Señores de las finanzas: El mundo de la trastienda de la banca centralizada

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[Lords of Finance: The Bankers Who Broke the World • Liaquat Ahamed • Penguin Books, 2009]

El libro ganador del Premio Pulitzer, Lords of Finance: The Bankers Who Broke the World, revela la naturaleza destructiva, secreta, incestuosa y altamente corrupta de la banca centralizada. Aunque el autor, Liaquat Ahamed, expone el sistema financiero actual con todos sus males, este libro no supone en modo alguno una crítica a la banca centralizada. Las opiniones de Ahamed son muy representativas de los economistas ortodoxos de los últimos 100 años. Hace referencia frecuente a John Maynard Keynes sin mencionar ni una sola vez al premio Nobel, F.A. Hayek, aunque este fuera el mayor oponente intelectual de Keynes durante este periodo. A pesar de su enfoque ortodoxo, el libro es interesante y está bien escrito. Una de las joyas es la poco frecuente mirada a las vidas de los hombres poderosos, los “señores de las finanzas”, que estuvieron detrás de la consolidación de la banca centralizada moderna en EEUU y Europa durante los años de 1910 a 1935.

Ahamed escribe:

Los bancos centrales son instituciones misteriosas, siendo los detalles completos de su funcionamiento interno tan arcanos que muy pocos extraños, ni siquiera economistas, los comprenden del todo. Reducido a lo esencial, un banco central es un banco que ha recibido un monopolio sobre la emisión de dinero. (…) A pesar de su papel como instituciones nacionales determinando la política crediticia de todos sus países, en 1914 la mayoría de los bancos centrales seguían siendo de propiedad privada. Por tanto ocupaban una extraña zona híbrida, con responsabilidad primaria de sus directores, que eran principalmente banqueros que pagaban dividendos a sus accionistas, pero tenían poderes extraordinarios para propósitos completamente sin ánimo de lucro. (p. 11)

Como estos bancos ejercen tal tremenda cantidad de influencia sobre la economía y el gobierno, requieren y mayor nivel de publicidad.

Influencia oculta

Los bancos centrales han existido durante cientos de años y aun así muy poca gente entiende su funcionamiento interno. Los estadounidenses se resistieron a la banca centralizada hasta 1913, cuando, con la creación de la Reserva Federal, se quitó al Congreso (con sus 535 representantes elegidos) la responsabilidad sobre las finanzas de la nación (presupuesto, impuestos y deuda) para ponerla en manos de los banqueros centrales.

Con los señores de la banca central firmemente al mando en EEUU e Inglaterra, ayudaron a financiar la Primera Guerra Mundial mediante inflación del banco central. Luego, al acabar la guerra, estos mismos banqueros aconsejaron a los políticos sobre quién enviar a la Conferencia de Paz de París como negociadores. De esta conferencia vinieron las duras sanciones contra Alemania que producirían una enorme dureza para el pueblo alemán durante la siguiente generación.

En el periodo de entreguerras, el Congreso creó comisiones que ocuparse de las secuelas de la guerra, las negociaciones de deuda y la supervisión del sistema bancario. Sin embargo, los banqueros centrales, como Benjamin Strong, George Harrison, Eugene Meyer y Andrew Mellon, consiguieron bloquear los intentos de supervisión del Congreso.

Los bancos centrales en Europa compartían una aversión similar a la supervisión pública. Montagu Norman, gobernador del Banco de Inglaterra, era considerado “el banquero más eminente del mundo” y al mismo tiempo

era generalmente reacio hacia la prensa y era conocido por lo lejos que podía ir para escapar a los reporteros en su busca: viajando bajo falsa identidad, saltando de los trenes, incluso una vez deslizándose de un navío oceánico por medio de una escala de cuerda en mares  agitados. (p. 1)

Norman tenía una reputación de mantenerse frío y sereno. A finales de 1929 el gobierno británico creó un comité para investigar el trabajo del Banco de Inglaterra. “El qué él mismo y el Banco estuvieran ahora sometidos al escrutinio público le llenaba de temor. (…) Dos días antes de que le correspondiera testificar, derrumbó, como era previsible”. El lema secreto del Banco de Inglaterra era “Nunca explicar, nunca pedir perdón” (p. 371).

El carácter esquivo es característico no solo de Norman y los gobernadores de alto rango, sino que es compartido con esos banqueros privados que siempre han estado asociados con los bancos centrales. Incluso antes de la formación de Reserva Federal de EEUU, las operaciones de los personajes clave de los bancos se mantenían deliberadamente ocultas al público y todas las reuniones se realizaban a puerta cerrada.

La más importante de estas reuniones a puerta cerrada tuvo lugar durante diez días en noviembre de 1910 en Jeykll Island, Georgia. El programa de esta reunión era la planificación del Sistema de la Reserva Federal.

Henry Davidson (socio de J.P. Morgan) estaba preocupado, y con razón, de que cualquier plan urdido por un grupo de Wall Street sería inmediatamente sospechoso como el producto descabellado de una camarilla de banqueros. Por tanto decidió realizar la reunión en secreto en una pequeña isla privada en la costa de Georgia (creando en la práctica la misma camarilla de banqueros que habría generado tanta sospecha pública). Los preparativos fueron complicados. Se dijo a cada invitado que fuera la estación de Hoboken en Nueva Jersey el 22 de noviembre y se subiera al vagón privado del senador Aldridge, que se encontraría enganchado al tren de Florida con sus persianas cerradas. No iban a cenar juntos, ni a reunirse antes, sino a subirse individualmente y tan discretamente como fuera posible, todos bajo el pretexto de ir a cazar patos. Como precaución añadida, iban a usar solo sus nombres de pila. Strong iba a ser Mr. Benjamin; Warburg, Mr. Paul; Davison y Vanderlip fueron un paso más allá y adoptaron los sonoros pseudónimos  Wilbur y Orville. Más tarde, el grupo solía referirse a sí mismo como el “club del nombre de pila”. (pp. 54-55)

Ningún asistente a la reunión de Jeykll Island habló públicamente sobre ella durante 20 años.

La legislación para crear la Reserva Federal fue aprobada por el Congreso poco antes de las navidades de 1913, cuando muchos representantes ya se habían ido a casa para pasar las vacaciones.

Hay ejemplos a lo largo de todo el libro de los jefes de los bancos más grandes del mundo realizando reuniones clandestinas con sus respectivos jefes nacionales del tesoro y el banco central, inmediatamente anteriores o posteriores a una crisis financiera. En estos casos, los jefes bancarios maniobraban no solo para salvar a sus bancos, sino para obtener más favores especiales, a menudo en forma de “rescates”. Los rescates asociados con la crisis financiera estadounidense de 2007-2008 deberían venir de inmediato a la cabeza.

Por ejemplo, a finales de 1929, un gran grupo de banqueros y George Harrison, de la Fed de Nueva York,

Se reunieron en la biblioteca de la casa de Jack Morgan en la Avenida Madison con la Calle 36, el escenario del legendario rescate de su padre del sistema bancario de Nueva York en 1907.

En una operación que fue posible por la promesa de Harrison de “proporcionar todos los fondos de reserva que puedan necesitarse”…

Durante los siguientes días (…) los bancos de la ciudad de Nueva York tomaron más de 1.000 millones de dólares en carteras de préstamos de intermediarios. Fue una operación que no recibió la publicidad del consorcio Morgan, pero hay pocas dudas de que al actuar rápidamente y sin titubear, Harrison impidió no solo un desplome bursátil aún peor sino que es muy probable que previniera una crisis bancaria. Aunque el crash de octubre de 1929 fue en la cuenta el undécimo pánico que afectó al mercado bursátil desde el viernes negro de 1869 (…) fue el primero en ocurrir sin una quiebra bancaria o empresarial importante. (p. 360)

Antes de la creación de la Fed, grandes y pequeñas empresas quebraban durante los pánicos. Bajo la Fed, las empresas bien relacionadas eran sostenidas a costa de empresas pequeñas y contribuyentes.

Las reuniones secretas entre banqueros privados de la élite y jefes de los bancos centrales se convirtieron en un fenómeno común en la década de 1930.

El viernes 8 de mayo [de 1931], el Credit Anstalt, con sede en Viena y fundado en 1855 por los Rothschild, con activos totales de 250 millones de dólares y un 50% de los depósitos bancarios austriacos, informaba al gobierno de que se había visto obligado a contabilizar una pérdida de 20 millones de dólares en sus cuentas de 1930, acabando con la mayoría de su patrimonio. No solo era el banco más grande de Austria, era el de mayor reputación: su consejo, presidido por el Barón Louis de Rothschild, de la rama vienesa de la familia, incluía a representantes del Banco de Inglaterra, la Guaranty Trust Company de Nueva York (J.P. Morgan) y M.M. Warburg and Co., de Hamburgo. Después de un fin de semana frenético de reuniones secretas, el gobierno lo hizo público el lunes 11 de mayo, anunciando al mismo tiempo un paquete de rescate de 15 millones de dólares, que tomaría prestado a través del Banco de Pagos Internacionales. (p. 404)

Credit Anstalt absorbió posteriormente a otras instituciones financieras quebradas en toda Austria. En Estados Unidos, J.P. Morgan Chase, el banco más grande del país, hizo lo mismo durante la crisis financiera de 2007 cuando adquirió Bear Stearns, Washington Mutual y otros.

Otro tema del libro es la naturaleza altamente incestuosa de la banca centralizada. Si los banqueros centrales no se asocian con los líderes políticos, se encuentras muy a menudo en compañía de banqueros privados, especialmente de las familias Warburg, Morgan y Rothschild. Estos banqueros privados se beneficiaron de los ciclos económicos causados por sus amigos políticos y bancarios, beneficiándose tanto durante los auges como durante los declives (gracias a los rescates), mientras que la mayoría de las empresas se benefician de los auges y sufren durante los declives.

A finales de 1930, aparecieron temores en Wall Street de que uno de los mayores bancos de Nueva York, el Bank of the United States (o BUS, que, a pesar de su nombre era un banco privado sin carácter oficial) estaba a punto de quebrar porque era insolvente y ya habían empezado las corridas en la ciudad.

En la tarde después de que empezara la corrida el 10 de diciembre, todos los barones conocidos de Wall Street (George Harrison, de la Fed de Nueva York, Thomas Lamont de J.P. Morgan, Albert Wiggin de Chase, Charles Mitchell de National City, actualmente Citibank, y media docena de los principales banqueros de la ciudad) se reunieron en el piso 12 de la Fed de Nueva York y trataron de reunir un paquete de rescate. (p. 387)

Los banqueros que no son parte de los señores dela élite del ámbito financiero tradicionalmente van a la bancarrota o son adquiridos durante o inmediatamente antes de los pánicos (por ejemplo, Lehman Brothers, Wachovia y Merrill Lynch). BUS no tenía lazos lo suficientemente cercanos y se le permitió desplomarse poco después de la reunión privada en la Fed, generando corridas bancarias en todo el país.

En conchabamiento, a gran escala, continuó cuando Franklin D. Roosevelt asumió el cargo. En el primer día de su presidencia, FDR acudió en auxilio de los bancos cerrándolos para acabar con la marea de corridas bancarias. Los consejeros más cercanos de Roosevelt eran del ámbito de la élite bancaria, gente que se animaba a prohibir la exportación de oro y a confiscar el oro del pueblo estadounidense. Esto se hizo de forma que el oro permanecería en las arcas de los grandes bancos, mientras la Fed inyectaba papel moneda en el mercado. George Harrison, Bernard Baruch y Paul Warburg decidieron esencialmente las primeras políticas bancarias de Roosevelt, ay que “Roosevelt ni siquiera pretendía entender de todo las sutilezas de las finanzas internacionales” (p. 458). Aunque el propio FDR no comprendiera las prácticas bancarias, se implantaron en su nombre políticas que pretendías salvar bancos y proporcionar seguridad al sector bancario, mientras otros sectores en todo el país estaban quebrando rápidamente.

Críticas públicas

En la década de 1930 estaba apareciendo crítica política, en EEUU y en Europa, sobre las maquinaciones secretas de estos poderosos “señores de las finanzas”. Este aumento de la crítica provenía principalmente de políticos buscando una cabeza de turco a la que echar la culpa del deterioro de las condiciones económicas.

Banqueros y financieros, los héroes de la década anterior, se convertían ahora en la gente a fustigar. Nadie resultaba un objetivo mejor que Andrew Mellon. (…) El propio Mellon se encontró acusado de corrupción, de conceder desgravaciones ilegales a empresas en las que tenía intereses, de favorecer a sus propios bancos y conglomerado del aluminio en las decisiones del Tesoro. (…) Durante las correspondientes investigaciones, resultó que había utilizado a expertos fiscales del Tesoro para que le ayudaran a reducir sus impuestos personales y que había hecho un uso liberal de regalos ficticios como dispositivo para evadir impuestos. Al ser un miembro de Consejo de la Reserva Federal, se le obligaba a desinvertir en acciones bancarias, cosa que había cumplido, salvo por el hecho de que había transferido las acciones a su hermano. (pp. 439-440)

El Comité Bancario del Senado también descubrió:

Que Albert Wiggins, presidente de Chase había vendido a corto las acciones de su banco en lo alto de la burbuja y había obtenido 4 millones de dólares de beneficio cuando se desplomó durante el crash; que Charles Mitchell, el viejo “Sunshine Charlie,” del National City Bank, había prestado 2,4 millones de dólares a cargos del banco sin ninguna garantía para ayudarles a sostener sus acciones después del crash, solo se devolvió un 5%; que el propio Mitchell, a pesar de ganar 1 millón de dólares anuales, había evitado el impuesto federal de la renta vendiendo a pérdida sus acciones bancarias a miembros de su familia y recuperándolas después; que J.P. Morgan no había pagado un centavo de impuesto de la renta en los tres años que iban de 1929 a 1931. (pp. 440-441)

Relevancia moderna

Los nombres han cambiado pero los señores modernos de las finanzas harían enorgullecerse a sus antepasados. Los presidentes continúan rodeándose con gente de Wall Street. Hay quien podría argumentar que los ejecutivos de Goldman Sachs entienden mejor nuestro sistema financiero y son una alternativa lógica para aconsejar a estos presidentes e influir en la política de la Reserva Federal. Lo que también está claro es que estos mismos banqueros ha maniobrado deliberadamente cerca de la Fed y el gobierno federal para influir y beneficiarse de sus políticas. Desde la creación de la Fed en 1913, los grandes banqueros han mantenido constantemente relaciones cercanas con la Fed.

La economía académica ortodoxa ha estado dominada durante mucho tiempo por economistas cercanos a los señores de las finanzas. En el libro Lords of Finance, Lord Keynes, él mismo un economista académico, está rodeado y asociado con los banqueros y políticos más influyentes de su tiempo. Se le concedió incluso un puesto en el consejo del Banco de Inglaterra. A finales de 1929, el gobierno británico creó un comité para investigar el muy criticado sistema bancario y la mitad de los 14 miembros eran banqueros y la otra mitad eran empresarios y economistas inflacionistas como Lord Keynes. En el siglo XXI, los señores continuaron promocionando a economistas inflacionistas como Paul Krugman y Larry Summers, que a su vez promueven las agendas de mayor poder para los bancos centrales, más rescates y políticas intervencionistas continuas que benefician a los bancos.

Los economistas ortodoxos hoy echan continuamente la culpa a todo excepto a las políticas inflacionistas de los bancos centrales por la devastación económico producida a lo largo de los últimos 100 años. Los megalómanos (p. 149) dentro y alrededor de los bancos centrales raramente admiten sus errores, a menudo porque sus decisiones están orientadas políticamente, sin dejarles más opción que hinchar la divisa. A principios de la década de 1920, Von Havenstein (jefe del Reichsbank), como Bernanke hoy, no admitía que sus políticas fueran inflacionistas. Culpaba a todos salvo a sí mismo y justo antes de que se produjera la hiperinflación,

Empezó a argumentar que la inflación no tenía nada que ver con él, que él era un espectador pasivo de todo el proceso, que su tarea era sencillamente hacer disponible dinero suficiente para engrasar los mecanismos del comercio y si los negocios requerían un billón de marcos más, entonces su trabajo era asegurarse de que se imprimirían y distribuirían eficientemente por todo el país. (p. 126)

Conclusión

Liaquat Ahamed es un excelente escritor y merece ser alabado por dar a conocer esta historia. Los nombres son conocidos pero poco más se sabe de las vidas de estos señores de las finanzas, estos hombres que han afectado tanto a nuestras vidas a lo largo de sus furtivas manipulaciones. La historia es aún más impresionante debido a la alta consideración del autor en el establishment bancario y quienes lo controlan. Ahamed afirma que se evitó una catástrofe financiera en nuestra reciente crisis financiera (que fue causada por los tipos de interés artificialmente bajos de la Reserva Federal). Tal vez crea que las ‘quiebras bancarias’ son una catástrofe. Sin embargo lo economistas austriacos pueden demostrar que las quiebras bancarias son beneficiosas para una economía en general, ya que ayudan a facilitar rápidamente el proceso de liquidación de malas inversiones.

Aunque Ahamed reconoce que los tipos de interés artificialmente bajos estimularon la burbuja de la década de 1920, no entiende su papel esencial. Aunque reconoce la naturaleza secreta de nuestro sistema bancario y la forma en que los banqueros poderosos se benefician del sistema, pasa por encima de estos hechos como si fueran componentes ineludibles del “capitalismo”, sin darse cuenta de que la banca centralizada es en realidad la antítesis de un sistema de libre mercado.

Ahamed apunta que en 1923

A poca gente podría convencerse para confiar la gestión de las monedas nacionales y valores de las divisas a la discreción de mandarines del tesoro políticos o banqueros centrales. (p. 168)

¿Por qué entonces hay tanta gente dispuesta a hacer justamente esto hoy? Creo que si más ciudadanos fueran conscientes del poder de los banqueros centrales y la naturaleza corrupta del sistema, la gente reclamaría un cambio. El primer paso hacia un cambio real es una explicación más extendida del sistema y su escandalosa historia. Por tanto necesitamos más libros como Lords of Finance.


Publicado el 19 de febrero de 2013. Traducido del inglés por Mariano Bas Uribe. El artículo original se encuentra aquí.

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