Buscando razones de por qué las múltiples QE y políticas de reventado del balance de la Fed no han espoleado la actividad económica, el Dr. Bernanke ha emitido un nuevo diagnostico la pasada semana en Minneapolis. “Los consumidores están deprimidos sin ninguna razón ni expectativa”, parafraseaba el New York Times lo que decía el jefe de la Fed.
A pesar de que el paro es alto, la inflación de precios está alta, los valores de las viviendas están bajos y mucha gente está enterrada en deudas, Bernanke piensa que el desánimo en el que se encuentra la persona media es demasiado grande. “Las familias parecen excepcionalmente precavidas”, decía Bernanke. “De hecho, las cifras de confianza del consumidor han caído sustancialmente en meses recientes al volverse la gente más pesimista tanto respecto de las condiciones económicas como de sus propias perspectivas financieras”.
Bernanke describía al sector empresarial de la economía como “más animado”. Los exportadores se han beneficiado de un dólar débil y la inversión en equipos y software ha aumentado. Lo que el presidente de la Fed no decía es que desde el segundo trimestre de 2009, “El gasto en equipos y software ha aumentado un 25,6$ en los últimos siete trimestres, mientras que el gasto agregado de las empresas en empleados solo ha aumentado un 2,2%”, como explicaba recientemente la reportera de economía del ew York Times, Catherine Rampell.
Rampell apunta que la distancia entre la contratación y el gasto de capital es mayor que en cualquier otra recuperación post-recesión y pone el dedo en la llaga. “Una razón por la que la contratación es tan lenta es que los precios de equipos y software han estado cayendo rápidamente, mientras que los costes de mano de obra han estado aumentando rápidamente”.
Mientras que los costes totales de las retribuciones hayan aumentado en más del 3%, los precios de equipos y software han caído en más del 2%.
Parte del aumento de las retribuciones es un incremento en el coste de las prestaciones (atención sanitaria). Sin embargo, y no es coincidencia, el salario mínimo federal ha aumentado de 6,55$ la hora a 7,25$ en 2009. También durante los tiempos de auge, una serie de estados aprobaron leyes para fijar sus salarios mínimos estatales en una cantidad que excedía el mínimo federal.
En su discurso de Minneapolis, Bernanke habló mucho de las “fuerzas restauradoras” de la economía y el “proceso natural de recuperación”, afirmando:
A medida que el ciclo económico toca fondo y vuelve la confianza, se atiende esta demanda reprimida, a menudo aumentada por los efectos de políticas monetarias y fiscales de estímulo, mediante un aumento en la producción y la contratación.
Bernanke se imagina que ha hecho el estímulo; ahora los consumidores tienen que poner buena cara y empezar a gastar confiados. La idea de gastar menos y ahorrar más es simplemente no natural, no estadounidense y, más importante, no keynesiana. Binyamin Appelbaum escribe:
Los modelos económicos basados en patrones históricos de desempleo, salarios, deuda y precios de las viviendas sugieren que la gente debería estar gastando más dinero. Por el contrario, igual que las grandes empresas están guardando su dinero, las familias también lo están haciendo.
¿Por qué? Bueno, una posibilidad es que los estadounidenses colectivamente estén sufriendo el equivalente a una versión económica de un desorden de estrés postraumático.
“La gente está nerviosa esperando a que pase algo”, dijo el miércoles John Williams, presidente del Banco de la Reserva Federal de San Fracisco en el Seattle Rotary Club. “Es difícil tener una recuperación robusta”, dijo, “cuando los estadounidenses están tan desanimados”.
Aparte de las malas inversiones, los auges y burbujas crean una extendida arrogancia. En un auge, cuando todo va bien, todos se sienten inteligentes. Una creciente cartera de existencias significa que eres sabio. Si el valor de tu vivienda aumenta, se debe a tu sagacidad.
Mises escribía en La acción humana que los auges producen empobrecimiento y estragos morales.
Hace que la gente esté abatida y desanimada. Cuanto más optimistas son bajo la ilusoria prosperidad del auge, mayor es su desesperación y su sentimiento de frustración. El individuo está siempre dispuesto a atribuir su buena suerte a su propia eficiencia y considerarla una recompensa merecida a su talento, dedicación y probidad. Pero los reveses de la fortuna los atribuye siempre a otra gente y la mayoría a lo absurdo de las instituciones sociales y políticas. No echa la culpa a las autoridades por haber alimentado el auge. Las denuesta por el inevitable colapso.
Lejos de sufrir colectivamente un desorden, los estadounidenses están recuperando su cordura, aunque lentamente y echando de paso la culpa a otros. La actual incertidumbre ha hecho que los estadounidenses actúen más cuidadosamente. Mises explicaba que es la incertidumbre la que hace actuar a la gente: “Si el hombre conociera el futuro, no tendría que elegir y no actuaría. Sería como un autómata, reaccionando a los estímulos sin ninguna voluntad propia”.
Los keynesianos pueden calificar a los estadounidenses de deprimidos si quieren, pero la gente en lugar de cegarse locamente por el aumento en los valores de las viviendas y las carteras de valores, simplemente están prestando más atención a sus hábitos de gasto, siendo más frugales y cuidadosos.
El desorden colectivo infligido a los estadounidenses por la inyección monetaria de la Fed fue la arrogancia de la burbuja. Wikipedia explica: “La arrogancia a menudo indica una pérdida de contacto con la realidad y una sobreestimación de la propia competencia o capacidades, especialmente cuando la persona que las exhibe está en una posición de poder”.
Ahora bien, es la arrogancia que deriva de la oficina del presidente en el Edificio Eccles la que ha hecho que consumidores y empresas al alimón procedan cautelosamente. Aunque la presidencia de la Fed cree que puede rebajar los tipos de interés a número perfecto de puntos básicos para causar un millón de reacciones positivas en cadena, llevando en último término a más empleo remunerado para la gente, sencillamente eso no puede hacerse.
“Si un hombre no va a hacer más mal que bien en sus esfuerzos por mejorar el orden social”, decía Hayek en su discurso de aceptación del Premio Nobel de 1974,
tendrá que aprender que en esto, como en cualquier otro campo en que prevalezca la complejidad esencial de un tipo organizado, no puede adquirir el completo conocimiento que haría posible el dominio de los conocimientos.
Los negocios rentables están dejando que el efectivo se acumule en sus balances porque aunque la Fed ha rebajado los tipos, creyendo que así animará a las empresas a expandirse y contratar, pocas compañías han rebajado las tasas mínimas de retorno desde 2008. En otras palabras, la preferencia temporal en los consejos corporativos no ha cambiado. Como explica Caitlin Long, de Morgan Stanley: “la baja visibilidad en el coste real significa que las afrontan latos riesgos de cálculos erróneos, lo que causaría una inversión errónea en proyectos que al final resultan tener un Valor Neto Presente negativo”.
Appelbaum, del NYT, escribe que en sus discursos Bernanke trata de animar a la gente, diciendo que la economía estadounidense tiene un futuro brillante. Pero Appelbaum añade: “Sin embargo, existe también la posibilidad de que el humor nacional sea un reflejo más adecuado de la realidad económica que cualquiera de las demás estadísticas de color de rosa”.
Esta depresión solo se recuperará naturalmente cuando la presidencia de la Fed evite los discursos motivacionales, detenga la inyección monetaria y se quite de en medio.
Publicado el 13 de septiembre de 2011. Traducido del inglés por Mariano Bas Uribe. El artículo original se encuentra aquí.