nos hemos tropezado y hacemos con ellas un chisme con una nueva forma”.

Así que olviden el aislamiento: la posibilidad cercana y los lentos avances se potencian en redes líquidas. Las plataformas se construyen por serendipia, errores y exaptación.

Cuando pensamos en innovación, los errores en el camino nunca se conocen. Se envidia justamente a los grandes creadores si sus descubrimientos les hacen ricos. “Sabes que yo pensé eso primero”, dice el chico listo al final de la barra llorando sobre su cerveza. Si sois los gemelos Winklevoss, demandáis al creador y llegáis a un acuerdo y le demandáis de nuevo por una idea que vosotros no podíais hacer realidad pero sí otra persona.

Mark Zuckerberg, de Facebook, dijo a Leslie Stahl en 60 Minutes que había cometido numerosos errores construyendo su compañía y producto, ejemplificando algo que dijo William Stanley Jevons, que cita Johnson:

Con toda probabilidad los errores de las mentes grandes exceden en número a las de las menos vigorosas. La fertilidad de la imaginación y la abundancia de conjeturas sobre la realidad están entre los primeros requisitos para el descubrimiento, pero las conjeturas erróneas deben ser muchas veces tan numerosas como las que prueban estar bien fundadas.

Los siete capítulos de la mitad de Where Good Ideas Come From tienen tanta vida como el arrecife de coral de Darwin. Entonces el lector nada en el cuarto cuadrante. El cuadrante es la fuente abierta, colaboradora y eficiente. Johnson cita la maravillosa frase de Thomas Jefferson sobre las ideas en general, incluyendo “Quien recibe de mí una idea, recibe instrucción sin que disminuya la mía; como quien enciende su candela en una mina sin oscurecerme”.

“Es la sociedad la que mantiene encadenadas [las ideas]”, escribe el autor. Luego pasamos la página. Durante 241 páginas el autor a creado fantásticamente un alegato para abolir las leyes de PI. Las ideas hacen que le mundo marche y las ideas deben ser libres. Pero tal vez ese tipo de charla no venda libros en Barnes & Noble.

“¿Significa esto que tengamos que eliminar las leyes de propiedad intelectual? Por supuesto que no”, escribe Johnson que continúa admitiendo que le gusta el argumento de que “la gente sencillamente merece beneficiarse de sus buenas ideas”, porque después de todo él se gana la vida vendiendo libros.

Johnson admite esencialmente que no puede dar un argumento de incentivo para la PI y describe correctamente las leyes de PI como “intervenciones deliberadas ideadas por la inteligencia humana y que se aplican casi completamente por poderes que no son de mercado”. Pero entiende lo inevitable. “Las ideas son intrínsecamente copiables en una forma que no lo son la comida y el combustible”.

Johnson tiene esta especie de fantasía de un sector público y privado en su cabeza porque el gobierno financió la plataforma que es Internet. No piensa que debamos contar con el mercado competitivo para todas las buenas ideas. “Sí, el mercado ha sido una gran máquina de innovación”, escribe. “Pero también lo es el arrecife”. Sin duda puede hacerlo mejor.

Johnson nos da mucho a lo que hincarle el diente y acaba con un consejo personal de ayudar a provocar la creatividad de todos nosotros. A pesar de sus pocas páginas de apoyo a la PI nos pide que dejemos a otros construir sobre nuestras ideas, andar y escribir y guardar revistas desordenadas, entrar en los cafés, trabajar con las corazonadas, asumir aficiones y cometer errores.

Mises escribió: “Todo lo que ocurre en el mundo social en nuestro tiempo es consecuencia de ideas. Las cosas buenas y las cosas malas”. Verdaderamente gastamos muchísimo tiempo oponiéndonos al constante ataque de malas ideas del gobierno. Al mismo tiempo deberíamos animar y defender el constante flujo de las buenas ideas del mercado para las que la brutalidad y crueldad de los gobiernos no tiene comparación.


Publicado el 19 de enero de 2011. Traducido del inglés por Mariano Bas Uribe. El artículo original se encuentra aquí.

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