Alabanza del programa de TV “El precio de la historia”

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Afirmo que el reality show más inteligente en TV es El precio de la historia, del History Channel. Es una fiesta capitalista para un forofo del libre mercado como yo.

Lo esencial del programa es algo muy sencillo: Rick Harrison y varios miembros de su familia poseen una tienda de empeños en Las Vegas. En cada episodio, distinta gente  entra en el establecimiento e intenta vender (o empeñar) alguna propiedad personal y obtener el precio más alto. Las cosas pueden ir, por ejemplo, de un viejo juguete del siglo XIX fabricado en Alemania a un helicóptero machacado de la década de 1990 que necesitaría una renovación total (y cara) para que pueda volver a volar. Y Rick, por supuesto, debe evaluar cada posible transacción y decidir si está interesado en comprar y a qué precio.

Los muchos años de experiencia de Rock en el negocio le permitirían entender el “valor de mercado” básico de la mayoría de las cosas que evalúa. Sin embargo, frecuentemente, cuando algo que se le ofrece a la venta es histórico o queda fuera de su área de conocimiento y podría ser un  caro error  si se comprara (o si no se comprara), acude a un especialista para que haga una evaluación profesional respecto de la autenticidad y el posible valor monetario. ¿Es realmente un rifle Winchester del periodo posterior a la Guerra de Secesión? ¿Cómo lo sabes? ¿Cuándo se fabricó? ¿Es original? ¿Es raro un rifle en estas condiciones? ¿Cuáles son las condiciones actuales del mercado para algo así? Y como estas evaluaciones expertas se hacen para muchos productos diversos (documentos, pinturas, máquinas de pinball), los televidentes (como yo) aprendemos a menudo cosas asombrosas e interesantes de la historia cultural de un programa que habla principalmente de dinero.

Se muestran todos los tipos de principios y valores capitalistas importantes durante la proceso de descubrimiento y negociación de Rick: Primero y principal, por supuesto, está el motivo del lucro (sin disculpas) y la constante preocupación por evitar errores financieros (pagando demasiado) y perder dinero. Pero si prestáis atención, los televidentes también aprecian la importancia de otros principios económicos como la preferencia temporal, la división del trabajo, la naturaleza del valor subjetivo, el riesgo propio de cualquier decisión de inversión (en restauración, por ejemplo) y especialmente el riesgo e incertidumbre propios de revender un producto final en las condiciones futuras del mercado.

Rick Harrison deja muy claro que él y solo él como propietario, está asumiendo todo el riesgo en estas transacciones. Después de todo, el vendedor está consiguiendo ahora, en el presente, el dinero de Rick, en el momento en el que este le da el efectivo. Trato hecho. Pero Rick solo puede recuperar su dinero y obtener su beneficio, supuestamente, en algún momento indeterminado en el futuro, cuando revenda el producto. ¿Pero habrá realmente un beneficio en el futuro? ¿Quién sabe? ¿Quién puede saberlo? Este aspecto acerca del riego inherente y la incertidumbre y el papel crucial desempeñado por el emprendedor en todo esto, se destacan constantemente y es maravilloso verlo actualizado de forma tan experta en el contexto de un reality show popular.

Puede ser exagerado, pero lo que hace El precio de la historia en la TV de entretenimiento es similar a lo que hace La rebelión de Atlas en la ficción: toma principios filosóficos importantes y los actualiza con personajes atractivos en el mundo real. Es una herramienta de enseñanza muy eficaz porque los televidentes (y lectores en el caso de Atlas) ven a alguien realmente “aplicando” los principios y “aprenden” mientras prestan interés, no es solo una lectura aburrida.

Me atrevo a decir que la mayoría de los estudiantes probablemente podrían aprender más del proceso de mercado viendo El precio de la historia de lo que aprenderían realizando los cursos de economía de la mayoría de las universidades, especialmente en ciertas facultades de la Ivy League. Y no encontrarían nada de esa basura keynesiana que tendrían que olvidar.

Publicado el 2 de enero de 2012. Traducido del inglés por Mariano Bas Uribe. El artículo original se encuentra aquí.

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