[Extraído de Theory of Money and Fiduciary Media, editado por Jörg Guido Hülsmann, que conmemora el centenario de la gran obra de Ludwig von Mises, conocida en los países en lengua española como La Teoría del dinero y del crédito]
La segunda parte de la Theorie des Geldes und der Umlaufsmittel se ocupa del “valor del dinero” (Geldwert). Esta expresión es taquigrafía para el engorroso concepto mengeriano del “valor interno de intercambio del dinero”.[1] Siguiendo a los economitas clásicos y a Thomas Malthus en particular, Menger desarrollaba su análisis monetario empezando por el fenómeno concreto de los precios del dinero.[2] Sostenía que este último estaba determinado directamente por cuatro factores: la demanda y oferta de los bienes no monetarios que se intercambian por dinero y la demanda y oferta del propio dinero. Los cuatro factores se combinan para llegar al poder adquisitivo del dinero (PAD) en concreto, a lo que Menger llamaba el “valor externo de intercambio” (äusserer Tauschwert) del dinero. Pero desde un punto de vista analítico era posible distinguir las condiciones monetarias (demanda y oferta de dinero) y llamar a su impacto en el PAD el “valor interno de intercambio” (innerer Tauschwert). Conceptualmente, según Menger, era incluso posible estabilizar este último, mientras que la estabilización del PAD presuponía controles globales de precios por parte del gobierno.[3]
Algo reticentemente, Mises sigue esta terminología.[4] Fue una decisión funesta. Con ella llegó el pesado bagaje del foco analítico en el valor de intercambio del dinero. Con ella llegó también el desafortunado foco en la posible estabilidad de las condiciones monetarias. Y por fin, pero no menos importante, se arriesgaba a traer una completa confusión a los lectores de Mises, especialmente los que conocieron su pensamiento solo a través de la edición inglesa, pues el matiz de la distinción entre el valor de intercambio del dinero y el valor “interno” de intercambio del dinero se eliminó en esa edición. Como consecuencia, el vocabulario mengeriano-misesiano (especialmente “inflacionismo”, “política monetaria”, “inflación” y “deflación”) se tradujeron de manera inapropiada.
Así, Mises define la inflación como “un aumento en la cantidad de dinero (en el sentido amplio del término, incluyendo así también a los medios fiduciarios), que no se ve compensada por un aumento correspondiente en la necesidad de dinero (de nuevo en el sentido amplio del término), de forma que deba producirse una caída en el valor interno objetivo de intercambio del dinero”.[5] El mismo problema atañe al último capítulo de la segunda parte de su libro (la que se ocupa de la “política monetaria”), en el que Mises estudia las intervenciones públicas pensadas para influir en el valor interno de intercambio del dinero. De hecho, el título alemán original de ese capítulo es Geldwertpolitik (Política pensada para influir en el valor del dinero) y mises la define así: “Las cuestiones de política de divisa son cuestiones del valor objetivo interno de intercambio del dinero”.[6]
Causas y consecuencias del valor del dinero
Mises encontraba que la literatura tradicional sobre el poder adquisitivo del dinero (PAD) se había centrado exclusivamente en analizar el impacto de los cambio en la oferta y demanda de dinero. Pero antes incluso de ocuparse de esta cuestión era necesario explicar el nivel de PAD en primer lugar. Solo en un segundo paso podía uno dedicarse a explicar la transición de un nivel a otro. Mises proporcionó esta análisis fundacional que faltaba, destacando el papel central del valor subjetivo del dinero y formulando lo que llamaría posteriormente el “teorema de la regresión”. Argumentaba que el PAD está directamente determinado por el valor subjetivo del dinero, es decir, la importancia relativa del dinero comparada como los bienes no monetarios por los que se intercambiaba, a los ojos de todos los participantes en estos intercambios. Así que el valor subjetivo del dinero explica el nivel de equilibrio del PAD.
Mises refutaba las objeciones formuladas por Wicksell y Helffering contra la misma posibilidad de esta aproximación, destacando que habían analizado el PAD desde un punto de vista general, mientras que el proceso de precios solo podía entenderse adecuadamente adoptando el punto de vista subjetivo de los participantes en el intercambio. La aproximación subjetivista no dejaba de tener problemas. La dificultad central era la interdependencia entre el valor subjetivo del dinero (VSD) y el PAD. El dinero era valioso porque tenía poder adquisitivo, pero el poder adquisitivo derivaba del VSD. Esto parecía un caso de razonamiento circular, no un análisis causal. Pero Mises pudo resolver este problema desarrollando una explicación que encontró en Wieser: VSD y PAD no se determinan uno a otro simultáneamente (lo que habría impedido un análisis causal), sino diacrónicamente. El VSD de hoy determina el PAD de hoy, que a su vez determina el VSD de mañana que determina el PAD de mañana, etc.[7]
Mises procedía luego a analizar las consecuencias de los cambios en demanda y oferta de dinero. Primero se ocupaba de su impacto en los precios en dinero, especialmente el nivel de precios y luego de su impacto en la producción y distribución de riqueza y renta. Concluía esta parte del libro explicando las implicaciones políticas de sus conclusiones. Destaquemos por nuestra parte sus principales contribuciones.
Respecto del impacto de los cambios en la demanda y oferta de dinero en el nivel de precios, Mises hacía tres contribuciones. Primero, ofrecía una interpretación subjetivista de la teoría cuantitativa de dinero, argumentando que la oferta monetaria y el nivel de precios estaban correlacionados positivamente, pero destacando al mismo tiempo que esta relación no era mecánica. No había relación cuantitativa fija entre una variación X% de la oferta monetaria y una variación Y% del nivel de precios.
Segundo, luegoMises ofrece una crítica profunda de las variantes más importantes de la rígida teoría cuantitativa tradicional, refutando las ideas de Hume, Mill y Fisher. Lo más notable es que argumentaba que, incluso si uno asumía ficticiamente que aumentos en la existencia de dinero no tenía ningún impacto en la distribución de riqueza y renta, esos aumentos seguirían modificando las escalas de valor y por tanto conllevando una estructura diferente de precios que una que hibera existido antes. Aunque el valor marginal del dinero disminuiría para cada individuo, no disminuiría en exactamente la misma proporción.[8] Otra vez, la teoría cuantitativa mecánica tampoco es aplicable. En la edición de 1924 (C168, B 126 y s.), mises añadía un párrafo adicional para aclarar esta argumentación:
Si comparamos dos sistemas económicos estáticos, que no difieran entre sí excepto en que en uno hay el doble de dinero que en el otro, parece que el poder adquisitivo de la unidad monetaria en un sistema debe ser igual a la mitad del de la unidad monetaria del otro. Sin embargo no podemos concluir de esto que doblar la cantidad de dinero debe llevar a dividir por la mitad el poder adquisitivo de la unidad monetaria, pues toda variación en la cantidad de dinero introduce un factor dinámico en el sistema económico estático. La nueva posición de equilibrio estático que se establezca cuando se completen los efectos de las fluctuaciones puestas así en marcha no puede ser la misma que la que existía antes de la introducción de una cantidad adicional de dinero. Consecuentemente, en el nuevo estado de equilibrio las condiciones de demanda de dinero, dado un cierto valor de intercambio de la unidad monetaria, serán asimismo diferentes. Si el poder adquisitivo de cada unidad de la cantidad doble de dinero fuera de la mitad, la unidad no tendría el mismo significado para cada individuo bajo las nuevas condiciones del que tenía en el sistema estático antes del aumento en la cantidad de dinero. Todos los que atribuyen a variaciones en la cantidad de dinero un efecto proporcional inverso en el valor de la unidad monetaria están aplicando a condiciones dinámicas un método de análisis que es apropiado solo para condiciones estáticas.
Tercero, explicaba varias complicaciones, considerando más notablemente el impacto de cambios en el demanda de dinero en el PAD (olvidado en la teoría tradicional), así como las diferencias de precio inter-locales (negaba que pudieran existir en equilibrio) y la teoría de los tipos de cambio (resucitaba el teorema de la paridad de poder adquisitivo de Ricardo).
Mises aquí también tocaba brevemente el impacto de cambios en la demanda y oferta del dinero en los tipos de interés, pero no presentaba aún sus opiniones sobre la materia, lo que le habría llevado a explicar su teoría del ciclo económico en esta segunda parte del libro (donde pertenecía en realidad desde un punto de vista sistemático). Simplemente apunta que, tradicionalmente, el problema del poder adquisitivo del dinero había sido completamente olvidado en los intercambios intertemporales, tanto por teóricos como por inversores y otros practicantes.[9]
Mises procedía a estudiar el impacto de los cambios en la demanda y oferta de dinero en la producción y distribución de riqueza y renta. Aquí destacaba desde el principio y luego repetidamente a lo largo del resto del libro que no hay relación entre la oferta de dinero y la producción agregada. Los aumentos en la oferta monetaria no estimulan y las disminuciones de la oferta monetaria no obstaculizan la producción de riqueza. La primera vez que señala esto es en el contexto de su explicación de las diferencias generales entre el dinero y todos los demás bienes. Aquí dice:
Ambos cambios en la cantidad disponible de bienes de producción o de bienes de consumo y cambios en la cantidad disponible de dinero implican cambios en valores, pero mientras que los cambios en el valor de los bienes de producción y bienes de consumo no mitigan la pérdida o reducen la ganancia de satisfacción resultante de los cambios en su cantidad, los cambios en el valor del dinero se acomodan de tal manera a la demanda de este que, a pesar de los aumentos o disminuciones en su cantidad, la posición económica de la humanidad sigue siendo la misma. Un aumento en la cantidad de dinero no puede aumentar más el bienestar de los miembros de una comunidad de lo que puede disminuirlo una disminución de la misma.[10]
Así que desde el principio apunta tres cosas esenciales. Una, la oferta monetaria real (el poder adquisitivo agregado de todos los balances de efectivo) tiende a ajustarse a la demanda real de balances de efectivo. Dos, como consecuencia, la oferta nominal de dinero es irrelevante para los servicios proporcionados por el dinero. Tercero, como consecuencia posterior, los cambios en la oferta monetaria nomina son igualmente relevantes para esos servicios. Solo bajo circunstancias excepcionales podría un aumento en la oferta monetaria nominal, directa o indirectamente, producir ventajas desde el punto de vista general. Los aumentos en la oferta monetaria normalmente no tienden a aumentar la oferta de bienes de consumo (ver A227, A335). Solo tienen un impacto en la distribución de esos bienes. Misess reiteraba este punto una y otra vez como punto de partida para toda reflexión sobre los efectos sociales del dinero.[11]
Sin embargo, Mises destacaba casi en el mismo momento que cualquier cambio en las condiciones monetarias (demando y oferta de dinero) afecta a la distribución de renta y riqueza. En otras palabras, aunque no hay relación causal entre en nivel de la oferta monetaria por un lado y la producción agregada por otro, cualquier cambio en ese nivel y cualquier cambio en la demanda de dinero conlleva una redistribución de rentas reales y por tanto a una redistribución de la riqueza. La razón es que cualquier cambio como ese no afecta a todos los precios al mismo tiempo y en el mismo grado. Por ejemplo, los primeros usuarios de un las unidades monetarias recién producidas tienden a ganar en ingreso real a costa de usuarios posteriores, porque pueden gastar estas nuevas unidades de inmediato, mientras su poder adquisitivo es todavía relativamente alto, mientras que los usuarios posteriores tienen que gastarlas cuando su poder adquisitivo ya ha disminuido algo. Estas relaciones causales también funcionan en el campo internacional y afectan a los patrones de comercio y flujos de capital.
Basándose en estos elementos, Mises concluye la segunda parte de su Theorie des Geldes und der Umlaufsmittel con una profunda explicación de la naturaleza y ámbito de la política monetaria. Empieza distinguiendo entre política monetaria tradicional y moderna (A246, B200). El intervencionismo tradicional, que incluía principalmente la depreciación de las monedas de plata y oro, tenía una motivación puramente fiscal. Por el contrario, la política monetaria moderna no tiene necesariamente esa motivación. Más bien, lo característico es la hipótesis de que cambios en el “valor objetivo interno de intercambio del dinero” (VOIID), especialmente un VOIID decreciente, son beneficiosos. La explicación de por qué son beneficiosos varía de un autor a otro, pero la convicción común es que existen esos beneficios.[12] Así que la política monetaria desde el principio se cruza con la economía clásica al estilo de Ricardo, que rechazaba la idea de que el valor del dinero tuviera algo que ver con la riqueza de las naciones. La política monetaria moderna busca perseguir sus objetivos modificando la oferta monetaria. Esto presupone que la modificación de la oferta monetaria es técnicamente factible para empezar. Por tanto se deduce que la herramienta más importante de la política monetaria moderna es la elección de tipo de dinero a utilizar dentro del país. En palabras de Mises:
En instrumento principal de política monetaria a disposición del estado es la explotación de su influencia en la elección del tipo de dinero. Se ha demostrado antes que la posición del estado como controlador de la acuñación y como emisor de sustitutivos del dinero le ha permitido en tiempos modernos ejercer una influencia decisiva sobre individuos en su elección del medio común del intercambio. Si el estado usa sistemáticamente su poder para obligar a la comunidad a aceptar un tipo concreto de dinero cuyo empleo desea por razones de política monetaria, entonces está en realidad llevando a cabo una medida de política monetaria. (…) Si un país tiene un patrón metálico, entonces la única medida de política monetaria que puede llevar a cabo por sí mismo es cambiar a otro tipo de dinero. Es otra cosa con el dinero de crédito y el dinero fiduciario.[13]
El resto del capítulo sobre política monetaria ha sufrido los cambios más importantes en la segunda edición. Destacaremos estos cambios en una sección posterior. En lo que sigue veremos más de cerca el flujo de su argumento inicial, tal y como se presentaba en la primera edición.
Política diseñada para influir en el valor del dinero
En la primera edición, Mises se había aproximado a la práctica real de la política monetaria de una manera muy peculiar. Su explicación se desarrolla en buena parte desde un punto de vista histórico y las conclusiones políticas casi parecen generalizaciones del registro empírico. Esta aproximación estaba probablemente motivada por el hecho de que el libro se suponía que le daría una habilitación. Mises tenía que demostrar un conocimiento completo de los aspectos históricos de su campo. Pero también tenía que evitar enfrentarse a sus examinadores. Una aproximación abiertamente teórica (en línea con los capítulos previos, así como con los posteriores) habría hecho contrastar fuertemente sus conclusiones políticas libertarias y por tanto podría haber comprometido su éxito. Como consecuencia, el capítulo trece de la primera edición contrasta en estilo y contenido con el resto del libro. En estas páginas, Mises escribe más como Adam Smith que como Ricardo. El resultado es agradable de leer y contiene muchas perlas intelectuales. En lo que sigue, me centraré principalmente en los elementos pertenecientes al análisis causal.
En las secciones 3 y 4 del capítulo 13 (§§3 y 4 de la segunda parte en las ediciones alemanas) Mises presentaba un análisis muy detallado de la historia de las políticas deflacionistas (“restriccionistas”) e inflacionistas. Se centraba especialmente en el siglo XIX, así como en la historia del pensamiento relacionada con esas políticas. Mises se ocupa primero de las políticas deflacionistas de Austria-Hungría (sección 3, A251-258) y luego da una explicación teórica de la impopularidad de dichas políticas en general.[14] Argumentaba que la falta de popularidad de dichas políticas se debía esencialmente a dos factores. Uno, las políticas deflacionistas se aplican normalmente solo a una parte de la economía mundial, pero esto implica que disminuirán las exportaciones de este país, mientras que aumentarán las importaciones: un resultado altamente impopular. Dos, dichas políticas no son ventajosas para las clases dirigentes. Más bien benefician a los acreedores y “las políticas que favorecen a los acreedores a costa de los deudores nunca han sido populares. Los prestamistas de dinero se han considerado odiosos, en todo momento y por todos los pueblos”.[15]
Luego (sección 4) pasa a la historia de las políticas inflacionistas, ocupándose primero del caso de Inglaterra (A264-268), luego de las colonias británicas en América y de los Estados Unidos (A268-276) y finalmente de la Europa continental (A276-279). Notablemente, Mises apenas menciona las motivaciones para estas políticas, considerándolas indignas de explicación. Por el contrario, destaca que la fuerza motriz real de dichas políticas en realidad no se encuentra en argumentos teóricos, sino más bien en el estímulo observado en la economía que resultaba de ellas (A267).
Continúa (sección 5) explicando la defensa del inflacionismo y empieza con la observación de que tal política no funciona para siempre, pues sus efectos son solo temporales (A279 y s.). Es por tanto necesario reducir constantemente el VOIID para conseguir los objetivos deseados. Pero esto no es posible en la práctica, por tres razones (A280-286). Una, el conocimiento necesario acerca de las relaciones causales cuantitativas no existe. Dos, una política inflacionista excitará invariablemente los apetitos de los grupos de intereses especiales y por tanto se llevará a niveles exagerados. Tres una política así conllevaría desventajas con respecto a relaciones económicas internacionales.
El resultado parece sugerir que la política monetaria ideal debería buscar estabilidad el VOIID.[16] Pero Mises rechaza esa conclusión con cuatro argumentos interrelacionados (A278 y s.). Uno, dicha política solo podría llevarse a cabo con la ayuda de dinero fiduciario y requeriría intervenciones permanentes. Dos, el conocimiento cuantitativo necesario para llevarla a cabo no existe. Tres, los grupos de intereses especiales tratarían constantemente de explotar esta falta de conocimiento en su beneficio. Cuatro, la política inflacionista invita al abuso por parte del estado.
¿Cuál es entonces la mejor política monetaria? Mises presenta una solución sorprendente (sorprendente porque nada en sus argumentos precios la había anticipado). Argumenta que a la vista de sus consideraciones previas “el estado debería al menos refrenarse en ejercer ningún tipo de influencia en el valor del dinero. Un dinero metálico, el aumento o disminución de la cantidad de metal disponible que sea independiente de la intervención humana deliberada, se está convirtiendo en el ideal monetario moderno”.[17] Añade: “La importancia de seguir un sistema de moneda metálica reside en la libertad del valor de la moneda frente a la influencia del estado que garantiza un sistema así”.[18]
Publicado el 13 de marzo de 2013. Traducido del inglés por Mariano Bas Uribe. El artículo original se encuentra aquí.