El Profesor Klein, sobre vencer a los pronósticos

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[Prólogo a The Capitalist and the Entrepreneur: Essays on Organizations and Markets]

El emprendimiento ha sido una cantinela de moda últimamente. Se han dado clases de emprendimiento tanto a nivel de instituto como de universidad. La Ewing Marion Kauffman Foundation: The Foundation of Entrepreneurship tiene grandes páginas anunciando que su presidente y consejero delegado darán una “Charla sobre cómo emprender”. Hay conferencias sobre emprendimiento global en lugares tan lejanos como Dubai. Los programas formativos se ofrecen a evaluar tu “cociente intelectual empresarial”. Incluso el gobierno de EEUU tiene un sitio web para emprendedores, anunciando una Cumbre Presidencial sobre Emprendimiento, una Ley de Emprendimiento y una Semana del Emprendimiento Global.

¿Es así de sencillo? ¿Si se ofrecen más clases, sitios web y conferencias realmente tendremos más Ewing Kauffmans? Cuando era niño, Kauffman se vio postrado en la cama durante un año por una dolencia cardiaca, pero empleó su tiempo en leer 40 libros al mes. Después de la Segunda Guerra Mundial trabajó como vendedor de medicamentos hasta que, con una inversión de 5.000$, creó Marion Laboratories. Las ventas de la compañía fueron de 39.000$ en el primer año de operación, pero cuatro décadas más tarde la compañía de Kauffman tendría ingresos por un total de 390 millones de dólares. En 1989, Kauffman fusionó Marion con Merrell Dow Pharmaceuticals, haciendo millonarios a más de 300 inversores y empleados de Marion.

El propio Kauffman probablemente no habría adoptado el papel de empresario si no fuera por la estupidez de su empresa, Lincoln Laboratories. Vendedor nato y trabajador duro, Kauffman en su segundo año en la empresa ganó más en comisiones que el presidente de la compañía en salario. En respuesta, el presidente recortó las comisiones de Kauffman. A pesar de la reducción, Kauffman siguió ganando más que el jefe de Lincoln al año siguiente, así que “me quitó parte de mi zona, lo que equivalía a quitarme parte de mis ingresos”, relataba Kauffman posteriormente. “Así que me despedí y  creé Marion Laboratories en el sótano de mi casa”.

El gobierno puede hablar acerca del emprendimiento y actuar como si lo promoviera, pero todo lo que hace con impuestos y regulaciones ataca al emprendedor. Es difícil imaginar que incluso Ewing Kauffman pudiera hacer hoy una inversión similar (unos 44.000$ ajustados a la inflación), empezar una empresa en su sótano y construir una empresa de mil millones de dólares. Las autoridades locales de Kansas City no les importaba en absoluto un embrión de empresa farmacéutica operando desde la casa Kauffman en 1950. Hoy tendría que obtener permisos y aprobaciones y pagar licencias. La mayoría de la legislación que ha dado a la Food and Drug Administration (FDA) su enorme poder se aprobó después de que la empresa de Kauffman estuviera en pie y funcionando.

Pero mientras haya una pizca de mercado disponible, los emprendedores encontrarán un camino. Ven oportunidades donde otros no la ven. Toman riesgos financieros que la mayoría de la gente consideraría inasumibles. Los reglamentos del gobierno, los bloqueos burocráticos y los opresivos impuestos que desaniman a los espíritus más duros, sólo sirven para retar e inspirar a los emprendedores creativos eliminando a competidores potenciales. Todos los bienes y servicios maravillosos de los que disfrutamos se deben al emprendimiento y a las empresas creadas para contener los sueños del emprendedor y servir a los clientes.

La mayoría de la gente trabaja en empresas. Quizá sea pequeña o grande o algo intermedio, pero salvo que se trabaje solo la mayoría de la gente cambia su tiempo y talento por una nómina para pagar las facturas. La gran mayoría de los trabajadores no piensan mucho en esta estructura. Van y vuelven del trabajo. Reciben su nómina periódicamente. Al mismo tiempo la mayoría de la gente gasta la mayoría de su tiempo sin dormir en el trabajo, trabajando para una o varias empresas. Y la vida laboral puede ser parte más importante de la vida de una persona. Se dice que el 95% de la gente que es feliz en su trabajo es feliz en su vida en general. Pero los asalariados, desde los que cobran menos a los que más, no se arriesgan. Y aunque sean críticos para la producción de bienes y servicios, son un coste para hacer negocios.

Por el contrario, al emprendedor sólo se le paga cuando el mercado acepta su producto. Si el mercado lo rechaza, no sólo el emprendedor no recibe recompensa, sino que la mayoría de las veces pierde capital previamente ahorrado y que se ha invertido en la idea y la producción. Como explicaba Kauffman: “Los pronósticos estaban muy en mi contra cuando empecé. Había dos o tres mil negocios farmacéuticos iniciados tras la Segunda Guerra Mundial y sólo tres tuvieron realmente éxito”.

Siendo tan vitales el emprendimiento y la empresa para el funcionamiento del mercado y las vidas de prácticamente todos los trabajadores, la mayoría de las escuelas de pensamiento económico permanecen en silencio sobre esta materia. Incluso el trabajo realizado es incompleto y contradictorio. Los economistas no pueden ni siquiera estar de acuerdo en qué es el emprendimiento o qué hacen exactamente emprendedores cómo el último Ewing Kauffman. Y el instrumento que facilita la visión emprendedora (la empresa) no es sino una “caja negra” donde hay entradas y salidas, como si fuera algo mágico.

Pero al igual que en muchos fenómenos de mercado que la economía moderna elige ignorar o yerra en entender, un economista austriaco ha entrado en la caja negra, examinado sus contenidos para entender mejor, no sólo qué son los emprendedores, sino asimismo qué hacen y por qué lo hacen. Peter G. Klein ha dedicado toda su carrera a entender al emprendedor y la empresa, ofreciendo una visión inconfundiblemente austriaca del problema tomando todas las contribuciones de todas las escuelas de pensamiento.

Este libro contiene el fruto del trabajo del Dr. Klein. Y aunque la mayoría de éste proviene de artículos aparecidos en revistas académicas, no debería considerarse como de lectura sólo para estudiantes y académicos. Klein ofrece una visión valiosa que los propietarios y gestores de empresas encontrarán útil. Por muy heroico que pueda parecer el emprendedor o inteligente que parezca el gestor, no operan en el vacío. A menudo no tienen con quién hablar y nada que les controle salvo sus propios egos, que en muchos casos no son controles en absoluto, sino todo lo contrario.

En anhelo de conocimiento en esta área es considerable. Al menos se dedica mucho espacio en cualquier librería a los muchos y variados libros de gestión. Hay casi tantos libros distintos de gestión como libros de dietas, siendo cada género tan de modas pasajeras como el otro. Los teóricos de la gestión generan una corriente continua de libros llenos de consejos de negocio que “los lectores encuentran ilegibles”, escribe Adrian Wooldridge en The Economist, “y los gestores encuentran ingestionables”.

Mientras que muchos grandes emprendedores hacen dinero escribiendo libros acerca de sus secretos de gestión y técnicas emprendedores, sus supuestamente ingeniosas ideas se erosionan con el tiempo y la memoria selectiva. Pero lo que es más importante es que esos libros implican que el capital es homogéneo y que el que pretende ser emprendedor puede hacer lo que hizo Jack Welch o emular a T. Boone Pickens, o aplicar las estrategias de Ewing Kauffman y esperar el mismo resultado. Ese tipo de libro es bueno como inspiración pero nada más.

Como deja claro Klein, el capital es por el contrario heterogéneo. El emprendimiento no puede formularse en ecuaciones y espolvorearse como polvos mágicos sobre las masas por iniciativas del gobierno o fundaciones bienintencionadas con la esperanza de que aflore el emprendedor interno de cada ciudadano. Aunque el brillante Sr. Kauffman apoye el uso de su riqueza acumulada en programas que promuevan el emprendimiento, esos programas son a menudo una mala inversión del capital. Y el uso de los dólares de los contribuyentes con ese objetivo es doblemente inútil.

Sin embargo es vital que entendamos la función del emprendedor y el proceso que es tan crítico para el avance de la sociedad y el bienestar de sus miembros. Al abrir Klein con curiosidad la caja negra emprendedora, se exponen las glorias y especiales talentos del emprendedor, junto con las limitaciones de las empresas. Se revela el entorno de mercado que permite prosperar a los emprendedores. No es que la sociedad requiera multitud de emprendedores, sino que a quienes tengan este raro talento se les permita florecer sin trabas. Y para aquellos lectores que trabajan por un salario acordado ayudando a que se haga rico algún emprendedor, se obtiene una satisfacción al apreciar que en definitiva sólo satisfaciendo a los clientes pueden tener éxito sus jefes emprendedores.


Publicado el 13 de mayo de 2010. Traducido del inglés por Mariano Bas Uribe. El artículo original se encuentra aquí.