La caída de la Confederación de Nueva Inglaterra

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[Conceived in Liberty (1975)]

La restauración de la Corona en mayo de 1660 fue un acontecimiento catastrófico para Nueva Inglaterra. La destrucción de la Revolución Puritana había acabado y la madre patria podía ahora dedicar toda su atención al estado de las colonias americanas. Desde el punto de vista del rey, las colonias del sur estaban satisfactoriamente en orden: Virginia, siempre con simpatías realistas, ya había restaurado el gobernador real, Berkeley, a su puesto y los Calvert habían vuelto a controlar rápidamente Maryland.

Pero en el norte las colonias de Nueva Inglaterra eran caóticas. Ninguna colonia tenía un gobernador real; todas se autogobernaban y tres (Rhode Island, New Haven y Connecticut) ni siquiera tenían una concesión apropiada. Connecticut y New Haven no tenían ninguna concesión en absoluto y la somera concesión de Rhode Island la había otorgado el Parlamento de la Commonwealth y por tanto difícilmente podía considerarse válido por parte de la restaurada Corona. Y aunque Carlos II en su declaración de Breda, precediendo la Restauración, había prometido libertad religiosa, ninguna de las colonias puritanas o disidentes de Nueva Inglaterra preveía un trato amable.

Tampoco se reafirmó a las colonias de Nueva Inglaterra con la condena inglesa de los implicados en la muerte de Carlos I. De los implicados, 14 fueron ejecutados, incluyendo a Henry Vane y Hugh Peter, 25 condenados a prisión perpetua y muchos otros se exiliaron o fueron excluidos de cargos públicos. Dos de los regicidas, Whalley y Goffe, escaparon a Nueva Inglaterra, donde fueron protegidos y se convirtieron en objeto de quejas constantes del gobierno inglés, que estaba convencido de que los dos estaban conspirando para restaurar la Commonwealth.

La noticia de la Restauración se recibió de hecho como una calamidad en Nueva Inglaterra, ya que significaba al menos el fin de la república puritana, que había tratado a estas colonias casi como aliados autogobernados. Típico de la respuesta de Nueva Inglaterra a la Restauración fue el comentario de Roger Williams: “La prostituta sangrienta aún no ha bebido suficiente sangre de los santos”. Pero las colonias de Nueva Inglaterra decidieron prudentemente reconocer al gobierno de la Restauración: Rhode Island en octubre de 1660, Connecticut y New Haven en marzo y junio de 1661 y Massachusetts siguiéndoles a todas en agosto de 1661.

Lo más importante para las tres colonias de Nueva Inglaterra sin concesión era conservar su autogobierno obteniendo concesiones reales. Connecticut, una de las tres, decidió aprovechar la ocasión para anexionarse parte o la mayoría del territorio de sus vecinos. Se envió a John Winthrop Jr. a Londres como agente de Connecticut para tratar de anexionarse toda Rhode Island, New Haven e incluso Nueva Holanda al oeste, aún en manos de los holandeses. Si no podía apropiarse de toda Rhode Island, entonces Connecticut trataría al menos conseguir las tierras de los narragansett, aproximadamente un tercio de la actual Rhode Island (el territorio al suroeste de Warwick y al oeste de la Bahía de Narragansett.

Winthrop ansiaba especialmente adquirir las tierras de los narragansett, al ser el socio principal de la Atherton Company de Massachusetts, especuladores cuyas reclamaciones arbitrarias de la tierra estaban respaldadas por Connecticut. Este respaldo era bastante comprensible: la Atherton Company se había creado recientemente, en 1659 y se había dedicado a una compra espuria de las mejores áreas de la tierra de los narragansett, junto a la Boston Neck, al jefe de los indios narragansett. Luego Winthrop había procedido a utilizar su poder como gobernador de Connecticut para aumentar grandemente las posesiones para sí y para sus socios. En el otoño de 1660, Winthrop indujo a la Confederación de Nueva Inglaterra a ordenar a los indios narragansett que pagar una enorme multa en wapums como indemnización por varios disturbios en las regiones limítrofes. La generosa alternativa ofrecida a los indios fue hipotecar todas las tierras de los narragansett ante el gobierno de Connecticut. El capitán Humphrey Atherton, un socio importante de la Atherton Company, pagaría a su vez generosamente la multa india, siempre que Connecticut transfiriera la hipoteca de las tierras de los narragansett a la compañía. Tramando esta vía de artimañas y coacción, la Atherton Company consiguió adquirir un derecho (no reconocido por Rhode Island) sobre las tierras de los narragansett de Rhode Island. Solo la jurisdicción de Connecticut, dirigida por el propio miembro de la empresa Winthrop podía conceder el territorio a la empresa.

Las intenciones de Connecticut sobre New Haven también quedaron claras antes de que Winthrop llegara a Londres. Había enviado un mensaje arrogante a esta última colonia a principios de 1661, afirmando “nuestro propio derecho real y verdadero a aquellas partes del territorio en las que estáis asentados, tanto por conquista como compra y posesión”.

Winthrop, mediante una juiciosa distribución de dinero en Londres, consiguió obtener para Connecticut una concesión real en mayo de 1662. La concesión confirmaba los poderes de autogobierno de Connecticut y dejaba intacta su estructura política, excepto en que restringía la franquicia completamente a hombres libres de la colonia. La concesión real otorgaba a Connecticut todo el territorio al oeste de la Bahía de Narragansett y al sur de Massachusetts. Así, el territorio de Rhode Island se redujo a la diminuta área del asentamiento existente y se eliminó completamente la colonia de New Haven (cuya existencia no fue ni siquiera mencionada por Connecticut en sus negociaciones en Londres).

Es bastante probable que el nuevo gobierno inglés, en la confusión del momento, nunca hubiera oído hablar de la colonia de New Haven y que su concesión del territorio de New Haven a Connecticut fuera completamente inconsciente. El problema era que New Haven, una colonia en decadencia con una economía en declive, se sentía demasiado pobre como para permitirse el gasto de mantener un agente en Londres y creía que Connecticut o Massachusetts, sus hermanas en la Confederación de Nueva Inglaterra, mirarían por sus intereses. Para su fortuna, Rhode Island sí tenía un agente en Londres para defender sus intereses. El Dr. John Clarke había permanecido allí después de la vuelta de Roger Williams a Rhode Island hacía años. Cuando Carlos II ascendió al trono, Clarke había pedido una nueva concesión para Rhode Island, destacando su gran principio de “libertad de alma” o de conciencia y recalcando astutamente la similitud de ese principio con las opiniones de Carlos en su Declaración de Breda.

Tan pronto como Clarke supo de la agresiva concesión de Connecticut obtenida por Winthrop, apeló al rey para una concesión y una revisión del documento de Connecticut, que había “engullido injuriosamente hasta la mitad de nuestra colonia”. En respuesta, Edward Hyde Clarendon, el lord canciller, bloqueó la concesión de Connecticut y estalló la disputa entre Winthrop y Clarke, con Winthrop continuando en su insistencia en que los terrenos de los narragansett pertenecían a Connecticut.

Finalmente sometieron la disputa a cinco árbitros, que concedieron todos los terrenos de los narragansett a Rhode Island; el río Pawcatuck iba a ser la frontera occidental de esta, como constaba en la patente original de Rhode Island de 1644. El laudo, sin embargo, también preveía que la Atherton Company era libre de cambiar la jurisdicción sobre su territorio a Connecticut. La propiedad personal de John Winthrop Jr. sobre Fishers Island, en la frontera, también se dio cuidadosamente a Connecticut. Con Winthrop y Clarke aceptando ambos la resolución en abril de 1663, Winthrop se unió en el apoyo a una concesión real para Rhode Island. Finalmente, en julio de 1663, la Corona otorgó su concesión a Rhode Island como colonia autogobernada, incluyendo los terrenos de los narragansett.

Particularmente notable en la concesión era la garantía explícita de libertad religiosa para Rhode Island:

Ninguna persona dentro de dicha colonia ha de ser de todas formas molestada, castigada, perturbada o puesta en cuestión por cualquier diferencia de opinión en asuntos de religión y no se alterará en la práctica la paz civil.

Además, Rhode Island estaba protegida ante una invasión por Massachusetts por las garantías de libertad de comercial con la Colonia  de la Bahía. En general, los cambios gubernamentales realizados por la nueva concesión real fueron menores: el título de presidente se cambió a gobernador y el número de asistentes o magistrados aumentó de cuatro a diez. Sin embargo la nueva concesión sí causo la eliminación del importante control de anulación sobre el poder público en Rhode Island, al derogar la ley que requería que una mayoría de pueblos aprobara las leyes del Tribunal General. Dos años después, la Corona restringió aún más la democracia al requerir que el sufragio en Rhode Island, igual que en el resto de Nueva Inglaterra, se limitara a los que tuvieran “propiedades competentes”.

La disputa sobre los terrenos de los narragansett estaba lejos de terminar. Tan pronto como Winthrop hubo concluido su acuerdo con Clarke en abril, navegó alegre a casa, convencido de que había sido más listo que Rhode Island. Con el acuerdo, se reconocía a la Atherton Company como propietaria de los terrenos de los narragansett y se le garantizaba poder elegir jurisdicción libremente. Winthrop no dudaba de qué camino elegirían sus socios. Tan pronto como desembarcó, Winthrop y sus socios votaron trasladar la jurisdicción de los terrenos de los narragansett de Rhode Island a Connecticut y Connecticut aceptó encantada el regalo. Pero entretanto durante la redacción de la concesión de Rhode Island, Clarke había olvidado astutamente incluir ninguna mención a una opción libre para la Atherton Company. Así que Rhode Island obtuvo una concesión sin jurisdicción incondicional sobre los terrenos de los narragansett.

Pero si el Dr. Clarke hizo un soberbio trabajo al conseguir derechos para Rhode Island en los años turbulentos que siguieron a la Restauración, la indefensa New Haven se encontró repentinamente desaparecida del mapa. Fue en verdad un golpe traicionero de su colonia vecina y una clara violación de los términos de la Confederación de Nueva Inglaterra.

Además de la traición exterior, New Haven estaba sufriendo una creciente oposición en el interior (una rebelión contra su extremista gobierno teocrático y oligárquico). La oposición denunciaba las graves limitaciones en el sufragio y pedía unirse a la más liberal y próspera Connecticut. Francis Browne, por ejemplo, denunciaba al gobierno y los magistrados de New Haven y rechazaba obedecer leyes que no eran conformes con las leyes de Inglaterra.

Cuando llegaron las noticias de la concesión real de New Haven a Connecticut en el otoño de 1662, Connecticut lanzó un ultimátum a la colonia de New Haven para que se sometiera a su jurisdicción. La colonia lo rechazó, pero un pueblo tras otro aprovechó entonces la oportunidad de cambiar su lealtad de New Haven a Connecticut. Primero lo hizo Southold, en Long Island, y luego parte o todo de Stamford, Greenwich y Guilford. Al acabar 1662, la jurisdicción de New Haven había disminuido a una fracción, a su cogollo. Solo persistían los pueblos de la propia New Haven, Milford y Branford.

El cogollo de New Haven, encabezado por el gobernador William Leete y el reverendo John Davenport, siguió resistiéndose. Los hombres libres de la colonia votaron mantener su independencia y apelar la decisión al rey y pedir una concesión para la colonia. Luego New Haven llevó su caso a la Confederación de Nueva Inglaterra, acusando a Connecticut de violación graves de sus términos. En septiembre de 1663 la comisionados de la Colonia Unidas votaron a favor de New Haven y la continuación de su independencia. Sin embargo Connecticut ignoró despreocupadamente el veredicto de los comisionados y continuó reclamando la sumisión incondicional. New Haven, por su parte, se entusiasmó en el invierno de 1664 cuando la orden de la Corona que ordenaba a las colonias unirse a la aplicación de las Leyes de Navegación incluía a New Haven entre sus destinatarias. Parecía acordar implícitamente el reconocimiento real de la autonomía de New Haven. Ni siquiera la defección del pueblo de Milford a Connecticut podía disminuir las esperanzas de supervivencia de New Haven.

Pero en 1664 la crisis llegó a su culminación. El rey dio el primer paso en el camino para acabar con el derecho de autogobierno en Nueva Inglaterra al enviar allí a cuatro comisionados a mediados de 1664 para tratar de aplicar las leyes de navegación, resolver disputas y empezar en general el proceso de absorción de las colonias. Entretanto, en marzo, el rey decidió dar a su hermano Jacobo, duque de York, toda la enorme área de Nueva Holanda, que Inglaterra estaba en proceso de apropiarse de los holandeses: desde el río Connecticut hacia el sur hasta la Bahía de Delaware (prácticamente toda el área intermedia entre Nueva Inglaterra y las colonias del sur de la Bahía de Chesapeake. Por si fuera poco, se concedió asimismo a Jacobo todo el Maine central y oriental, desde el río Kennebec al este hasta St. Croix en la frontera canadiense.

La enorme concesión al duque de York sorprendió a Connecticut, pues toda Long Island pertenecía ahora al duque. En 1650 Nueva Inglaterra había llegado a un acuerdo amistoso con los holandeses para partir Long Island: tres cuartos de la isla al este de Oyster Bay fueron a Connecticut y New Haven y la soberanía de los holandeses se limitaba prácticamente a las áreas de Long Island que son ahora el condado de Nassau y parte de la ciudad de Nueva York. Ahora, de repente, los pueblos de Long Island se habían transferido al duque de York. Pero mucho más peligroso era el hecho de que se había concedido ahora a Jacobo todos los terrenos al oeste del río Connecticut. Esto significaba la práctica erradicación de la colonia de Connecticut: todos los pueblos importantes de la colonia, excepto New London, estaban ubicados al oeste de este río. Con su concesión así completamente negada y ansiosos por presentar a la comisión real un fait accompli, Connecticut reclamó de nuevo la sumisión total de New Haven y envió a sus agentes a esa colonia para apropiarse del gobierno.

Las demás colonias también querían resolver las cosas lo antes posible. Los comisionados de las Colonias Unidas cambiaron de postura en septiembre y apoyaron la apropiación de New Haven por Connecticut. Finalmente, en noviembre, los comisionados reales acoraron y decidieron que toda el área de New Haven pertenecía a Connecticut.

El golpe fue definitivo. La Corona había decidido. En diciembre de 1664, el Tribunal General de New Haven se sometió pero bajo amargas protestas de este último, denunciando la injusticia impuesta por Connecticut. La colonia de New Haven se había acabado y los pueblos se convirtieron en parte de la colonia considerablemente más liberal de Connecticut.

La teocracia puritana más extrema y rígida en Nueva Inglaterra ya no existía. El reverendo John Davenport, fundador y jefe espiritual de New Haven, traslado su ministerio a la Primera Iglesia de Boston, para acabar sus días con una amarga polémica, como el principal y más incansable enemigo del Pacto Intermedio.

Respecto del fervoroso ministro de Branford, el reverendo Abraham Pierson, había llevado allí a su rebaño desde Southampton, Long Island, hacía dos décadas, cuando ese pueblo decidió unirse al gobierno moderado de Connecticut. No estuvo dispuesto a renunciar al estricto ideal teocrático, así que trasladó su rebaño de nuevo, esta vez para encontrar otro asentamiento teocrático en el antiguo territorio holandés en New Ark, a orillas del río Passaic.

Con New Haven absorbido por Connecticut, la Confederación de Nueva Inglaterra llegó prácticamente a su fin. Aunque existió formalmente durante 20 años más, cesaron sus reuniones anuales y ya no desempeñó un papel importante en los asuntos de Nueva Inglaterra.


Publicado el 9 de octubre de 2012. Traducido del inglés por Mariano Bas Uribe. El artículo original se encuentra aquí.

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