El equilibrio sin estado

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La sociedad de mercado sin estado (un acuerdo social pacífico basado en relaciones voluntarias entre individuos en el que no está presente el estado) no es una idea popular. Mucha gente cree que a esta sociedad le faltaría la capacidad de definir y aplicar derechos de propiedad y esto llevaría al caos, la tiranía de los ricos o la vuelta a un estado. Esta creencia ha llevado a un rechazo extendido del paradigma de la sociedad sin estado.

Murray Rothbard es considerado por muchos el defensor de la doctrina de la sociedad sin estado. Sin embargo, incluso Rothbard concedía que “no puede haber ninguna garantía absoluta de que una sociedad puramente de mercado no caiga presa de la criminalidad organizada”.[1]

Aunque es verdad que las garantías absolutas de cualquier resultado social son generalmente inapropiadas, creo que hay buenas razones para creer que son improbables, en ausencia de un estado, resultados como el caos, la tiranía de los ricos o incluso la “criminalidad organizada”.

Para demostrarlo, evaluaré las fuerzas económicas principales que gobiernan el desarrollo de cualquier sociedad y en último término la mantienen unida. Esto mostrará cómo las características económicas internas de una sociedad sin estado proporcionan incentivos para la no violencia y la cooperación y desincentivos para la violencia, el robo y la extorsión. Este trayecto analítico también nos llevará a darnos cuenta de que el pegamento que mantiene unidas las sociedades con estado en su forma actual puede no ser otra cosas que el miedo a un enemigo imaginario. En la medida en que los humanos puedan superar este temor, pueden abrir el camino a una sociedad sin estado.

Ni caos ni tiranía

La historia típica que oye uno cuando se cuestiona la necesidad del estado es que, en ausencia de este, supuestamente todos nos enfrentaríamos unos a otros y empezaríamos a tomar los recursos de otros y, como no habría estado para “regular” esta toma, se llegaría al caos. Supuestamente, todos nos convertiríamos en ladrones. Sin embargo, este resultado es improbable por dos razones.

Primero, como cualquier otra actividad económica, tomar de otros requiere el uso de recursos escasos. Los recursos pueden obtenerse por descubrimiento, producción, intercambio, regalo o tomarlos de otros por fuerza. Quienes quieran tomar de otros necesitan primero adquirir recursos que usarían en el proceso subsiguiente de robo. Esto significa que los recursos iniciales para tomar de otros tendrían que obtenerse por algún método distinto del robo: descubrimiento, producción, intercambio o regalo.

Así que una situación en la que todos adquieren solo recursos tomándolos de otros no puede ser la etapa inicial de ninguna sociedad. Alguien necesita primero encontrar o producir bienes antes de que le puedan quitar estos. Cualquier sociedad basada exclusivamente en tomar de otros es ilógica. Por el contrario, una sociedad en la que alguna gente toma mientras otra produce sería algo que esperaríamos ver en la realidad. Tampoco se excluye que los mismos individuos puedan producir unas veces y tomar otras.[2]

La segunda razón por la que no todos nos convertiríamos en tomadores es que los individuos no especializados son menos productivos que los que se especializan en varias actividades o solo en una. La ley de la ventaja comparativa, o ley de la asociación, fuerza a la gente a especializarse en actividades al tiempo que obtiene la mayoría de los productos y servicios de otros individuos especializados. De esta manera, todos disfrutan de más bienes y servicios de lo que tendrían si fueran autosuficientes. Por esto, en una sociedad sin estado, como en cualquier otra sociedad diferentes personas se especializarían en diferentes actividades. Solo algunos se especializarían en tomar de otros.

Sin embargo, la actividad de tomar no sería tan atractiva como parece a primera vista. Primero, en una sociedad sin estado pobre en capital, sería bastante duro convertirse en tomador efectivo debido al requisito inicial de recursos necesarios para empezar una operación de toma con éxito. Si uno empieza tomando de otros en una etapa en la que solo adquirió un nivel bajo de riqueza inicial (digamos una cueva y un palo), este tomador no será capaz de defenderse eficazmente de aquellos a quienes tomó recursos. Así que el proceso de toma debe verse precedido de un proceso de acumulación de capital.

¿Qué pasa entonces con la ausencia de estado en una sociedad rica en capital como la que vivimos? Algunos argumentan que si se aboliera l estado, lo ricos utilizarían sus amplios recursos para obligar a los pobres a la sumisión. Supuestamente convertirían el sistema actual en un sistema de trabajo forzado con mínimas compensaciones. Los dueños de negocios supuestamente proporcionarían a los trabajadores solo recursos suficientes para conseguir alimento, alojamiento y ropa.

Sin embargo no está claro en absoluto por qué los dueños de negocios querrían esclavizar a sus empleados y clientes. Como los humanos han llegado a aprender a lo largo de la historia, la libertad beneficia a todos, a largo plazo, porque la cooperación voluntaria es más productiva que el trabajo forzado. La fuerza reprime la motivación y la creatividad, que son necesarias para el descubrimiento de actividades nuevas y más productivas. Por eso las sociedades más libres tienden a superar a largo plazo a las menos libres, tanto económica como militarmente. Es el aumento en la productividad del trabajo, obtenido mediante la acumulación de capital y la cooperación voluntaria lo que forzó a la gente a abolir la esclavitud.

Planteemos una quiebra total de los estados en una sociedad. Un posible resultado de este acontecimiento, como han argumentado muchos antes, es la aparición de nuevos estados, quizá peores que los anteriores. Otro posible resultado es lo que llamo un equilibrio sin estado.[3] Como demostrarán las dos secciones siguientes, aunque haya fuertes incentivos para la cooperación voluntaria en tal equilibrio, estos incentivos puede nublarse por la más antigua de las emociones: el miedo.

Un equilibrio sin estado

Supongamos que tras la quiebra del estado, hay una extensión salvaje de “tomas” mutuas. Cuanto más salvaje sea la lucha, antes algunos o la mayoría de los que pelean se quedarán sin recursos para luchar y sostener su propia vida.

En este punto, algunos tienen que recurrir a la producción para sostener su propia vida. Otros, que no se han quedado sin recursos, pueden tratar de tomar recurso de quienes han recurrido a la producción. En este caso, los productores tendría que hacer un esfuerzo doble: producir y luchar para proteger lo producido. Los productores de más éxito sobrevivirán y los de menos, no. Igualmente, solo los tomadores de más éxito sobrevivirían. Estos tomadores pueden organizarse en bandas que ser más eficaces en la toma. Los productores pueden asimismo organizarse para defender mejor sus bienes.

Algunos de los especializados en la violencia y el robo acabarían dándose cuenta de que pueden obtener más recursos protegiendo a los productores de otros tomadores, a cambio de dinero o bienes y servicios. Esto es lo que implica la ley de la ventaja comparativa o ley de asociación. Los luchadores especializados son más eficaces en la lucha que la gente que es al tiempo productora y luchadora. Los productores especializados son más eficaces en producir que los que han dedicado parte de su tiempo a luchar. Así que un luchador puede obtener más recursos mediante el intercambio voluntario con un productor especializado que tomando de un productor que es también un luchador. Igualmente, los productores especializados, incluso después de pagar por los servicios de protección, son capaces de consumir más comparado con cuando tienen que dedicar una parte de su tiempo y recursos a luchar contra los ladrones.

L objeción que se plantea habitualmente contra esto es que estos protectores se volverán contra los productores y usarán la fuerza para conseguir bienes y servicios. Es verdad que los que miren menos al horizonte podrían recurrir a la extorsión. Pero los más inteligentes se darían cuenta de que la violencia, o la amenaza de violencia, debilitaría la capacidad productiva de los productores y consecuentemente su propia capacidad de proporcionar los recursos necesarios para la defensa contra los tomadores, fortaleciendo al tiempo los incentivos de los productores para requerir los servicios de otros protectores potenciales. Así que aquellos protectores que se dediquen a las transacciones voluntarias con los productores están en mejor disposición para evitar la agresión.

Al final, algunos se especializan en tomar, mientras otros se especializan o en producir o el proteger a los productores contra los tomadores. Como los tomadores confían solo en tomar para adquirir recursos, no disfrutan directamente de los beneficios del descubrimiento emprendedor. El descubrimiento emprendedor es una característica de los productores y de quienes realizan intercambios voluntarios con ellos. Los tomadores son siempre los usuarios secundarios del trabajo creativo de los productores. Siempre son secundarios.

El hecho de que los tomadores no realicen actividad productiva o cooperación voluntaria con los productores que bastante estrecho el tamaño y ámbito de las organizaciones de tomadores. El hecho de que los protectores y productores tengan relaciones voluntarias permite a los protectores conseguir un mejor acceso a una oferta abundante de bienes y servicios.

Esto implica que los tomadores, a pesar de los beneficios de productividad de una relación de intercambios voluntarios con los productores, siguen prefiriendo una relación violenta. Así que los tomadores son individuos que prefieren la violencia.

¿Qué pasa con la resolución de conflictos entre los productores? Sería ingenuo creer que todos los productores siempre estarán de acuerdo en quién es dueño de qué y cuáles son los límites de esa propiedad. Así que deberíamos esperar que algunos productores entraran a veces en conflicto sobre el uso apropiado de recursos (incluyendo el uso de recursos para pagar a los protectores). ¿Cómo se resolvería este conflicto sin el estado?

Primero, sabemos que, como todo, estar en conflicto con alguien, incluso en un conflicto no violento, no es gratis. Como el conflicto requiere tiempo y esfuerzos, reduce los poderes productivos de los productores afectados, así que todos preferirían algún tipo de resolución de conflictos. Es improbable que los productores recurran a la violencia (que puede incluir contratar a un protector para iniciar violencia), porque las ganancias a corto plazo de dicha resolución tendrían que sopesarse frente a las implicaciones a largo plazo de ser calificados como poco fiables y violentos entre los demás productores. Y el protector contratado debe evaluar los beneficios frente a los costes de ser calificado de matón entre los productores. Esto no significa que algunos individuos poco inteligentes no recurran a la violencia. Simplemente significa que, para productores y protectores, la violencia contra otros productores es generalmente menos ventajosa que la cooperación.

Esto sugiere que, a pesar de haber un desacuerdo sobre el uso de un recurso en un momento u otro, las partes implicadas en un conflicto seguirían estando de acuerdo en que la resolución no violenta de conflictos es mejor que la violenta o un conflicto prolongado indefinidamente. La técnica de resolución de conflictos reales que estas partes puedan elegir depende de sus preferencias. Pueden negociar directamente o pueden acordar un mediador que, basándose en los argumentos presentados por cada parte, juzgaría cómo debería resolverse el conflicto. En último término, la técnica de resolución de conflictos depende de las preferencias de las partes afectadas. Y el curso de acción de resolución de conflictos propuesta generalmente obliga, no porque esté respaldado por una amenaza de violencia del estado (es decir, la prisión), sino porque no cumplirlo implica la perspectiva de un conflicto prolongado (y de todos los costes que implica).

Repito que esto no significa que toda solución propuesta a un conflicto será aceptada por todas las partes afectadas. Sencillamente significa que, después de algún tiempo en conflicto, todas las partes llegarán a un punto en el que una resolución sea mejor que prolongar el conflicto. Y como estar en conflicto requiere el uso de recursos sin un beneficio futuro claro, los productores por lo general buscarán evitar conflictos prolongados. Quienes tomen parte continuamente en conflictos serán rehuidos y evitados e incluso pueden ser percibidos como tomadores, en cuyo caso no serían capaces de cooperar con quienes los perciban de esa manera.

El estado: Un equilibrio de temor

Solo cuando un gran número de productores empieza a creer que puede usar la fuerza de sus protectores para tomar recursos de otros productores, pueden aparecer conflictos violentos organizados a gran escala. ¿Pero por qué querrían los productores hacer eso cuando pueden, a largo plazo, beneficiarse más realizando intercambios voluntarios con otros productores y protectores?

Introduzcamos en este momento un viejo instinto: el miedo.[4] Los productores pueden temer la potencial agresión por otros grupos de productores. Este temor puede impulsar a los productores a apoyar la agresión de sus protectores a otros, creyendo que dicha agresión es la única manera de prevenir una futura agresión de otros. Este miedo también motivaría que los productores abandonaran la idea de requerir servicios de otros grupos de protectores. Después de todo, ¿quién quiere los servicios de quienes parecen ansiosos por agredirte?

En esta situación, los protectores podrían sencillamente tomar tanto de los productores como consideren “óptimo” o “justo”. Los productores no objetarían a esto por miedo a que los protectores no fueran en otro caso incapaces o no estuvieran dispuestos a protegerles de “agresores” potenciales. Los productores pueden también temer que los protectores usen la fuerza a arrebatarles bienes y servicios si rechazan pagar su porción “justa”. Así que hay fuertes incentivos para los protectores para crear y mantener una situación en la que los productores teman a otros productores y, potencialmente, a sus propios protectores.

Pero si solo algunos protectores consiguen hacer que sus socios productores teman a otros, esto seguiría sin llevar a la eliminación las relaciones voluntarias entre todos los productores y todos los protectores. Estos productores que están libres de temores, son, a largo plazo, más productivos y por tanto más capaces de protegerse a sí mismos. Los que tienen miedo es más probable que se den cuenta de que su temor no tiene fundamento y es contraproducente si ven que hay otros grupos no agresivos de productores  más prósperos y mejor protegidos.

Así que el escenario en que hay una relación universal entre protectores y productores basada en el miedo de los productores a otros productores solo puede existir si el origen de este miedo no lo perciben completamente la mayoría de los productores, si el miedo existe en una forma latente, inarticulada y no identificada.

Si ahora remplazamos la palabra protectores con la palabra estados, la palabra productores con contribuyentes y la palabra toma con impuestos, obtendremos algo que se parece mucho al mundo en que vivimos. Los protectores que mantienen el miedo latente a la agresión exterior o interior son los estados-nación con sus fuerzas militares y policiales que adquieren recursos gravando a los contribuyentes, mientras que los contribuyentes[5] son todos los que en estos estados-nación obtienen sus recursos mediante actividades productivas e intercambios voluntarios con otros.

Si preguntáis a cualquiera de ambos bandos de una guerra, generalmente oiréis la misma historia. La gente de cada bando cree profundamente que está librando una guerra defensiva. Incluso cuando inician una guerra, esta iniciación se justifica afirmando que era la única forma de evitar una agresión futura por el otro bando. Cuando se refiere a la agresión dentro de los países, la mayoría de la gente afirmaría que una policía estatal es la única defensa posible en la práctica contra agresiones de individuos y bandas.

El elemento que mantiene este equilibrio es el miedo latente de los productores a que otros productores (con la ayuda de los ejércitos y fuerzas policiales estatales de sus protectores) o grupos de bandas especializadas de tomadores se apropien de sus recursos por la fuerza.

En el primer caso, la agresión potencial se estimula por el miedo de los productores y no por el deseo de los recursos de otros. Esto es cierto porque un productor siempre puede beneficiarse más a largo plazo mediante el intercambio voluntario con otros. En el segundo caso, las bandas de tomadores pueden ser detenidas eficazmente contratando protectores, es decir, servicios de seguridad privada. Si esto es verdad, uno tiene que concluir que el miedo que no hace correr a las garras del estado, en realidad no tiene justificación en absoluto.

Conclusión

A pesar de la creencia común de que una sociedad sin estado es una utopía, hay buenas razones para creer que este sociedad no solo es económicamente viable, sino que proporciona incentivos continuos para la no violencia. La inevitabilidad percibida del estado, así como la inviabilidad percibida de una sociedad sin estado, se basan en el razonamiento económico defectuoso y el miedo irracional.


[1] Man, Economy, and State, p. 1055. [El hombre, la economía y el estado]
[2] Hay quien argumentaría incluso que somos todos al mismo tiempo tomadores y productores, porque, gracias a la existencia del estado, extraemos dinero de otros mediante impuestos pero también los pagamos. En una sociedad con estado, podemos realmente ser productores y tomadores porque la toma se realiza indirectamente a través del estado y se usa la fuerza del estado para impedir que los individuos utilicen su propia fuerza física con este tipo de robo (impuestos).

[3] Advertir que equilibrio es aquí una metáfora para la formación de estructuras y relaciones sociales (es decir, industrias especializadas, mercados, intercambios voluntarios) en lugar de un estado constante inactivo del mundo. En este equilibrio, siempre hay cambios, pero dentro del marco general de las estructuras sociales existentes.

[4] Aunque una descripción detallada del origen de este miedo queda fuera del ámbito de este artículo, algunos autores conjeturan que es una adaptación evolucionaria biológica que fue útil durante cientos de miles de años cuando los humanos vivían en pequeños grupos. Hayek y otros argumentan que, durante este largo periodo, los beneficios de la cooperación mediante la división del trabajo estaban limitados por la estructura primitiva del capital. Esto mantenía pequeños a los grupos y posteriormente a las tribus. Por el contrario, los beneficios de una adquisición violenta ocasional de recursos de otros grupos y tribus eran mayores que los beneficios perdidos por mezclar dos o más tribus mediante la división del trabajo y la cooperación pacífica. Aplicado en el contexto hayekiano de la evolución social, la animosidad resultante hacia otras tribus era una tradición útil como estrategia de defensa. El miedo a otros grupos como adaptación evolucionaria que fue útil durante la mayor parte de la historia humana ya no es necesario. Sin embargo, aunque nuestra evolución social se haya adelantado a nuestra evolución biológica en el sentido de que abandonar la tradición de animosidad lleva a sociedades de mayor éxito, permanece el miedo instintivo a otros.

[5] Advirtamos que aunque los empleados del estado pagan “impuestos”, sus salarios vienen de los ingresos fiscales, no del intercambio voluntario con los productores. Así que los empleados del estado son receptores de impuestos en lugar de contribuyentes.


Publicado el 17 de enero de 2013. Traducido del inglés por Mariano Bas Uribe. El artículo original se encuentra aquí.