Un propósito de año nuevo para economistas

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Enero es el momento del año en que se crean los propósitos. Mejoras para guiar tu comportamiento durante los siguientes nueve meses y que ojalá te permitan entrar en el siguiente año siendo un persona mejor que lo que eras.

El que la creación de propósitos siga a la entrega de regalos de Navidad significa generalmente que tenemos con lo que pensar mientras nos dedicamos a mejorar. El economista del Bank of International Settlements, Claudio Borio, nos dio a todos un de esos regalos en su reciente papel de trabajo “The financial cycle and macroeconomics: What have we learnt?”

No contento con simplemente apuntar los errores de los macroeconomistas que llevaron a la crisis, Borio va un más más allá apuntando tres dificultades que encuentran los macroeconomistas cuando ligan crisis financieras a ciclos económicos. También proporciona al lector tres indicaciones de macroeconomía moderna a seguir para evitar en el futuro estos asuntos problemáticos. Los seis puntos deberían ser bienvenidos para los economistas de la escuela austriaca, ya que, como veremos, incluyen facetas del ciclo económico que son esenciales para la teoría austriaca del ciclo económico (TACE) en general y la teoría austriaca del capital en particular.

Tres desafíos analíticos para los modelos macro

Primero, Borio es bastante claro en que el “auge financiero no debería simplemente preceder el declive, sino ser causa de este”. La relación clave es que el auge, según Borio, “siembra las semilla del posterior declive” al permitir que se acumulen las vulnerabilidades en la economía. Es difícil encontrar una visión general más concisa del TACE. Para economistas que siguen las tradiciones de la corriente principal, este punto es difícil de aceptar. La visión moderna dominante de las sacudidas exógenas del lado de la demanda propagando perturbaciones económicas no puede valer para que la economía desestabilice gradualmente al avanzar en el auge. Alternativamente, los seguidores del ciclo económico real tienen el recelo contrario, porque en su opinión, en ausencia de sacudidas exógenas, la economía debería volver rápidamente a su equilibrio sostenible. Ambas opiniones dejan poco espacio a deterioros endógenos en la economía a través del auge y en su lugar centran su atención sobre cómo salir del declive una vez está en marcha, en lugar de evitarlo en primer lugar.

Segundo, Borio lamenta que los modelos de la corriente principal no consigan explicar adecuadamente el papel de los “excesos de deuda y acumulación de capital”. En concreto, quiere explicar por qué es que el crédito, que se ve generalmente como desempeñando un papel facilitador en la economía, permite en realidad “malas asignaciones de recursos, notablemente en el caso del capital, pero también del trabajo, normalmente enmascaradas por el revestimiento de una economía aparentemente robusta”.

La mala asignación de recursos en toda la estructura temporal de la producción es una resultado significativo de un ciclo económico austriaco. En la visión austriaca, los tipos de interés desempeñan el importante papel de coordinar el consumo intertemporal y las actividades de producción. Rebajando artificialmente los tipos de interés por debajo de su nivel natural, los bancos centrales distorsionan los proyectos productivos de las empresas y facilitan la descoordinación de la estructura de capital. El exceso de inversión en áreas concretas de la economía implica un defecto relativo de inversión en otras. El declive requiere que estas malas asignaciones de capital se reubiquen en una mezcla de asignación más sostenible. Como indica correctamente Borio, la mayoría de los modelos de la corriente principal son incapaces de explicar estas existencias de capital mal asignadas porque (1) por principio, no existen existencias desequilibradas de capital o (2) cuando sí existen existencias desequilibradas de capital, son el resultado de sacudidas exógenas y no del auge precedente.

Finalmente, y tal vez lo más importante, Borio reclama la necesidad de que los macroeconomistas modernos redefinan el “producto potencial” de una economía como “producto sostenible”, en lugar del más común producto no inflacionista. Desde su formulación original, la teoría austriaca del ciclo económico ha destacado que un auge puede ser desestabilizante independientemente de si tiene una inflación baja y estable. De hecho, periodos de inflación baja y estable han ocultado normalmente las descoordinaciones que se producen y han dotado de un aura de sostenibilidad para el avance económico.

En lugar de ser causada por la diferencia entre el producto actual y el potencial, como es en el caso de la mayoría de los modelos macroeconómicos modernos del ciclo económico, la inflación de precios es una consecuencia del crecimiento económico en la economía. Una inflación de precios baja y estable no tiene que coincidir con un crecimiento económico sostenible, si el dinero recién creado es absorbido por una cantidad aumentada de bienes producidos siguiendo patrones que no son coherentes con las preferencias subyacentes de consumidores o productores en la economía.

¿A dónde vamos ahora?

Borio, en un intento de rectificar los tres recelos anteriores, ofrece tres indicaciones alternativas que puede seguir la macroeconomía moderna.

Primero, la macroeconomía moderna debe alejarse de las expectativas racionales y permitir que una “incertidumbre fundamental” sea “un director del comportamiento económico”. Una forma común de trabajar durante la crisis ha sido que los macroeconomistas mantengan una aproximación basada en expectativas racionales, permitiendo al tiempo el auge  económico en forma de una acumulación de recursos seguida por un posterior abandono de estas posiciones erróneas. Como deja claro Borio, esa aproximación es altamente artificial. Por el contrario, los macroeconomistas deben aceptar que el conocimiento es esencialmente incompleto, en algunos casos inconscientemente incompleto.

Una segunda corrección sería permitir tolerancias de riesgo variables por estado. Aunque esta recomendación no es específicamente austriaca en sus objetivos, sí permita a uno reconocer que los entornos de tipos bajos de interés pueden incentivar el comportamiento arriesgado, mientras que los declives financieros crean el efecto opuesto. (En su Risk and Business Cycles, Tyler Cowen reformula la teoría austriaca tradicional del ciclo económico en términos de aumento en la asunción de riesgos mediante manipulaciones de los tipos de interés).

Finalmente, Borio reclama que los macroeconomistas modernos deben tratar con más ahínco de “entender más profundamente la naturaleza monetaria de nuestras economías”. En la economía real, la moneda importa, al contrario que en diversos modelos macro en que las economías se construyen en términos reales y luego se las da un velo de dinero. Aun así, frente a estas aproximaciones prevalecientes, el dinero no proporciona una fricción dentro de un modelo, sino que es un ingrediente necesario para que exista una economía desarrollada.

Sobre todo, los economistas de la escuela austriaca deberían dar la bienvenida a este último punto. La teoría austriaca del ciclo económico es incapaz de separarse del fenómeno monetario. Lo que es más importante, dentro de la teoría austriaca del ciclo económico es imposible desligar los efectos monetarios en la economía real. Igual que en la vida real, nuestra explicación de ciclo económico incluye que cambios en la oferta monetaria afecten a cambios en la estructura real de capital de la economía.

Conclusión

Estos puntos proporcionan una buena base para los economistas de la corriente principal a tener en cuenta mientras continúan realizando sus atareas durante el próximo año. Enero es asimismo el momento de establecer objetivos más concretos para los próximos doce meses. Tu promesa incumplida de dejar los dulces el año que viene te llevará a necesitar un nuevo pantalón las próximas Navidades, pero una promesa incumplida por macroeconomistas  generará dificultades a todos. Esperemos que esta promesa de una mejor investigación no sea una que haya que repetir el próximo enero.


Publicado el 24 de enero de 2013. Traducido del inglés por Mariano Bas Uribe. El artículo original se encuentra aquí.