La desmovilización de tropas

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[De “Lo que se ve y lo que no se ve”, incluido en The Bastiat Collection]

Pasa lo mismo con el pueblo que con el hombre. Si quiere darse alguna gratificación, naturalmente considera si vale lo que cuesta. Para una nación, la seguridad es la mayor de las ventajas. Si, para obtenerla, es necesario tener un ejército de cien mil hombres, no tengo nada que decir contra ello. Es algo de lo que se disfruta comprado con un sacrificio. No me entiendan mal respecto de mi postura. Un miembro de la asamblea propone desmovilizar a cien mil hombres, para así aliviar a los contribuyentes del pago de cien millones.

Si nos limitamos a esta respuesta: “Los cien mil hombres, y estos cien millones de dinero, son indispensables para la seguridad nacional: es un sacrificio, pero sin este sacrificio, Francia se verá desgarrada por las facciones o invadida por alguna potencia extranjera”, no tengo nada que objetar a este argumento, que puede en realidad ser verdadero o falso, pero que teóricamente no contiene nada que vaya contra la economía. El error empieza cuando el propio sacrificio se dice que es una ventaja porque beneficia a alguien.

Ahora bien, estoy muy equivocado si, en el momento en que el autor de la propuesta ha tomado asiento, no se levantará y dirá: “¡Desmovilizar cien mil hombres! ¿Sabe lo que está diciendo? ¿Qué pasará con ellos? ¿De qué vivirán? ¿No sabe que el trabajo es escaso en todas partes? ¿Que todos los sectores están saturados? ¿Los echará para aumentar la competencia y afectar a los niveles salariales? ¡Justamente ahora, cuando es tan duro vivir, sería estupendo que el estado deba encontrar pan para cien mil personas! Considere además que el ejército consume vino, armas, ropa, que promueve la actividad de las manufacturas en los pueblos fortificados, que es, en suma, una bendición del cielo para innumerables proveedores. Vaya, cualquiera debería temblar ante la sola idea de prescindir de este inmenso estímulo industrial”.

El discurso, es evidente, concluye votando el mantenimiento de cien mil soldados, por razones derivadas de la necesidad del servicio y de consideraciones económicas. Son solo estas consideraciones económicas la que tengo que rebatir.

Cien mil hombres, costando a los contribuyentes cien millones en dinero, viven y dan a los proveedores tanto como pueden proporcionar cien millones. Es lo que se ve.

Pero cien millones tomados de los bolsillos de los contribuyentes dejan de mantener a estos contribuyentes y sus proveedores, hasta donde llegan esos cien millones. Eso es lo que no se ve. Haced ahora vuestros cálculos. Sumadlo todo y decidme ¿qué beneficio hay para las masas?

Os diré dónde reside la mentira y para simplificarlo, en lugar de hablar de cien mil hombres y cien millones de dinero, será un hombre y mil francos.

Supongamos que estamos en la villa de A. Los sargentos de reclutamiento hacen su ronda y reclutan a un hombre. Los recaudadores de impuestos hacen su ronda y consiguen mil francos. El hombre y la suma de dinero se llevan a Metz y este último se destina a sostener al hombre durante un año sin hacer nada. Si consideramos solo Metz, tenéis mucha razón, la medida es muy ventajosa: pero si miráis a la villa de A lo juzgaréis de forma muy distinta, pues salvo que estéis de verdad muy ciegos, veréis que la villa ha perdido un trabajador y los mil francos que remunerarían su trabajo, así como la actividad que, con el gasto de esos mil francos, se habría extendido por ella.

A primera vista, parecería haber alguna compensación. Lo que tenía lugar en la villa, ahora tiene lugar en Metz, eso es todo. Pero la pérdida ha de estimarse así: En la villa, un hombre cava y trabaja: es un trabajador: En Metz, gira a la derecha y a la izquierda: es un soldado. El dinero y la circulación son los mismos en ambos casos, pero en uno hay trecientos días de labor productiva y en el otro trecientos días de labor improductiva, suponiendo, por supuesto, que una parte del ejército no sea indispensable para la seguridad pública.

Supongamos ahora que tiene lugar la desmovilización. Me diréis que habría un exceso de cien mil trabajadores, que la competencia se estimulará y que se reducirá el nivel salarial. Es lo que veis.

Pero lo que no veis es esto. No veis que eliminar a cien mil soldados no es eliminar cien millones en dinero, sino devolverlo a los contribuyentes. No veis que poner a cien mil trabajadores en el mercado es poner en él, al mismo tiempo, los cien millones necesarios para pagar su trabajo: que, consecuentemente, la misma acción que aumenta la oferta de mano de obra, aumenta asimismo la demanda; de lo que se deduce que vuestros temores a una reducción de salarios son infundados. No veis que, tanto antes como después de la desmovilización, hay en el país cien millones de dinero correspondiéndose con los cien mil hombres. Que toda la diferencia consiste en esto: antes de la desmovilización, el país daba los cien millones a los cien mil hombres por no hacer nada, y después les paga la misma cantidad por trabajar. No veis, en resumen, que cuando un contribuyente da su dinero, ya sea a un soldado a cambio de nada, o a un trabajador a cambio de algo, todas las consecuencias finales de la circulación de este dinero son las mismas en los dos casos; solo que en el segundo caso el contribuyente recibe algo y en el primero no recibe nada. El resultado es una pérdida inútil para la nación.

El sofisma que combato aquí no soportaría la prueba de la progresión, que es la piedra de toque de los principios. Si, cuando se realiza cualquier prestación y con todos los intereses satisfechos, hay un beneficio nacional en aumentar el ejército, ¿por qué no enrolar bajo sus banderas a toda la población masculina del país?


Publicado el 11 de enero de 2013. Traducido del inglés por Mariano Bas Uribe. El artículo original en inglés se encuentra aquí.

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