La Fed elimina la ética del ahorro

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Los niños de la Depresión aprendieron en seguida que “ahorrar para los días de lluvia” no era algo que uno espera hacer, sino un requisito. El dicho se originó cuando la mayor parte de la gente trabajaba en el campo. Y cuando llovía los campos estaban demasiado húmedos como para arar y el granjero (no digamos los temporeros) no ganaba dinero.

Por supuesto, mi abuelo era del tipo diligente que utilizaría los días lluviosos para hacer el mantenimiento necesario en sus instrumentos, mirando con desdén a otros granjeros que los días de lluvia estaban en el bar del pueblo. Creía que seguramente acabarían con los instrumentos rotos cuando el sol reapareciera, lo que les impedirían recoger el heno.

Así que la idea del ahorro no es necesariamente el retorno que uno recibe por el dinero que se deja a un lado, sino la actitud mental de que, cuando el tiempo no coopera, el ahorrador tiene algo con lo que cubrirse. Por supuesto, la mayoría de nosotros no tenemos que preocuparnos por el tiempo.

Pero hace unos años se produjo una tormenta económica y mucha gente no ha tenido trabajo, llueva o haga sol. Los que prestaron atención al viejo dicho sin duda habrán capeado la tormenta mejor que los que no. La mayoría de los consejeros financieros recomiendan que una persona tenga ahorrado el equivalente a tres meses de gastos vitales (y alguno dicen que a seis, por cierto). ¿Pero cuánta gente siguió el consejo?

No hay ninguna salvedad al consejo que dice “Mantenga seis meses de ahorro si el dinero está produciendo al menos un 6%”. Incluso si el dinero se queda ahí lustroso, no haciendo ganar nada, se trata de la liquidez y la garantía contra lo desconocido.

Por desgracia, una disipación de la divisa por el banco central sirve para aumentar las preferencias temporales de la gente y dificultar su juicio. En un post reciente, yo destacaba el consejo del consejero vital y autor John P. Strelecky, que aconseja a la gente gastar sus devoluciones fiscales en una experiencia que recordarán siempre, en lugar de ahorro los pocos cientos o miles de dólares que Hacienda pueda devolverles.

Vive hoy tu vida, dice el consejero vital: unos pocos miles no van a importar de todas formas. Escribí en el Mises Blog para apuntar lo ridículo de este consejo. Pero la mayoría de los que comentaron se alinearon con Strelecky:

Creo que su consejo es exacto, al menos dadas las estrecheces de los tiempos en que vivimos. ¿Qué sentido tiene ahorrar si la inflación se comerá todo lo que consigas acumular?

Sigues las reglas del juego. El crecimiento de tus ahorros será raquítico debido a los patéticos tipos de interés, eliminado por la inflación y confiscado por una estado rapaz. Así que, adelante, disfruta del “dinero” ahora, cuando aún tiene algún valor.

La mayoría de la gente realmente no tiene un lugar mejor en que poner su dinero que en una experiencia placentera, que al final es todo lo que quieres.

Tengo que estar de acuerdo con los comentarios. Tal vez no sean viajes u otras “experiencias”. Pero me siendo más seguro con cosas que siguiendo con billetes de la Reserva Federal.

Es justo lo que los banqueros centrales quieren oír. Les preocupa la deflación. Hace unos pocos meses Charles Evans, de la Fed de Chicago, decía:

Me parece que podríamos conseguir de alguna forma tipos de interés reales más bajos de forma que el exceso de ahorro respecto de la inversión que se está produciendo se rebaje, sería una forma de estimular la economía.

Lord Keynes estaba preocupado constantemente porque la gente ahorraba demasiado y consumía demasiado poco, de ahí la necesidad de más dinero y más barato para estimular la economía. Bernanke no es más que un buen keynesiano y sus tipos bajos equilibran la inteligente cuestión de si renunciar al consumo.

Y probablemente ningún jubilado, cuando se ve abandonando el mercado laboral, piensa en tipos de interés del 1% (o menores) dentro de su planificación de flujo de caja para la jubilación. En un artículo en primera plana, el Wall Street Journal echa una mirada a “jubilados que se encuentran en la extremo erróneo del épico intento de la Reserva Federal de rescatar a la economía con dinero barato”.

El WSJ apunta correctamente que los bajos tipos de la Fed han sido una ganancia inesperada par bancos y prestamistas, pero un problema para quienes necesitan la renta de sus ahorros para vivir. Gente que pensaba haber actuado correctamente, trabajado duro, ahorrado dinero y ahora quieren tranquilidad, se ven presas del pánico cuando los fondos del mercado monetario no les dan más de 24 punto básicos. “Es la décima parte del nivel de finales de 2007 y la más baja registrada desde 1959”, informa el Journal.

Tan malos son los tipos bajos impuestos por la Fed para quienes tratan de vivir de sus ahorros pasados que el periodista Mark Whitehouse apunta que los bajos tipos hacen que los jóvenes no guarden fondos para el futuro, ya sea para emergencias o jubilación. Los trabajadores estadounidenses pusieron menos dinero en activos financieros en pasado año que en ningún año registrado, excepto en 2009, cuando la gente rescató su dinero. Y aunque el Departamento de Comercio diga que el índice de ahorro personal ha aumentado al 5,8%, explica Whitehouse: “Esto pasa en buena medida porque cuenta reducciones en la deuda personal, como hipotecas y saldos de tarjetas de crédito, como ahorros”. Pero la mayoría de la reducción de la deuda, escribe Whitehouse, se ha producido por impagos en lugar de por ahorro.

La política de tipos de interés de la Fed también lleva a la gente a tomar más riesgos con sus ahorros de lo que deberían. “Por eso la mayoría estamos en el mercado bursátil, porque no hay otro lugar adonde ir”, dice John Lehman, de 70 años, que preferiría tener su dinero en certificados bancarios de depósito pero debe recurrir a especular. “Espero que mis recursos no se agoten antes de que muera”.

Muchos se jubilan sin prácticamente nada. De acuerdo con AARP, el 16% de los estadounidenses no han ahorrado ni un duro para la jubilación y casi la mitad han ahorrado menos de 50.000$.

Quienes no tienen ahorros son más dependientes del gobierno que otros cuando ocurre lo inesperado, ya sea una pérdida del empleo o una avería de la lavadora. El profesor Paul Cantor nos recuerda en su artículo “Hyperinflation and Hyperreality: Mann’s ‘Disorder and Early Sorrow” que “el dinero es una fuente esencial de estabilidad, continuidad y coherencia en cualquier comunidad. De ahí que interferir en la oferta monetaria básica es interferir con un sentimiento de valor de una comunidad”.

Cuando la Fed hace que los ahorros parezcan inútiles y el placer inmediato parezca racional, el mundo se ha invertido de forma diabólica. A solo un paso de la hiperinflación, las acciones de los bancos centrales están amenazando “con socavar y disolver todo sentido de valor en una sociedad”.

“Así que la inflación sirve para agudizar el y frenético ritmo de la vida moderna, desorientando aún más a la gente y socavando cualquier sensación de estabilidad que aún puedan tener”, explica Cantor.

En la novela de Mann citada por Cantor, el orden social se invierte al transferirse la riqueza de quienes ahorraron diligentemente toda su vida a los especuladores. Hoy en día pasa como en la Alemania de Wiemar que describe Mann, ya que la gente cree inútil guardar un poco de dinero aquí y allí y en su lugar se siente obligada o bien a especular o simplemente gastarse todo lo que tienen de los buenos tiempos.

Y mientras que los jubilados mencionados en el artículo del WSJ se ven perjudicados financieramente, Cantor apunta que el retrato de la hiperinflación de Mann descubre “algo psicológicamente más debilitante que ocurría en la generación más anciana”. La ímpetu, le comportamiento de alta preferencia temporal por parte de los jóvenes parece racional en un periodo inflacionista, mientras que la prudencia y el conservadurismo parecen no solo pintorescos sino directamente idiotas.

Tal y como describió Mann hace tanto tiempo, el mundo de la inflación es la ilusión de riqueza, creada por la imprenta del gobierno, distorsionando todo lo que vemos y pervirtiendo nuestro juicio. Entretanto continúan las llamadas al estímulo, mientras nuestra cultura y valores se entierran bajo un montón de papel.


Publicado el 13 de abril de 2011. Traducido del inglés por Mariano Bas Uribe. El artículo original se encuentra aquí.

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