Los billetes los lleva el viento

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Creo interpretar bien el sentir popular cuando digo que los ciudadanos uruguayos, masivamente, rechazarían que las reservas internacionales del país estuvieran invertidas en pesos argentinos o reales, o en bonos argentinos o brasileños. Muy entendible: nuestros vecinos tienen una larga tradición de destruir sus monedas. Sus cuentavueltas han sido llevados a cero más de una vez. Distintas denominaciones de las monedas oficiales de Argentina y Brasil han sido completamente destruidas. Sus valores fueron llevados al cero de Kelvin, y fueron sustituidas por otras que también fueron exprimidas hasta su último rinconcito de valor, y así hasta llegar al hoy.

El asunto es, indudablemente, menos claro en el caso del dólar americano, el dinero por excelencia en la economía global. El dólar, como denominación, es el mismo que era en sus orígenes. USSA no ha pasado nunca por el bochorno de quitar tres, cuatro o seis ceros a su moneda. Nunca vimos un Nuevo Dólar, que valiera mil o un millón de los dólares originales.

Y la calidad de moneda universal del billete verde es también innegable. Las exportaciones uruguayas, como las de todo país que se precie, se denominan y ejecutan en la moneda del norte. El comercio exterior mundial es mayoritariamente en dólares. Y es exclusivamente en dólares si hablamos de petróleo: las transacciones de petróleo se llevan a cabo obligatoriamente en la moneda de la mayor maquinaria bélica que jamás haya existido, so pena de drones y marines. Más relevante aún: los astronómicos remanentes de las ventas de petróleo deben mantenerse en dólares, y en bancos americanos. Es esta peculiar situación la que engendra la difundida denominación de petrodólares.

El ciudadano común maneja los conceptos del párrafo anterior, de manera más o menos consciente o técnica. Lo que no maneja la gente es el hecho de que el dólar de hoy vale menos de un décimo de su valor original. El estado americano no dio varias vueltas al cuentaquilómetros, es cierto. Pero está muy cerquita de dar la primera vuelta. USSA ha jugado con la enorme ventaja de emitir moneda para el mundo entero, y aún así se las arregló para destruir al dólar casi completamente. Y esto, es lo de menos.

En la última década, la emisión de moneda verde ha perdido toda restricción imaginable. Ben Bernanke, cacofónico presidente de la FED, también llamado el Helicóptero, ha emitido más dinero que nunca. Más dinero del que podría jamás haberse imaginado que podía emitirse. Y lo sigue haciendo. Y tiene oficialmente planificado seguir emitiendo cantidades galácticas, siderales, inimaginables de dólares americanos, por tiempo indefinido.

Esto hace que, en términos técnicos, el dólar no sea menos temible, menos frágil, menos falso que el peso argentino o el real. Esto, claro, la gente no lo sabe. Y es entendible. El noticiero local no habla de esto. Las noticias uruguayas son una por semana, y siempre la más provinciana, la más chismográfica posible. Nos enteramos de todas las comidillas personales de los regentes, pero no sabemos nada de la moneda en que las ingentes reservas del BCU (nuestras reservas, supuestamente) están invertidas.

Lo dicho de pesos argentinos, reales y dólares, vale también para euros, yenes y libras esterlinas. Todos son papel mojado por definición, con el agravante de que han sido destratados cruelmente hasta despojarlos del dudoso valor que pudieran haber tenido. La razón de que hayamos hecho un somero análisis del dólar, y no del yen, es que nuestras reservas están invertidas básicamente en dólares.

El BCU (Banco Central del Uruguay) publica sus balances en su sitio de Internet. Todavía no está el de 2012; estamos en marzo, nomás, del 2013. Un atraso de dos meses es casi una bendición, en el medio. Así que conformémonos con los números de 2011.

Los Activos Externos de Reserva al 31 de diciembre de 2011 totalizaban, peso más, peso menos, 195.000 millones de pesos uruguayos. Simplificando, dividamos entre 20 y obtenemos unos 10.000 millones de dólares. Con un PBI cercano a los 45.000 millones de dólares, las reservas son algo así como un cuarto de lo que producimos todos los uruguayos juntos en el correspondiente año, el 2011 (el PBI no es lo que comúnmente se cree, pero eso es otra historia). En definitiva: un dinero respetable. Lo que los uruguayos tenemos guardado (supuestamente está, y supuestamente es nuestro) es considerable. Y llegamos así, finalmente, al problema.

Estas reservas internacionales, considerables, voluminosas, están invertidas en monedas extranjeras, y en bonos de estados extranjeros. La única diferencia entre tener moneda extranjera y tener bonos del país emisor de esa moneda, son los intereses. En términos de valor, da exactamente lo mismo.
Los uruguayos tenemos, en nuestra cartera de inversión de 195.000 millones de dólares, 155.000 millones en bonos del tesoro americano, y 26.000 millones en depósitos bancarios en dólares americanos. Nuestra exposición al dólar y al Helicóptero Bernanke es del 93% .

Como reliquia tal vez, como atavismo de un pasado que murió hace mucho, tenemos unos gramos de oro también. Sirven para recordarnos qué es dinero, qué es valor, y qué es reserva. Sirven para recordarnos que Uruguay y el mundo sucumbieron al timo de las monedas fiduciarias hace muy poquito. Curiosamente, los que malbarataron el oro que nos quedaba se deshicieron de él con argumentos pretendidamente libremercadistas. Las últimas grandes ventas del oro de los uruguayos son preprogresistas. Fueron los presuntos amantes de la eficiencia y la seriedad los que acudieron al llamado de Gordon Brown, y soltaron lo que les quedaba de verdadera reserva, cambiándola por papelitos pintados con el argumento de que pagaban interés. Todo eso, claro, enmarcado en una rimbombante y locuaz defensa del mercado, la eficiencia, y los derechos individuales.

Es entendible que la gente haya perdido de vista que los papeles sin valor que emite USSA no son en absoluto una reserva válida. Entendible y reciente: cualquiera de nuestros abuelos habría tenido esto claro, independientemente de su educación formal. Uruguay no escapó a la embestida de los gobiernos de occidente, que nos cambiaron oro por papelitos diciendo que nos hacían un favor, y les creímos.

No es entendible que los economistas del BCU no lo vean. Aún sin haber leído nada de economía austríaca, no es admisible que no vean que el dólar de Bernanke es como el peso de Perón. Y no me vengan con el argumento del progresismo. ¿Quieren más progresista que Chávez? El comandante llevaba la bandera del progreso en América Latina, pero eso no le impidió repatriar su oro. ¿Por qué? Porque el oro vale. Bernanke no puede emitir oro. Nadie puede devaluarlo.

Un llamado entonces a los economistas de la División de Activos y Pasivos, o tal vez de las subdivisiones, o departamentos, de Inversiones, o de Planificación y Gestión de Riesgo. Es muy peligroso tener todos esos dólares. No esperen a agarrarse los dedos con la puerta. Hagan como Chávez, como China, como Rusia, como Alemania. Vuelvan a los orígenes. Vuelvan al oro. Tenemos la enorme ventaja de ser chiquitos. En un año, como quien no quiere la cosa, podemos dar vuelta las proporciones de nuestra cartera pública de inversiones externas. Nadie nos va a ver. Podemos, de a poquito, llegar a un fin de 2013 en que podamos festejar una cartera mayoritaria en oro, y minoritaria en dólares. No olvidemos las palabras de Greenspan, famoso y feo antecesor del Helicóptero: “USSA nunca va a dejar de pagar su deuda externa. Emite más dinero, y paga, y se acabó”.

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