Banca y dinero creado

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[Extraído de Theory of Money and Fiduciary Media, editado por Jörg Guido Hülsmann, que conmemora el centenario de la gran obra de Ludwig von Mises, conocida en los países en lengua española como La Teoría del dinero y del crédito]

La explicación de Mises de la política monetaria concluye la segunda parte de su libro, que se ocupa de las causas y consecuencias del valor interno de intercambio del dinero en general. En la subsiguiente tercera parte, se ocupa de las características particulares de la demanda y oferta de medios fiduciarios.

Toda la tercera parte puede leerse como como un largo comentario sistemático y exhaustivo sobre el gran debate del siglo XIX entre la Escuela de la Divisa y la Escuela de la Banca. Sin embargo no tiene la forma de un comentario, sino la de un tratado. Mises acompaña a sus lectores a través de las seis grandes cuestiones bajo debate: (1) la naturaleza del crédito fiduciario, respectivamente la diferencia entre crédito genuino (material) y crédito fiduciario (falso); (2) la cuestión de si la producción de medios fiduciarios tiene algún límite y cuál; (3) la cuestión crucial de si la producción de medios fiduciarios tiende a ser elástica en el sentido de que acomodaría cambios en la demanda de dinero; (4) el papel de la reservas bancarias para mantener la redención de los medios fiduciarios en metálico; (5) la naturaleza desequilibrante de los medios fiduciarios; (6) la política apropiada para ocuparse de ellos.

Mises había anunciado esta explicación ya en el prólogo de la primera edición (no traducido al inglés). Allí escribía que la teoría de la banca estaba en un estado menos satisfactorio que la teoría del dinero (que podía confiar en las obras de Menger y Wieser), aunque los escritos de los economistas clásicos hubieran proporcionado elementos notables, que a su vez habían sido elaborados por la Escuela de la Divisa. El defecto básico de esa escuela era que le faltaba un fundamento sólido: le faltaba la teoría moderna del valor. Mises seguía, declarando:

Algunos de sus errores han sido correctamente criticados por Tooke y Fullarton. Pero lo que estos dos últimos han puesto en el lugar de la teoría de la divisa no es una teoría útil en absoluto. La teoría de la banca no solo contiene errores, se equivoca en todas las formas en que expone el problema.[1]

En la segunda parte del libro, Mises había criticado un importante elemento de la doctrina de la Escuela de la Banca, a saber, su opinión de que los cambios en el atesoramiento de dinero tendían a neutralizar el impacto de los cambios en la oferta monetaria en el nivel de precios y de que por tanto la teoría de la cantidad no se sostenía (ver A160-165). Ahora cerraba el círculo de su crítica, refutando la opinión de Fullarton y J.S. Mill de que poseer un billete de banco significa conceder crédito al banco (A311, C304 y s.), así como la “ley del reflujo” (A355, C342) y otros elementos de la doctrina iniciada por Tooke y Fullarton. Concluía (A408 y s., C383 y s.):

El error fatal de Fullarton y sus discípulos fue haber pasado por alto el hecho de que incluso los billetes de banco convertibles siguen permanentemente en circulación y pueden por tanto  generar un exceso de medios fiduciarios cuyas  consecuencias se parecen a las de un aumento en la cantidad de dinero en circulación. Aunque sea cierto, como insiste Fullarton, que los billetes de banco emitidos como préstamo vuelva n automáticamente al banco después de cumplido el plazo de dicho préstamo, esto sigue sin decirnos nada acerca de la cuestión  de si el banco es capaz de mantenerlos en circulación mediante una prolongación repetida del préstamo. La afirmación que se encuentra en el fondo de la posición adoptada por la Escuela de la Banca, que es que es imposible establecer y mantener permanentemente en circulación más billetes de los que atenderían la demanda pública, es insostenible, pues la demanda de crédito no es una cantidad fija: se expande al caer el tipo de interés y se contrae cuando aumenta el tipo de interés. Pero como el tipo de interés que se cobra por préstamos hechos en medios fiduciarios creados expresamente para ese propósito puede reducirse por los bancos en el primer caso hasta el límite establecido por la utilidad marginal del capital utilizado en el negocio bancario, es decir, prácticamente hasta cero, se desploma toda la construcción edificada por la escuela de Tooke.

Mises continúa diciendo que, en marcado contraste con la sobrevalorada Escuela de la Banca, “las obras de la muy maltratada Escuela de la Divisa tienen mucho más en la vía para ideas útiles y pensamientos fructíferos de lo que se supone habitualmente” (A409, C384).

Él mismo había destacado los defectos de la Escuela de la Divisa con el detalle debido. Sus defensores habían basado su razonamiento acerca de los precios del dinero en una interpretación mecánica de la teoría cuantitativa. Al analizar la producción de medios fiduciarios, habían considerado solo los problemas para grupos independientes de bancos aumentando sus emisiones mientras otros bancos no hicieran lo mismo, olvidando así la cuestión teórica fundamental de si estos problemas podían superarse con una expansión generalizada de la oferta monetaria en todos los bancos al mismo tiempo ( ver A421, C393). Así que fueron incapaces de resolver la cuestión de si el crédito podría ser gratuito, lo que a sus ojos era “el problema principal en la teoría de la banca”.[2]

Sin embargo es más importante que la Escuela de la Divisa había fallado a no reconocer que los depósitos a la vista y los billetes de banco compartían la misma naturaleza económica (ver A438 y s., C407). En otras palabras, había permanecido adherida a la superficie de los fenómenos visibles, mientras que las diferencias esenciales relevantes eran entre sustitutivos ocultos o visibles del dinero, independientemente de su encarnación física.

Pero incluso este defecto esencial “es de poca importancia en comparación con el realizado por el principio de la banca” (A439, C408). Por tanto, desde la primera edición de su libro, Mises apoyaba tanto la aproximación metodológica básica de la Escuela de la Divisa (el análisis comparativo de una divisa puramente metálica en relación con una divisa consistente en medios fiduciarios), así como su prescripción política esencial (detener la creación de más medios fiduciarios). Él mismo desarrolló la teoría de la Escuela de la Divisa y la integró en la aproximación mengeriana. En 1912, como en sus publicaciones posteriores sobre dinero y banca, destacaría la importancia esencial de la Escuela de la Divisa como precursora de su propio pensamiento.

El elemento más conocido que añadió Mises a la construcción teórica de la Escuela de la Divisa fue su teoría del ciclo económico, presentada en un capítulo sobre “Geld, Umlaufsmittel und Zins” (Dinero, medios fiduciarios e interés). Esta teoría era la respuesta de Mises a la cuestión fundamental de si el crédito podía ser gratuito. Fue el logro final de la tercera parte de su libro.

Mises empieza con una explicación de las causas del interés monetario, continuando el análisis empezado en la segunda parte. Su análisis empieza muy notablemente con la concepción de Böhm-Bawerk, según la cual los valores subjetivos intertemporales determinan el tamaño del fondo de subsistencia, que a su vez determina el tipo de interés.[3] Otro punto de partida es la distinción de Wicksell entre interés natural e interés monetario.[4] Mises se centra primero en el impacto del dinero en sentido estricto sobre los tipos de interés, haciendo tres afirmaciones relacionadas: (1) No hay relación constante directa entre la oferta y la demanda de dinero por un lado y el tipo de interés por el otro. (2) Tampoco hay ninguna relación directa entre cambios en las condiciones monetarias y cambios en el tipo de interés.[5] (3) Sin embargo, las condiciones monetarias y el tipo de interés están relacionados directamente porque cambios en la demanda y oferta de dinero afectan a la distribución de rentas y riqueza y por tanto afectan también al tipo de interés. Así que Mises concluye el análisis de las consecuencias sociales de un valor cambiante del dinero, que había empezado en el capítulo 12 (capítulo 6 de la segunda parte).

Después de estas aclaraciones preliminares, pasa a analizar los medios fiduciarios. Aquí plantea la misma pregunta básica que antes, a saber, ¿hay alguna relación entre la oferta y demanda de medios fiduciarios por un lado y el tipo de interés por el otro? Más aún ¿era posible, aumentando la oferta de medios fiduciarios, bajar el tipo de interés hasta cero? En palabras de Mises (A417, B360, C390):

Es indiscutible que los bancos son capaces de reducir el tipo de interés en el crédito que conceden hasta cualquier nivel por debajo de sus gastos de oficina (por ejemplo, el coste de fabricar los billetes, los salarios de su personal, etc.). Si lo hacen, la fuerza de la competencia obliga a otros prestamistas a seguir su ejemplo. Consecuentemente, estaría completamente fuera del poder de los bancos reducir el tipo de interés hasta este límite, siempre que la hacerlo no poner en marcha otras fuerzas que restablecerían automáticamente el tipo de interés al nivel determinado por las circunstancias del mercado de capitales, es decir, el mercado en el que se intercambian bienes presentes y bienes futuros. Al problema que tenemos ante nosotros se califica normalmente son el eslogan “naturaleza gratuita del crédito”. Es el principal problema de la teoría de la banca.

Continúa explicando las tres respuestas principales a esta pregunta que podrían encontrarse en la literatura (ver A418-424). La primera respuesta es la de los mecanismos del dinero, que afirmaba que, en realidad, el crédito podía ser gratuito si la oferta monetaria aumentara lo suficiente. La segunda respuesta era la de la Escuela de la Banca. Su respuesta era decir que el problema no existía. Era imposible aumentar la oferta monetaria por encima de las necesidades del comercio. Por tanto, el tipo de interés no podía bajar hasta cero. La tercera respuesta venía de Knut Wicksell. Este argumentaba () que los bancos comerciales antes o después de preocuparían por la redención de sus emisiones y (b) que como consecuencia del aumento de la oferta monetaria general, el nivel de precios aumentaría y por tanto también el precio del oro. Así que antes o después la gente empezaría a redimir en oro sus medios fiduciarios y los bancos tendrían entonces que dejar de emitirlos. Mises replicaba que el argumento (b) solo afectaba a sistemas de dinero material, pero no a sistemas de dinero fiduciario, y que el argumento (a) contradecía el propio supuesto de Wicksell de que el dinero hubiera sido completamente reemplazado por medios fiduciarios.

La respuesta de Mises era distinta. Argumentaba que el aumento en la oferta de medios fiduciarios conllevaba un desequilibrio intertemporal que ponía a toda la economía en una vía insostenible. En sus palabras:

Pero si el tipo de interés en los préstamos se reduce artificialmente por debajo del tipo natural establecido por el libre juego de las fuerzas que operan en el mercado, entonces los empresarios pueden y están obligados a entrar en procesos más largos de producción.[6]

(…) La situación es la siguiente: a pesar del hecho de que no ha habido ningún aumento en los productos intermedios y no hay posibilidad de alargar el periodo medio de producción, se establece un tipo de interés en el mercado del préstamo que se corresponde con un periodo de producción más largo y así, aunque es inadmisibles e impracticable desde un punto de vista general, un alargamiento del periodo de producción se hace al principio rentable. Pero no cabe la más mínima duda de a dónde llevará esto. Debe llegar necesariamente un momento en el que los medios de subsistencia disponibles para el consumo se agoten aunque los bienes de capital empleados en la producción no hayan sido aún transformados en bienes de consumo. Este tiempo debe llegar aún más rápido porque la caída del tipo de interés debilita el motivo para ahorrar y así ralentiza el ritmo de acumulación del capital. Los medios de subsistencia resultarán insuficientes para mantener a los trabajadores durante todo el periodo del proceso de producción en el que se ha entrado.[7]

Por tanto, antes o después será imposible continuar los proyectos de inversión que se han iniciado bajo el impacto de la expansión inicial de la oferta monetaria. Posteriores expansiones, aunque se sigan con la mayor determinación, solo pueden retrasar, pero no impedir el estallido final de la crisis (ver A436, B375, C404).

A la vista de estas consideraciones, Mises llega a apoyar sus conclusiones políticas en el último capítulo de la tercera parte de su libro, ocupándose de la “Limitación legal de la emisión de medios fiduciarios y de la política de descuento”, así como en la cuarta parte final dando un “Visión general del futuro del dinero y los medios fiduciarios”.[8] Lo esencial de su postura es la recomendación de prohibir la emisión de cualquier medio fiduciario adicional.

Mises no recomienda prohibir todos y cada uno de lo medios fiduciarios, sino solo más emisiones. La razón es que la desaparición de un día para otro de todos los medios fiduciarios tendría un muy fuerte impacto deflacionista en el nivel de precios y por tano en la distribución de renta y riqueza (ver A376-379).

Mises se opone a más emisiones de medios fiduciarios, primero porque llevan a inflación de precios y por tanto también a una redistribución de rentas y riqueza; segundo, y más importante, porque llevan inevitablemente a ciclos malgastadores de auge-declive y, de hecho, a la destrucción definitiva del sistema monetario y bancario.[9] Recomienda prohibir esas emisiones adicionales porque no piensa que la competencia entre bancos de reserva fraccionaria sea un baluarte suficiente contra la expansión virtualmente ilimitada de los medios fiduciarios. Reconoce que la competencia ralentiza esta expansión:

Mientras los bancos no lleguen a un acuerdo entre ellos respecto de la extensión del crédito, la circulación de medios fiduciarios de hecho puede aumentar lentamente, pero no puede aumentarse a toda velocidad. Cada banco individual solo puede dar un pequeño paso adelante y debe luego esperar hasta que los otros hayan seguido su ejemplo. Todo banco está obligado a regular su política de intereses de acuerdo con la de los demás.[10]

Sin embargo los bancos tienen un fuerte interés propio en llegar a un acuerdo. En la práctica, la coordinación entre bancos comerciales ha sido promovida por gobiernos y bancos centrales. Pero incluso sin ese apoyo político, los bancos habrían llegado en todo caso a un acuerdo.[11] Las implicaciones a largo plazo son patentes: La cantidad de medios fiduciarios en circulación no tiene límites naturales. Si por alguna razón se desea que se limiten, deben limitarse por algún tipo de intervención humana deliberada, es decir por política bancaria” (A360, C346). Mises recomienda por tanto una reforma monetaria en el espíritu de la Ley de Peel, con el objetivo explícito de suprimir “toda emisión adicional de medios fiduciarios”. En sus palabras: “La idea básica de la Ley de Peel tendría que restaurarse e implantarse más completamente de lo que estuvo en la Inglaterra de su tiempo incluyendo la emisión de crédito en forma de balances bancarios dentro de la prohibición legislativa” (A473, B418, C447). Ese fue su balance y conclusión desde la primera edición alemana de 1912 hasta la última edición estadounidense de 1953.



[1] AIV. El texto original: “Manche ihrer Fehler sind von Tooke und Fullarton mit Recht getadelt worden. Aber das, was diese beiden an die Stelle der Currency-Theorie gesetzt haben, ist mit nichten eine brauchbare Theorie. Die Banking-Theorie enthält nicht nur Irrtümer, sie fehlt schon in ihrer Problemstellung”.

[2] A417, C390. Mises menciona la circunstancia que explica este olvido: La Escuela de la Divisa y la Escuela de la Banca estaban de acuerdo entre ellas en que no podía haber un crédito gratuito. Ver A406 y s., C381.

[3] Ver A410, A412, A415-417, A428-430.

[4] Esta distinción es una de los conceptos centrales a los que Mises se refiere constantemente a lo largo del libro. Ver pp. A80, A145, A353, A358, A358, A419, A422, A429, A430 y s., A432, A435 y s., A445, A452.

[5] La única excepción se refiere al dinero material. Aquí un aumento en la demanda de dinero tiende a conllevar aumentos en el tipo de interés, pero Mises indica que este hecho no tiene importancia en la práctica. Para una reinterpretación más reciente de la importancia de este hecho, ver J.G. Hülsmann, “The Demand for Money and the Time Structure of Production,” Hülsmann y Kinsella, eds., Property, Freedom, and Society: Festschrift for Hans-Hermann Hoppe (Auburn, Ala.: Mises Institute, 2009); Dan Mahoney, “Free Banking and the Structure of Production: A Contrast of Competing Banking Systems”, Libertarian Papers 3, nº 14 (2011).

[6] A428 y s., B369 y s, C399.

[7] A430 y s. En la segunda edición, modificaba el argumento respecto de la naturaleza de la imposibilidad de alargar artificialmente  el periodo de producción. Indicaba: “y así, aunque sea en último término inadmisible e impracticable, un alargamiento del periodo de producción promete entretanto ser rentable” (C399). El exto orginal de la segunda edición: “damit wird die Verlängerung der Produktionsperiode, obwohl in letzter Linie unzulässig und undurchführbar, zunächst scheinbar rentabel” (B371). El texto orginal de la primera edición es: “damit wird die Verlängerung der Produktionsperiode, obwohl volkswirtschaftlich unzulässig und undurchführbar, privatwirtschaftlich zunächst rentabel” (A430). Así que mientras que Mises argumentaba al principio que las expansiones artificiales de la oferta monetaria conllevaban una contradicción entre posibilidades generales y la evaluación individual de estas posibilidades, posteriormente argumentó que conllevaba temporalmente beneficios ilusorios. Está claro que esta nueva argumentación es problemática, porque no todos los beneficios en la fase de auge son ilusorios. La principal motivación detrás del cambio de argumento parece ser la intención general de Mies, en la segunda edición, de eliminar todas las referencias a un punto de vista general o macroeconómico (volkswirtschaftlich), para destacar el individualismo metodológico y negar la posible existencia de posibles contradicciones entre intereses individuales y el bien común. Así encontramos en el nuevo capítulo sobre “la política monetaria del estatismo” la siguiente declaración: “En este caso, como en todos los demás en que se hacen afirmaciones similares, no es verdad que exista una oposición entre los intereses del individuo y los intereses de la comunidad” (B240, C290).

[8] El título del capítulo se ha cambiado posteriormente a “Problemas políticos prebélicos respecto de los medios fiduciarios” (Probleme der Umlaufsmittelpolitik in der Zeit vor dem Kriege; traducción al inglés:  “Problemas de la política crediticia antes de la guerra”). La cuarta parte final de la primera edición (A467-476) se ha eliminado posteriormente e integrado en las páginas finales del último capítulo de la tercera parte.

[9] “Sería un error suponer que la organización moderna de los intercambios esté condenada a continuar existiendo. Lleva en sí mismo el germen de su propia destrucción: el desarrollo del medio fiduciario debe necesariamente llevar a su quiebra” (A472, B419, C448).

[10] A444, C411. Ver también A360, A420 y A425.

[11] “Sabemos (…) que todos los bancos emisores de crédito se aventuran a extender lo más posible su circulación de medios fiduciarios y que los únicos obstáculos en su camino actualmente son las prescripciones legales y las costumbres empresariales respecto de la cobertura de billetes y depósitos, no ninguna resistencia por parte del público” (A426, C397).


Publicado el 15 de marzo de 2013. Traducido del inglés por Mariano Bas Uribe. El artículo original se encuentra aquí.

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