Lord Acton, sobre la libertad y el gobierno

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“El poder corrompe y el poder absoluto corrompe absolutamente”

Muchos estadounidenses pueden identificar al autor como Lord Acton. Pero eso es casi todo lo que saben de John Emerich Edward Dalberg Acton, Primer Baron Acton de Aldenham. Es una pena, porque, según Stephen Tonsor, profesor emérito de historia en la Universidad de Michigan, Acton fue al tiempo “el más informado observador extranjero de los asuntos estadounidenses en el siglo XIX” y estaba profundamente preocupado por “la amenaza a la libertad del absolutismo gubernamental centralizado, la tiranía de la mayoría, la administración burocrática, la democracia y el socialismo”, amenazas que no puede decirse que hayan desaparecido hoy.

Un siglo después de su muerte en 1902, merece la pena recordar más de Lord Acton que su cita más famosa. Después de todo, como indica su biografía del Instituto Acton, “fue considerado una de las personas más cultas de su época, sin rival en la anchura, profundidad y humanidad de su conocimiento” y “se hizo conocido como una delos defensores más elocuentes de la libertad religiosa y política” en el siglo XIX

En todo tiempo, los amigos de la libertad han sido raros.

En todas las épocas, el progreso [de la libertad] se ha visto asediado por sus enemigos naturales: por la ignorancia y la superstición, por el ansia de conquista y por el amor a la indolencia, por el deseo de poder del hombre fuerte y del deseo de alimento del hombre pobre.

Por libertad me refiero a la garantía de que todo hombre será protegido para hacer lo que crea que es su deber, contra la influencia de autoridad y mayorías, costumbres y opiniones.

La libertad es impedir el control por otros. Esto requiere autocontrol.

La libertad solo reclama, para su realización, la limitación de la autoridad pública, pues la libertad es el único objeto que beneficia a todos por igual y no provoca una oposición sincera.

La libertad y el buen gobierno no se excluyen entre sí y hay excelentes razones por las que deberían ir juntos. La libertad no es un medio para un fin político superior. Es en sí misma el máximo fin político. No se requiere para tener una buena administración pública, sino para la seguridad en la búsqueda de los objetivos superiores de la sociedad civil y de la vida privada.

La libertad no es el poder de hacer lo que queramos, sino de derecho a ser capaces de hacer lo que tendríamos que hacer.

La libertad no permite cumplir con nuestro deber sin intromisiones del estado, la sociedad, la ignorancia y el error. Somos libres en la medida en que estemos libres de estos impedimentos.

Una ética oscura implica una libertad imperfecta. Pues la libertad no viene con cualquier sistema ético, sino con uno muy desarrollado.

Santificar la libertad (…) enseñando a los hombres a apreciar las libertades de los otros como la propia y defenderlas por amor a la justicia y la caridad más que como una reclamación de un derecho, ha sido el alma de lo que es grande y bueno en el progreso de los últimos doscientos años.

Por nacimiento, todos los hombres son libres.

La conciencia demanda imperativamente una medida correspondiente de libertad personal (…) Con esto no puede permitirse que interfiera ninguna autoridad humana. Estamos obligados a extender al máximo, y a guardarnos de cualquier intromisión, la esfera en que podemos actuar en obediencia a la sola voz de la conciencia, independientemente de cualquier otra consideración.

El interés de los individuos está por encima del interés exclusivo del estado. El poder del todo no ha de ponerse en la balanza ni por un momento con la libertad (es decir, la conciencia del sujeto) y quienes actúan sobre otro principio son los peores criminales.

Es más fácil encontrar gente apropiada para gobernarse a sí misma que gente para gobernar a otros. Todo hombre es el mejor y más responsable juez de sus propio provecho.

La gran cuestión es descubrir, no lo que prescriben los gobiernos, sino lo que tendrían que prescribir, pues ninguna prescripción es válida contra la conciencia de la humanidad.

La mayor oportunidad nunca dada al mundo se desperdició porque la pasión por la igualdad hizo vana la esperanza de libertad.

El peligro no es que una clase concreta no sea apropiada para gobernar. Toda clase es inapropiada para gobernar.

Siempre que un objetivo concreto se convierte en el fin supremo del Estado, ya sea el beneficio de una clase, la seguridad del poder del país, la mayor felicidad para el mayor número o el apoyo a cualquier idea especulativa, el Estado se convierte con el tiempo inevitablemente en absoluto.

Las leyes se hacen para el bien público (…) El bien público no tiene que considerarse si se consigue a costa de un individuo.

La voluntad del pueblo no puede hacer justo lo que es injusto.

Hay muchas cosas que no puede hacer el gobierno, muchos buenos propósitos a los que debe renunciar. Debe dejar esto a las empresas de otros. No puede alimentar al pueblo. No puede enriquecer al pueblo. No puede enseñar al pueblo.

El poder popular puede podrirse con el mismo veneno que el poder personal.

El mal que impregna la democracia es la tiranía de la mayoría o que un partido, no siempre la mayoría, consiga ganar las elecciones por fuerza o fraude.

Es malo verse oprimido por una minoría, pero es peor verse oprimido por una mayoría.

La prueba más segura por la que juzgamos si un país es realmente libre es la cantidad de seguridad de la que disfrutan las minorías.

De entre todas las causas que degradan y desmoralizan a los hombres, el poder es la más constante y la más activa.

Quienes tienen más poder son culpables de pecar más, ningún teorema geométrico es más cierto que este.

La posesión de poder ilimitado (…) corroe la conciencia, endurece el corazón y confunde el entendimiento.

No hay error tan monstruoso que no consiga encontrar defensores.

Hay principios que se anteponen a los precedentes (…) existe una ley superior.

Toda la legislación debe conformarse [bajo una ley de la naturaleza] (…) por la voz de la razón universal (…) un principio que abarca toda la humanidad (…) Un espíritu generoso prefiere que su país sea pobre y débil y sin historia, pero libre a que sea poderoso, próspero y esclavizado.

Debido a su preocupación por la libertad, Lord Acton estaba intensamente interesado y preocupado por el experimento de la libertad americana. Y no dejó ninguna duda acerca de lo importante que fue nuestra fundación para la causa de la libertad en todo el mundo cuando dijo:

Washington and Hamilton (…) Su ejemplo (…) enseña que los hombres tendría que alzarse en armas incluso contra un peligro remoto y constructivo para su libertad, que incluso si la nube no es mayor que la mano de un hombre, es su derecho y su deber asegurar la existencia nacional, sacrificar vidas y fortunas (…) para destrozar coronas y cetros y arrojar parlamentos al mar. Sobre este principio de subversión erigieron su comunidad y en su virtud sacaron al mundo de su órbita y dieron un nuevo rumbo a la historia.

El profesor Tonsor dijo de Acton que “es una pena que los historiadores estadounidenses lo lean tan raramente”. Y es difícil discutir esa conclusión. Acton puede que no fuera capaz de producir la completa historia de la libertad que pretendía escribir, pero sus obras escogidas nos proporcionan mucha sabiduría ahora prácticamente olvidada.


Publicado el 5 de noviembre de 2002. Traducido del inglés por Mariano Bas Uribe. El artículo original se encuentra aquí.

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