Prólogo a Defendiendo lo indefendible

0

Los economistas llevan muchos años mostrándonos la manera en que las actividades del mercado libre benefician al generalmente imprudente pueblo. Ya en tiempos de Adam Smith nos mostraban cómo los fabricantes y los empresarios, casi siempre movidos únicamente por sus propias ganancias, han beneficiado enormemente al pueblo común. Por ejemplo, al tratar de maximizar beneficios y minimizar pérdidas, los empresarios satisfacen las demandas más urgentes de los consumidores de la manera más eficiente. Los economistas llevan mucho tiempo mostrándonos estas realidades en abstracto, y en los últimos años han ampliado nuestra perspectiva al ilustrarnos, un caso tras otro, acerca de la superioridad y eficiencia de la actividad privada. Pero las averiguaciones de los economistas han sido confinadas, con grave pedantería, a los sectores “respetables”, los que se dedican a actividades como la agricultura, el gas natural, la urbanización o los vuelos. Hasta la aparición de este libro ningún economista había tenido el coraje de Walter Block de abordar de frente el estatus de la gran cantidad de oficios que son objeto del escarnio, el vilipendio y la mala interpretación de la sociedad: aquellos oficios a los que sabiamente llama “cabezas de turco de la economía”. Sin recelo alguno, y con un ingenio mordaz, Walter revisa los conceptos y muestra los importantes méritos económicos de cabezas de turco como los chulos, los chantajistas, o los caseros de los suburbios. Con ello, además de mejorar la reputación de estos trabajos tan despreciados, Defendiendo lo Indefendible saca a la luz, de la manera más íntegra y descarnada, la naturaleza esencial de los servicios productivos desempeñados por todos los participantes del mercado libre. Al poner los ejemplos más extremos y al mostrar cómo los principios de Adam Smith se aplican incluso en tales casos, este libro demuestra la viabilidad y moralidad del mercado libre de manera mucho más efectiva que diez gruesos tomos pertenecientes a campos y actividades más respetables. Al aplicar un sistema de prueba y error en los casos más exacerbados, ilustra y corrobora aún más sus teorías.

Además, es considerable el valor impactante del análisis de estos casos. Al exponer despiadadamente unos casos “extremos” que, por lo general, son garantía de una afectación en la sensibilidad del lector, Walter le obliga a reflexionar y reconsiderar sus actos reflejos emocionales, y ganar una nueva y más sensata apreciación de la teoría económica y de las virtudes y obras de la economía de mercado libre. Incluso muchos lectores que se consideran partidarios del mercado libre deben estar preparados para asimilar en su totalidad las implicaciones lógicas del apoyo a una economía libre. Este libro supondrá una apasionante e impactante aventura para la mayoría de los lectores, hasta para aquellos que estimen haber sido ya convertidos a las dignidades de la economía de mercado libre.

Está bien, convendrán algunos lectores, concedemos que esa gente está llevando a cabo importantes servicios económicos, pero ¿por qué, por el amor de Dios, llamarles “héroes”? ¿Por qué un chulo o un narcotraficante iban a ser más “heroicos”, y, con ello, de alguna forma moralmente superiores a otros productores más respetables, como los tenderos, los sastres, o los trabajadores de la industria siderúrgica? La respuesta se halla precisamente en la excesiva falta de respeto a la que están condenados los cabezas de turco de los que habla Walter, pues a los tenderos, o a los miembros de la siderurgia, entre otros, se les permite llevar sus negocios con normalidad, sin ser acosados, y lo que es más, reciben el respeto y el prestigio de sus conciudadanos. Lo contrario sucede en el caso de los cabezas de turco, pues no solo no se reconocen sus servicios económicos, sino que tienen que enfrentarse al escarnio, ira y desprecio de prácticamente todos los miembros de la sociedad, y a las restricciones y prohibiciones añadidas por el gobierno. Reprobados e injuriados sin piedad por la sociedad y el Estado, condenados al ostracismo social, y proscritos, la colección de cabezas de turco de Walter sigue adelante con sus negocios pese a todo, comportándose como héroes al colaborar con sus servicios económicos en medio de una tormenta de escarnio e ilegalidad. Si son héroes es debido al tratamiento injusto que reciben de manos de la sociedad y el sistema.

Héroes, sí, pero no necesariamente santos. Cuando el autor confiere el estatus moral de héroes a esquiroles, usureros y proxenetas, entre otros, no trata de dar a entender que sus actividades sean intrínsecamente de una moralidad superior a otras cualquiera. En un mercado libre, y en una sociedad donde se tratara al usurero, al casero de los suburbios, y al que trabaja por un salario indigno de la misma manera en que se trata a cualquier otra ocupación, ya no serían héroes, pues su moral no sería superior a la de ningún otro. Su estatus heroico, según el parecer de Walter, deriva exclusivamente de las injustas restricciones que otra gente les ha ido imponiendo. La curiosa paradoja de este libro es que solo si se siguieran sus consejos, y los hombres y mujeres descritos en sus páginas dejaran de ser sometidos al escarnio y a la coacción de la ley, ya no serían héroes. Si no le gusta la idea de que un usurero o el casero de un suburbio sean héroes, debe saber que la única manera de privarles de este estatus es rompiendo las cadenas que les han sido puestas por gente mal informada.

Traducción de Diego González Calles para la edición en español publicada por Unión Editorial (www.unioneditorial.net ) y Editorial Innisfree (www.editorial-innisfree.com).

Print Friendly, PDF & Email