La libertad definida

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[Este discurso fue pronunciado ante la Sociedad Mont Pelerin en St. Moritz, Suiza, el 4 de septiembre de 1957]

Hay momentos en los que la humildad propia parece irse de vacaciones, como me pasó cuando el Profesor Hayek propuso ocuparse de este asunto para su discusión. Luego la realidad vuelve para atacar a la víctima, acabando con una sensación bella y balsámica de bienestar durante la cual todo había parecido perfectamente claro y simple, durante la cual el asunto de la libertad (su significado y base filosófica) no presentaba ningún problema aparente de una naturaleza grave, durante el cual, a primera vista, parecía casi trivial preocuparse por lo evidente.

¿Pero es tan claro y simple el significado de la libertad?

Si un extraño observara la naturaleza de la Sociedad Mont Pelerin y advirtiera su reunión para esta ocasión del décimo aniversario, ¿no le sorprendería encontrándonos dedicando toda una sesión al significado de la libertad, la palabra quizá más básica que ninguna otra para el propósito original de la Sociedad? ¿No esperaría que este fuera un asunto resuelto con un acuerdo esencialmente unánime al reunirse por primera vez nuestra asociación? El hecho de que no se haya resulto así, me parece que refleja la falta de un acuerdo claro respecto del significado de la libertad: aparentemente no es algo tan claro y simple. Usamos esta amada palabra en nuestra comunicación con los otros y suponemos una comprensión que aparentemente no está allí.

La confusión sobre el significado de esta palabra clave puede parecer extraña- Pues la libertad no es un tema nuevo en el mundo. Supuestamente ha sido una preocupación de la humanidad desde el mismo inicio de su existencia. Al batallar por la vida y su mejora, debe sin duda haber afrontado amenazas constantes a su libertad, igual que afrontaba cambios, tornados y enfermedades de todo tipo. Todo esto debe haber sido parte de la experiencia del hombre desde tiempo inmemorial.

Antes de una contemplación cuidadosamente razonada de esas obstrucciones, la humanidad debe haber batallado intuitivamente contra ellas. Podemos suponer que durante eones la humanidad ha batallado por su libertad, por ejemplo, sin tener un sentido profundo de lo que es realmente, igual que batallaba por su existencia entre las fuerzas de la naturaleza sin saber exacta y formalmente las leyes de los fenómenos naturales.

Supongo que se están celebrando también cónclaves en otros lugares para reflexionar sobre lo que es realmente la electricidad o dónde y por qué se originan vientos y tormentas, mientras que aquí estamos reflexionando acerca de qué es realmente la libertad. Vamos  explorar la composición de la libertad y su significado más profundo en un momento en el que los caminos de la libertad a nuestra espalda tienen desparramada la sangre de infinitas batallas sobre ella a lo largo de toda la historia.

Así que mis comentarios sobre este tema se ofrecen con espíritu de exploración en lugar de con cualquier finalidad presunta y confío en que serán aceptados desde esta óptica.

La naturaleza del hombre

Para empezar, podríamos reconocer dos cuestiones pendientes desde hace mucho tiempo:

  1. ¿Cuál es la naturaleza del hombre?
  2. ¿Qué camino existen para el hombre como consecuencia de su naturaleza?

En otras palabras, ¿cuál es el propósito de la vida humana?

Respecto de la naturaleza del hombre doy encantado mi representación a otros, incluyendo no solo a filósofos sino también a biólogos, cuyo campo de investigación debe suponer una clave importante para la naturaleza del hombre en relación con el problema de la libertad. Pues si la naturaleza biológica de un organismo no se ajusta a la libertad, sin duda es inútil que proclamemos las virtudes de la libertad y busquemos su puesta en práctica y en ese caso, haríamos mejor en disolver esta Sociedad y redirigir nuestras esperanzas y esfuerzos hacia otra cosa.

Pero supongo que la naturaleza del hombre es acorde con la libertad. Y por tanto planteo la defensa de la libertad directamente sobre una base biológica, utilizando ese término en su sentido más amplio para incluir todo lo que es el hombre. El trabajo en biología y campos relacionados en años recientes sugiere la perspectiva de un periodo muy fructífero que puede estar empezando ahora. Ejemplos de trabajos que me parecen altamente significativos en relación con la naturaleza del hombre son los de Roger J. Williams, bioquímico de la Universidad de Texas;[1] Edmund W. Sinnott, botánico y decano emérito en la Escuela de Grado de la Universidad de Yale;[2] Horace W. Stunkard, jefe emérito del Departamento de Biología de la Universidad de Nueva York;[3] Leonard Carmichael, secretario de la Smithsonian Institution;[4] Lecomte du Nouy, el científico francés[5] y otros.

El tema principal de obras como estas, en lo que se refiere a la libertad, es la etrema diversidad de las personas, una de otra, y la importancia de esta variación cuando la libertad permita su expresión en los logros de la vida.

Entre estas cualidades infinitamente variables que evidencia la naturaleza del hombre está su variación en su conocimiento y sabiduría o en su ignorancia y estupidez. La libertad tiende a entronizar el conocimiento y la sabiduría; la ausencia de libertad tiende a entronizar la ignorancia y la estupidez, debido al principio matemático de la regresión que entra en juego mediante los procesos por los que se limita la libertad.

Otra derivación de la investigación biológica es poner a la vista la naturaleza independiente y unitaria del organismo humano. Las personas nacen solas como unidades claramente diferenciadas, una cada vez. Igualmente mueren una cada vez como unidades diferenciadas. Todos sus actos intermedios son también como unidades diferenciadas, incluso en trabajos cooperativos. Ninguna agrupación (ni siquiera  esta reunión) consigue mezclar siquiera dos personas en una unidad, mientras haya vida en cada una. Incluso en pánicos o fenómenos similares en donde el rebaño parece funcionar como una unidad, son personas completamente individuales las que realizan todas las acciones, a pesar de su aparente acuerdo. Todo colectivo es una construcción ilusoria. Los biólogos no están ayudando a ver esto y a relegar la idea del colectivo social a donde no queda nada salvo una concha vacía de forma imaginaria y sin sentido.

La libertad definida

Con ese breve tratamiento de la suposición de que la libertad está enraizada en la naturaleza biológica del hombre, quizá deberíamos considerar cuál es el significado de esta libertad de la que hablamos.

Al investigar su significado, uno debe primero ocuparse de lo que muchos consideran que es lo contrario de la libertad, es decir, el socialismo. ¿No podríamos sencillamente invertir la definición del socialismo y obtener una definición aceptable de la libertad?

Creo que uno puede buscar en vano algún consenso sobre el significado del socialismo. La confusión se muestra en el hecho de que cuando el parisino Le Figaro abría sus páginas en 1892 con una lista de definiciones del socialismo, se incluían más de 600. Cuando Dan Griffiths, de Inglaterra escribió en 1924 su libro ¿Qué es el socialismo?, encontró 263 respuestas dignas de mención.

Tiemblo ante la idea de proponer 600 o 263 contrapartidas correspondientes de estas como definiciones de la libertad, para que paguéis y elijáis. Creo que es  necesario para una comunicación y progreso efectivos en la causa de la libertad que nos centremos en una herramienta más precisa que esa de significado de palabras. Uno se pregunta, por usar una analogía, cuál debería ser el estado actual de la ciencia en general si no hubiera habido un lenguaje más preciso, si, por ejemplo, uno fuera a encontrar 600 o 263 posibles respuestas ofrecidas al problema de la suma de dos más dos o de la naturaleza del oxígeno.

Tampoco puedo aceptar mucho la opinión de otro renombrado científico social que opinaba recientemente que es bueno tener el significado de las palabras cambiando constantemente (“progresando”) como si las palabras fueran como ropa que se estropea y tiene que cambiarse de vez en cuando. 1984 retrataba las consecuencias de esa práctica.

Tanto la precisión como la estabilidad en el significado de palabras como libertad parecen un requisito absoluto para el progreso en la ciencia de las relaciones humanas. Pues la comunicación es sin duda tan importante aquí como en otras ciencias y la comunicación requiere tanto precisión como estabilidad en el significado de las palabras.

Supongo que la libertad suprema es que se permita a cada persona definir la libertad como le parezca. Por tanto, voy a ejercitar ese privilegio. Sin embargo, al hacerlo, me gustaría hacerlo tan razonablemente como sea posible para que otros puedan compartir mi opinión de una definición sólida etimológica y funcionalmente.

Para empezar, me parece que la libertad es una palabra que tiene que ver con asuntos de la conducta personal en relación con otras personas en la sociedad. O por decirlo de otra forma, se refiere a limitación de acción que puede sufrir o no una persona a manos de otra. Es en este sentido una palabra centrada en asuntos de conducta individual en una situación social.

Hay, por supuesto, otras barreras a la libertad de acción de uno, aparte de las que una persona impone a otra. Estas incluyen restricciones del entorno impuestas por la naturaleza distintas de por otras personas: barreras químicas, físicas, astronómicas y de otro tipo para completar la libertad de acción. Podemos, por ejemplo, desear trasladarnos a un lugar sin pasar por la montaña que está en nuestro camino. O en invierno podemos querer que las rosas crezcan en la nieve. O podemos desear que Marte esté a nuestro alcance para poder visitarlo. Esos impedimentos para el cumplimiento de nuestros deseos momentáneos no son problemas de libertad. Están fuera de las preocupaciones interpersonales en las que pueden encontrarse todos los problemas de la libertad, pues son problemas que afrontaríamos incluso en total aislamiento de nuestros congéneres.

La definición de libertad que propondría es esta:

Libertad es la ausencia de coacción de un ser humano por otro ser humano; en una condición en la que la persona puede hacer lo que desee, de acuerdo con su sabiduría y conciencia.

Esto significa que para tener libertad uno debe ser libre sin cualificación o modificación, en lo que se refiere a las relaciones sociales. Por supuesto, la naturaleza seguirá imponiendo sus restricciones sobre él, pero sus congéneres no le impondrán ninguna.

Para centrar más adecuadamente esta definición, consideremos como alternativa una definición que parece ser la única posible a seleccionar en su lugar:

La libertad es una condición en la que la persona debe hacer todo lo que desee otra persona que haga, de acuerdo con la sabiduría y conciencia de la otra persona.

Es la única alternativa, porque para cualquiera acto bajo consideración solo hay dos posibilidades:

  1. Tú determinas lo que harás o
  2. Se te prohíbe determinar lo que harás.

La última de estas dos posibilidades significa  que alguna otra persona o personas decidirán lo que harás y te obligarán a hacerlo. Parece ser una definición de esclavitud en lugar de libertad y por tanto debo rechazarla. Y como no hay ninguna otra alternativa, como una persona debe actuar voluntariamente por su propia sabiduría y conciencia o involuntariamente de acuerdo con el mandato de otra persona, la primera definición me parece la única sostenible.

Debería definirse en este momento un punto de posible preocupación con esta definición. La libertad que acabo de definir no impide como guía de los actos de uno ninguna forma o grado de consejo e influencia, si se acepta voluntariamente, que se origine fuera de sí mismo. Esta guía podría ser la influencia religiosa, las evidencias de registros históricos, el conocimiento científico, el consejo de otra persona o incluso procesos de telepatía mental o clarividencia o ideas de orígenes místicos, en cualquier grado en que se puedan producir.  Si se aceptan voluntariamente, el acto resultante de dichas influencias es un acto de libertad como cualquier otro.

Así que la libertad como la he definido no está limitada a la conducta voluntarista que deriva de un aislamiento total. Todas estas otras fuerzas pueden operar para influir en los catos de uno como hombre libre. Incluso argumentaría que tales influencias operan mejor y más completamente bajo la libertad.

Definiciones adulteradas de la libertad

Muchas personas tienen una necesidad excesiva de modificar o adulterar esta definición de la libertad. Estas incluyen a muchas personas que parecen tener percepciones libertarias inusualmente profundas. Quieren una definición que incluya la “conducta apropiada”. Sin embargo, hacerlo me parece que confunde el concepto de libertad y lo altera hasta hacer que pierda sentido.

Sospecho que muchas personas tienen tal obsesión por su amada palabra libertad, que, como un joven amante cuyas expectativas sobrepasan la realidad, tratan de negar cualquier imperfección de su amada. Y así, para asegurar  su perfección tratan de negar la posibilidad de cualquier imperfección por definición. En este caso, algunos retorcerían su concepto de libertad para excluir cualquier acción que sea imperfecta a sus ojos.

Consideremos en una analogía otro campo de investigación, la química. En el primer periodo de su desarrollo, se creía que los constituyentes químicos elementales debían identificarse antes de poder desarrollar una ciencia de la química. Supongamos que se hubiera decidido en ese momento definir a cada elemento como aquella forma de material solo cuando se pusiera en “uso adecuado”. El cloro, supongo, sería así solo cloro cuando se usa para la sal de mesa, pero otra cosa cuando se usa como gas cloro en tiempo de guerra, o alguna otra cosa si el enemigo lo usara para ese fin, supongo y otra cosa si la sal fuera a corroer tu motor. La introducción de esa dilución de significado de conceptos subyacentes de cualquier ciencia parecería impedir en la práctica cualquier desarrollo apreciable de esa ciencia. Las palabras básicas de este tipo no de ben confundirse tratando de incorporar juicios humanos de un tipo completamente distinto.

O supongamos que se hubieran introducido confusiones similares en el primer desarrollo de palabras para conceptos básicos en física o en fisiología o en bacteriología. ¿Cuál podría haber sido el progreso en esos campos?

Así que defenderé este significado claro y rígido de una palabra clave de las ciencias sociales: libertad. Debería adquirir un lugar en nuestro vocabulario comparable a un elemento en química o al movimiento en física. Pues si tratamos de modificarla con la supuesta propiedad del acto, habremos introducido un tipo completamente diferente de preocupación que debería mantenerse completamente diferenciado del significado de libertad. Pues son dos áreas que no es posible mezclar en una definición clara.

Merece la pena mencionar otro aspecto de esta definición. Si tratamos de incorporar a la definición de libertad un juicio del acto como bueno o malo (haciendo, en otras palabras, que libertad signifique solo actos “buenos”), ¿quién va a definir lo que es “bueno”? Yo diría que la determinación de lo que es bueno tendría que ser algo socializado en cierto grado. Y, para nosotros como libertarios, definir la libertad de tal manera que debamos aceptar un concepto socializado de moral antes de poder clasificar un acto como de libertad me parece un abandono de nuestra fe en la formulación de nuestro propio idioma.

Otro significado alternativo de libertad, distinto del que prefiero, es definirla como una condición en la que la restricción de la coacción de los seres humanos por otros es mínima. Pero ese concepto, en mi opinión, define algo distinto de la libertad. Tal vez sea la manera de describir una sociedad liberal de hombres imperfectos o algo parecido. Pues en esa sociedad de humanos imperfectos, l libertad completa de todos sus miembros es evidentemente imposible, pues nuestra conducta imperfecta impide parte de la libertad de otros.

No definiríamos el vacío como lo más cercano a la ausencia de contenido material de un espacio que sepamos cómo alcanzar, ni definiríamos el iterbio como un compuesto tan cercano a ese elemento en pureza que hayamos encontrado hasta ahora. Por el contrario, deberíamos definir todo esto (libertad, vacío, iterbio) en su forma pura, incluso aunque no se haya alcanzado aún en nuestra experiencia.

Tu elección sigue siendo un acto de elección aunque no esté acuerdo con ella. Tu acto de libertad, igualmente, sigue siendo libertad cuando no estoy a favor de lo que has hecho. Es para mí un acto de libertad definir a la libertad de una forma con la que no estás de acuerdo; también es un acto de libertad el que no estés de acuerdo.

Moral frente a libertad

El definir la libertad encarnando juicios de nuestros propios actos de acuerdo con nuestra conciencia, trato de reconocer la importancia de la moral y la ética a este respecto. En lugar de intentar distinguir entre moral y ética en el poco tiempo disponible, hablaré solo de moral: lo “bueno” frente a lo “malo”, los “tendría” frente a los “no tendría” de la conducta humana.

Es bueno recordarnos en este momento que la libertad como la he definido no es un sinónimo de bien, que cualquier acto de libertad puede ser “bueno” o “malo” según lo juzgue otra persona. Esto será verdad hasta que una sabiduría infinita y una perfección universal de conciencia guíen todos los actos de todas las personas de tal manera que sean aprobados por todas las demás personas.

Pero el acuerdo universal está lejos de ser una descripción de la ida real: no es más que una dirección hacia la que esforzarse. Y ese hecho es precisamente el porqué de que haya algún problema con la libertad. Si no existieran estas diferencias en juicios morales de lo que otra persona tendría que hacer o no, no tendría sentido alguno ninguna Sociedad Mont Pelerin, ni cualquier otro de los procesos dirigidos a tratar de ocuparse de los asuntos de la conducta y el conflicto humanos.

Así que hablar de moral no es lo mismo que hablar de libertad, sino que se refiere a una medición cualitativa de esos actos.

Investiguemos un poco más este punto. La preocupación de la moral es juzgar actos como buenos o malos, correctos o incorrectos, morales o inmorales como decimos al valorarlos. Ese juicio nos tiene lugar ni significado salvo en actos electivos. Una persona no puede hacer lo correcto salvo en una situación en la que haya también una opción de hacer lo incorrecto. En otras palabras, las consideraciones morales no tienen lugar salvo que haya libertad. Una piedra no afronta ninguna consideración moral porque, hasta donde sabemos, una piedra no tiene ninguna alternativa y simplemente va de aquí para allá con el impacto de las fuerzas de su entorno natural. Una piedra no puede hacer lo correcto o lo incorrecto por sí misma, porque no elige, es incapaz de libertad.

De esto se deduce que ningún problema moral puede resolverse nunca eliminando la libertad, ya sea en un grado grande o pequeño. Todo lo que puede hacer por esclavización es eliminar la consideración moral de la vida de la persona esclavizada y relegarla a la categoría de una piedra. Sin embargo, el asunto moral permanece en el esclavizador.

Afirma que una persona o sociedad de personas puede hacer moral eliminando su libertad es como decir que la política de la madre afectuosa que decía que no iba de dejar a su hijo acercarse al agua hasta que hubiera aprendido a nadar.

Thomas Davidson lo expresaba así: “Lo que no es libre no es responsable y lo que no es responsable no es moral. En otras palabras, la libertad es la condición de la moralidad”.[6]

Ley moral

La libertad estará permitida en la sociedad solo si se acepta la conducta de otros. La aceptación puede darse o estando d  acuerdo con el acto o tolerándolo aunque se esté en desacuerdo.

La tolerancia en el desacuerdo reclama aceptación de dominio diferentes dentro de los cuales se permite a una persona cometer sus errores, si lo hace con lo que es suyo en lugar de con lo que es tuyo. La propiedad privada dentro del ámbito económico de cosas escasas y deseadas opera para esta finalidad. Una vez se aceptan estos dominios, se convierte en un derecho moral primario de una persona “hacer lo que quiero con lo mío” en lugar de hacer lo que quiero con lo tuyo.[7]

Algún código moral para guiar nuestros actos, siempre que pueda alcanzarse la aceptación, es una ruta a una coexistencia pacífica entre sí. Y por esa razón, el código moral se convierte en una preocupación relacionada con la cuestión de maximizar la libertad, porque en ausencia de dicho acuerdo indudablemente quitaremos la libertad de otro más o menos en proporción a eso.

¿Dónde y cómo encontramos un código de este tipo?

Me parece que una cuestión básica en este asunto es si uno supone que hay un universo ordenado o supone que no lo hay.

Si empezamos con la suposición de un universo ordenado, se deducen a su vez ciertas suposiciones derivadas- La suposición de un universo ordenado, tal y como la veo. Deja espacio tanto a la ciencia como a la religión, como compañeras que representan dos tipos de creencias acerca de la naturaleza de un universo ordenado. Esta suposición de orden es teísta de una u otra manera, ya quiera uno creer en ella como Dios o como ley natural o como el fenómeno universal de causa y consecuencia  y todo eso. Para los fines actuales, no tenemos que diferenciar de esta manera las creencia ni llevar el concepto de Dios al punto antropomórfico u otro. La única preocupación para este fin es la de un universo ordenado o no.

Si uno parte de la premisa de un universo ordenado, se deduce que acepta la existencia de verdades eternas y principios inmutable, universalmente. Esto no requiere la arrogante suposición de que conozcamos todas estas verdades con certidumbre definitiva o completa: solo significa la asunción de que existen para ser encontradas, de que conocidas o no por nosotros, somos impotentes para cambiarlas ya sea individual o colectivamente, retorciéndolas o alterándolas a voluntad.

Si existen esas verdades eternas y principios inmutables, entonces uno puede suponer la existencia, como parte del universo en el que vivimos, de verdades morales, de leyes morales, si uno quiere llamarlas así, gobernando por encima de nuestras leyes sociales y reglamentarias, o nuestras costumbres o nuestras tradiciones. Estas leyes morales se supone por tanto que son el código de conducta a seguir, si somos “buenos”, igual que suponemos que debemos seguir las leyes físicas para estar a salvo. La violación de alguna es una opción elegible o fruto de la libertad, pero la consecuencias persisten a pesar de nuestra ignorancia o nuestro deseo de que las cosas sean distintas en el universo.

Si, por el contrario, uno asume la alternativa de un universo desordenado, su secuencia de suposiciones derivadas es la siguiente: ateísmo; los acontecimientos se producen al azar; falta de cualquier causa y consecuencia precisas a descubrir; falta de verdades eternas y principios inmutables; ninguna ley moral o física para regir los asuntos; ninguna ciencia a seguir ante la idea de que condiciones idénticas llevarán a consecuencias que se repitan. Supone, supongo, que podemos cambiar el universo como queramos, a voluntad; pero también me parece que supone que se mantenga ningún cambio, ni siquiera por un instante. Todo este concepto me parece un callejón sin salida. No veo como puede vivir uno bajo esta suposición. El estudio de la ciencia o de cualquier experiencia pasada de cualquier tipo sería una pérdida de tiempo. Uno podría también saltar a un precipicio si suponemos que los acontecimientos pasados, que indican innumerables muertes de personas que hicieron lo mismo, no prescriben ningún patrón para el presente o el futuro.

Así que yo supongo un universo ordenado, con leyes morales más allá del poder del hombre para alterarlas. Podemos no conocer con certeza cuáles son esta leyes morales, pero aun así debemos, bajo esta suposición, proceder con el mejor entendimiento que podamos de lo que son. Negaríamos como verdad moral cualquier prescripción por decisión mayoritaria o decreto real o similar (negaremos todo esto como fuentes inválidas en sí mismas). Rechazaríamos la definición de moralidad dada en un libro de un profesor de psicología en la Universidad de California del Sur, que ha dicho: “La moralidad es la cualidad de actuar de la manera que aprueba la sociedad”.[8] Por el contrario, aceptamos la moralidad como la cualidad de comportamiento por la que debería regirse un individuo, por una fuente de verdad por encima de la masa.

Siempre me ha parecido a este respecto que si hay causa y consecuencia en el campo de la moral, la experiencia acumulada de la humanidad debe de alguna forma destilarse en algún tipo de guías de conducta. Pueden ser en parte intuitivas, como la sensación de miedo al borde del precipicio; pueden estar en forma de religión o costumbre o tradición o lo que sea. Sin embargo, debemos admitir que estas lecciones del pasado se han contaminado con errores, incluyendo los trucos de charlatán y la superstición de todo tipo. Pero en algún lugar debe reflejarse la experiencia acumulada de la humanidad con respecto a la ley moral, encontrando cierto grado de validez con que solo miremos en el lugar correcto.

Tomemos a la religión como ejemplo. Por ejemplo, la regla de oro y los diez mandamientos se ha realizado esencialmente de la misma manera en diversas religiones, épocas y sectas. Parece improbable que esto se deba a la casualidad y por tanto un puede suponer que conceptos de este tipo, para mostrar el proceso, persistan debido a su armonía en cierto grado con la ley moral del universo.

A efectos de la presente explicación solo quiero defender la búsqueda de una ley moral y mostrar el tipo de cosas que puede revelar una búsqueda con éxito.

Los derechos del hombre

En nuestra vida diaria y al tomar las decisiones que conlleva la libertad, uno debe suponer ciertos derechos humanos de acuerdo con la ley moral. Estos derechos humanos no son el tipo de derechos prescritos por un cuerpo político o por la tolerancia de los vecinos. Son más bien los derechos que prescribe la ley moral como ámbito de la urbanidad, si uno ha de evitar sufrir una consecuencia tan desafortunada en el sentido moral como ería en el mundo de los asunto no humanos saltar a un precipicio u otra conducta así.

¿Cuáles podrían ser esos derechos humanos?

En cierto modo, tal vez el derecho humano más básico sea el derecho a ser libre, el derecho a elegir y tomar decisiones y a soportar las consecuencias de elegir; el derecho a equivocarse a veces. Prefiero, sin embargo, empezar en otro punto para poner un límite moral a nuestra conducta bajo la libertad.

Básico entre los derechos humanos parecería ser el derecho a la propia vida. Por supuesto, es una suposición. Como todo lo demás que suponemos conocer, si arrastramos a la libertad al horizonte de nuestra visión, siempre encontraremos que empezamos con una suposición. Luego las derivadas fluyen lógicamente a partir de la suposición inicial, pero con una validez que no es mejor que la validez de la premisa.

El que el derecho a la vida es una suposición se verifica por la forma en que actúa la gente. Se hace evidente por la forma en que una persona lucha por mantener su propia vida, así como por la reacción a un hecho como el asesinato de un bebé. Antes de juzgar que un asesinato así es un acto vil que viola un derecho humano básico a la vida, ¿quién entre nosotros investigaría quién perpetró el asesinato? ¿Quién preguntaría, como relevante para ese juicio, si lo hizo el rey o el primer ministro o el Parlamento o la mayoría en unas elecciones nacionales? La aparente relevancia de tal pregunta acerca del asesinato refleja, me parece, una aceptación del derecho a la vida como quizá el derecho humano básico. Y otros le siguen:

  1. El derecho a la vida.
  2. Si uno tiene derecho a la vida, tiene entonces derecho a sostener su vida con su propio tiempo y medios, siempre que al hacerlo no infrinja el mismo derecho de otros.
  3. Si uno tiene el derecho a sostener su vida, tiene entonces derecho a tener lo que sea capaz de producir con su propio tiempo y medios.
  4. Si tiene el derecho a tener lo que sea capaz de producir, tiene entonces derecho a quedárselo durante cualquier periodo de tiempo: el derecho a la propiedad privada.
  5. Si tiene derecho a la propiedad privada, tiene entonces derecho a intercambiarla, venderla o darla en cualesquiera términos aceptables para el receptor. Ningún tercero, ya sea una persona o una combinación de personas tiene ningún derecho a entrometerse en el proceso o dictar sus términos.

Tal y como yo lo veo, esta es la secuencia de derechos que deriva de la suposición de un derecho a la vida.

Si este rígido código de derechos parece duro e inhumano, dejando a personas desvalidas en cualquier sociedad que lo adopte, recordaré que el derecho final de cualquier persona es el derecho a dar a otros lo que es suyo, como caridad. ¿De dónde si no pueden venir las limosnas de caridad si evitamos la secuencia de derechos que llevaría lógicamente a una negación del propio derecho a la vida? ¿Se puede basar la caridad en una negación del derecho a la vida? Yo diría que la verdadera caridad solo puede derivar de los frutos de la producción en forma de propiedad privada.

Asumiendo ese código de derechos humanos y relacionándolo con los códigos religiosos, es interesante advertir la armonía entre ellos. Por supuesto, esa armonía no prueba nada, no es más que una evidencia circunstancial de validez. Pero aun así el mandamiento “No matarás” se corresponde con el derecho a la vida como derecho humano básico. El mandamiento “No robarás” se corresponde con el derecho a quedarse con lo que uno haya producido o adquirido apropiadamente como propiedad privada. El robo es una palabra vacía sin la presunción de propiedad del objeto robado por la víctima del robo.

He intentado definir la libertad y dar una base filosófica para la libertad que reconozca tanto la importancia como el contenido de la moralidad con el fin de que la libertad se maximice. La moral presupone libertad, para empezar, y además se supone que hay una ley moral eterna que deberíamos buscar y por la que deberíamos actuar como personas libres.

La esperanza y la desesperanza de la libertad

Para terminar, comentaré brevemente acerca de la esperanza de nuestra cusa: la defensa de la libertad.

Si el fin se encarna en los medios, ningún libertario puede emplear otros medios que los puramente voluntarios para avanzar en la causa de la libertad. Esto significa educación, persuasión, manifestación. De esta manera, otros pueden llegar a reformar su conducta a favor de la libertad.

No puedes institucionalizar la libertad. Solo puedes institucionalizar sus transgresiones. Los dispositivos institucionales para el fin de proteger la libertad siempre parecen tener una forma de esclavizar a sus supuestos beneficiarios, antes o después. Tal vez esto se deba al hecho de que el corazón de la libertad y su esperanza se encuentra en lo más profundo de corazón y el alma del hombre individual, algo que las instituciones nunca podrán tener, algo que no podemos delegar en ninguna institución.

Algunos creen que la causa de la libertad está muerta, es un sol poniente en el horizonte de los asuntos humanos. Sin embargo decir que la libertad está muerta es decir que la vida humana ya no existe, pues la necesidad de ser libre se encarna en el propio organismo. Si reprimes la libertad en un lugar, probablemente la estimules en otro, pues el hombre parece querer ser libre por mucho que titubee ante los medios para alcanzarla.

Cuando pienso en la sociopatología de la libertad, recuerdo ciertos descubrimientos de la patología médica. James Reyniers, en sus experimentos sobre vida sin gérmenes vio casos en que la ausencia total de estos transforma al huésped en una forma de vida peligrosamente vulnerable. En un caso, algunos pollitos libres de gérmenes alas 24 horas de haber salido del cascarón desarrollaron todos temblores e incluso muerte, mientras que los que no estaban libres de gérmenes no sufrieron ese problema. En otro caso, los ovarios de hembras de un grupo de animales sin gérmenes degeneraron hasta que se detuvo la reproducción a lo largo del experimento.[9]

Uno no puede sino preguntarse si no puede producirse de alguna manera un beneficio similar de los ataques a la libertad. Tal vez a una sociedad “libre de gérmenes” (una libertad pura y no adulterada), si pudiéramos alcanzarla, le podría faltar algún tipo de misterioso requisito catalizador para la supervivencia de la libertad. Por supuesto, ninguno de nosotros destruiría la libertad con este fin en mente. Otros sin duda se ocuparán de la tarea de la destrucción de la libertad y no necesitan nuestra ayuda.

En todo caso, la historia sugiere que la libertad completa y universal es una estrella fuera de nuestro alcance. La libertad va y viene, nunca completamente ganada y nunca completamente perdida. Tal vez sea bueno que sea así, por razones que apenas podemos percibir.

Por supuesto, uno abomina toda ausencia de libertad. Igualmente lamenta esos deseos no cumplidos que alimentan todo el ámbito económico de los asuntos. Pero si no hubiera bienes o servicios económicos en el mundo (si todo lo que se deseara fuera abundante) ¿sería un cielo o un infierno? ¿A qué podemos entonces aspirar? Así la vida solo sería disfrutar de placeres sin sentido en una vida privada de esperanza, al faltar la esperanza de cosas no alcanzadas.

Así que quizá la libertad sea aparentemente un objetivo a perseguir pero nunca alcanzado en su pureza. Ese pensamiento puede consolar a los libertarios en su esclavitud parcial, viviendo solitariamente entre muchos esclavizadores. Esta idea da esperanza y sentido a la vida, siempre que uno no frustre sus esperanzas con algún objetivo imposible. Por el contrario, si guía su camino la promoción de la libertad en lugar de su logro completo para todo el mundo, nunca perderá la esperanza y el fin de su vida. Solo perfeccionar su propia conducta le proporciona bastante trabajo a realizar, más del que pueda lograr en toda su vida.


[1] Free and Unequal: The Biological Basis of Individual Liberty (Austin, Texas: University of Texas Press, 1953); Biochemical Individuality: The Basis for the Genetotrophic Concept (Nueva York: John Wiley & Sons, Inc., 1956).

[2] Two Roads to Truth: A Basis for Unity under the Great Tradition (Nueva York: The Viking Press, 1953); The Biology of the Spirit (Nueva York: The Viking Press, 1955).

[3] Numerosos artículos.

[4] Numerosos artículos, incluyendo su conferencia en el MIT del 17 de noviembre de 1953, “”Psychology, The Machine, and Society”.

[5] Human Destiny (Nueva York: Longmans, Green, and Co., 1947).

[6] The Education of the Wage-Earners (Nueva York: Ginn & Company, 1904), página 53.

[7] Ver Mateo 20:15.

[8] John F. Burkhart, “Against the Crowd”, Phi Kappa Phi Journal, Verano de 1957, p. 5. De Psychology and Life, de Floyd L. Ruch, 1937, p. 104.

[9] James A. Reyniers, “The Significance of Germfree Life Methodology (Gnotobiotics) to Experimental Biology and Medicine”, MSC Veterinarian, Volumen 13, No. 3, 1953, page 182.


Publicado el 18 de agosto de 2007. Traducido del inglés por Mariano Bas Uribe. El artículo original se encuentra aquí.