Me intrigó la reseña que escribió Philipp Bagus de Los errores de Keynes (Los Errores de la Vieja Economía), un libro escrito en español por Juan Ramón Rallo, parte del cual se ocupa de la Ley de Say.
Se está asentando una comprensión importante de que la vía para desenmarañar la economía keynesiana pasa por la Ley de Say. El propio Keynes no pudo ser más claro acerca de la importancia de la Ley de Say para toda la estructura de su argumentación. Keynes destacaba, una y otra vez, en La Teoría General (LTG) que estaba invirtiendo las conclusiones de quienes creían que la Ley Say era cierta. Así que hay que hacer dos cosas si vas a refutar a Keynes. Primero tienes que saber qué es la Ley de Say. Después tienes que demostrar que es válida.
Hay un enorme problema que debe superarse para conseguir avanzar en la refutación de Keynes y la revitalización de la Ley de Say. Todos los economistas han puesto sobre el tapete la teoría del lado de la demanda de Keynes y, si no se corrige, influye en todos los aspectos de su pensamiento. Incluso reconociendo que la clave es la estructura de la demanda, siguen ateniéndose al nivel de demanda como parte integral de cómo deben aproximarse a los problemas económicos.
Los economistas clásicos han explicado la Ley de Say argumentando que “es imposible un exceso general”: nunca puede haber un defecto de demanda. Esto es axiomático, debes saberlo bien si entiendes la teoría clásica del ciclo comercial. Atesorar nunca causa una recesión. Demasiado ahorro nunca es el problema. Una economía nunca sufre una deficiencia de demanda. Después de que empieza una recesión, la gente se vuelve prudente debido a la falta de confianza, esta es una opinión común en todo el banco clásico de la división Keynes-clásicos, pero eso no es lo que decía Keynes. Estaba tratando de probar que el defecto de demanda era, en sí mismo, la naturaleza del problema de la recesión y que el gasto público era la respuesta necesaria para acabar con las recesiones.
Con esto en mente, dejadme que llevaron a la explicación de la Ley de Say del reseñante:
Echemos una mirada a algunos de los argumentos de Rallo, empezando por la famosa crítica de Keynes a la Ley de Say. La versión distorsionada de Keynes de la Ley de Say en La teoría general dice que la oferta crea su propia demanda. Rallo reivindica la Ley de Say en su versión original: A largo plazo, la oferta de un bien se ajusta a su demanda. En definitiva, los bienes se ofrecen para comprar otros bienes (dinero incluido). Uno produce para demandar, lo que implica que es imposible un exceso de producción [a largo plazo].
La Ley de Say nos lleva directos al argumento más innovador del libro de Rallo que se ocupa del viejo argumento contra el atesoramiento. Incluso los críticos duros de Keynes, por ejemplo desde el bando monetarista o neoclásico, admiten que Keynes al menos tenía razón en que el atesoramiento es una actividad desestabilizadora y peligrosa.
Sin embargo Rallo prueba y destaca la función social del atesoramiento. Demandar dinero no es no demandar nada del mercado. El atesoramiento es la respuesta natural de ahorradores y consumidores a una estructura de producción que no se ajusta a sus necesidades. Es una señal de protesta para los empresarios: “¡Por favor, ofreced otros bienes de consumo y de capital! Cambiad la estructura de producción, ya que la composición de los bienes ofrecidos no es apropiada”. [Las cursivas y el texto adicional son míos]
Así Rallo intenta responder a Keynes confirmando todo lo que escribió este. La gente realmente sí atesora, argumenta Rallo, y almacena dinero en lugar de gastarlo. Realmente hay un defecto de demanda en el plazo corto a medio que puede finalmente extenderse al largo plazo, tal vez en tres-cinco años. La sobreproducción es imposible, pero solo “definitivamente” y entretanto puede producirse. El desempleo involuntario sí se produce aparentemente debido a algún problema en el lado de la demanda de la economía debido al atesoramiento. Sin embargo, este defecto de la demanda, en lugar de ser algo malo, es algo bueno, ya que el atesoramiento permite a las empresas pensar qué hacer después. Pero si eres un keynesiano como Krugman, también da licencia al gobierno para venir al rescate con un paquete de estímulo que cortocircuitará este retraso. He aquí un ejemplo de la reseña para mostrar cómo puede funcionar el atesoramiento:
En una situación de gran incertidumbre, es incluso prudente atesorar y no inmovilizar fondos para el largo plazo. Rallo proporciona un ejemplo visual. Supongamos que aumenta la incertidumbre porque la gente espera un terremoto. Empiezan a atesorar, es decir, a aumentar sus existencias de caja, lo que les da más flexibilidad. Esto es completamente racional y beneficioso desde el punto de vista de los participantes del mercado. La alternativa es inmovilizar fondos mediante gasto público. La producción pública de rascacielos no solo va contra la voluntad de la gente más prudente: también resultará desastrosa si se produce el terremoto.
¡Un gobierno no debería construir rascacielos cuando todos esperan un terremoto! ¿Necesita alguien teoría económica para entender ese argumento? Pero si la economía se ha mantenido en silencio y hay cosas útiles que un gobierno pueda hacer (tal vez reforzar los edificios existentes frente al futuro daño sísmico), ¿por qué no tendría sentido eso dentro de los términos de esta discusión? Es una metáfora que no se sostiene, no explica por qué se equivoca Keynes e indudablemente nunca convencerá a un keynesiano.
Dejadme ir al problema expresado en este párrafo de la reseña:
Como apunta Rallo en contra de La teoría general, no es la oferta agregada o la demanda agregada lo que importa, sino su composición. Si en una depresión con una estructura distorsionada de producción, en una situación de trampa de liquidez, la demanda agregada se estimula mediante gasto público, la estructura existente no puede producir los bienes que los consumidores desean más urgentemente. La solución no es más gasto y más deuda, sino reducir la deuda y liquidar las malas inversiones para hacer posibles inversiones nuevas y sostenibles. [Las cursivas son mías]
Estoy completamente de acuerdo en que la solución es dejar la recuperación al sector privado ya que ellos encontrarán el camino hacia resultados rentables. Pero usar la “demanda agregada” en la misma oración que “estructura de producción” debe hacer confuso el argumento. Aún con más seguridad, incluir la mención a “una trampa de liquidez” impedirá la entrada en el mundo de la economía clásica. La demanda se constituye por la oferta: de acuerdo con la Ley de Say, la oferta es la demanda. La demanda agregada y la oferta agregada no son dos entes separados. No existe una fuerza independiente que pueda describirse como demanda agregada.
Si queréis llegar a la esencia de la Ley de Say nunca debéis pensar en términos de demanda agregada y oferta agregada. Simplemente eliminadlos de todas las explicaciones conceptuales de la economía y creo, aunque no puedo estar seguro, que os encontraréis necesariamente pensando sobre los temas de la misma manera que los economistas clásicos. Como he argumentado en mi Say’s Law and the Keynesian Revolution (Elgar 1998), si queréis derrotar a la economía keynesiana tenéis que lucha contra la misma noción de la demanda agregada. No funcionará nada más.
Publicado el 6 de marzo de 2013. Traducido del inglés por Mariano Bas Uribe. El artículo original se encuentra aquí.