Toda colonización debería ser privada

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Un artículo reciente de Gregg Easterbrook en el número del 8 de diciembre de 2006 de Slate.com decía: “nadie tiene ningún interés en colonizar la Antártida”. El tema principal del artículo es la locura del plan de la NASA de una base lunar permanente.

Easterbrook tiene razón acerca de desperdicio de fondos para ese objetivo, pero parte de su lógica se equivoca. Cualquier dinero gastado por el gobierno para la colonización de la luna, o el espacio, es una mala asignación de fondos. La colonización de la luna tiene que llevarse a cabo por inversores privados y tiene que aplicarse el principio de Locke: el primero en mezclar trabajo con material se convierte en el propietario de dichos materiales.

La NASA no puede tener ese derecho y una base lunar del gobierno no llevaría al desarrollo industrial de la luna, marte o cualquier otro lugar en el sistema solar. La que lleva al desarrollo de dichos lugares es un empresario que vea que dichas áreas no están atendidas en el mercado e invierte y desarrolla en dichos lugares para llevarlos al mercado. Este tiene que ser el principio esencial cuando se busca nuevas áreas de desarrollo humano, pero quiero explicar por qué pienso que Easterbrook se equivoca en suponer que la Antártida no será colonizada.

A lo largo de la emigración humana de los últimos 10.000 años, se han explorado, explotado y desarrollado  nuevas áreas. Las razones para esto pueden ser numerosas: presión poblacional, búsqueda de recursos (alimento, combustible, albergue y material) o solo la mera curiosidad. Las áreas y recursos más fáciles se utilizaron primero y con el tiempo se explotaron métodos y áreas más complejos. En el siglo XXI, el hombre está ahora en el punto en el que la Antártida, los océanos y el espacio son las nuevas fronteras de los seres humanos a explorar, explotar y desarrollar.

Los humanos han estado utilizando los océanos desde el inicio de la exploración. Estamos ahora a punto para desarrollar colonias en el océano, fuera de las fronteras nacionales. Esto requerirá valor, ingenio y espíritu colonizador. Las leyes actuales en la Carta de la ONU hacen difícil que tenga lugar ese desarrollo, ya que la carta indica que los océanos deberían utilizarse para la mejora de toda la humanidad, mientras que los gastos concretos los soportarán los individuos.

La Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar es similar al Tratado Antártico, que prohíbe la colonización permanente del continente antártico. El tratado minero de 1991 prohíbe la exploración y excavación en la Antártida durante los próximos 50 años. El Tratado Antártico es una convención que ha eliminado el desarrollo. Se ha especulado sobre los recursos antárticos durante más de cien años, pero hasta ahora la mayoría de los recursos encontrados han resultado ser subeconómicos. El modelo económico se basa en precios actuales, distancias al mercado y tecnología actual. Si cambia la tecnología, entonces se convierte en económico. De los depósitos conocidos, existen cobre y molibdeno existen en la península antártica, una gran mineralización de titanio y apatita en el Macizo Dufek, carbón y mena de hierro en las Montañas del Príncipe Carlos y uranio en la Cordillera de Victoria del Sur. Esto no incluye los posibles depósitos de petróleo y gas en los mares de Weddell y de Rose y toda el agua dulce contenida en el hielo glacial.

La tecnología hace hoy posible vivir en lugares inhóspitos. Los humanos han estado viviendo y trabajando en la Antártida durante los últimos 100 años, pero la mayoría han sido solo visitantes. Ahora es posible que la gente vaya a la Antártida y colonice una nueva frontera. La gente siempre ha usado los recursos que han estado a mano y no será diferente en la Antártida. Hasta ahora, los recursos se han traído principal y casi completamente de fuera del continente. En los primeros días de la exploración de la Antártida, exploradores como Amundsen y Scott utilizaron los recursos locales para alimentarse. Cazaron focas y pingüinos y utilizaron el hielo para refugio temporal y agua. Los científicos (exploradores) modernos viven en entornos alejados de la Antártida y son más bien visitantes temporales. Tratan al continente como una reserva que no puede perturbarse.

La Antártida no es un parque; el continente es tan grande como Estados Unidos y México juntos. La historia tectónica indica vastas reservas potenciales de recursos minerales que pueden usar para hacer avanzar físicamente a la humanidad.

“Allí hay minerales, hay oro, hay mena de hierro, hay carbón”. Estos eran los comentarios del 1 de mayo del miembro del Partido Nacional Australiano, Barnaby Joyce en su reciente viaje a la Antártida. Este político australiano tiene razón en suponer que si su país no aprovecha estos recursos, lo harán otros países e ignorarán la demanda territorial de Australia por no ser más que un pedazo de papel. La demanda no significa nada si no se produce la ocupación física real. Es hora de que la Antártida entre en el siglo XXI y se desarrolle adecuadamente como el lugar que es.

Las técnicas modernas de excavación subterránea  pueden convertir enormes áreas subterráneas congeladas del continente en espacios habitables para su uso como vivienda, fábricas, ventas y agricultura. Esta evolución puede tener lugar junto con la minería de recursos valiosos. Al principio, la mayoría del material extraído se enviaría al mercado mundial. Esto indica que al principio solo se extraerían los materiales más valiosos. Pero, con el tiempo, a medida que se gane espacio subterráneo, se desarrollarán más mercados locales complejos y los recursos subeconómicos se convertirán en económicos y utilizarán en el mercado local. Todo esto puede tener lugar si se observan ciertas reglas: laissez faire y laissez passer; dejar que el mercado se desarrolle orgánicamente.

¿Quién sabe qué recursos hay bajo el paisaje antártico? Pero el otro factor que podría generar desarrollo es uno que no indica Easterbrook y es la necesidad de libertad. A Robert Zubrin, de la Mars Society, se le preguntó una vez por qué iría la gente a Marte. La libertad, respondió, es la razón por la que los hombres irían a Marte.

También es la razón por la que la Antártida se colonizaría. El coste de la libertad solo puede medirse internamente por el individuo, igual que la teoría del valor del precio en el mercado. No puede planificarse por ningún consejo centralizado de gobierno. Tanto el derecho marítimo como el Tratado Antártico tienen que ignorarse como reliquias del pasado socialista.

La Antártida, los océanos y el espacio acabarán siendo colonizados. Solo se trata de cuándo, por quién y por qué razones.


Publicado el 19 de diciembre de 2006. Traducido del inglés por Mariano Bas Uribe. El artículo original se encuentra aquí.

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